ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

miércoles, 29 de abril de 2009

DIOS EN EL DISCURSO DE LOS POLÍTICOS EN MÉXICO


DIOS EN EL DISCURSO DE LOS POLÍTICOS MEXICANOS
Una mirada a los mensajes políticos del Siglo XXI
Por Baltasar Hernández Gómez

Todo parece andar de cabeza: los sacerdotes en política y los políticos como predicadores de la religión. Desde el último cuarto del siglo XIX en México se había practicado el laicismo político, fundado en los tiempos de la reforma juarista, que permeaba los engranajes constitucionales y meta-constitucionales de la estructura del Estado y a todos los hombres y mujeres con cargos públicos. Sin embargo, desde el año dos mil se aumentó alarmantemente la práctica discursiva de invocar el nombre de Dios para ganarse el respaldo social.

Hay mucho cuidado en no ponerle un nombre exacto al Dios que se implora para la concreción efectiva de una acción de gobierno, con la finalidad de no perturbar la afiliación de los creyentes. No se nombra a Jehová, Yavhé, Buda o Alá, sino que se deja al imaginario social la representación del Dios bueno que esté atento a que se cumplan las expectativas políticas y económicas.

Por más de ciento treinta años, los aparatos del Estado mexicano estuvieron vigilantes de que los mensajes a la Nación estuvieran elaborados con conceptos monumentales, que mantuvieran los valores de la Independencia, la Reforma y la Revolución. En el transcurso del desarrollo estabilizador se adhirieron las nociones de progreso, unidad, integración al internacionalismo, nacionalismo, solidaridad, bienestar para todos y transición democrática. La mexicaneidad incorporó la cultura de Estado como factor homogeneizador de los rumbos nacionales, con la aprobación de las clases populares.

Era una regla no escrita que los gobernantes no antepusieran su religiosidad privada en el plano de lo público, sobre todo porque las relaciones formales con el Vaticano estaban rotas y por tanto debía defenderse la separación de la Iglesia y el Estado. Fue hasta 1992 que el presidente Carlos Salinas de Gortari reanudó los vínculos oficiales con la iglesia católica, nombrando paradójicamente a uno de los masones mexicanos más destacados, Enrique Olivares Santana, como embajador en la “Santa Sede”.

Sin embargo los tiempos cambian y las circunstancias políticas también. El más aventurado en transgredir el pacto de “dejar al César lo del César y a Dios lo de Dios” fue Vicente Fox Quesada, quien antes de recibir la banda presidencial, rindió culto a la virgen de Guadalupe, emulando a Miguel Hidalgo cuando llevó el estandarte de la “madre de Dios, versión mexicana” en la primera concentración del movimiento independentista de 1810.

Este hecho por demás criticado por la clase política tradicionalista, algunos medios de comunicación, intelectuales, analistas y personas progresistas o de izquierda, ha sido reelaborado con nuevos formatos comunicativos por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, gobernadores, presidentes municipales y legisladores locales y nacionales. Es un hecho que en el nombre de Dios se pueden conseguir nichos más amplios del mercado electoral, sin lugar a dudas. Dios en boca de los políticos es una táctica para capturar la empatía ciudadana.

No es fortuito que el cambio en la construcción de los mensajes políticos se esté dando por gobiernos del PAN, partido basado en la doctrina social de la iglesia católica de corte ortodoxo. El binomio política/religión trastoca el eje de rotación del ejercicio político de tipo liberal-revolucionario, que por muchos años impulsó la secularidad en la toma y transmisión de decisiones. En medio de la vorágine comunicacional mediática, la praxis política se convirtió en pragmatismo puro. Por lo mismo no debe causar sorpresa que los mensajes gubernamentales rescaten el uso del vocablo Dios para la obtención de legitimidad y apoyo.

Vicente Fox integró un gabinete compuesto por personajes adheridos al sistema de ideas católicas de derecha. Basta recordar al funcionario federal que mantuvo mucho tiempo los reflectores en contra, Carlos María Abascal. Este personaje terminó por abrir las puertas a la religiosidad en la política, pues sin tapujos habló de las bondades de la fe en las políticas de desarrollo mexicano. Incluso quiso boicotear la lectura del libro “Aura” de Carlos Fuentes, por considerarlo pecaminoso y no apto para la juventud mexicana (por lo menos logró que una de sus hijas adolescentes no lo leyera).

Para poner un ejemplo palpable de este giro en las formas y contenidos de la comunicación política, el ex-presidente Fox Quesada dijo, en marzo del año dos mil, que “PEMEX es igual a la virgen de Guadalupe, son símbolos para los mexicanos que deben manejarse con mucho cuidado”. La alegoría no es disparate u ocurrencia del presidente con botas y hebilla al estilo vaquero, sino una muestra de que la política iba a explotar la iconografía católica para aumentar capital político en una población que, ante la crisis, busca refugios extraterrenales para justificar su existencia de vida.

En diversos estudios sociológicos se ha demostrado que ante la incertidumbre económica, falta de valores compartidos y carencia de liderazgos vinculantes, la sociedad recurre a la religión como escape de una realidad que no llena sus expectativas materiales. México no es la excepción, toda vez que desde hace dos decenios el número de sectas cristianas y metafísicas se ha multiplicado exponencialmente. La población de menores ingresos se inscribe en este espacio espiritual, tratando de encontrar razones para seguir viviendo en un país que se le está escapando de las manos por las condiciones depauperadas de la economía.

La repetición de imágenes de Vicente Fox y Marta Sahagún en recintos religiosos (inclusive en su capilla familiar ubicada en el rancho de San Cristóbal, Guanajuato); la petición al Papa Juan Pablo II de anulación del matrimonio anterior de la compañera sentimental y vocera de gobierno, para poder contraer nuevas nupcias religiosas con el presidente, así como las innumerables citas de Dios en las presentaciones oficiales en el periodo 2000-2006, acabaron por imponer el nuevo contexto discursivo del neopanismo en el poder.

No obstante que el actual mandatario Felipe Calderón Hinojosa no ha recurrido al catolicismo a ultranza para afianzar su estancia gubernamental, sí emplea a Dios en sus razonamientos de Estado frente a empresarios y masas desposeídas. La prueba palpable de este modo de hacer política quedó de manifiesto en los honores post mortem que se ofrecieron a su amigo y secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en el Campo Marte. En este acto luctuoso recurrió al mensaje mesiánico de bienaventuranzas (recomponiendo el evangelio de Mateo): “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón, bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”. Faltó dar la hostia y despedir a la feligresía enfundada en trajes de lana, vestidos Chanel y uniformes castrenses con un amén acompañado de la señal de la cruz.

Como se aprecia, sistemáticamente se crean las condiciones para posicionar el ideario religioso del PAN a los planes gubernamentales, tratando de entremezclar valores católicos con los civiles-democráticos. Los deslices de este abordaje se visualizaron desde el instante que Fox Quesada puso una cruz plateada en su toma de protesta como jefe del Poder Ejecutivo, así como el otorgamiento de recursos públicos y facilidades de diputados y senadores panistas (entre los que se encontraba el propio Calderón Hinojosa) al grupo católico reaccionario de Pro-Vida, y la utilización de fondos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes para mantenimiento y remodelación de templos católicos, que si bien son patrimonio de la nación, los aprovecha la jerarquía católica para la realización de bodas, bautizos, quinceaños, confirmaciones, presentaciones, bendición de automóviles y arenga política contra alguna disposición del Estado, o bien, para lanzar cuasi excomuniones a los opositores al régimen.

No debe pues extrañarnos que el estilo personal de gobernar (parafraseando a Daniel Cosío Villegas) del presidente Felipe Calderón sea un híbrido que amalgama las “bondades” de la globalización y la catequesis. A casi 6 meses de que se llevaran al cabo las elecciones de 2006, Joaquín López Dóriga entrevistó al entonces candidato del PAN a la presidencia de la República, para conocer su punto de vista sobre temas relevantes en México. Sus respuestas comprobaron que su línea de gobierno sería mitad católica y mitad neoliberal. El actual presidente afirmó estar contra el aborto, la pena de muerte para delincuentes peligrosos y la autorización de muerte asistida para enfermos terminales. Asimismo, dejó en claro su respeto a quienes son homosexuales, pero se opuso al matrimonio lésbico-gay, ya que definió que el matrimonio es y debe ser la unión de un hombre con una mujer. Dichas posturas están apuntaladas por un pensamiento católico, digno de ser repetido en una misa dominical.

La comunicación política de los dos últimos regímenes de gobierno despliega banderas pragmáticas, unas veces mercadológicas y otras republicanas. Hay oscilaciones entre lo neoliberal y lo católico, entre consejos de superación personal y humanismo ramplón, que se vislumbran en la mayoría de los discursos oficiales. Si por muchos años oímos palabras para imponer el revolucionarismo nacionalista, que contenía vocablos de unidad y esfuerzo compartido, ahora no dejamos de escuchar frases como “Dios los bendiga”.

En una visita a la comunidad de san Juan Chamula, Chiapas, el presidente Felipe Calderón se vio comprometido a instruir que se realizaran mejoras sociales, sobre todo en el rubro de la salud, diciendo textualmente: “No hay condiciones para que viva una persona humana con la dignidad que Dios nos ha dado, por esa razón doy orden (…) para que se encarguen que a esas comunidades, que marcó el presidente municipal, se les ayude (…)".

Viendo los alcances del Ejecutivo en turno, Germán Martínez Cázares, al rematar su discurso de agradecimiento por haber sido elegido presidente del PAN, apuntó: “A los que tienen Dios, que Dios los bendiga, y a los que no, que los bendiga el mío, que conmigo ha sido muy generoso”. Lo que evidencia que los panistas enquistados en el círculo cercano del presidente de la República no han separado (ni creo que lo hagan) las cuestiones religiosas de la política .

Como se puede observar, la política a la mexicana está ahora sometida al dominio del discurso aderezado con concepciones religiosas, que no es otra cosa que la exhibición de voluntarismo, moralismo subjetivo, humanismo rústico y el pretencioso enmascaramiento de llevar las cosas a un terreno de anhelo celestial ante la imposibilidad de alcanzar mejores estadios de vida.

No se trata de atacar la fe personal de millones de mexicanos que profesan alguna religión, principalmente la católica, pero sí descubrir que en el espacio público de la política y las decisiones de Estado debe haber objetividad y concreción. No es válido argumentar políticas económicas, sociales y culturales con valoraciones evangelistas ni mucho menos, sino enfrentar con dignidad, responsabilidad, compromiso y entereza los mandatos de una sociedad que desea superar largas penurias, que día con día menguan las perspectivas de vivir en un país más democrático y mejor. B.H.G.
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Entre otra bibliografía consultada.

• Ghislain Waterlot. Rousseau, religión y política, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 2001.
• Fortunato Mallimaci. Religión y política, Editorial Biblos, Argentina, 1998.
• Roberto Blancarte. El poder, salinismo e iglesia católica, Editorial Grijalbo, México, 1991.
• Roberto Bosca, José Miguens y otros (Comp.). Política y religión, Editorial Lumiere, Argentina, 2007.

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lunes, 27 de abril de 2009

INFLUENZA EN MÉXICO: MÁS ALLÁ DE LA SALUD PÚBLICA


INFLUENZA EN MÉXICO: MÁS ALLÁ DE LA SALUD PÚBLICA.
Por Baltasar Hernández Gómez

Ante el torbellino de mensajes del gobierno mexicano para prevenir la extensión del brote de influenza, nos debe quedar muy en claro que esta epidemia virulenta no sólo es una alerta de salud pública, sino otra prueba más de los riesgos colaterales, que trae consigo la globalización, que en este caso ataca en primera instancia el valor más importante del ser humano: la vida, pero que también acarrea cambios sociales y culturales.

Por la experiencia asumida, los discursos políticos para el tratamiento de repercusiones sociales y económicas siempre han tenido como meta disminuir el impacto negativo de los sucesos, para que la población no caiga en pánico. Sin embargo, si esta política es traspolada a la epidemia viral que azota a México y otros países, lo más seguro es que al decir “tomen precauciones”, hay un ocultamiento de la verdadera magnitud del asunto.

Por el momento se sabe que la transmisión de influenza (gripe porcina) entre los humanos ocurre de la misma manera que la influenza estacional: al tocar algo/alguien con virus de influenza y luego tocando su boca o nariz, y por medio de tos o estornudo. La sintomatología es que los individuos infectados presentan fiebre súbita, tos, congestionamiento nasal, dolor muscular, diarrea, vómito y fatiga extrema.

Ante este cuadro, la Secretaría de Salud ha emitido una serie de recomendaciones que, si bien son de carácter clínico, trascienden los límites de la medicina, porque abordan cuestiones eminentemente sociales. Los spots y conferencias de prensa de las instituciones mexicanas insisten que las personas no deben saludar de beso ni de mano; no compartir alimentos, vasos o cubiertos; ventilar y permitir la entrada de sol en la casa, las oficinas y en todos los lugares cerrados; lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón; mantener limpias las cubiertas de cocina y baños, manijas y barandales, así como juguetes, teléfonos u objetos de uso común.

Pero aún más: abrigarse y evitar cambios bruscos de temperatura; no fumar en lugares cerrados ni cerca de niños, ancianos o enfermos; no asistir a lugares concurridos; toser con el ángulo interno del codo; andar con cubre-bocas; evitar exposición a contaminantes ambientales, y buscar atención médica inmediata en caso de presentar los síntomas descritos.

Como se observa, el compendio de acciones preventivas contra esta epidemia incluye el uso del sentido común y los cuidados médicos, pero también es abarcativo del quehacer social. En lo primero que quiero insistir es que el miedo y la incertidumbre han hecho más vulnerables a millones de personas en México y el mundo. Si ya existía descrédito por las cada vez más deplorables condiciones materiales de vida existentes, la influenza acabó por posicionar la inseguridad como un factor cotidiano en las relaciones de convivencia y trato de las sociedades modernas.

Hay un sentir generalizado de terror por el país y el mundo, que hace suponer que vamos a seguir enfrentando más y mayores males. El Sida, Ébola, gripa aviar, polución ambiental, radiaciones solares y atómicas, entre otras muchas amenazas, se entremezclan con la pobreza económica, cultural y de valores, que persisten en todos los rincones de la “aldea global”1.

Más allá de elucubrar sobre el origen de la propagación de la influenza, que da rienda suelta a inferir en una maquinación de organismos militares, de espionaje y de tecnologías biológicas, inducida o por falta de control, el hecho es que está presente y provoca la defunción de seres humanos. Ante esta situación alarmante, las medidas de cerco sanitario y tratamiento clínico están procurando que la epidemia sea erradicada, pero las consecuencias del recetario precautorio se extiende por encima de las recomendaciones tradicionales, afectando inexorablemente a la dinámica societal.

Siendo realistas, la influenza tendrá una curva crítica de ascenso, pero en algunas semanas pasará, dejando una secuela de pavor a lo propio y extraño. Ya no serán los contactos sociales del abrazo, apretón de mano y beso, los vínculos más demostrativos de afecto. Uno mismo y los otros andaremos deambulando con la sospecha de ser contagiados. Esto da más contundencia y razón de ser a los valores neoliberales del hiperindividualismo y la competitividad. Es más o menos andar con el pensamiento (sin externarlo) de “Ni me enfermo, ni me enferman”, “Mejor solo que con malas compañías infectadas” y “De que lloren en mi casa, mejor que suelten el llanto en la de ellos”.

La medida de traer cubrebocas, que repito tiene un sentido sanitario oficialista, no es una medida realmente efectiva, sólo esconde la gravedad del caso, pues es ilógico aceptar que un pedazo de tela puede detener el virus. Antes habíamos asistido (en 1985 el terremoto en la Ciudad de México, Distrito Federal y otros fenómenos naturales, como el “Paulina en Acapulco) a escenas dantescas donde miles de personas utilizaron cubrebocas, pero como sencilla protección contra el polvo. Hoy, la semi-máscara viene a remarcar que el mexicano, cerrado culturalmente, es decir, difícil de abrirse a los demás, tiene la ocasión para ponerse un distintivo más de su cerrazón 2.

Debemos encerrarnos, no asistir a lugares públicos innecesariamente: cambiar el hábito de toser y estornudar, anteponiendo el ángulo interior del codo, o bien, agarrando la camisa o blusa y auto-estornudarnos o auto-tosernos; algo similar a repetir las obsesiones de Howard Hughes de comer alimentos previamente sellados en bolsas de plástico, limpiar exageradamente todos los objetos que lo rodeaban, lavarse compulsivamente las manos, vivir encerrado sin luz solar, no dar saludos de mano ni de beso, etc. 3.

En lo macro, México aparece a los ojos del mundo como epicentro productor de esta nueva cepa de influenza y habrá restricciones y supervisión de todos los productos que exportemos. Los turistas que vayan a otras partes serán sometidos a rigurosos controles antes de permitirles acceso. Ambas cosas afectan a la economía nacional, toda vez que seguramente la venta de mercancías y materias primas se reducirá -por lo menos por un tiempo indefinido- y el sector turístico estará contraído por las advertencias de los países para que sus ciudadanos no visiten nuestro país.

Dónde pararán las cosas. A ciencia cierta nadie lo puede pronosticar, pero seguro es que los males a la naturaleza y a la humanidad, producidos por un modelo de desarrollo industrial, que impone como valor supremo la ganancia extrema, aún a costa de explotar al hombre por el hombre y de no cuidar los ecosistemas, se verán incrementados en grado superlativo. Esto trastocará no sólo el modo de vida material, sino la salud, la convivencia y la propia reproducción social. B.H.G.
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1 Desde principios de la década de los años setenta el investigador Herbert McLuhan acuñó el concepto “aldea global” para definir los procesos de interconexión -en escala mundial- entre individuos, organismos y naciones, que generaron y seguirían haciéndolo los medios masivos de comunicación y los avances tecnológicos aplicados.

2 El premio Nobel Octavio Paz, tiene un excelente ensayo sobre este tema, titulado “Máscaras mexicanas”, que está contenido en su famoso libro El laberinto de la soledad, publicado en México por la Editorial Fondo de Cultura Económica.

3 Howard Hughes fue un conocidísimo millonario de los años veinte y treinta de Estados Unidos de Norteamérica, que siendo heredero de fortuna, empresario, cineasta y aviador, sufrió del síndrome de obsesión/compulsión, llegando a tal nivel que vivió sus últimos años en solitario, sin bañarse y sin amigos ni pareja.

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domingo, 26 de abril de 2009

ESTRATEGIAS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN MÉXICO 2009


ESTRATEGIAS DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN MÉXICO 2009.
Una radiografía de los posicionamientos electorales.
Por Baltasar Hernández Gómez.


Rumbo a las elecciones federales de 2009 y 2012, los partidos políticos han empezado a expandir sus redes de diseño y operación, con el propósito de ganar las preferencias ciudadanas con miras a ocupar escaños en el Congreso de la Unión y la presidencia de la República. Obviamente, las estrategias político-electorales nunca son mostradas, en forma explícita, sin embargo, existen señales intermitentes en el tablero mercadológico, en la elaboración de mensajes comunicativos y en el contacto directo con sectores poblacionales, que advierten movimientos programáticos y de acción partidista, a fin de impactar el subconsciente social, para luego transferirlo en intención del voto.

Hasta el momento, los personajes más emblemáticos de los partidos en México están empleando técnicas de zapa para llamar la atención e interés de militantes, simpatizantes y grupos indecisos o defraudados, así como también tácticas que pongan en el banquillo de los acusados a sus oponentes, conformando así lo que se denomina en marketing político “enemigo común”.

Más allá de despliegues logísticos, de la palabrería coyuntural de los actores políticos, del manoseo de temas sociales por parte de los medios masivos de comunicación, me permito ofrecer una radiografía analítica sobre lo que considero “puntos cardinales” de las estrategias electorales de los tres partidos políticos con posibilidad real de tener cobertura proselitista para la obtención de cargos en los poderes Ejecutivo y Legislativo:
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PAN
Estrategia: “Diversificar frentes de guerra y mantener el poder”.


Los hacedores políticos del partido blanquiazul están bifurcando el espectro de posicionamiento, por medio de: 1) El comité nacional es el búnker de contención para neutralizar “fuegos enemigos” y ariete mediático para concentrar empatía social, lo que otorga cierto blindaje al jefe del Ejecutivo federal, porque los ataques opositores no van dirigidos hacia él , y 2) Felipe Calderón Hinojosa utiliza todo el poderío del aparato gubernamental para afianzar la imagen de presidente fuerte, que cumple el mandato social de manera eficaz.

Para comprobar esto empezaré resaltando que durante el primer año y medio de gestión, Germán Martínez Cázares, presidente nacional del PAN (2007-2010), no figuró en el escenario político nacional, pero en los últimos ocho meses se ha convertido en el orquestador de la agenda política mexicana, pues cada vez que es abordado o convoca a conferencia de prensa, los partidos y legisladores de oposición tienen que subirse al tren de la controversia.

Esta situación es un movimiento planificado que hadado resultados visibles como la eliminación de la presencia del polémico ex dirigente panista Manuel Espino Barrientos, que con sus declaraciones complicaba la realización de acciones del gobierno federal y la composición de los cuadros legislativos en las Cámaras de diputados y senadores, logrando con ello la reducción de críticas hacia la investidura presidencial.

Esto permite un alto rango de maniobra para el presidente Felipe Calderón, otorgándole vía franca para adoctrinar a la ciudadanía con la máxima de que el combate al narcotráfico, el petróleo y la colaboración orgánica con el capitalismo neoliberal son las prioridades nacionales más trascendentales del sexenio. Si a esto le aunamos los errores de los dirigentes del PRI por no saber manejar las posturas discursivas de sus legisladores, que provocaron que el ex-mandatario Vicente Fox Quesada volviera a ponerse las botas y hebilla y subir al ring político, pues entonces el circuito estratégico del PAN se está cerrando exitosamente, lo cual ofrece un plus de confianza al Ejecutivo federal con la suma de voluntades de muchos fans del ex-presidente, que habían estado escépticos de la actual administración calderonista.

El presidente Calderón Hinojosa es mostrado como el viajero incansable que visita todas las regiones de México y el mundo; como el nuevo “mesías” que beneficia a las clases más depauperadas con programas asistencialistas; como el que hace que los gobernadores realicen una pasarela para demostrar quién se tiene las suficientes capacidades para quedarse con la refinería de Pemex; como el estadista que recibió al primer presidente de color de los Estados Unidos de Norteamérica, en un escenario de seguridad y camaradería, exhibiendo que hay un sistema político estable.

Y cómo no va haber una situación tan provechosa para el actual mandatario de la nación, si los embates provocados por Martínez Cázares tienen como meta hacer que el PRI y PRD estén ocupados en el debate de los tópicos delineados por su partido y el propio Ejecutivo federal, así como preocupados en cerrar los enormes baches que fueron abiertos a propósito por los opositores al interior de sus estructuras.

Con un Ejecutivo de filiación panista consolidado, empático, fuerte, pero sobre todo sin heridas políticas de cuidado, el PAN tiene posibilidades de continuar gobernando al país hasta 2018 ó más, toda vez que el exponente más sólido del priísmo, Enrique Peña Nieto, está expuesto a sufrir descalabros mediáticos por exceso de exposición. Por otro lado, la caída de popularidad de Andrés Manuel López Obrador y el canibalismo entre perredistas deja espacio suficiente para profundizar su crisis existencial e insistir a la sociedad que votar por el denominado “pejelagarto” y el partido negro-amarelo sería llevar al país al caos.

En esta sucesión de eventos, Germán Martínez Cázares se perfila como prospecto para la carrera presidencial de 2012, junto con Josefina Vázquez Mota, pues a estas alturas, conforman la crème de la crème del panismo. Uno de estilo “fajador” (como boxeador que basa sus peleas en el golpeteo interminable) y la otra con porte “esgrimista” (como peleador que hace relucir la técnica, condición física y táctica para aniquilar eficientemente al adversario sin necesidad de vaciarse en los primeros rounds).

Simultáneamente, hay una especie de confinamiento del grupo de Diego Fernández de Ceballos y Santiago Creel a un lugar secundario sin posibilidades de negociar posiciones claves en los procesos electorales venideros, potenciando la política de continuidad del PAN y Calderón Hinojosa. En los días recientes, Calderón ha llamado a Manuel Espino, Fox y compañía, con el afán de sumarlos a su estrategia, lo que le puede redituar un apoyo extra de las cofradías católicas de derecha “Yunque” y “Legionarios de Cristo”.

El PAN y el presidente Felipe Calderón no le apuestan al contacto directo o al reforzamiento de delegaciones estatales y municipales con bases militantes arraigadas, sino a la sistemática exhibición de mensajes audiovisuales, que logren acumular la intencionalidad del voto ciudadano. Mucha imagen, mucho sonido, muchas frases al estilo Og Mandino, Cuauhtémoc Sánchez o Paulo Coello. Esta base mercadológica le permitirá estar cerca -virtualmente- de la sociedad sin menoscabo de las giras proselitistas que preparará Calderón Hinojosa en su doble carácter: como presidente de la República y primer panista, lo cual apuntalará la estrategia partidista.

En este sentido, la estrategia en los mass media apuntará a minimizar críticas a la gestión calderonista, para no dar pie al alza de quienes le apuestan al derrumbe de los programas federales para llegar a la candidatura en 2012 y ser considerados como opciones presidenciables, como es el caso de Marcelo Ebrard Casaubón, Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Monreal, Amalia García, Rosario Robles y Jesús Ortega y una lista de priístas en espera.

En 2009 el PAN tratará de ganar un número elevado de curules legislativas para erradicar que el PRI tenga mayor capacidad de movilidad y presión y no depender de las alianzas que se han venido dado entre los partidos, así como ampliar el abanico de gubernaturas en Nuevo León, Sonora, Campeche, Querétaro, Colima y San Luis Potosí. Con esto se estará allanando el camino para constituir una lucha más compacta, con la finalidad de que haya una sucesión presidencial sin demasiadas complicaciones.

No hay que olvidar que en estas elecciones intermedias y las de 2012 el SNTE tendrá un lugar reservado, ya que representa un universo potencial de votos de 1.5 millones de afiliados, que si bien están disgregados en preferencias partidistas y de posturas frente Elba Esther Gordillo Morales, puede ser una fuente de sufragios efectiva, sobre todo porque hay una cadena de contubernios y favores, que permitirían a Calderón Hinojosa, su grupo y el PAN, tener injerencia en algunos estados por ciertos amarres de los gobernadores con la lideresa vitalicia de dicho sindicato, como son: Hidalgo, Veracruz (segunda entidad en número de empadronados), Nayarit, Sonora, Coahuila, Jalisco, Guerrero, Chihuahua, Nuevo León, Durango, Aguascalientes y Colima.

Se debe tener presente que la iglesia católica será un elemento que refuerce los señalamientos del bien común panista y a la insistente convocatoria de Felipe Calderón a conservar la paz y tranquilidad social, sobre todo porque la crisis económica está golpeando muy fuerte a millones de mexicanos. La jerarquía eclesiástica tendrá un rol muy importante para readecuar la necesidad material en satisfactores de índole espiritual. Habrá carta blanca para que los púlpitos y altares se conviertan en reproductores del llamado institucionalizado para preservar el status quo.

La estrategia mediática del PAN coloca sus fichas de juego en la vertiente de insertar mensajes de marketing bien elaborados, que estén repitiendo los conceptos de cambio para bien de los mexicanos, que es mejor el esfuerzo permanente, el ajuste a las condiciones económicas y de desarrollo nacionales y globales, que años y años de autoritarismo y corrupción al estilo del PRI o caos y desestabilidad tipo PRD. Tenderá a lograr un mayor número de sufragios por la vía de la negociación con organizaciones gremiales y líderes, que se sitúen en el papel de agoreros del régimen, que estructurar un partido de bases amplias en todo el territorio mexicano. Lo hará, sí, en aquellas entidades donde el panismo tiene relevancia, como Baja California Sur, Nuevo León, Guanajuato, Colima, entre otros, ya que en dichas zonas geográficas hay que consolidar y ganar el color azul de la militancia y simpatizantes.

El presidente Calderón Hinojosa dará continuidad a su imagen como signo de fortaleza de las instituciones democráticas, a fin de captar el apoyo de los empresarios e inversionistas nacionales y extranjeros, así como de los líderes en países de primer mundo que tienen intereses en el país. Asimismo, consolidará su gabinete, a efecto de que exista un cumplimiento formal y puntual del mayor número de compromisos en materia social y económica, para reforzar que el PAN sí hace bien las cosas.
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PRI
Estrategia: “Recuperación del poder”.


Los vectores estratégicos del priísmo son:

A. Mantener un porcentaje importante de legisladores para establecer un empate técnico con el PAN, que le permita además un rango de negociación con los demás partidos.

B. Establecer el compromiso de institucionalidad de la dirigencia nacional y de las entidades federativas, para evitar fugas de capitales electorales y descrédito.

C. Organizar e integrar a las bases sociales en la maquinaria electoral.

CH. Utilizar al máximo el marketing político, que privilegie mensajes comunicacionales entendibles, llamativos, identificables y perdurables.

D. Afianzar en las preferencias electorales a los mejores candidatos para la presidencia de la República.

E. Evitar el golpeteo directo con el PAN.

F. Desgastar al PRD.

Los resultados del proceso electoral constitucional 2006 dan muestra que el PRI era la tercera fuerza política a nivel nacional, debido a las secuelas de alternancia provocada por Vicente Fox y el empuje de Andrés Manuel López Obrador. En lo concerniente a las cifras federales para presidente de la República, Felipe Calderón obtuvo 15 millones de votos; Andrés Manuel López Obrador 14.7 y Roberto Madrazo Pintado 9.3 millones. En lo relativo a diputados: PAN 206 curules; PRD 160 y PRI 121. La estadística para senadores fue: PAN 52 escaños; PRD y sus aliados 36 y PRI y sus aliados 39.

Sin embargo, de 2006 a la fecha, el PRI está gobernando en 18 estados (56.25%) y en 1,077 de 2,438 municipios (44.17%). Asimismo, es mayoría en 18 de los 32 Congresos locales, encabezando la administración pública en 18 de las 32 capitales (56.2%). Si a esto le asociamos que en las elecciones realizadas en 18 entidades federativas, en el periodo 2007 y 2008, recuperó el 18% de los sufragios (más de un millón de votos). En contrasentido el PAN disminuyó su votación en 13.65% (casi 766 mil votos) y el PRD retrocedió 46.74% (casi 2.3 millones de votos) .

Este mapa geopolítico permite al partido tricolor vislumbrar un panorama optimista para 2009 y 2012, en virtud de que tiene para sí el 65% de los diputados de mayoría en el país; 60% de los ayuntamientos y casi el 60% de las capitales de los 32 estados. Si esta dinámica de crecimiento continúa, la Cámara de diputados, gubernaturas que tendrán cambios de poder Ejecutivo en este año y la contienda federal de 2012 pueden ser espacios para volver a la supremacía política. A esto apuntan los estrategas del PRI: constituir un parlamento ad hoc a sus proyectos políticos para tener hegemonía, que no necesite de vaivenes perredistas, negociaciones con los partidos pequeños ni tampoco el padecimiento de soportar el mayoriteo panista

Las dirigencias del PRI han dejado atrás diferencias insalvables de grupo, pues han entendido que el éxito electoral se debe en buena parte a la unidad (consensuada y forzada al mismo tiempo) frente al divisionismo del PRD y prácticas que como gobierno tuvo el PAN en áreas tan sensibles como desarrollo social, educación, trabajo, agricultura, salud y política interna. Los triunfos electorales en 2008 en cinco de los seis procesos locales: Quintana Roo, Nayarit, Guerrero, Coahuila, Hidalgo comprueban que es mejor resucitar ciertos rituales considerados “dianosáuricos”, que quedar a la zaga política como sucedió por más de 8años, desde la llegada del panismo a la presidencia de la República en 2000.

Como señala el politólogo César Cansino, director del Centro de Estudios de Política Comparada de México, las conquistas priístas tienen su explicación en: 1) El descontento ciudadano con los gobiernos de otros partidos, que al hacerse gobernantes han incumplido con las promesas que mostraban cuando eran oposición; 2) El voto de castigo que los ciudadanos han dado contra el PAN por las posturas y desplantes de Vicente Fox y funcionarios ignorantes y hasta cierto punto belicosos en su administración y de gobiernos regionales, y 3) La guarda de los conflictos internos del PRI, lo cual no quiere decir que no existan diferencias, sino que las han apartado de la visión pública, produciendo un efecto de imagen de trabajo conjunto y compañerismo (que genera una percepción de unidad favorable para la estabilidad política y social del país).

Ante este horizonte halagüeño el priísmo ha sabido sacar enseñanzas significativas, ya que mientras el PRD está preocupado en mantener la “democratización” en sus procesos abiertos y vulnerables al escrutinio, que lo han debilitado a tal grado que luego de pugnas entre el ala de López Obrador y la Jesús Ortega, en el episodio denominado “cochinero” no dejaba avalar la secretaría nacional de dicho partido, lo que abrió compuertas para la intromisión de la opinión pública y del Tribunal Federal Electoral. Esto, evidentemente, enturbió la imagen del perredismo en el universo electoral, causando estragos de gran magnitud. Por su parte, el PAN se vio mucho tiempo bajo el “fuego amigo” de Manuel Espino Barrientos contra el actual presidente Calderón que, aunado con las designaciones de políticos sin presencia real en el electorado local y estatal, produjeron raquíticos o casi nulos logros en las elecciones intermedias de 2006 a la fecha.

No obstante que la unidad del PRI no es perfecta ni mucho menos, la tarea de análisis ha sido efectiva, toda vez que este partido se ha dado a la tarea de estudiar la geografía electoral y de distribución territorial de los votos para determinar la distribución regional de las fuerzas partidistas, con el propósito de identificar las características de la población y hallar explicaciones de las tendencias electorales. Luego entonces, el acuerdo de “estar todos en el mismo barco” ha alcanzado un punto de organicidad para trabajar en la búsqueda y obtención de sufragios. La política como el fútbol se gana no por el “gambeteo”, sino con resultados (goles en el deporte y votos en las elecciones).

Una de las lecciones alcanzadas es que en los estados y localidades las supuestas diferencias se han diluido (hay muy pocas a nivel programático y sólo algunas en cuestión de comunicación política) por la misma conformación de perfiles de candidatos y comités regionales. Por eso resulta importante resaltar las declaraciones hechas por Beatriz Paredes Rangel al periodista Fidel Samaniego en 2008, pues delinea el entorno de lucha que van a tener los priístas de cara a las elecciones 2012. En esta vitrina recalcó que la mayoría en San Lázaro será del Revolucionario Institucional y que se recuperará la Presidencia. Dijo que su partido ya no será el de antes y, sin asumir pactos con Manlio Fabio Beltrones o Enrique Peña Nieto para llegar a la coordinación de la Cámara de Diputados en 2012 y Emilio Gamboa la presidencia priísta, puso el dedo en la llaga para adelantar magnos acuerdos.

Fue tajante al afirmar que no habrá refundación ni redefinición en el PRI, pero sí actualización de la agenda, fortalecimiento de la estructura interna en medio de una racha favorable de resultados electorales, y consolidación de la cohesión. Reconoció que al interior de su partido no todo es de color rosa, pues hay debate, pero que lo fundamental es haber asimilado las lecciones de las derrotas, lo cual ha dejado muy en claro que no son épocas de liderazgos unilaterales y autoritarios: ”Nada se puede, nada se debe imponer” .

Las declaraciones de la lideresa priísta confirman que la estrategia que seguirán los “tricolores” es que no se puede crecer solamente con los mecanismos de control en zonas catalogadas como tradicionales, donde predomina la disciplina férrea o por medio del marketing al estilo panista, sino que debe haber un acercamiento directo con las bases de apoyo. En otras palabras, el PRI tiene que revitalizar sus comités seccionales y distritales, despertar la espiral de organización de los cuadros políticos y operativos en colonias de la clase media-baja y baja.

Además, tiene como prioridad incentivar un sindicalismo readecuado a las nuevas expectativas obreras frente a la crisis, haciendo destacar el incumplimiento de gobernantes panistas y perredistas, para recuperar y hacer suyas las demandas sociales de estudiantes, amas de casa, empleados en los tres niveles de gobierno, profesores, profesionistas, empresarios, sub-empleados y desempleados. Y estas no son palabras, sino hechos que se están tomando muy en serio los priístas, ya que los logros son palpables en entidades federativas y municipios recuperados en los casi tres años del mandato del presidente Felipe Calderón y el desgrane de apoyos hacia López Obrador y el PRD.

Esta política de reposicionamiento es simple y llanamente “volver a las bases” con ideas y propuestas que empaten con la realidad que se vive en el país, pero sobre todo con acciones que capten la fuerza de organización social, sin los cercos corporativistas clásicos que habían funcionado por 71 años en los sectores campesinos, obreros y populares. Dicha estrategia da un paso adelante con respecto a las políticas de los otros partidos, que han estado enfrascados en luchas intestinas o en depositar “todas las canicas del juego” en la utilización exacerbada del marketing político e institucional de gobierno.

En este aspecto, resulta claro que el PRI va a usar las técnicas mercadológicas político-electorales para posicionarse en el ideario colectivo para ganar más y más votos. El priísmo actual sabe que al marketing político se le debe tratar como un instrumento que oriente la opinión pública mediante la persuasión audiovisual. Como una técnica de hacer interdisciplinariamente; una herramienta que sistematiza y agrupa tácticas de carácter incluyente, que se fundamentan principalmente en la ciencia política, comunicación, sondeos y psicología social o de masa. Esto tiene como finalidad: 1) Confirmar la adhesión de los militantes que sostienen a la estructura partidista, gobernantes y candidatos en una situación determinada y; 2) Adicionar a los sectores iniciales de militantes a aquellos electores que no tienen definido su voto, o bien, quienes pueden trasladar su simpatía hacia el candidato y partido que lucha por captarla.

En el paso de políticos tradicionales a políticos tecnócratas, desde la década de los años ochenta, se resquebrajaron las estrategias del viejo sistema político mexicano, dando origen a uno nuevo en el que la relación PRI-gobierno tuvo forzosamente que cambiar, no solamente por el perfil de la élite en funciones de gobierno, sino también por la reestructuración del Estado mexicano, como resultado de la inserción de las prioridades del capitalismo neoliberal a nivel mundial, que vinieron a trastocar su labor legitimadora de la gestión pública. Así fue entendido por Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, pero las condiciones de un priísmo que no creía perder la mayoría representativa no supo usar a fondo las herramientas mercadotécnicas, lo que permitió el alza de Fox Quesada y el posicionamiento del PAN a través de la aplicación feroz del marketing.

Sin embargo, el marketing político utilizado por Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo Pintado (2000 y 2006) además de que no fueron bien diseñadas enfrentaron las consecuencias 10 sexenios de verticalidad política y hartazgo, que supo capitalizar el PAN y traducirlo en el conceptos, tales como “cambio”, “alternancia” y “transición”. Las experiencias negativas han remodelado el esquema del PRI, que ahora funda técnicas en el contacto directo, precisión y claridad para rescatar valores como “familia, bienestar, nosotros sí sabemos, nosotros sí podemos, educación, salud, trabajo, así como todo lo relativo a servicios públicos”.

Este manejo ha permitido que los priístas recuperen zonas geográficas ganadas con anterioridad por el PRD y PAN y que le dan razón para seguir en este cuadrante estratégico. En 2008, el PRI invirtió recursos humanos, materiales, financieros y formativos, para que todos los estados de la República, comités y candidatos tuvieran un manual de identificación electoral, que contenían conceptos, proyectos, promesas y diseños gráficos para impactar al electorado, en forma específica y homogénea, para normar los criterios de un partido que iba por todo, de manera conjunta y decidida. Ésta, será la línea que continuará imperando este año y en el 2012, destacando impericias del PAN y las fallas de los gobiernos del PRD y sus personajes más emblemáticos.

Por lo mismo, el PRI va a ponerse de acuerdo en seleccionar a los mejores candidatos, que no sólo cuenten con recursos monetarios suficientes para ponerse en el campo de batalla electoral o amarres y relaciones en sus entornos sociales, sino que además cuenten con prestigio como políticos eficaces, potenciando sus atributos y readecuando perfiles públicos, a fin de penetrar favorablemente en la intención focalizada del voto ciudadano. Como es de esperarse, en algunos estados y municipios continuarán las negociaciones y presiones de los grupos dominantes, que insertarán a candidatos sin arraigo y mucho menos con oportunidad real de ganar, pero la constante será elegir a los mejores personajes que hagan la diferencia.

A nivel nacional los cuadros dirigentes perciben (unos más, otros menos y otros que no quieren aceptarlo) la posibilidad de alcanzar la presidencia de la República y los liderazgos en el Poder Legislativo federal y local por medio del aglutinamiento de los mejores técnicos, operadores e ideólogos. Por esta circunstancia el perfil de Peña Nieto como candidato a la primera magistratura; de Manlio Fabio Beltrones como segundo hombre a bordo del supuesto futuro gobierno; de Beatriz Paredes como coordinadora de la Cámara de diputados y Gamboa Patrón en la titularidad del CEN del PRI es el escenario anticipado para 2012.

Este partido debe cuidar que Enrique Peña Nieto no se enfrente en demasía a la artillería adversaria, a fin de que llegue con todo su potencial ganado como político y gobernador del estado de México (juventud, facilidad de palabra, buena presencia, gestor incansable, funcionario que cumple, rodeado de pléyades reconocidas en los ámbitos artísticos, políticos y empresariales). Tiene un camino por recorrer, pero con condiciones favorables, ya que del otro lado no hay visos de candidatos con los atributos que se requieren y las demandas intangibles y tangibles de la ciudadanía.

La estrategia será mostrar la incapacidad de los gobiernos panistas sin descubrir ataques directos contra el presidente Calderón Hinojosa, que hagan caer al PRI en la vertiente de contraataque, donde puede salir muy “raspado”. El trabajo en las bases y lo referente al marketing no va a ser completamente de frente, porque esto le acarrearía una respuesta contra el cúmulo de experiencias de corrupción, nepotismo, amiguismo, ineficacia y antidemocracia del desenvolvimiento priísta en más de 71 años en el poder.

Luego entonces, habrá una fijación de los errores por no dotar de satisfactores (bienes y servicios) a la población en dos sexenios panistas. Esto no obsta para que tengan en reserva armas contestatarias que saquen a la luz pública las concerta-cesiones del panismo, como los casos de Diego Fernández de Ceballos y el nepotismo en la designación de puestos de elección popular de los actuales líderes y servidores públicos de filiación blanquiazul. La prueba fáctica de esto es que en Jalisco, la campaña 2009 se está soportando por un ataque de lleno contra el panismo. Los lemas utilizados son: Señores del PAN, ¿Éste era el cambio tan prometido? Ellos ganaron millones, Guadalajara perdió 15 años y Váyanse con los bolsillos llenos, pero ya váyanse.

Por último, la estrategia del PRI se posará en el “enemigo común”: el PRD, sus corrientes y López Obrador, que para esas alturas, o estará relegado de las decisiones perredistas, o bien, ya habrá fundado un nuevo partido con base en la conjunción de alianzas con Convergencia y otros partidos pequeños. Las baterías electorales estarán enfocadas a atacar de lleno al llamado “pejelagarto”, a los sectores más radicales del PRD y al “mal sabor de boca” que han dejado los gobiernos del partido del sol azteca.

Habrá un aprovechamiento de la baja electoral de López Obrador, como lo han hecho los panistas y empresarios, fustigarán para remarcar que todo lo que huela a López Obrador, Ricardo Monreal, Rosario Robles, Alejandro Encinas y el propio Marcelo Ebrard, es negativo para la tranquilidad y el desarrollo de México.
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PRD
Estrategia: No hundirse más y conservar presencia.


A 20 años de haberse fundado como partido político y atraer las luces de las marquesinas sociales, el PRD enfrenta hoy una de sus peores crisis de preservación, tanto que no se pueden pronosticar salidas viables para mantener la estructura como organismo electoral sólido en el concierto partidista. Las pugnas internas entre los grupos de Andrés Manuel López Obrador y Jesús Ortega están ahora en el filo de la navaja, lo que obliga a plantearse la pregunta ¿Se puede hablar de un PRD competitivo y de duración prolongada? Hasta el momento el adhesivo que mantiene unido al perredismo es el ansia de no dejar al otro la estructura formal, que le significa posiciones político-administrativas y financiamientos millonarios.

Si a esto se le suman las repetidas fallas en la gestión y concreción de programas de gobierno, inconsistencias en su trabajo parlamentario y divisionismos de las tribus que, sintiéndose herederas de una lucha revolucionaria ficticia por haber sido un ala disidente del priísmo y oposición más o menos organizada, repartieron cargos de elección popular y gubernamentales a familiares y amigos, creyendo que era lo mismo ser crítico que servidor público en funciones. Ahí están para la posteridad los desastrosos resultados de Félix Salgado Macedonio en el Congreso de la Unión y el ayuntamiento de Acapulco, ciudad que es puntal de la economía del estado de Guerrero.

Quedan como huellas perenes los desplantes de colaboradores de López Obrador, la insistencia por colocar amigos y parientes en los gobiernos perredistas en Baja California, Guerrero, Nayarit, D.F., Zacatecas y Michoacán, que arrojaron saldos extremadamente negativos para el PRD. Ni hablar de las relaciones con contratistas argentinos de Rosario Robles o el enorme silencio poselectoral de Cuauhtémoc Cárdenas y su equipo.

Las facturas políticas más temprano que tarde se vuelven en contra de los activos y el perredismo está enfrentando la estela de peleas intestinas, reparto de cuotas, ineficiencia administrativa a nivel municipal y estatal y la serie de barbaridades que como personas y funcionarios han demostrado perredistas “de cepa” y los que han ido sumándose a los largo de los últimos años (sobre todo por creer que el PRI no se iba a recuperar en el corto plazo o porque no tuvieron cabida en ningún otro partido).

Por lo mismo, las cúpulas perredistas deben crear una estrategia que contemple lo siguiente: 1) Quitarse el estigma de organismo viciado, corrupto y de mal gobierno; 2) Desencajar a los dirigentes de grupos que lo han puesto ante la opinión pública como un botín para conseguir puestos de elección y administrativos; 3) Preparar las condiciones de selección idónea de candidatos para el proceso electoral de 2012, ya que en 2009 es casi imposible que ganen por la debilidad e impreparación de los cuadros que contenderán; 4) Diseñar un marketing político-electoral efectivo, toda vez que en la actualidad proponen plataformas difusas de cercanía y hasta la elevación “como lo máximo de acciones asistenciales como la pista de patinar, Viagra para adultos mayores, entre otros puntos destacables en las campañas transmitidas.

Los conflictos entre las corrientes internas del PRD para comandar el control global, estatutos, prerrogativas y recursos económicos le hadado la valiosa oportunidad al panismo y priísmo de transmitir la imagen de que el partido negro-amarelo está totalmente incapacitado para gobernar los destinos nacionales y regionales. La crisis recurrente entre las tribus del sol azteca da pie a la polémica en horarios estelares triple A en los medios masivos de comunicación, que remacha el terror perredista, que inunda con frases entrecortadas, imágenes de peleas, marchas y bloqueos, pero sin debate de por medio.

Es cierto que la debacle política que enfrenta el PRD no es privativa de la izquierda, sino que abarca a todo el sistema político y al subsistema electoral mexicano, que se ha visto reflejada en los últimos años por la carencia de análisis, imposiciones elitistas y un elevado abstencionismo. Esto innegablemente representa la falta de credibilidad de la ciudadanía. Sin embargo, en el imaginario social se fija la idea de que el PRD es el único culpable de la ingobernabilidad, el atraso político y de las políticas públicas.

Ante este panorama el perredismo debe moldear una línea de diseño y acción que actualice sus pronunciamientos, a fin de atraer -otra vez- a las masas desposeídas. Ya resultó efectiva la política de López Obrador de descubrir los engaños del capitalismo neoliberal para privatizar las empresas y recursos nacionales, pero como se repitió hasta el cansancio, terminó por agotar su eficacia. Tendrá que hace cambios finos para reposicionar esta postura sin caer en modismos ni radicalismos que hagan suponer desorden.

Todavía quedan muchas incógnitas por contestar, pero la verdad es que por ignorancia, omisión o pretensión, el PRD abrió las puertas a gambusinos políticos, que han llenado a dicho partido de prácticas oportunistas, dignas de trapecistas y contorsionistas de circo, para tener cargos públicos. Hasta el presente año, muchos políticos con oportunidad electoral se afiliaron o medio-afiliaron a las filas del perredismo como plataforma para conseguir un cargo de elección y posteriormente colocar sus alfiles. En el estado de Guerrero, por ejemplo, el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo, sin definirse claramente como miembro de este partido, se ha entrometido para poner a gente muy cercana a su círculo existencial, que por el sólo hecho de ser amigo(a), familiar o colaborador(a) ocupan o han ocupado puestos gubernamentales y en el Congreso local.

En otras entidades también se observa esta propensión, ya que las ligas sentimentales, de sangre e intereses se observan en la designación de candidaturas y puestos administrativos. Por lo mismo, esta espiral de designaciones debe ser frenada si es que en verdad hay deseos para preservar el capital político ganado en dos decenios. Si no hay una visión estadista a mediano y largo plazo, el PRD está condenado a pasar a los últimos lugares del ranking partidista.

El perredismo se envolvió en una actitud incongruente, pues terminó reconociendo las reglas del juego democrático y las instituciones legales, asumiendo una postura paralela de “legitimismo” que finalizó siendo choteo generalizado. Esta directriz es ya una constante, en virtud de que callan cuando las condiciones electorales les favorecen y descalifican cuando les son adversas. Aún cuando López Obrador andaba de gira por todo el país argumentando el fraude y la ilegitimidad del mandato de Felipe Calderón, todos los diputados, senadores y delegados en el DF, habían aceptado y juramentado sus encargos, que días antes ellos mismos consideraron producto del fraude cibernético. De este tamaño están las cosas en el PRD.

Es imprescindible que los hacedores políticos del PRD desechen las tesis troskistas de crear movimientos sociales con base en la permanencia de complots, enfrentamientos y protestas, con la idea de mantener viva su presencia. Esta política intenta perpetuar la exasperación como pretexto para ser reprimido y luego erigirse como mártir de la democracia. Esto acabó cansando a mucho seguidores y sectores afines, uniéndose mejor a la línea de “dar vuelta a la página” y proseguir por el bien del desarrollo nacional, que fue esbozado desde los primeros días por el gobierno calderonista.

El PRD ha funcionado, desde su ecléctica fundación, con un programa político caudillista, carente de principios permanentes y de un proyecto que rebase los intereses y pretensiones de dirigentes o candidatos. Por lo mismo, una infinidad de legisladores y gobernantes provenientes de sus filas, viendo la ausencia de programas y proyectos de Nación, no pueden desligarse de la figura de los “líderes morales” o que dicen serlo. Esto permitió la introducción de todo tipo de personajes que sólo incorporan los colores y el logotipo del PRD a sus campañas, pero que en el fondo utilizan las mismas propuestas mercadológicas, idearios y lo que es peor prácticas de sus rivales electorales.

Si son ciertas las perspectivas perredistas de obtener del 20 al 27% del total de votos en 2009 , subir cobertura para 2012 y tener posibilidades de contender en perfectas condiciones por la presidencia de la República, el PRD debe cerrar filas, pero ¿Hacia dónde, con cuáles proyectos y estatutos y con quién? No obstante que esto por sí solo es un abismo muy difícil de franquear, el panismo está haciendo todo lo posible por fortalecer al PT (véanse los acercamientos personales y comportamiento del ex-líder de este partido con el presidente Calderón Hinojosa y su esposa en marzo pasado).

En este sentido, los estrategas del PRD deben admitir que en más de la mitad de los estados del país ha obtenido resultados electorales menores al 15%, debido a estrategias erróneas. Por lo tanto, es necesario revertirlos en comicios subsecuentes, a través no sólo de encuestas, sino por medio de un estudio objetivo y profesional que analice las características políticas, socioeconómicas, culturales y geográficas de cada entidad.

La directriz que debe seguir este partido es eliminar los resabios de polarización, confrontación, que se han seguido después de 2006, en virtud de que no han demostrado efectividad y sí es contraproducente, pues el PRI capitalizó estos vacíos. Si no se logra crear alternativas sustentables el perredismo seguirá negando la conjugación de la lucha parlamentaria, la planeación y ejecución electoral positiva y la movilización de amplios sectores sociales.

Mucho del desastre del sol azteca es porque se ha puesto en la cima a la denuncia sin ton ni son, la descalificación en lugar de las propuestas y los acuerdos duraderos. No se puede soslayar que la estrategia confrontacionista, que le redituó saldos positivos por apostar al fracaso del gobierno de Calderón Hinojosa, concentró a una amplia base social, pero es verdad que también desequilibró a grupos sociales, que en su momento daban todo por el PRD y López Obrador, pero que al final liquidó la formación de redes de coalición para modificar la correlación de fuerzas en el Poder Legislativo. No es posible que en aras de conservar una parte de los apoyos del 2006 se haya paralizado el crecimiento del PRD en sectores mayoritarios de las clase baja y media.

La estrategia debe apuntalar la unidad, aprovechar la experiencia de sus cuadros operativos para promover la incorporación de militantes comprometidos, erradicar los excesos de confianza que hicieron a un lado la construcción de mensajes claros y contundentes, alcanzar alianzas y compromisos con actores regionales responsables y transmitir con razón y causa los valores, principios y propuestas del PRD a los votantes indecisos o simpatizantes y a las bases. Debe accionar la reorganización, eliminando a elementos nocivos, que han envuelto a ese partido en dimes y diretes difíciles de quitar de la mentalidad ciudadana.

Así también, requiere de verdaderamente aliarse con otros partidos o movimientos sociales y no caer en la descalificación y negación como lo hicieron ante el Frente Amplio Progresista. La tolerancia e inclusión son dos factores que tienen que incluir como norma para el desarrollo de sus bases de apoyo. Aquí pongo la trascendencia de re-diseñar los parámetros de selección interna de candidatos, a través de reglas que contemplen el fin de su permanencia a mediano y largo plazo y no solamente alcances inmediatistas.

Tiene que hacer a un lado el poder del dinero y las relaciones grupusculares al interior del partido y hacer que las administraciones públicas de sus gobiernos estén en contacto con la sociedad y sean sentidas como suyas por su gestión para la solución de problemas.

Su comunicación política requiere de mensajes impactantes, que lleguen al sensus y a la racionalidad ciudadana, que permitan receptar simpatías, confianza y credibilidad, tanto en políticos y personas que se han salido en los años recientes, así como en el electorado escéptico o que tiene una opinión desfavorable por los últimos acontecimientos (ciertos y mediáticamente exhibidos). Al respecto, es preciso indicar que las consecuencias de la crisis deben colocarse en primera línea, o sea, debe ser política permanente el ataque de la incapacidad del gobierno calderonista para resolver la falta de empleo, carestía, inflación e inseguridad, ofreciendo opciones realizables.

El PRD debe mostrarse que no es un partido rijoso, que le apuesta a la desestabilización de sus adversarios y luego entonces de todo México, sino transmitir una imagen fresca, de tranquilidad, de propuesta para resolver los temas vitales para el presente y futuro del país. El marketing político-electoral debe colocar al perredismo como una opción de cambio para bien, con responsabilidad, orden, seguridad y de desprecio a todos aquellos que se incrustaron para enriquecerse o burlarse de la voluntad ciudadana. ¿Difícil……muy difícil?

El PRD debe actuar con seguridad y firmeza en sus planteamientos y políticas de lo que ofrece, para que México cambie de verdad. Tratar de ganar voluntades y apoyos a través de spots televisivos y radiofónicos de la niña “chef” que expone, con su vocecita de 8 a 9 años de edad, que el PRD cocina lo que vive el país, pensando en los mexicanos no es para nada rescatable. Se asume en este comercial político que dicho partido va dejar un buen sabor de boca, y que lo que ha ocurrido desde el 2006 son cosas cosa que deben quedar en el pasado.

En este spot se detecta que la apuesta es vivir del trabajo pasado (como el caso de la reforma petrolera), además de pedir disculpas en nombre de políticos y gobernantes que no han estado a la altura de las circunstancias. El spot queda tan sólo en cartoon, que no deja un sabor serio, sino uno que sirve para la burla.

Es vital que este partido edifique una plataforma de marketing político con mensajes serios, sensibles y oportunos, pues el futuro de su subsistencia está en juego, sobre todo porque en este año habrá cambios en el Poder Legislativo. De acuerdo a las encuestas publicadas durante este año, el PRI tiene ventajas electorales y el PRD se encuentra en tercer lugar. Así pues, todo parece indicar que el PRI volverá como primera fuerza, el PAN como segunda y el PRD como tercera.

Muchos analistas presuponen que el PRD perderá un poco más de 35% de sus curules y por eso para salir bien de la contienda que se aproxima y prepararse para 2012, debe establecer correctamente qué le va a ofrecer a la ciudadanía, dejándose de retrotraer el pasado y/o expiando fallas a cada momento. Tiene que jugarse “el todo por el todo”, transmitiendo sistemáticamente la decepción por la actuación del gobierno federal panista, que ya va para 9 años de estadía en el poder. El PRD tiene que ver hacia adelante, poniéndose a la vanguardia electoral, confrontando la gestión del PAN ¿Dónde está el cambio y la transición? ¿Saben la cesión de derechos que ha realizado el gobierno del patrimonio nacional? ¿En verdad estamos mejor que con el PRI?

Falta esperar lo que obtenga Marcelo Ebrard en el DF; la magnitud de las pérdidas de influencia de López Obrador en el PRD y la ciudadanía, la calificación del gobierno calderonista, la inclusión de Lázaro Cárdenas Batel y hasta lo que pase en el proceso electoral en Zacatecas, que es bastión de Ricardo Monreal y Amalia García. Ante este escenario, los ganadores a mediano y largo plazo son los equipos de Cárdenas, Ebrard y Monreal, como posibles candidatos al 2012, que se tendrán que ver las caras (interna o externamente con el fenómeno lópezobradoristas).B.H.G.
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Entre otra bibliografía consultada por el autor:

1.- María Eugenia Valdés Vega. “Elecciones y marginación en México”, Leycegui Meyenberg (Coord.), El dos de julio: reflexiones posteriores, México, Editorial Flacso//UAM, unidad Iztapalapa/UNAM, México, 2001.

2.- Angelo Panebianco. Modelos de partido, Editorial Alianza Universidad, España, 1990.

3.- Enrique González Casanova Fernández. “De la Legitimidad al Marketing Político: El problema de la Credibilidad”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas, número162, México, 2006.

4.- Philippe J. Maarek. Vote, Marketing político y comunicación. Claves para una buena información política., Editorial Paidós Comunicación, España, 1997.

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jueves, 23 de abril de 2009

POLÍTICA MEDIÁTICA Y MARKETING


POLÍTICA MEDIÁTICA Y MARKETING
Por Baltasar Hernández Gómez.

En un mundo cada vez más interconectado por los avances tecnológicos en comunicación, las personas deberían tener mayor vinculación informativa y de acceso a oportunidades de socialización, sin embargo, todo parece indicar lo contrario, ya que el diseño, organización, valoración, tiempo de duración y transmisión de datos está concentrada en un grupo muy selecto de empresas que persiguen fines específicos: acumular capitales por medio de la publicidad y la información/desinformación; entretener y empatar su programación con las políticas de los Estados y los requerimientos del sistema de vida globalizado.

En México, los medios de comunicación tuvieron un crecimiento bajo el auspicio de los gobiernos posrevolucionarios, en virtud de que el precepto jurídico de concesión para el uso del papel y espectro radioeléctrico produjo que la prensa escrita, radio y televisión estuvieran supeditadas a los designios de los regímenes políticos y principalmente a la figura presidencial. Desde la década de los años treinta los concesionarios de la comunicación estuvieron ligados al presidencialismo, al culto de la personalidad del caudillo institucionalizado y al proyecto de desarrollo nacional.

Lo que comenzó siendo un abanico amplio de permisionarios en el sector comunicacional a mediados del Siglo XX, terminó siendo una concentración monopólica en los albores del tercer milenio, de acuerdo al patrón de acumulación capitalista vigente .

Esta nueva composición de los mass media reformuló las estrategias y tácticas de la realpolitik, modificando la acción de contacto entre los candidatos y los sectores sociales a impactar. El volante, la pancarta, la tela rotulada, el mitin, las giras extensas en zonas urbanas y rurales , paulatinamente fueron sustituidas por el imperio de la imagen y el sonido transmitidos por los medios de penetración masiva.

La supremacía de las encuestas, análisis prospectivos, estrategias de marketing, spots, lonas de vinil, correos electrónicos y llamadas telefónicas ha trasladado el ejercicio de la política a la eficacia del trabajo a distancia, a fin de posicionar a partidos, candidatos y gobernantes en función en la mente y actitud de millones de mexicanos. Desde el sexenio del ex-presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) la utilización de “lo mediático” sirvió para imprimir un sello de política para las masas, una de corte moderno, diferente a la instaurada en décadas pasadas a través del corporativismo priísta.

En México se tiene ahora una comunicación que mediatiza a la política y la hace una técnica para la conquista y ejercicio del poder, por medio del uso de los avances tecnológicos, que convirtieron la cercanía en algo virtual. Atrás quedaron las visitas, la formación de cuadros militantes, captación de simpatizantes, para dar paso a la tele-conferencia, a la propaganda subliminal, a la foto retocada, videos editados y espacios multicolores en la televisión e internet, páginas de periódicos, revistas y spots en radio.

La evidencia demuestra que en la actualidad la política no puede existir sin la intervención de los mass media, ya que el auditorio no se busca en la plaza pública, calles o lugares de reunión tradicional, sino en el espacio íntimo donde se encuentra el nuevo electorado: la radio (que acompaña en el auto, trabajo, etc.); la televisión (en la casa, trabajo y oficina); revistas e impresos (en los trayectos, descansos, tiempo libre) e internet (escuela, casa, trabajo y lugares públicos o privados donde hay conexión Wi-Fi).

El poderío de los medios electrónicos de comunicación permea lo intangible de los ciudadanos, direccionando sus preferencias e intenciones políticas, para luego convertirlas en algo tangible como es el voto depositado puntualmente en las urnas. Se observa que la propaganda no es neutra ni libre de valores o adjetivizaciones, sino que está repleta de intereses, toda vez que los tiempos, espacios de transmisión, locución e intencionalidad de cómo, cuándo y dónde se dicen las argumentaciones persiguen fines hacia uno u otro partido, hacia uno u otro candidato, así como al gobernante en turno.

Aunque jurídicamente debe haber equidad entre todos los partidos políticos, civilidad para no injuriar a los adversarios, vigilancia para que no haya dinero sucio o excesivo en las campañas (desde 2008), los mass media privilegian el flash de imágenes, sonidos y estadísticas de sondeos por encima del discurso político. Sólo importa la forma, no el fondo. Ya no importa el dato sobre la realidad social, sino el tratamiento de los sucesos como productos que llamen la atención para ser adquiridos por millones y millones de tele-espectadores.

Ante una audiencia moldeada culturalmente en el respeto al presidencialismo y nacionalismo, la actual clase dominante intenta reformular dichos símbolos representativos en el imaginario colectivo, para erigir un nuevo mesías mediático. El icono degrada el contenido y el quehacer político se funda en la obtención de apoyos a control remoto. Tanta miseria existe en la política mediática que los debates ciudadanos se ven reducidos a la imagen corporal de los candidatos, líos familiares o sexuales y propaganda negra para desbancar a opositores. Es por esta situación que no hay postura de análisis, crítica y comparación de las diferencias ideológicas, programáticas y cumplimiento gubernamental para alcanzar resultados favorables para las distintas clases sociales.

No basta que haya horas y horas de propaganda política, programas institucionales, comerciales del IFE, marketing gubernamental de los tres niveles de gobierno, si no existe un acercamiento directo, propuestas claras y definiciones para hacer un gobierno que aliente la participación ciudadana, la transparencia y el trabajo comprometido.

El marketing que apoya a la política mediática no es un elemento diabólico, porque bien aplicado puede ayudar a fijar atención, procesamiento y formas de actuación en la democracia. Sin embargo, en México y América Latina la directriz es utilizarla como una táctica para enarbolar mentiras o verdades a medias, mediante la cual se puede transmitir impecablemente cualquier cosa para hacerla parecer una verdad. Los hacedores de mercadotecnia política aseguran que esto no debiera ser así, pues lo importante es comunicar lo que se puede cumplir.

Lo cierto es que la imagen sustituye a las ideas, pues la cultura política se ve circunscrita al espacio de discusión del trazo, color, sonido y apariencia física, lo cual no es suficiente para sostener un proyecto político o liderazgo democrático legítimo. La política mediática ha tratado de conformar un nuevo tipo de clientelismo electoral, basado en la suplantación de identidades, valores e ideas, es decir, en vez de constituir ciudadanos conscientes y participativos en su quehacer social, se va esculpiendo a individuos dependientes del videns.

Este es el riesgo por la utilización de la política mediática, ya que los ciudadanos actualmente no se informan de su realidad política en sus centros de reunión familiar, laboral o gremial, porque está sujeta a lo que transmiten los medios masivos de comunicación, que son los filtros colocados “en medio” para formar opinión sobre su entorno de vida.

El ciudadano del Siglo XXI en lugar de conectarse a su mundo real, con actores sociales y políticos de carne y hueso, mejor observa y oye a los actores mediáticos y virtuales en la prensa, radio, televisión e internet. El modo de pensar en política y de votar tiene mucho que ver con lo que se capta de los mass media. Pero lo mediático no es el único culpable de la extremada pobreza cultural en política y de los resultados antidemocráticos, ya que la confianza en el sistema político no se construye sólo a través de los medios de comunicación, sino por la correspondencia de la política y su ambiente societal.

Es por ello que la falacia mediática se derrumba a la primera de cambio, pues los actores mediáticos funcionan mientras se conserve la curva de persistencia en transmisión, lo que apuntala popularidad, pero sólo por un tiempo muy acotado, mientras dura la campaña y los primeros meses de gestión.

El homo zapping , es el ciudadano del tercer milenio, que pretende edificar su realidad en función de imágenes fragmentadas de los hechos que están a su alrededor o que se entera de segunda o tercera mano: su centro de acción es un sillón en el trabajo y la casa. Este tipo de ente ciudadanizado prefiere observar al mundo a través de productos comunicacionales digeridos. Es algo similar a “ver pasar, dejando hacer”, lo cual contiene una alta carga de apatía, inmovilismo y desinterés.
Retrotrayendo lo ocurrido en las campañas para presidente de la República de 2000 y 2006, subrayo lo siguiente:

A. Hubo un exagerado uso del marketing político que equiparó a los candidatos y sus partidos al esquema de venta de productos comerciales. Los lemas, los rostros, la vestimenta, los jingles musicales, pero sobre todo el elemento necesidad inundaron las pantallas televisivas y computacionales y las bocinas radiales. La idea fijada fue consumir a la “mejor” mercancía política.

B. Se instauró la política del “enemigo común”, enfocada a identificar al enemigo de la nación, lo que puso énfasis en exhibir propaganda negra entre candidatos y partidos. El público primero visualizó y luego fue orillado a participar en un “toma y daca” de insultos, palabras de doble sentido, injurias y mentiras. Los productos mercadológicos se exhibieron como “buenos” y “malos”, haciendo que prevaleciera la sinrazón.

C. Los gobiernos en turno ofrecieron toda la ayuda posible a sus candidatos, imperando el mensaje de continuismo por el cambio. En 2006 la cargada a favor de Felipe Calderón Hinojosa no fue solamente del gobierno panista, sino también de la iniciativa privada, que se volvió un factor decisivo para restar simpatías al opositor con mayores probabilidades de éxito electoral (Andrés Manuel López Obrador).

D. Más allá de concentraciones masivas en diferentes ciudades y poblaciones del país, la política se mediatizó en grado superlativo, a través de la utilización de la televisión, radio, prensa, internet y artículos promocionales y consumibles en automóviles, casas, anuncios espectaculares, etc.

E. Los mensajes políticos fueron reducidos a diálogos cortos como si se tratase de promocionales de comida rápida o refrescos. Las palabras no tuvieron peso, ya que la diatriba fue el ingrediente principal que llamó la atención de los ciudadanos. Recuérdese los términos que fueron incorporados al vocabulario político, tales como: “víboras prietas”, “tepocatas”, “alimañas”, “esto es un compló” y “cállate chachalaca”.

En esta vorágine mediática la política ha puesto en altorrelieve la extrema simplificación del mensaje, la superioridad de las expresiones negativas hacia los adversarios y la recepción acrítica y pasiva de los ciudadanos.
Aunque es verdad que la tecnología ha permitido abrir el panorama informativo, todo análisis y esfuerzo intelectual resulta poco para enfrentar la maquinaria propagandística de los mass media, que se renueva constantemente para copar los espacios de pensamiento y acción de la ciudadanía.

Por tal motivo, es necesario construir espacios alternativos (en la internet, en el periódico mural de las instituciones escolares, en las conversaciones gremiales, partidistas, familiares, participación en organismos civiles, que produzcan un nuevo tipo de proactividad social, entre otras formas comunicacionales directas y de reproducción consecutiva. Nadie puede darse el lujo de hacer que nada pasa o bajar la guardia, sino redoblar esfuerzos para abstraer los hechos que ocurren en el entorno inmediato y global con objetividad y análisis, para luego entonces tener más y mejores juicios que impulsen acciones responsables y comprometidas. Sólo de esta manera se podrá fundar una democracia horizontal y viva. B.H.G.
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1.- John Thompson. Los media y la modernidad, Editorial Paidós, Madrid, España, 1998.
2.- Jürgen Habermas. Historia y crítica de la opinión pública, Editorial Gilli, Barcelona, España, 1994.
3.- Gustavo Martínez Pandiani. Homo zapping. Política, mentiras y video, Editorial Ugerman, Argentina, 2004.
4.- Manuel Castells. La era de la información. Economía, sociedad y cultura, Editorial Siglo XXI, México, 1999.

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martes, 21 de abril de 2009

VOTAR O NO VOTAR


¿VOTAR O NO VOTAR?: la disyuntiva política en México 2009.
Por Baltasar Hernández Gómez

En el transcurso del primer decenio del Siglo XXI los ciudadanos de los países democráticos, sobre todo en América Latina, viven el desencanto de procesos electorales que han querido pasar como el pináculo del quehacer social moderno. El paradigma “las sociedades tienen los gobiernos que eligen o merecen” se ha esfumado en la incoherencia de los hechos, ya que los individuos en edad de votar han experimentado -en carne y hueso- actos de corrupción, enriquecimiento ilícito, autoritarismo, monopolización económica y cultural, entre otros elementos, que terminaron por corroer la confianza. Clara estrategia del Estado para inmovilizar y que las cosas continúen en rangos mínimos de votación.

No obstante el elevado presupuesto asignado a las instituciones “ciudadanizadas” encargadas de los procesos electorales en México , para propagar la idea de que la democracia representativa es el único modo de vida societal, la ciudadanía está dándose cuenta que ésta es una falacia y un mecanismo de control. Hay un desenmascaramiento de lo inoperante que resultan los procesos electorales, lo cual se refleja en la crítica abierta hacia funcionarios, partidos, legisladores, gobernantes y todo aquello que tenga un tufo a representatividad. Más aún, la decepción se cristaliza simple y llanamente en abstención, que es -parafraseando términos administrativos en boga- ineficacia para conservar legitimidad.

Este panorama resulta apabullante y bastante característico de un modelo a punto de caer en crisis, lo que se proyecta en las cifras de la elección federal en 2006 para presidente de la República: de la lista nominal de 71.3 millones inscritos en el padrón del Instituto Federal Electoral (I.F.E.) dejaron de votar 29.6 millones, lo que representó una abstención de 41.5%, porcentaje que debe encender los focos de alarma del sistema político mexicano. Esta tendencia de “no participación” ha venido incrementándose, toda vez que en el año 2000, a pesar de la ola levantada contra sexenios de sumisión a lo que denominó Vargas Llosa como “la dictadura imperfecta en México”, que fue capitalizada en la campaña de Vicente Fox Quesada, el Abstencionismo se situó en 36%. Hay casos más graves de abstencionismo, como los que ocurren en entidades federativas como Chiapas y Guerrero, donde los rangos van del 51hasta el 59%. ¿Dónde está la validación democrática y dónde se encuentra la legitimidad de la política?

Cuando se trata de explicar esta propensión sale a la superficie el dedo flamígero de la culpabilidad: desde la opinión que todo se debe a la permanencia por más de 70 años del P.R.I. como partido hegemónico, los estragos del corporativismo, cuotas de poder, corrupción, pobreza, nepotismo, hasta el estilo personal de Fox y compañía. En este ir y venir de culpas, las expiaciones analíticas tratan de encontrar justificaciones a lo injustificable, pues la abstención no tiene su punto de partida en los efectos, sino en su origen: la esencia misma del subsistema electoral que trata de legitimar -a toda costa- al Estado mexicano, en concordancia con los patrones globalizados y por encima de las clases sociales.

No son los ciudadanos los que han originado la abstención, sino el subsistema electoral que a lo largo de años de impericia casi extingue las expectativas sociales para conformar una dinámica democrática participativa y un desarrollo armónico. Desde antes, durante y después de las jornadas electorales, los sujetos sociales son bombardeados con mensajes propagandísticos de que si no participan están haciendo un mal a la nación y luego entonces no es permitido quejarse de los resultados. Es más o menos como decir “No hay más salida que votar por las opciones que se presentan, a fin de que se siga teniendo una sociedad democrática al estilo que han vivido los padres de tus padres y que debe perpetuarse –por supuesto con algunos cambios- para las futuras generaciones”

A mi juicio el abstencionismo es resultado de factores múltiples, que no son atribuibles a la ciudadanía solamente, sino al esquema partidista que pone a la lucha política en el campo de la concertación, de la cuota administrativa en los tres niveles de gobiernos, de la aprobación de iniciativas legislativas que favorecen intereses económicos y de la enorme brecha entre gobernantes y gobernados. La abstención es corolario de una decisión contestataria por parte de los ciudadanos contra la desatención de sus necesidades. Cada vez más la sociedad cree menos en candidatos, partidos y las instituciones gubernamentales. No es fortuito que en los sondeos de los principales medios de comunicación y agencias especializadas, los mexicanos otorguen calificaciones reprobatorias o demasiado bajas a organismos que, en el pasado reciente, contaban con altísimos rangos de confianza, tal es el caso del I.F.E. y las Fuerzas Armadas.

La práctica abstencionista ha sido metamorfoseada por el Estado mexicano y su clase dominante como el enemigo a vencer, el monstruo que roba la voluntad de millones de ciudadanos. Como ya mencioné, hay un ataque al resultado obtenido por este modelo político de legitimación, pues las contradicciones sociales han descubierto infinidad de mentiras democratizantes, que luego fueron reconvertidas en procedimientos verticales para la elección de representantes . Contra el abstencionismo se enfilan las baterías de combate de los organismos estatales, sin tocar el fondo del asunto, que es: construir una verdadera democracia en la escuela, el trabajo, la familia y en los demás ámbitos de la actividad humana.

En medio de contiendas repletas de slogans, música, colores, palabras e imágenes relampagueantes, los ciudadanos alcanzan a divisar lo superficial de los partidos y sus candidatos. Se trata de tenerlos limitados a apreciar lo dado, como catarsis sin posibilidad de acción. El ciudadano convertido en homo videns está circundado a ver, oír, callar y a votar el día que le indica el organismo electoral. En esta dinámica se trata de moldear una nueva nacionalidad: mexicanos al grito de guerra, obedientes de los dictados del patriotismo globalizador.

Obviamente, la latente insatisfacción se vuelve abstención, debido a que existe una sensación de estafa, porque la ciudadanía ha sido víctima de un sinfín de “tomaduras de pelo” por tanto incumplimiento y programas sociales y promesas inconclusas de partidos y gobernantes. Para cientos de miles de personas los partidos, candidatos, legisladores y funcionarios ya no son los virtuosos servidores de la nación, sino hombres y mujeres que persiguen la reelección disfrazada, la perpetuidad para conservar sus cotos de poder, descubriéndolos como infames acaparadores de la voluntad social.

El precio que tiene que pagar el Estado y su régimen es elevado, dejando visible la insolvencia para operar una estructura democrática que satisfaga los intereses de la colectividad y que aliente la actuación de los ciudadanos. Por el contrario, la abstención y la no canalización de demandas sociales representan un peligro para la continuidad de los intereses económicos y políticos de la clase dominante, y esta apreciación es ya un reclamo del sector empresarial local y externo hacia las instituciones que resguardan el establishment. Durante el sexenio foxista y en los casi 3 años del mandato de Felipe Calderón Hinojosa la transición no se ha materializado por ningún lado. Sólo se aprecian cambios dérmicos, pero no de contenido, lo que hace suponer más de lo mismo con diferentes formatos comunicacionales.

Los tres partidos grandes (PAN, PRI y PRD) aunque están preocupados por el abstencionismo, dejan las facturas políticas al Estado y los gobiernos en turno, pues mientras haya una minúscula legitimidad tendrán garantizada su permanencia. A ellos no les interesa convencer a la sociedad, pues si lo quisieran, estarían padeciendo un efecto negativo: crecimiento de desprestigio, carencia de sustento físico y la falta de operatividad para responder a las inquietudes, quejas y propuestas de sus simpatizantes y militantes. Optan por cargar con el estigma de ser participantes en un subsistema electoral catalogado como ineficiente, pero que tratan de justificar como perfectible (¿¿??) y así seguir dosificando las cuotas de poder que les aumente capitales y posicionamiento.

Es desastroso que se haya perdido la capacidad de asombro y contemplar como algo “natural” o no demasiado malo, que las cúpulas partidistas sean las concentradoras de los pocos espacios sociales sin copar por la estructura estatal, para hacer una política diferente. ¿Hemos analizado a fondo las incoherencias políticas que rayan en la comedia? Para muestra unos botones: unas veces el PRI se alía con el PT y otras no, para luego adherir al Partido Verde en sus alianzas electorales municipales, estatales y nacionales. El PRD se alía con Convergencia y en otras con PT. Algunas veces se sienten independientes y seguros para luchar por el voto, pero otras requieren de ayuda.

Pareciera que día a día y en forma acumulada, los ciudadanos contemplan un híbrido mitad teatro, mitad ring de lucha libre, donde los protagonistas cambian -a diestra y siniestra- sus roles y máscaras. Unas veces son héroes, otras villanos. En unas apariciones son rudos y en otras técnicos. Durante acaloradas sesiones legislativas son defensores de la soberanía y en otras otorgan su consentimiento para la desregulación energética y la entrada sin cortapisas del TLC y las decenas de reformas para el acoplamiento de nuestra economía periférica y subdesarrollada a los requerimientos neoliberales. Muchos atacan ferozmente la legalidad de las votaciones federales, pero no dejan la curul de diputado o senador.

Mientras tanto, la llamada “chiquillería”, es decir, los partidos pequeños, funcionan como satélites o pesos adicionales en la balanza política, cuando así lo requiere uno de los partidos grandes, o bien, el gobierno en funciones. Unos van y otros se exterminan, tratando siempre de presentar un espectáculo alegórico en el carnaval donde lo importante es derrochar los recursos aprobados para las elecciones.

Si el estado actual de cosas permaneciera igual para las elecciones de julio 2009 y posteriores, el subsistema electoral empezaría a sufrir de colapsos en diferentes partes de su andamiaje, dando pie a una serie de prospecciones políticas donde podría prevalecer el autoritarismo (político-partidista, legal, formativo y hasta de fuerza). A continuación incluyo los escenarios que a mi consideración pueden darse:

Seguir votando.- Las elecciones seguirían siendo el crisol de los ciudadanos crédulos de que su voto es sinónimo de bienaventuranza política, captando un porcentaje suficiente para sostener la legitimidad requerida por el modelo democrático representativo. Los votantes son remasterizados como los afianzadores del status quo y de los planes del Estado y sus intereses de clase, para determinar una República acorde con las exigencias domésticas, regionales y globales.

Seguir votando no destierra lo “malo”, sólo reacomoda errores para devolverlos al circuito de preservación del sistema como nuevas versiones de autorregulación. En otras palabras: los mismos destinatarios reajustan y dan fuerza a la legitimación que persigue el proceso electoral, repitiendo en espiral el atributo de representación-suplantación que postulan las instituciones del Estado y los partidos políticos.

La permanencia del voto avala la estructura de dominación y se eterniza la partidocracia. Para los hacedores de poder es mejor seguir sosteniendo un subsistema electoral que tenga el 50% más uno de sufragios ciudadanos, que enfrentar movimientos organizados que desconozcan y rebasen a los procesos institucionales.

No votar.- La no participación refleja -por lo menos- un grado de concientización política, porque abstenerse de depositar el voto implica un procesamiento cognitivo de alternativas. Si un gran número de ciudadanos decidieran no votar estarían indudablemente poniendo en jaque al subsistema electoral.

Sin embargo hay de abstenciones a abstenciones: a) Cuando un ciudadano no vota por convicción, implica la premeditación de no asistir a las urnas, lo cual involucra un debate previo con otros ciudadanos (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.) para explicar su decisión, lo cual produciría o ser segregado, o bien, seguido; b) Cuando un individuo se abstiene de votar por negligencia o por estar inseguro del proceso, no constituye sólo eso, sino que el Estado, su aparato gubernamental y otras organizaciones civiles afines se vieron imposibilitadas para convencerlo; c) Cuando hay abstención derivada por experiencias negativas producidas por los organizadores, se descubre la inoperancia en ejecutar la difusión, capacitación, la operación de los recursos materiales, técnicos, financieros y humanos, conteo de sufragios, captura y comunicación del proceso, y d) Cuando no se vota por el desencanto o defraudación de la oferta política de los partidos o por el pésimo desempeño en la administración pública o actividad legislativa de sus anteriores representantes.

Abrir otros cauces de participación.- Los ciudadanos evidentemente optan por la abstención consciente. No votan porque tienen la seguridad que el subsistema electoral no es la opción para llegar a un estadio democrático y entonces prefieren rescatar o construir vías de participación horizontal, que no solamente sean contestatarias o demandantes, sino que prohíjen nuevas formas de actuación y lucha para conseguir lo que les ha sido negado.

Esto supone lo siguiente: 1) Crecimiento de organismos civiles que pongan en movimiento pensamientos y acciones para exigir directamente a políticos, partidos e instituciones gubernamentales; 2) La puesta en marcha de un nuevo tipo de proceso electoral, más directo, que atraiga la atención y el interés participativo de las masas ciudadanas, a través de normas claras y precisas en formatos, tales como asamblea, foros, votación directa o abierta, etc. 3) Reaparición de grupos clandestinos que siempre han sostenido que las armas son el único medio de quitarle el poder al Estado, y 4) La puesta en escena de controles coercitivos, dando lugar a procedimientos autoritarios puestos en marcha por sectores reaccionarios, o bien, provenientes de las fuerzas armadas, policías e incluso del exterior. B.H.G.

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sábado, 18 de abril de 2009

LA POLÍTICA DEL MAL: ENTRE LA DEMOCRACIA Y LA UTOPÍA.


LA POLÍTICA DEL MAL
Por Baltasar Hernández Gómez

Si fuera comprobable lo intangible, referido al lado oscuro de las cosas, luego entonces el máximo logro del maligno sería haber hecho creer a todos que no existe. Algo similar ocurre con el sistema de vida capitalista, que desde hace muchos años impulsa proyectos nacionales y globales para estructurar regímenes de gobierno, que estén en sintonía con sus planteamientos económicos, políticos, sociales y culturales, repitiendo que todo está bien y que no hay nada siniestro en su afán de poner a la ganancia como la joya de la corona.

En este tenor, la democracia ha servido como piedra angular para sostener la ideología, las propuestas de políticos, gobernantes, partidos, instituciones del Estado y al subsistema electoral que legitima a las instituciones y sus representaciones de poder. Ante las gravísimas consecuencias de la concentración inequitativa de la riqueza y del ejercicio político, las contradicciones brotan sin cesar y están a la orden del día, haciendo prevalecer la confusión en medio de un cúmulo de inconformidades que van resolviéndose, pero que se traducirán tarde que temprano en reivindicaciones sociales.

La confusión no es solamente un estado de inseguridad mental, sino una concreción que se posiciona en la interioridad/exterioridad de los gobernados, para dar continuidad a la dominación. Es aquí donde surgen múltiples interrogantes acerca de la bondad de la democracia como omni-modelo de existencia, pues mientras se reitera una y mil veces que sólo a través de ella la humanidad verá realizadas sus máximas aspiraciones, la realidad descubre lo deshumanizante que es vivir en la mentira de los pocos sobre los muchos.

La democracia validada por los centros hegemónicos del poder es de corte representativa e indirecta y se sitúa en una realidad social adecuada a fines, ya que no constituye la voluntad para defender intereses colectivos, sino sólo es símbolo de orden, progreso y control (al más puro estilo positivista). Con este supuesto “la autoridad de las mayorías para los griegos” o “la dictadura de las mayorías para Tocqueville” se ha erigido como la única forma legítima de los gobiernos modernos, imponiendo un conjunto de rituales sociales para hacer creer a los individuos de que su aceptación permite la mejor administración de los recursos humanos, naturales, materiales, financieros y técnicos del ambiente societal.

El sistema democrático intenta imponer como panacea los valores de tolerancia, pluralidad, diálogo, respeto y representatividad. Se repite que la píldora democrática tiene efecto cuando hay rotunda oposición a todo lo que sea autoritario, selectivo, dictatorial o totalitario y por tanto los sujetos sociales tienen derecho a agruparse, discernir y organizarse, para luego cumplir con la obligación de votar.

La democracia pasó de ser algo directo en la polis ateniense a un procedimiento por medio del cual las mujeres y hombres actúan ante la convocatoria del Estado, sus gobiernos y partidos políticos, con la finalidad de elegir a la figura (partido, candidato o gobernante) previamente decidida por la clase dominante.

La maldad reside en validar que el voto, el show parlamentario, en fin, todo lo que huela a oposición controlada, es el insuperable canal de participación civil, es decir, de la lucha entre lo público de todos contra lo privado de algunos. La efectividad propagandística de los organismos gubernamentales y “ciudadanizados” ha infundido en millones de personas el sentir de que la democracia procedimental es la única vía para hacer algo por el entorno social. El día de la votación es el “día final” donde se cristalizan las aspiraciones democráticas y punto.

Este tipo de noción democrática deja fuera la libertad de decisión e intervención ciudadana en todos los ámbitos de la vida, concentrándola en un repertorio de libertades que, por amplias e irrealizables, constriñen a los sujetos sociales en un remolino de incertidumbres, conflictos existenciales y sociales, porque sólo se refieren a los sitios públicos previamente seleccionados por la opinión pública, que no del público, y que transmitida por los medios de comunicación masivos. A la ciudadanía sólo le ha quedado activar el espacio fáctico que le han dejado: sufragar el día en que las representaciones de la nación la convocan a refrendar su potestad de seguir estando como está y nada más.

La maldad de suplantar identidades, debido a lo ambiguo que resulta la representación popular y la idea de totalidad democrática, viene aderezada por la preocupación/ocupación del Estado y sus intereses de clase para obtener legitimidad, porque con ella se puede preservar y acrecentar poder. La democracia resguardada –para sí- por la élite expropia el verdadero empuje social para transformar el estado de cosas, el verdadero motor que motive a las mujeres y hombres a ser mejores seres humanos.

La oscuridad que envuelve a los preceptos democráticos modernos encubre el fenómeno conformismo, en virtud de que los “demócratas”, o mejor dicho, los creyentes de la democracia, son transmutados en reformistas: individuos especializados en encontrar inconsistencias en el sistema político, pero que en lugar de erradicarlas, piensan tan sólo en modificarlas por algo que funcione mejor.

La principal idea transmitida por la democracia es que las mayorías son capaces de cambiar lo malo que persiste en su espacio y tiempo de vida, reformando lo ya establecido. Esto se traduce en el juego perverso donde el dueño de los dados elimina la facultad libertaria y decidida de los concursantes para construir algo nuevo. Únicamente perdura la capacidad acotada para la remodelación de las formas. Quedan fuera de este entramado las estrategias y métodos políticos para lograr los fines, toda vez que los cambios para que nada cambie son colocados en el campo superficial de la inmediatez.

Uno de los productos más eficaces de la democracia es la imposición de concepciones asumidas como válidas universalmente en las sociedades globalizadas, tales como:

No hay mejor forma de vivir, que conviviendo con los iguales (claro, entre iguales enajenados y desprovistos de medios propios para alcanzar plenitud).

Hay que oponerse a toda clase de dictadura, monopolio y totalitarismo, pues dichos regímenes acaban con las libertades individuales (mientras no sean los de la clase dominante capitalista, todo está bien).

En democracia todo podemos alcanzar los horizontes más elevados de la humanidad (Cabe cuestionarse ¿Qué piensan y cómo viven los cientos y cientos de millones de pobres y extremo pobres del mundo, que fueron despertados de súbito del “Capitalism way of dream”?).

Es urgente construir una utopía como proyecto de vida para vivir con calidad, pero no utopía literaria, moralista o estética, sino una que incorpore el cambio, fundamentada en una ética de pensamiento y acción en todas y cada una de las esferas del desenvolvimiento humano y no de manera fragmentada en las instancias institucionalizadas.

La utopía debe originarse en el rechazo al dogma de aceptar que la democracia es sustantivo sin adjetivos, que es y será la pan-utopía a alcanzar. Debemos recobrar a la política como praxis de lo realizable, interiorizando en la psique y exteriorizando en los actos cotidianos, como condición sine qua non para mejorar las condiciones materiales de vida con humanismo. Desde esta nueva configuración se estará desechando la enajenación de pensar en una democracia aséptica y virtual, que está insertada de manera análoga a la norma ISO 9001-2000 de mejoramiento continuo en las empresas públicas y privadas certificadas en gestión de calidad.

La construcción de avenidas realmente democráticas trae consigo el derrumbamiento de lo que es, toda vez que se tiene que llevar al cabo una transformación consciente y crítica de la realidad imperante. Así pues, la utopía democrática debe contener lo ideal-necesario, que será el GPS que oriente los pasos para dar congruencia a los actos.

Estoy seguro que ésta es la senda por transitar, ya que la posmodernidad pretende implantar ad infinitum la idea de que la racionalidad es lo real, reduciendo a la dinámica proveniente de la sociedad civil a lo dado. Es urgente repensar que para la edificación de una sociedad verdaderamente sensible y comprometida, más segura e igualitaria es inevitable pensar en la utopía democrática como lo que se imagina, pero que al mismo tiempo se está gestando en la actuación del ahora y en lo sucesivo.

Finalmente, en este escenario surge inexorablemente la palabra revolución, porque como dice Ortega y Gasset, ella pretende someter a la realidad a un proyecto nacional. Agregaría que la concepción del cambio revolucionario no sólo aspira adecuar a la sociedad a un estadio de vida nuevo, sino que ansía volver al origen, al “tiempo primigenio” del hombre, que es el humanismo, y al mismo tiempo pensar-haciendo en la utopía de rescatar valores, pues con ello se recupera la conciencia e identidad que se han perdido por la racionalidad de poner en la cúspide la cosificación: la materialidad por encima de las aspiraciones del hombre. B.H.G.
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Bibliografía.

1.- Norberto Bobbio. El futuro de la democracia, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

2.- Néstor García Canclini. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Editorial Grijalbo, México, 1990.

3.- Noam Chomsky y Heinz Dietrich. La Sociedad Global, Editorial Planeta, México, 1996.

4.- Yamandú Acosta. “Utopía y política en América Latina: entre el capitalismo utópico y el capitalismo nihilista”, Revista Utopía y praxis latinoamericana, Venezuela, volumen 8, número 23, mes de octubre 2003.

5.- Octavio Paz. El laberinto de la soledad, “De la independencia a la revolución”, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1999.

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