ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 21 de septiembre de 2009

OJOS QUE PERCIBEN REALIDADES OCULTAS


OJOS QUE PERCIBEN REALIDADES OCULTAS
Por Baltasar Hernández Gómez


A simple vista los 5 sentidos del Hombre permiten tener una percepción integral sobre la realidad de las cosas, sin embargo, este principio físico-químico-electromagnético en el que está fundada la forma en que los humanos reconocen al universo sólo se queda en la periferia, pues ha habido la imposición de un modelo para concebir el cosmos desde una posición de sometimiento a intereses dominantes. Esta forma de sentir el mundo fue determinada por los detentadores del Poder (políticos, gobernantes, instituciones de autoridad, publicistas, mercadólogos, etc.), para envolver a los individuos en un espacio de cosificación , a efecto de instaurar un aletargamiento perpetuo, tratando de disminuir movimientos bruscos que pueden -en determinado momento- fracturar la estabilidad de producción y reproducción del modo de vida capitalista.

Por azares de la existencia mundana, trayectoria académica, contacto con cofradías o por la enorme voluntad de despertar un estado alterado, algunas personas adquieren “sentidos perceptivos distintos” para apreciar los fenómenos naturales y sociales. En este sentido, el cerebro empieza a escudriñar al mundo con un rasero diferente y esto abre nuevas posibilidades de entendimiento, análisis y transformación. La gente que percibe realidades ocultas vive un despertar de conceptos, sentimientos y vivencias, los cuales se asumen como un cúmulo de perspicacias que no están sometidas a las estructuras pre-fabricadas por el status quo.

Para quienes tienen la fortuna, voluntad y/o disciplina de poseer/entrenar sus percepciones, sobrepasando el perfil “de lo ya dado”, las imágenes no son más en blanco y negro; las palabras contienen significados más profundos; los textos se presentan permeados de entrelíneas; la conducta no es un simple ir y venir de pláticas inconclusas o intrascendentes, sino un compromiso con uno mismo y los demás. No obstante de los beneficios que puede traer esta capacidad, muchas veces se convierte en una especie de maldición, porque sólo ellos y algunos otros pueden visualizar más allá de lo que presumiblemente se admite como válido.

Estos ojos que perciben realidades ocultas pasan a un confinamiento, a ser catalogados como ácidos, antisociales, críticos sistémicos, o bien, petulantes engreídos. Para muchos esta cualidad es lo mismo a tener habilidades iniciáticas y son motivo de separatismo y es por ello que permanecen en el análisis soterrado como medida precautoria para no causar escozor entre sus allegados y resquemor o fobia en los otros no tan cercanos a su círculo de relaciones. Y es que tener los 5 sentidos agudizados, que captan lo que la mayoría no puede ver ni sentir, produce una sinapsis neuronal distinta que avizora realidades que van más allá del común denominador. Mientras tanto los “otros” que no están acostumbrados a dichas visiones se llenan de soberbia, lanzando epítetos subjetivos para desprestigiar a quienes osan ver distinto, pensar más allá o levantar la voz en contra.

Lo que debiera pasar como virtud parece convertirse en un estigma porque los muchos no entienden las posturas de los pocos en el procesamiento de la realidad. La frase “la verdad os hará libres” parece desteñirse por el videns que es impuesto para percibir solamente contornos. Quienes cuentan con la capacidad de trascender los límites periféricos y diseccionar al cosmos están enfrentados con la idea de seguridad de todos, que cree entender su contexto por medio de lo establecido (lo que se transmite por parte de autoridades, familiares, escuelas mass media, iglesias, gobierno, etc.).

Si admitimos que la cosmovisión del género humano es simbólica, luego entonces los códigos inmersos en las relaciones sociales se ven reducidos a paradigmas de pensamiento y acción que han sido implantados para imponer pautas conductuales frente a “superiores, iguales e inferiores”. Así pues estamos tan acostumbrados a que si algo afirma un político, gobernante, sacerdote, comunicador, intelectual o cualquier figura de autoridad es porque tiene la razón y así se suspende cualquier tipo de ejercicio dialéctico. La gran mayoría es llevada por el túnel de la inducción, a pensar como “el todo”: hay un grado mayúsculo de entrenamiento a sentir, creer y actuar en una dirección, lo cual impide percatarse que la verdad rebasa -por mucho- las fronteras de lo señalado como auténtico en todo espacio y tiempo terrenal.

Desde infantes somos sometidos a una educación formal e informal para dar como hecho irrefutable la opinión de cualquier sujeto u organización con Poder, y es a partir de esto, que el género humano desarrolla un bagaje cognitivo reducido para enjuiciar el ambiente natural y social solamente con las herramientas valorativas de las élites. Por ejemplo, cuando el jefe de familia afirma una cosa ésta se vuelve una sentencia que tiene que acatarse por la esposa e hijos. Cuando un gobernante asegura que su gestión político-administrativa va en función del bien común esta aseveración debe ser tomada como cierta. Cuando se dice que la realidad es únicamente una derivación divina, de mala o buena fortuna, ninguna realización pertenece ya al mundo material, sino a otro al que se debe sujetar sin protestar. Nada más erróneo, pues la existencia del Hombre en sociedad no es sólo porque Magister dixit.

Actualmente la internet está ocupando un lugar privilegiado en el modo de ser y estar de millones de personas: si hay imagen, texto y una fuente (en muchas ocasiones de dudosa confiabilidad) es porque debe ser verdadero aquí y en China continental. En contrasentido, las personas que renuncian a la superficialidad y entran en un terreno más profundo no deben erigirse como entes non gratos, sino por el contrario, integrarse como sujetos sociales provocadores de pensamientos que, en el último de los casos, pueden originar posicionamientos más comprometidos con la colectividad. Quienes son analíticos, críticos, propositivos y transformadores, o sea, que perciben más allá de lo establecido, no deben ceder a la pretensión de ajustarse a los demás, pero tampoco creer que son “iniciados, cultos fuera de serie o plus ultra”.

Deben sentirse y asumirse como elementos que tienen la oportunidad de construir un mundo nuevo y no caer en la vorágine de la dominación del Estado y sus instituciones. Por tanto, desbarrancarse en el común denominador sin dar batalla es bloquear la posibilidad de descubrir que detrás del verbo, imagen, sonido y letra, que se supone incuestionable, hay un caudal de estrategias que persiguen intereses materiales de toda índole, pero que están encriptados para no ser develados, porque así se confesarían las falacias del “mundo feliz indestructible”. Hay que pretender la liberación interna y externa en todas y cada una de las realizaciones (en el trabajo, en la casa, en la escuela, en las reuniones sociales y en los hechos que se realizan en la cotidianeidad) .

Desde el profesor que se sujeta al libro de texto y no va más allá; el comunicador que dice o escribe menos de lo que ocurre; el padre que engaña a su prole teniendo doble o triple vida; el político que esconde con discursos sus verdaderas pretensiones de enriquecimiento y las miles de imágenes y palabras que se conforman para ser digeridas, pero no cuestionadas; el mundo está lleno de barbaridades que tratan de negar que el fin último de la existencia humana es la felicidad. Hay que descodificar la realidad, para abrir los ojos a una existencia superior, o sea, llenarnos de ideas, decisiones y actos, que ayuden a construir una sociedad más sensible sin explotación, injusticia ni dolor.

Es tiempo de romper con los moldes que fuerzan a pensar en el color, trazo, sonido, textura y direccionalidad de los mensajes, bajo formatos que dan como cierto el estereotipo de que la vida debe asumirse rápida y fácilmente. Aunque sea difícil admitir, los sujetos que se desarrollan en el capitalismo son instruidos para procesar información, recrear lo establecido y reproducir conocimientos y vivencias conjuntadas en ideales prefabricados. Mientras los avances en biotecnología no demuestren que con un chip insertado en el cerebro puede cambiarse la forma de pensar individual y colectiva, tenemos que incentivar un modo distinto para observar, razonar, debatir y revolucionar la realidad, a fin de evitar que prevalezca el autoritarismo, esa corriente ideológica, material y represiva que no ceja en su intención de uniformar criterios y maneras de ser y estar con uno mismo y con los demás. B.H.G.

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