ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

lunes, 9 de noviembre de 2009

RECLUTAMIENTO DE LAS MAFIAS MEXICANAS


EL RECLUTAMIENTO DE LAS MAFIAS MEXICANAS
Por Baltasar Hernández Gómez

Mafia y Estado.

El dato en sí mismo es espeluznante: más de 573 servidores públicos de los tres niveles de gobierno han sido detenidos durante la primera mitad del actual sexenio. Dicha cifra es subproducto de la denominada guerra contra el crimen organizado, que ha puesto de cabeza al establishment mexicano, en virtud de la colaboración directa de mujeres y hombres que ocupan cargos con las mafias del país. Los cárteles de Tijuana, Juárez, Michoacán, Sinaloa y Golfo son los que han cooptado al mayor número de mandos medios y ejecutivos del gobierno para llevar a cabo estrategias de consolidación y ampliación territorial. La cantidad de adherentes descubiertos no es invento de analistas o comunicadores, sino una información proporcionada por la PGR, lo cual es punta del iceberg de la intrincada red de contubernios para la protección de actividades ilícitas, a lo largo y ancho de la geografía nacional.

La mayoría de los casos presentados tienen vinculación con dependencias de seguridad e inteligencia, pero esto no obsta para que existan muchísimos más en ámbitos sociales y políticos. Nadie tiene plena seguridad para afirmar que las mafias penetraron solamente en los círculos de las fuerzas armadas, SSPF, PGR, Interpol, Gobernación, Cisen, policías estatales o municipales, pues sus largos tentáculos dominan un espectro multifórmico, que lo mismo pueden captar intelectuales, empresarios, periodistas, artistas, que políticos, legisladores o empleados adscritos a desarrollo urbano, social, obras públicas, contraloría, ministerios públicos, entre otras dependencias.

En su más reciente entrega discográfica el grupo “Los Tigres del Norte” hace una parodia sobre la situación prevaleciente en el país, a través de la producción audio-musical titulada “La Granja”, mediante la cual exhiben componendas entre autoridades y miembros de los cárteles, teniendo en medio a la sociedad. El terror a que las masas tengan una referencia directa a estas tramas de complicidad ha hecho que el aparato burocrático del Estado aplique censura, tomando prestada la voz de inversionistas del mundo del espectáculo, que contrataron al grupo y que no están permitiendo la presentación de dicha trova norteña. No es lo mismo hablar en corto a que la vox populi entone una canción a los cuatro vientos, poniendo en la cima de la corrupción y el descaro la labor de los gobiernos que soltaron a “la perra”, para que cometa -a diestra y siniestra-las peores transgresiones a la paz de México. Lo único verídico es que el grupo va a vender más boletos y discos compactos y la gente tarareará esta canción.

La guerra fallida.
Para muchos especialistas en narcotráfico el tamaño y frecuencia de las detenciones, redadas, decomisos y enfrentamientos no son iguales para las distintas mafias, por lo que hay sospechas de que en distintos estratos gubernamentales existe asistencia franca al cártel de Sinaloa, situación que es exteriorizada por los clanes rivales, a través de anuncios en carreteras, puentes peatonales, bardas y ejecutados. Los mensajes denuncian el favoritismo gubernamental que brinda protección al cártel de Joaquín Guzmán Loera y aliados. Sólo basta asomarse a las estadísticas anti-narco: los operativos contra los cárteles de Tijuana, el Golfo y “la familia michoacana” causan muchos arrestos y decomisos (oficialmente ha habido 50 mil detenciones de personas relacionadas con el “Narco”), mientras que las acciones emprendidas contra el de Sinaloa rara vez son exitosas, de acuerdo a información proporcionada por el agente especial de la AFI, Oscar Granados.

En este aquelarre colaboracionista la figura del titular de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, emerge como presumible hacedor de confabulaciones y proteccionismo, ya sea por aceptación-negociación, presión u omisión, lo que hace suponer infiltraciones en todas las esferas del quehacer público, donde lo mismo puede intervenir un secretario, director de área, presidente municipal o legislador, que un agente policiaco de crucero.

A pesar de la enorme lista de imputaciones, el presidente Felipe Calderón ha defendido a capa y espada a esta pieza clave del gabinete de seguridad y la guerra continua sin saldos positivos para su gobierno y mucho menos para el país, pues los gastos en equipo, armas, municiones, aparatos de comunicación, vehículos, informantes, etc. son más grandes que lo obtenido en el aseguramiento de propiedades, vehículos, drogas, dinero y mercancía ilegal. Con base al estudio realizado a policías estatales y municipales, más de la mitad (28 mil elementos) no son aptos para desempeñar sus funciones, sin embargo, este análisis no ha sido aplicado para agentes federales o miembros del Ejército y la Marina, dejando en el imaginario colectivo una serie de suspicacias difíciles de explicar.

Tan grande es el terror societal predominante que los ciudadanos ya no saben si recurrir a la policía, hacerse de la vista gorda o tomar un papel más activo para no verse involucrados en escenarios donde esté en peligro su integridad física y/o patrimonial. Por más operativos transmitidos por los medios de comunicación, los mexicanos desconfían de sus autoridades, que están absortas en propagar la detención diaria de capos de todos los calibres, pero que en nada redunda en su bienestar y tranquilidad inmediata.

La guerra parece estar perdida para el presidente Calderón Hinojosa, pues en lugar de tener la certeza de ir por la senda del crecimiento y la estabilidad sólo se perciben efectos funestos: intranquilidad extrema, asesinatos cada vez más infrahumanos, gasto oneroso en la táctica anti-narco y la tangibilidad de no sentir a México como nuestro. Se aprecia un maremágnum de recursos materiales, humanos, financieros y técnicos destinados a las tareas de la seguridad pública, mientras que en educación, salud, vivienda y programas productivos sólo hay presupuestos reducidos y cada vez más a la baja.

La crisis económica se convierte también en moral, aumentando la desazón y poniendo en estado alterado a millones de mexicanos que todavía no deciden si es mejor continuar apoyando la guerra calderonista o de plano dejar a “las leyes del mercado” las actividades que controla el crimen organizado. El recuento de los daños es nocivo para todos, quedando la sensación de que habrá un recrudecimiento de la inseguridad.

El despliegue de personal gubernamental es enorme, toda vez que se destinan, de manera permanente a más de 60 mil efectivos para las tareas de combate al narcotráfico, situación que distrae capacidad de maniobra para otros menesteres, así como un cúmulo de dinero y esfuerzos. Si tal condición se incluyera en una matriz costo/beneficio esta labor sería catalogada como no sustentable y, por tanto, inviable. Del otro lado, las mafias cuentan con una amplia y muy variada capacidad de reclutamiento, ya sea por transacción económica, poder y prestigio, o bien, presión e intimidación.

Desde el año 2000 el crimen organizado ha perfeccionado sus estructuras organizacionales y productivas, tácticas logísticas y manejo financiero por lo que se dieron a la tarea de incrementar el número de contactos y colaboradores, para facilitar la eficacia de sus operaciones. Los sueldos y canonjías que otorga el “narco” a su personal es un atractivo irresistible para militares de tropa, oficiales, policías, burócratas, políticos, diputados, senadores, jueces, diplomáticos y miembros del gabinete, que piensan que la transmisión de información, facilitamiento de rutas, agilización de procedimientos, permisos, tráfico de influencias, desvío de operativos es un trabajo complementario que les reditúa dividendos extras.

El reclutamiento de las mafias.
Desde generales de división, oficiales y jefes militares o policiacos hasta agentes del orden municipal, estudiantes, empleados, civiles (niños, jóvenes, mujeres, indígenas) etc. quedan atrapados en la telaraña de las mafias y son piezas que –entretejidas- acrecientan su penetración en la vida económica, social y política. El crimen organizado no es una reunión improvisada de familias o bandas, sino empresas perfectamente constituidas, que tienen como misión la ganancia en todos los movimientos lícitos e ilícitos donde haya oportunidades de enriquecimiento. Así pues las ejecuciones, venta de estupefacientes y mercancía pirata es la punta de una madeja tan abultada que toca asignaturas bursátiles-bancarias, comerciales, de inteligencia o seguridad nacional. Los asesinatos no son cuestiones personales, sino una demostración de fuerza, que avisa a los enemigos que no se deben introducir a territorios ocupados.

La advertencia del asesor de la ONU, Edgardo Buscaglia, es clara: “el poderío de las mafias en México puede hacer que el control social del Estado se pierda en el corto plazo corto”, ya que se está enfrentando a grupos bien organizados que se atrincheran bajo plataformas empresariales, políticas, administrativas y de beneficencia pública, las cuales no son auditadas o intervenidas. Los disfraces del “Narco” son empresas, instituciones públicas y privadas, así como mujeres y hombres que aparecen no sólo en las páginas policiacas o de la revista Alarma, sino en publicaciones del jet set y gente famosa. Los actuales capos y personal intermedio no son los mismos que quedaron retratados en los relatos de Al Capone, Salvador “Lucky” Luciano, Joseph Bonano o Vito Corleone en la obra El Padrino de Mario Puzo, pues su fisonomía, filosofía y técnicas han cambiado 180 grados: muchos son egresados de universidades famosas en EUA y Europa, visten elegantemente, socializan con la “high society” y ven a la mafia como un corporativo al que hay que hacerlo crecer.

Atrás de muchos negocios mercantiles, bursátiles, industriales y de servicios están empresarios, funcionarios, presidentes municipales, gobernadores y policías que colaboran con las mafias. Es fácil pensar u oír “ése es narco, capo o jefe de jefes” porque el inventario oficial visible de cabecillas es una pantalla distractora que esconde a los verdaderos consejos directivos de las mafias. La verdad es que las organizaciones delictuosas están apostándole a la desintegración política, pues mientras más dividido y debilitado esté el Estado mexicano, a través de la captura de unidades de poderes municipales, estatales y federales, mayor será su capacidad financiera, política y de contacto social. Si esto sucediera estaríamos hablando de un Estado fallido, lo que provocaría el colapso de la gobernabilidad.

El canto de las sirenas es sumamente atractivo para cualquier miembro de la sociedad civil o política, porque el dinero, prestigio y poder de intimidación representan los códigos de acceso para el disfrute de una vida cómoda que, de otro modo, sería imposible tener. Las deserciones y contubernios en las fuerzas armadas, policías ministeriales, agentes de la PGR, burócratas y funcionarios son pruebas fehacientes de que el “Narco” funciona y funciona bien, sobre todo en tiempos de cólera y crisis. Si por una prenda de ropa o comida los pederastas atrapan en sus garras a cientos de niños y jóvenes, por un fajo de dinero los narcos hacen lo mismo con cualquier persona que tenga necesidad de sobrevivir o vivir mejor. Así de cruda esta la realidad.

La otra mafia: los aparatos político-administrativos del Estado.
Oímos hablar de las mafias del narcotráfico, tirando al olvido que las formas organizacionales de estas corporaciones delictivas funcionan también en los tres poderes de la Unión. La selección y reclutamiento de los cuadros directivos, administrativos y operativos se lleva a cabo por cercanía familiar, amistad, intermediación-recomendación, comunión de intereses, arreglos económicos, pertenencia a partidos u organizaciones políticas, complicidades, entre otras variables; lo cual hace que predomine la discrecionalidad y el silencio.

Las vísceras del Estado mexicano están compuestas por órganos cuasi herméticos que subsisten gracias a las componendas y concertacesiones de jefes y subalternos.
Las mafias concentradas en la partidocracia, organigramas gubernamentales, poderes Legislativo y Judicial y cofradías institucionales como son las fuerzas del orden público y militares esconden un tejido de confabulaciones donde el objetivo es acumular controles políticos, recursos financieros y manejo social. El motor que sostiene su funcionamiento es la aplicación de procedimientos turbios para aprobar créditos, trámites administrativos, repartición de plazas, selección de candidatos a cargos de elección popular, permisos para enriquecimientos inexplicables y concesiones, es decir, toma cuerpo la máxima liberal “dejar hacer, dejar pasar”.

Que los aparatos del Estado se sitúen fuera de la ley les confiere similitud con la mafia organizada, pues ambas trabajan metaconstitucionalmente, sin embargo, la cosa nostra perteneciente al Estado aparece hipócritamente con la botarga del nacionalismo, la democracia y el bienestar general, y la otra mafia se deja ver y sentir abiertamente con la ambición de enriquecimiento y afianzamiento.

En la conformación piramidal de la administración y la política, los cargos son rangos: el presidente, senadores, diputados, magistrados y jueces…..los dones, capos o padrinos; secretarios y subsecretarios….los sottocapos o consiglieres; los directores y subdirectores…………..los caporegime; mandos medios……. los capodecime; administrativos y operativos………….los soldados y asociados. Mientras que las mafias realizan actividades que van contra la salud pública por la venta y consumo de drogas y generan muertes violentas, la otra mafia oficial mata lentamente a miles de pobres, extremos pobres, campesinos, indígenas, desempleados y subempleados con las políticas y leyes que aprueba, con el fin de preservar la legalidad del poder y los intereses de la clase dominante. Ambas tienen coincidencias, pero una, la más estigmatizada, no esconde sus pretensiones y la otra sí con la careta falsa de trabajar por todos y para todos.

A manera de conclusión.
Las perspectivas sobre este fenómeno son muchas, pero intentaré sintetizar las más recurrentes:

1.- Visión Catastrófica: nada se puede hacer para solucionar el poder de las mafias y su alianza con el Estado, por lo que es mejor resguardarse en los hogares y elevar plegarias a alguna divinidad, para no ser tocados por los rayos y centellas que se deprenden de la guerra inocua contra el “Narco”.

2.- Visión Apocalíptica: terminar aceptando la predominancia de las mafias, tratando que los familiares y amistades sean lo menos penetrados posible por las drogas, venganzas y balas.

3.- Visión Ladina: colaborar a discreción para allegarse de recursos y protecciones que desvíen el peligro que implica no tener pertenencia a clanes.

4.- Visión Política: construir pactos políticos entre partidos, legisladores, presidentes municipales, gobernadores y Ejecutivo federal, con el propósito de que se generen legislaciones y programas que auspicien investigaciones patrimoniales que descubran las redes de complicidad entre empresarios, políticos y narcotraficantes, a efecto de castigar ejemplarmente a todos los transgresores, porque sólo así se destruirá el lado oscuro y se develarán más conspiraciones que escapan al imaginario promedio, si es que el Estado y sus integrantes lo quieren.

Sea como fuere……………..Aspirar a utopías es el primer paso. B.H.G.

Etiquetas: , ,

1 comentarios:

A las 10 de noviembre de 2009, 5:53 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Un trabajo verdaderamente muy bueno. Espero enlazarte con otros sitios de calidad para que sea más conocido a nivel mundial. Siga así. Felicidades.

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio