ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 8 de febrero de 2010

PODER POLÍTICO Y FUNDAMENTALISMO EN MÉXICO


PODER POLÍTICO Y FUNDAMENTALISMO EN MÉXICO
Le pouvoir c'est moi
Por Baltasar Hernández Gómez


En México la degradación del ejercicio de la política ha llegado a niveles alarmantes, pues los detentadores del poder cada vez están más alejados de los principios humanistas y sociales que presumiblemente ofertan a las clases sociales. En los últimos diez años, los gobiernos federal, estatal y municipal fundan su en la estructuración de una base mercadológica que busca -a toda costa- la conquista del voto ciudadano a través del "arrase" de la imagen y el discurso.

El marketing vacío de substancia hace predominar mensajes psicopolíticos que remiten a los ciudadanos a la “virtualidad”, es decir, al sometimiento del trazo, color, textura y sonido. Ya obtenido el porcentaje mínimo de la votación regional y/o nacional, lo que menos importa es adecuarse a las necesidades de los grupos sociales y económicos que votaron por una u otra plataforma. La trascendencia del subsistema político está basada en la mentira disfrazada de interés abstracto del “bien común”, que en la realidad no se aprecia por ningún lado. El Estado, partidos políticos, publicistas y dirigen sus baterías subliminales a la psique de las mayorías desposeídas de elementos culturales y formativos, a fin de imponer ideas superfluas de desarrollo, de “ahora sí vamos a mejorar lo pervertido o lo corrupto” y, por supuesto, el “borrón y cuenta nueva”.

Los valores constitucionales, éticos y morales pasan a un segundo o tercer término, porque lo que se persigue es la hegemonía en los tres Poderes de la Unión. Así pues, los textos político-electorales y de la administración pública en sus tres vertientes republicanas están conformados en criterios amorfos de la : lo que “diga el organismo o sujeto poseedor de poder” es lo correcto, toda vez que representa la soberanía indispensable para que la Nación no se vaya al carajo. A esto le llamo fundamentalismo.

Desde el presidente de México, pasando por secretarios de Estado, gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, regidores hasta líderes sociales, empresariales y de opinión; se pone especial énfasis en que “si no están conmigo son enemigos públicos del progreso de todos”. Las voces discordantes a la visión totalizadora de la partidocracia y del imperio administrativo, que se sujeta a los vaivenes de la globalización económica y cultural, representan los que pretenden ensuciar la asepsia política de quienes en un puesto público o privado requieren de supremacía para seguir aplicando sus intereses personales y de sector sobre los generales.

Cuando oíamos decir fundamentalismo venía a la mente la imagen y las arengas de los líderes religiosos del medio oriente o de los dictadores de Europa del este y latinoamérica que, haciendo uso de su poder, a sus sociedades en una espiral de dominación fatídica. Sin embargo, hoy en día este fenómeno político/mesiánico se ha diseminado al ámbito de la política, la economía y la comunicación masiva. Tan fundamentalista es un ayatolah musulmán, líder talibán, como un locutor, líder político, candidato a cargo de elección o empresario “exitoso”.

El fundamentalismo ha echado raíces muy profundas en la consciencia social y en el imaginario de cada uno de los individuos que extraen de los mensajes transmitidos por los políticos, empresarios, sacerdotes y medios de comunicación “su pan de cada día”. En la primera década del siglo XXI los fundamentalistas no ocultan intenciones, ya que se muestran tal y como son sin ningún recato de parecer mujeres y hombres déspotas: lo único válido es que impongan sus ideas y éstas se conviertan en decisiones de gobierno y leyes que reproduzcan ad infinitum el sistema de obediencia a la figura mexica del tlatoani en todas sus extensiones.

Veamos……………

El Poder Ejecutivo.-

Felipe Calderón Hinojosa ha introducido a más de cien millones de mexicanas, mexicanos y mexicanitos (no como palabra peyorativa, sino como referencia a la niñez) a una guerra contra el crimen organizado, que es un concepto tan abarcativo, que lo mismo puede ser robo de automóviles, que tráfico de droga, prostitución, piratería, secuestro o asesinato. México parece haberse convertido en una zona de terror y los resultados obtenidos no pasan de decomisos, arrestos a “soldados” y jefes intermedios del hampa, arrasando con decenas de miles de ciudadanos. La guerra calderonista ha traído más defunciones que los más funestos desastres naturales, como por ejemplo el terremoto de 1985, los huracanes Gilberto y Paulina y las inundaciones en el sureste y pacífico mexicano. De este tamaño están las cosas.

El actual presidente aprovecha la investidura lograda con un apretado margen de votos a favor en relación a su competidor perredista en 2006, para autoerigirse como el mexicano número uno que puede sacar “al buey de la barranca” por medio del combate “contra los malos”. Éste cáncer más la crisis endémica de las economías neoliberales de primer y tercer mundo le han proporcionado un telón de fondo que oculta la impericia política y socioeconómica para crear empleos e impulsar un clima de estabilidad, entre otras muchas cosas.

Es así que lo que no está con él y sus planes en el error. La crítica, pero sobre todo la realidad misma no importan, porque el país debe surcar los caminos de lucha contra el narcotráfico, acomodos hacendarios, concertacesión camaral, apoyos a la clase empresarial y sometimiento a los cánones económicos del G-7 y organismos financieros internacionales. La miseria, desempleo, antidemocracia y baja en la calidad de vida integral de los mexicanos no interesa para nada. El presidente y su círculo político-económico es lo que vale: lo demás es lo de menos.

La carestía, la cada vez mayor ilegitimidad de los “representantes populares”, el secuestro de la política por los partidos, las cargas impositivas a contribuyentes menores y medianos, la inseguridad, los problemas de salud pública, la pobreza e incultura y la falta de satisfactores como educación, vivienda, salud, servicios públicos y empleos de los ciudadanos no son dignos de ser tomados en cuenta, más que como programas paliativos en alguna dependencia federal. Yo soy yo, Yo soy el poder y el Estado soy yo parecen ser las premisas únicas del Ejecutivo y su gabinete, así como de los gobiernos de los estados y municipios.

Vivimos en una permanente cruzada nacional donde los “templarios” son Calderón Hinojosa y los secretarios de Estado. Lo primero es la guerra anti-narco, los programas hacendarios, la supuesta reforma de Estado, la organización ad hoc de los procesos electorales, las partidas presupuestales a partidos políticos, la influenza, las calamidades naturales, los conflictos que generan los medios de comunicación, las policías y el ejército en las calles y la detención -a diestra y siniestra- para justificar el enorme gasto de recursos para apuntalar las políticas gubernamentales que no han traído frutos positivos para la mexicaneidad.

Los mensajes en cadena nacional del presidente de la República, de los secretarios de Gobernación, Salud, del titular de la PGR y sus voceros del PAN son similares a los de cualquier fundamentalista de Asia, Centro y Sur América, presentador televisivo o mesías de causas imposibles. El gobierno federal es el y afuera de él no existe nada. Si hay civiles muertos……ni modo……………es el “costo de la guerra santa contra los impuros”. Si hay enfermos y muertos por pandemias…………ni modo…………….es el precio “de vivir en la posmodernidad”. Si hay pobreza…………ni modo……………..es culpa “del capitalismo feroz de los países altamente desarrollados”. Si hay desempleo……………ni modo……………es por “falta de apoyo al sector empresarial y a la falta de capacitación y actualización de los trabajadores”. Si hay encarcelamientos injustos……….ni modo………….es el resultado de malas averiguaciones”.

Hay que recordar las caras fustigadoras del presidente, de Gómez Mont, de los secretarios de Seguridad, PGR y fuerzas armadas, para comprobar que los buenos -con expresiones serias y de alta preocupación nos dicen cómo pensar y actuar. El colmo de las cosas radica en “tragarnos la píldora” cuando insisten en que las mujeres no deben usar minifaldas para que no sean violadas; que los jóvenes no deben salir p0or la noche para que no sean asesinados; que los críticos no deben decir nada porque si no el país se va al precipicio; que no nos quejemos por el escasísimo trabajo, sino que debemos dar gracias a Dios por el poco que existe; que no digamos nada sobre las estratosféricas sumas de dinero para partidos, candidatos y gastos discrecionales de los gobiernos, porque son indispensables para no pasar a algo peor.

El Poder Legislativo.-

La democracia en México, traducida en contrato social, se ha metamorfoseado en una estructura partidista: los partidos grandes ganan elecciones y por ende, curules y asientos en San Lázaro y Xicoténcatl por medio de la maquinaria ideada por el Estado para elevar los intereses de grupos políticos del centro y las entidades federativas. Presupuestos exorbitantes, elecciones pactadas y organizadas para que prepondere el uso del videns, las consignas teledirigidas de los medios de comunicación, los contubernios en las cámaras, los arreglos entre poderes y la incultura general han hecho que la vida política nacional sea una fiesta de carnaval donde los invitados V.I.P. son menos del 0.1% de la población.

El fundamentalismo legislativo no voltea a ver a los ciudadanos que pusieron su sufragio en las urnas. Lo verdaderamente importante es asegurar las curules del momento y preparar el terreno para ganar mayores porciones de la geografía nacional en el corto y mediano plazo. Los requerimientos sociales pasan al baúl del olvido, pues las gubernaturas, presidencias municipales, diputaciones senadurías y plazas en la administración pública son el nuevo “tesoro de Moctezuma”. El voto funciona para “legalizar” la democracia formal, pero no como mandato para resolver los problemas de fondo del país.

Lo que está en contra de los coordinadores de las bancadas, de las iniciativas partidistas, de los intereses de consorcios y del establishment gubernamental es antinatura, una especie de enfermedad que ensucia la impoluta Constitución y el escudo nacional. Quienes ir contra las voluntades legislativas que luchan por “producir y hacer valer” normatividades reformistas son inmediatamente puestos en la “guillotina” de los medios de comunicación como malhechores y traidores a la patria. Nada más hay que recordar los rostros furibundos de priistas, panistas y perredistas que atacan lo que vaya en contra de su “legitimidad” e intereses y aplaudir como focas amaestradas las nefastas alianzas entre supuestos izquierdistas con conservadores; de socialdemócratas con socialistas, y de oficialistas con sindicalistas.

Luego entonces si hay aumentos en los impuestos………..ni modo…………….es para dar más recursos a los programas de los gobiernos y hacer que la democracia y la bonanza económica sean una utopía inalcanzables. Si las elecciones son ineficientes………..ni modo………el pueblo todavía no está preparado para una democracia directa. Si hay que aprobar una reforma de Estado incompleta y cortoplacista……..ni modo……………los puestos de elección son primero.

A pesar de que a muchas personas nos hagan sentir como peligrosos “fundamentalistas”, lobos esteparios, críticos sistémicos de las bondades de la Nación, estoy convencido que sólo el análisis, la crítica, el debate y la movilización organizada de los actores sociales van a traer -más temprano que tarde- un México más digno. Mientras tanto observemos atentamente, discutamos, eduquémonos y actuemos con congruencia, para crear mejores sitios de vida social…………….en la casa, en la calle, en la colonia, en la escuela y en el trabajo. B.H.G.

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