ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

domingo, 21 de febrero de 2010

VIRTUDES Y AMORALIDADES POLÍTICAS EN MÉXICO.


ENTRE VIRTUDES Y AMORALIDADES POLÍTICAS EN MÉXICO.
El contenido discursivo de la clase política.
Por Baltasar Hernández Gómez.


En la modernidad la virtud aparece como sinónimo de eficacia. Ya no se trata del enarbolamiento filosófico, moral o ético de acciones que busquen la perfección humana, para forjar sociedades libres e igualitarias, sino de la competencia para “llevar a cabo medios para conseguir fines”, como lo ha establecido la escuela maquiaveliana. Basta recordar que la política es una acción producida por las mujeres y hombres que co-existen en una realidad, la cual persigue -o debiera hacerlo- el bienestar común de los individuos y por tanto está circunscrita al terreno de lo público, teniendo una dosis de lo privado, ya que los que aspiran a estar o están en el poder son entes que traen consigo su propio desarrollo personal, cultural, educacional, familiar y experiencias profesionales.

No obstante que es muy difícil saber hasta dónde llega el límite de lo público y lo privado y que muchas personas someten el análisis político a la zona de conspiraciones, la diferenciación entre ambas radica en poner al descubierto la mescolanza hecha por los detentadores del poder de mensajes y actos discrecionales que son utilizados bajo la reserva de beneficiar y/o perjudicar sus intereses o los de otros. Es sabido que el Estado mexicano fue constituido como una entidad federativa, democrática y laica (esta última característica apenas fue puesta con tinta, de manera formal y no sólo interpretativa, en la Carta Magna por la actual legislatura), sin embargo, la clase política ha manejado discursos que van desde el más churrigueresco nacionalismo hasta preceptos con alta carga cuasi-religiosa, que no logran amalgamar una determinación exacta para convertirla en verdadera praxis social.

Desde el siglo XIX los políticos han armado mensajes híbridos que unas veces hablan de mexicaneidad, mestizaje cobrizo, justicia y paz social, y otras de presidencialismo “tlatoánico”, catolicismo y neoliberalismo, persiguiendo la continuidad del poder en manos de las élites. Durante muchos, muchísimos sexenios (que es la medida en que se regula la permanencia de los regímenes políticos en México) los mensajes han estado regidos por las virtudes públicas confeccionadas con base en el patriotismo, valores familiares, revolución inacabable, fidelidad a la guadalupana, democracia electoral, culto al “jefe supremo” y perdurabilidad del subsistema de partidos;. Este formato ha tenido variantes substanciales, ya que desde el año dos mil los cánones impuestos por el PRI fueron “trasquilados” por el marketing, el hartazgo social sin direccionalidad específica y por el nuevo paradigma de panistas/tecnócratas.

Las virtudes públicas han sido metamorfoseadas para penetrar la psique y la conducta de los mexicanos, haciendo aparecer argumentos que renuevan la estrategia de dominación política como una verdad absoluta desterrando las necesidades ciudadanas. Así pues, hizo su aparición el catolicismo simbólico y tangible en los discursos y actos gubernamentales; la ignorancia cultural disfrazada de irreverencia, espontaneidad e inocencia; el olvido de la masa por lo real a cambio de asumir como suyas las prioridades de las administraciones en turno; la selección natural que hace que los más fuertes lo sean más, mientras los débiles se enfrentan a una competencia feroz e inhumana por sobrevivir en un mundo regido por la oferta y la demanda.

La amoralidad, que no es lo mismo que “inmoralidad”, pues en política no existen los raseros subjetivos para decir qué es lo bueno y qué es lo malo, proviene de la puesta en marcha de criterios fácticos que no tienen su punto de partida en la sociedad, sino en los objetivos trazados desde arriba por las cúpulas en el poder. La amoralidad pública y/o privada oculta los fines del Estado y los movimientos operativos de su brazo gubernativo. Las políticas públicas, luego entonces, se insertan como virtudes públicas encubriendo amoralidades que se materializan en leyes y programas que no solamente no ayudan, sino que incluso perjudican a las mayorías…….Todo para conservar el establishment.

A la mitad del periodo calderonista en lugar de que exista un proyecto económico de apoyo a causas sociales se echó a andar una reforma fiscal que perjudica a contribuyentes y consumidores. Esta amoralidad hace gala de la virtud que dice buscar “la unidad de tooooooodddddooooooossssss los mexicanos”. Claro está que el Estado no se pone a pensar en el detrimento de la generalidad, ya que su lógica está encaminada a ordenar el proceso de conservación y aumento de poder, sosteniendo la vigencia de la estructura económica y supraestructura ideológica. Dicen que el éxito del demonio es hacer creer que no existe y eso mismo pasa con las amoralidades políticas, pues todos las niegan y sin embargo están presentes como los pivotes que reacomodan las razones de Estado, las cuales sitúan a los ciudadanos como simples engranajes de la maquinaria política. En suma cuenta: la toma de decisiones no va de la base a la cima, sino en forma invertida.

La virtud de la soberanía nacional representativa del Congreso de la Unión se somete a la amoralidad sectorial de los partidos grandes que negocian la permanencia del “mayoriteo” y de las concertacesiones con el Ejecutivo: “cedo aquí para obtener prerrogativas allá y acullá. Cambio aprobaciones por canonjías electorales y financieras. Concedo asignaciones discrecionales por cargos en los tres niveles de gobierno”. Los mensajes políticos se posicionan en todos los niveles de la pirámide del poder, desde el presidente de la República que emplaza la “guerra contra el crimen organizado” como la actividad número uno del país, aunque los derechos civiles se vayan al carajo. La virtud de la estabilidad social es cambiada en militar, suspensión de garantías individuales y aplicación exorbitante de recursos presupuestales, humanos, materiales y técnicos para campañas mediáticas y de fuerza. No importan los muertos, sino las estadísticas. No interesan los “caídos”, sino las gráficas de decomiso. Para los ojos de los mexicanos todo se ha convertido en una espiral donde las cifras tratan de ser acomodadas como la realidad y el gobierno las utiliza para “legitimar” el proyecto sexenal al cual no se le ven pies ni cabeza.

En cuanto a los funcionarios de alto rango, la muestra más evidente de la simbiosis virtud-amoralidad se puede encontrar en el discurso del secretario de Gobernación que se regodea entre lo público y lo privado al someter su actuación, y en últimas fechas su renuncia al partido gobernante (PAN), en el plano de lo estrictamente personal, cuando es obvio que tiene su significante en las responsabilidades de su encargo: negociar en varios frentes las relaciones del gobierno con los partidos, cámaras de diputados y senadores, gobernadores, presidentes municipales y sociedad civil organizada. Los términos adjetivados de “discreción profesional, esto no es de incumbencia social, yo sí sirvo al presidente, soy leal a Felipe Calderón y a mis principios o no soy cobarde y me sostengo”, demuestran el cinismo e impericia para hacer sus tareas con imparcialidad y profesionalismo. En su afán de concretar acuerdos político-electorales con el PRI, las amoralidades antidemocráticas de los dos partidos con mayor votación en la pasada contienda federal, quieren hacerse pasar como intereses supremos de la nación. Fernando Gómez Mont es un alfil que, al querer disimular por qué está donde está y echarse la culpa de los desaciertos de la realpolitik calderonista, descubre la perversidad de las componendas del sistema político comandado por las cúpulas.

En otra arista, las virtudes económicas de paridad cambiaria y reestructuración energética, entre otras medidas macro, esconden la amoralidad de las exigencias capitalistas y los vaivenes de los mercados: el “catarrito” expuesto por el doctor Carstens en su deplorable desempeño como secretario de Hacienda no fue eso, sino una neumonía en grado superlativo, que se ha vuelto una verdadera pandemia que arrasa con la calidad de vida de millones de mexicanos. México como abstracción de los intereses de las élites presupone máximas virtudes, que contradictoriamente ponen en el centro de traslación política las amoralidades personales y grupales de sus transmisores. Los políticos, el gobierno y los medios de comunicación fungen como emisores y reforzadores, es decir, gatekeepers que resguardan los mensajes de control homogeneizador, a pesar de que la población cada vez más cree menos en sus autoridades.

Las virtudes griegas, romanas, cristianas y liberales sucumben ante la hegemonía de las amoralidades que intentan eternizar un modelo de vida que resulta inhumano desde cualquier punto de vista ¿Se necesitan miles de madres con hijos muertos, mutilados, desaparecidos o tirados a los vicios en ciudad Juárez u otras ciudades de México, para percatarse de las mentiras de los denominados “hombres de Estado” y sus operadores gubernamentales, empresariales e iglesias? ¿Cuánta bazofia más se puede soportar al ver oír y sentir las repugnantes actuaciones de partidos, legisladores y gobernantes?

Por nuestra parte es trascendental primero pensar y reflexionar, luego asumir, para después poner las cosas en el espacio de la contrarrespuesta como lo han estado haciendo organizaciones civiles, estudiantes, trabajadores y amas de casa, que ya no soportan el estado de cosas donde sólo se vislumbra miseria y muerte. ¿Se necesitan más primeros lugares en pobreza, carencia de servicios públicos, analfabetismo y enfermedades propias del quinto mundo, para corroborar las mentiras de la política institucionalizada? Quien tenga ojos que vea. B.H.G.

Etiquetas: , , , ,

domingo, 14 de febrero de 2010

PRIMEROS PASOS PARA ELABORAR MENSAJES POLÍTICOS


EJES BÁSICOS PARA LA ELABORACIÓN DE MENSAJES POLÍTICOS EFICACES
Por Baltasar Hernández Gómez


Para los que no sepan o para aquellos a los que se les ha olvidado: la política es ciencia, arte y técnica. Es ciencia porque tiene una estructura organizada y sistematizada de conocimientos, teorías, evidencias y comprobaciones que explican lo concerniente al Poder y al Estado. Es arte porque aglutina capacidades/habilidades para hacer del estudio y la práctica un acto . Es técnica porque contiene un conjunto de procedimientos para llevar a cabo fines, en forma eficaz.

Sin embargo, para muchos neófitos, piratas, vividores y oportunistas la política se ha convertido hoy en día en un modus vivendi, que ofrece la ocasión para “vender” espejuelos en lugar de pepitas de oro puro. Si bien es cierto que la política es en una de sus designaciones técnica, ésta no solamente debe servir para perpetuar el proceso de dominación de las clases hegemónicas, sino también como espacio donde se materialicen sociedades democráticas, humanistas, justas y equitativas. Para allá se encaminan algunos esfuerzos, pero aún falta un tramo por recorrer. Mientras tanto, veamos cómo se construyen los mensajes políticos.

En la conceptualización anglosajona, política es . Este axioma pragmático e instrumentalista es utilizado por muchos mercadólogos y publicistas que se han enfocado en estructurar mensajes políticos eficaces para imponer modos de pensar y actuar en las sociedades modernas. En este sentido los mensajes políticos están concebidos con una visión planificadora por sus , obteniendo de las fuentes de información [medio ambiente social] contenidos enriquecidos con imágenes, ideas contextualizadas/descontextualizadas y símbolos unificadores que estén acordes con los intereses del .

Los mensajes políticos son los pilares para la de signos y señales por parte de la audiencia receptora y su finalidad es captar el interés público (general o particular) para situar, desplazar o recordar ideologías y actitudes que varíen comportamientos sociopolíticos. La meta es impactar por medio de una comunicación efectiva de intencionalidades, modos de apreciación e intereses definidos de las instituciones, partidos y candidatos propulsores, con el propósito de encontrar respuestas favorables que posicionen y hagan recordar un sello distintivo.

La eficacia de los mensajes comprende la generación de componentes que determinen la estrategia de la campaña política, a efecto de establecer comunicacional para persuadir, convencer y afianzar en la psique y comportamiento del sujeto sujeto-masa un tipo preciso de acción para que de otro modo sería impensable que lo hiciera. En los hacedores existe una consigna clave que no debe estar presente en los mensajes políticos: convencer es vencer. Esto es lo que se persigue ni más ni menos. Por lo tanto, el diseño de los mensajes tiene presente -en primera línea- a los destinatarios, es decir, a los ciudadanos afines; a los que han mostrado cierta adversidad; a los potenciales que se desean conquistar, así como a los adversarios y neutros. Luego de definir los destinatarios tienen que delimitarse los objetivos, recursos, procedimientos y alcances para la ejecución de una política comunicacional que cumpla con su cometido.

Se debe visualizar un diseño general de marketing que contenga lo siguiente: cuál es, cómo es y donde está el mercado político y el público , y qué posicionamiento competitivo se definirá para situar en el centro de operación los linderos del destino y sus impactos a favor, reduciendo los negativos. Asumiendo lo anterior se podrá constituir la estructura global de los mensajes políticos: 1) Lanzar e introducir el producto político, de acuerdo a un diagnóstico de realidad, necesidad y expectativa; 2) Posicionar y/o mantener la imagen de éste por medio de teorías y técnicas subliminales; 3) Ganar, hacer permanecer o reactivar presencia y empatía a través de una política de sistematización de propaganda, visitas, etc.; 4) Preparar la entrada, o sea, posicionar al en un determinado territorio, así como desubicar o confundir a los contrincantes.

La campaña comunicacional es la acción concreta para penetrar al público, con la finalidad de afianzar del producto político en su medio ambiente electoral-institucional-gestión. Un no debe pretende construir obras de “arte", porque la trascendencia radica en ser eficaces, es decir, alcanzar permanencia y acomodo a favor del mensaje mismo. Los mensajes políticos deben -eso sí- contener elementos estéticos, realistas, propuestas a futuro, diseño semiótico, que lo hagan “atractivo”, es decir, “comprable” por los .

Para definir el diseño es importante ubicar con precisión al de los mensajes, que es el y su ideal de rol frente a su entorno, candidato, partido, gobierno, institución, causa, campaña o cargo. Al ciudadano promedio no le interesa el organismo o sujeto por separado, pues su fijación está centrada en lo que pueda darle éste, o bien, cómo observa, cuantifica y valora su gestión. Esto es básico para la determinación del producto político, ya que le confiere una personalidad definida y diferenciada.

Para lograr un mensaje pertinente y eficaz hay que tener respuestas muy precisas a preguntas referidas al público meta: ¿Cómo está su ambiente de vida? ¿Qué tiene y qué le hace falta? ¿Quién es y cómo es la oferta? ¿Qué desea del candidato y/o partido? ¿Cómo, dónde y cuándo lo “adquiere”? ¿Cómo, dónde, cuándo y para qué lo “quiere”? Las experiencias y vivencias del candidato y/o partido, organismo y funcionario también ayudan a esta determinación del mensaje político, en virtud de que en muchas ocasiones es necesaria una buena cuota de< rescate> de lo “triunfante”, o sea, de lo que ha dado resultado en el pasado inmediato, con la idea central de renovación, actualización o superación, conforme a los requisitos que existen en el ambiente prevaleciente.

Es imprescindible que quede grabado que producir, reproducir e innovar crea la percepción de , y en los individuos sociales. Luego de que se haya decidido establecer el equilibrio de los mensajes políticos se deberán impulsar las ideas/promesas que se transmitirán (tomando en cuenta la elaboración final, tiempo de transmisión, repetición y medios para posicionarlos sin sobrecargas). Para esto es muy importante reunir los atributos y beneficios que, en términos generales, los ciudadanos esperan obtener del candidato, proyecto, institución o candidato y qué es lo que hay que de lo . En definitiva, que el público meta “adquiera” el producto político teniendo identificados y la simbología incluida en los mensajes.

Los mensajes políticos deben tener una carga precisa de originalidad, creatividad, certeza, a fin de que sean sustentables, lo que trae implícita la idea de , o sea, , que hace relacionar orgánicamente los sucesos que ocurren en el medio ambiente social, político y económico con su realidad, si no se quiere caer en la ilegitimidad, falta de empatía o falsedad.

Así pues los tienen que conformar un plan que integre lo siguiente:

A) Fuente de la emisión de mensajes.- Que es igual al diagnóstico de los sucesos, necesidades y expectativas del entorno social.

B) Emisor.- Que es el que impulsará ideas para a la audiencia receptora.

C) Mensaje.- Que es la elaboración organizada de lo que se quiere posicionar como positivo en los receptores.

D) Signos/símbolos y señales.- Que son el conjunto de contenidos codificados para ser entendidos por la audiencia con la captación de la intencionalidad del emisor. Esto trae consigo una serie de elementos extraídos de la cotidianeidad, componentes culturales, formativos, valores, etc.

E) Reducción de interferencias.- Que es la eliminación de distorsiones que pueda producir la competencia, mala planificación y ubicación de los mensajes.

F) Receptor.- Que son los sujetos que decodificarán el mensaje .

G) Destino.- Que es el posicionamiento de los pensamientos manejador por el transmisor, los cuales se convierten en preferencias y comportamientos que modifican las actuaciones políticas, sociales e ideológicas hacia un punto que favorecerá al emisor. B.H.G.

Etiquetas: , , , ,

lunes, 8 de febrero de 2010

PODER POLÍTICO Y FUNDAMENTALISMO EN MÉXICO


PODER POLÍTICO Y FUNDAMENTALISMO EN MÉXICO
Le pouvoir c'est moi
Por Baltasar Hernández Gómez


En México la degradación del ejercicio de la política ha llegado a niveles alarmantes, pues los detentadores del poder cada vez están más alejados de los principios humanistas y sociales que presumiblemente ofertan a las clases sociales. En los últimos diez años, los gobiernos federal, estatal y municipal fundan su en la estructuración de una base mercadológica que busca -a toda costa- la conquista del voto ciudadano a través del "arrase" de la imagen y el discurso.

El marketing vacío de substancia hace predominar mensajes psicopolíticos que remiten a los ciudadanos a la “virtualidad”, es decir, al sometimiento del trazo, color, textura y sonido. Ya obtenido el porcentaje mínimo de la votación regional y/o nacional, lo que menos importa es adecuarse a las necesidades de los grupos sociales y económicos que votaron por una u otra plataforma. La trascendencia del subsistema político está basada en la mentira disfrazada de interés abstracto del “bien común”, que en la realidad no se aprecia por ningún lado. El Estado, partidos políticos, publicistas y dirigen sus baterías subliminales a la psique de las mayorías desposeídas de elementos culturales y formativos, a fin de imponer ideas superfluas de desarrollo, de “ahora sí vamos a mejorar lo pervertido o lo corrupto” y, por supuesto, el “borrón y cuenta nueva”.

Los valores constitucionales, éticos y morales pasan a un segundo o tercer término, porque lo que se persigue es la hegemonía en los tres Poderes de la Unión. Así pues, los textos político-electorales y de la administración pública en sus tres vertientes republicanas están conformados en criterios amorfos de la : lo que “diga el organismo o sujeto poseedor de poder” es lo correcto, toda vez que representa la soberanía indispensable para que la Nación no se vaya al carajo. A esto le llamo fundamentalismo.

Desde el presidente de México, pasando por secretarios de Estado, gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, regidores hasta líderes sociales, empresariales y de opinión; se pone especial énfasis en que “si no están conmigo son enemigos públicos del progreso de todos”. Las voces discordantes a la visión totalizadora de la partidocracia y del imperio administrativo, que se sujeta a los vaivenes de la globalización económica y cultural, representan los que pretenden ensuciar la asepsia política de quienes en un puesto público o privado requieren de supremacía para seguir aplicando sus intereses personales y de sector sobre los generales.

Cuando oíamos decir fundamentalismo venía a la mente la imagen y las arengas de los líderes religiosos del medio oriente o de los dictadores de Europa del este y latinoamérica que, haciendo uso de su poder, a sus sociedades en una espiral de dominación fatídica. Sin embargo, hoy en día este fenómeno político/mesiánico se ha diseminado al ámbito de la política, la economía y la comunicación masiva. Tan fundamentalista es un ayatolah musulmán, líder talibán, como un locutor, líder político, candidato a cargo de elección o empresario “exitoso”.

El fundamentalismo ha echado raíces muy profundas en la consciencia social y en el imaginario de cada uno de los individuos que extraen de los mensajes transmitidos por los políticos, empresarios, sacerdotes y medios de comunicación “su pan de cada día”. En la primera década del siglo XXI los fundamentalistas no ocultan intenciones, ya que se muestran tal y como son sin ningún recato de parecer mujeres y hombres déspotas: lo único válido es que impongan sus ideas y éstas se conviertan en decisiones de gobierno y leyes que reproduzcan ad infinitum el sistema de obediencia a la figura mexica del tlatoani en todas sus extensiones.

Veamos……………

El Poder Ejecutivo.-

Felipe Calderón Hinojosa ha introducido a más de cien millones de mexicanas, mexicanos y mexicanitos (no como palabra peyorativa, sino como referencia a la niñez) a una guerra contra el crimen organizado, que es un concepto tan abarcativo, que lo mismo puede ser robo de automóviles, que tráfico de droga, prostitución, piratería, secuestro o asesinato. México parece haberse convertido en una zona de terror y los resultados obtenidos no pasan de decomisos, arrestos a “soldados” y jefes intermedios del hampa, arrasando con decenas de miles de ciudadanos. La guerra calderonista ha traído más defunciones que los más funestos desastres naturales, como por ejemplo el terremoto de 1985, los huracanes Gilberto y Paulina y las inundaciones en el sureste y pacífico mexicano. De este tamaño están las cosas.

El actual presidente aprovecha la investidura lograda con un apretado margen de votos a favor en relación a su competidor perredista en 2006, para autoerigirse como el mexicano número uno que puede sacar “al buey de la barranca” por medio del combate “contra los malos”. Éste cáncer más la crisis endémica de las economías neoliberales de primer y tercer mundo le han proporcionado un telón de fondo que oculta la impericia política y socioeconómica para crear empleos e impulsar un clima de estabilidad, entre otras muchas cosas.

Es así que lo que no está con él y sus planes en el error. La crítica, pero sobre todo la realidad misma no importan, porque el país debe surcar los caminos de lucha contra el narcotráfico, acomodos hacendarios, concertacesión camaral, apoyos a la clase empresarial y sometimiento a los cánones económicos del G-7 y organismos financieros internacionales. La miseria, desempleo, antidemocracia y baja en la calidad de vida integral de los mexicanos no interesa para nada. El presidente y su círculo político-económico es lo que vale: lo demás es lo de menos.

La carestía, la cada vez mayor ilegitimidad de los “representantes populares”, el secuestro de la política por los partidos, las cargas impositivas a contribuyentes menores y medianos, la inseguridad, los problemas de salud pública, la pobreza e incultura y la falta de satisfactores como educación, vivienda, salud, servicios públicos y empleos de los ciudadanos no son dignos de ser tomados en cuenta, más que como programas paliativos en alguna dependencia federal. Yo soy yo, Yo soy el poder y el Estado soy yo parecen ser las premisas únicas del Ejecutivo y su gabinete, así como de los gobiernos de los estados y municipios.

Vivimos en una permanente cruzada nacional donde los “templarios” son Calderón Hinojosa y los secretarios de Estado. Lo primero es la guerra anti-narco, los programas hacendarios, la supuesta reforma de Estado, la organización ad hoc de los procesos electorales, las partidas presupuestales a partidos políticos, la influenza, las calamidades naturales, los conflictos que generan los medios de comunicación, las policías y el ejército en las calles y la detención -a diestra y siniestra- para justificar el enorme gasto de recursos para apuntalar las políticas gubernamentales que no han traído frutos positivos para la mexicaneidad.

Los mensajes en cadena nacional del presidente de la República, de los secretarios de Gobernación, Salud, del titular de la PGR y sus voceros del PAN son similares a los de cualquier fundamentalista de Asia, Centro y Sur América, presentador televisivo o mesías de causas imposibles. El gobierno federal es el y afuera de él no existe nada. Si hay civiles muertos……ni modo……………es el “costo de la guerra santa contra los impuros”. Si hay enfermos y muertos por pandemias…………ni modo…………….es el precio “de vivir en la posmodernidad”. Si hay pobreza…………ni modo……………..es culpa “del capitalismo feroz de los países altamente desarrollados”. Si hay desempleo……………ni modo……………es por “falta de apoyo al sector empresarial y a la falta de capacitación y actualización de los trabajadores”. Si hay encarcelamientos injustos……….ni modo………….es el resultado de malas averiguaciones”.

Hay que recordar las caras fustigadoras del presidente, de Gómez Mont, de los secretarios de Seguridad, PGR y fuerzas armadas, para comprobar que los buenos -con expresiones serias y de alta preocupación nos dicen cómo pensar y actuar. El colmo de las cosas radica en “tragarnos la píldora” cuando insisten en que las mujeres no deben usar minifaldas para que no sean violadas; que los jóvenes no deben salir p0or la noche para que no sean asesinados; que los críticos no deben decir nada porque si no el país se va al precipicio; que no nos quejemos por el escasísimo trabajo, sino que debemos dar gracias a Dios por el poco que existe; que no digamos nada sobre las estratosféricas sumas de dinero para partidos, candidatos y gastos discrecionales de los gobiernos, porque son indispensables para no pasar a algo peor.

El Poder Legislativo.-

La democracia en México, traducida en contrato social, se ha metamorfoseado en una estructura partidista: los partidos grandes ganan elecciones y por ende, curules y asientos en San Lázaro y Xicoténcatl por medio de la maquinaria ideada por el Estado para elevar los intereses de grupos políticos del centro y las entidades federativas. Presupuestos exorbitantes, elecciones pactadas y organizadas para que prepondere el uso del videns, las consignas teledirigidas de los medios de comunicación, los contubernios en las cámaras, los arreglos entre poderes y la incultura general han hecho que la vida política nacional sea una fiesta de carnaval donde los invitados V.I.P. son menos del 0.1% de la población.

El fundamentalismo legislativo no voltea a ver a los ciudadanos que pusieron su sufragio en las urnas. Lo verdaderamente importante es asegurar las curules del momento y preparar el terreno para ganar mayores porciones de la geografía nacional en el corto y mediano plazo. Los requerimientos sociales pasan al baúl del olvido, pues las gubernaturas, presidencias municipales, diputaciones senadurías y plazas en la administración pública son el nuevo “tesoro de Moctezuma”. El voto funciona para “legalizar” la democracia formal, pero no como mandato para resolver los problemas de fondo del país.

Lo que está en contra de los coordinadores de las bancadas, de las iniciativas partidistas, de los intereses de consorcios y del establishment gubernamental es antinatura, una especie de enfermedad que ensucia la impoluta Constitución y el escudo nacional. Quienes ir contra las voluntades legislativas que luchan por “producir y hacer valer” normatividades reformistas son inmediatamente puestos en la “guillotina” de los medios de comunicación como malhechores y traidores a la patria. Nada más hay que recordar los rostros furibundos de priistas, panistas y perredistas que atacan lo que vaya en contra de su “legitimidad” e intereses y aplaudir como focas amaestradas las nefastas alianzas entre supuestos izquierdistas con conservadores; de socialdemócratas con socialistas, y de oficialistas con sindicalistas.

Luego entonces si hay aumentos en los impuestos………..ni modo…………….es para dar más recursos a los programas de los gobiernos y hacer que la democracia y la bonanza económica sean una utopía inalcanzables. Si las elecciones son ineficientes………..ni modo………el pueblo todavía no está preparado para una democracia directa. Si hay que aprobar una reforma de Estado incompleta y cortoplacista……..ni modo……………los puestos de elección son primero.

A pesar de que a muchas personas nos hagan sentir como peligrosos “fundamentalistas”, lobos esteparios, críticos sistémicos de las bondades de la Nación, estoy convencido que sólo el análisis, la crítica, el debate y la movilización organizada de los actores sociales van a traer -más temprano que tarde- un México más digno. Mientras tanto observemos atentamente, discutamos, eduquémonos y actuemos con congruencia, para crear mejores sitios de vida social…………….en la casa, en la calle, en la colonia, en la escuela y en el trabajo. B.H.G.

Etiquetas: , , , , ,