ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 17 de agosto de 2009

CREAR Y RECREAR CONSPIRACIONES: MÉXICO 2009.


CREAR Y RECREAR CONSPIRACIONES
La amenaza de atentado contra el presidente Felipe Calderón Hinojosa
Por Baltasar Hernández Gómez


Cuando se piensa en Poder político hay una implicación directa con el concepto de superioridad y al mismo tiempo de peligrosidad para quien lo detenta. La idea del complot contra monarcas, gobernantes e individuos con cargos de influencia ha sido inculcada en la psique de las clases sociales, moldeando la urgencia para actuar en defensa de la paz y estabilidad representada en la figura legalizada del Poder. Muchas personas se aproximan a los libros de Historia a través del interés o morbo por conocer los atentados perpetrados contra reyes, emperadores, presidentes, ministros y pléyades. Muchas imágenes del pasado llegan como recreaciones de asesinatos: el emperador Julio César desangrándose por las puñaladas de senadores romanos; Cleopatra yaciendo moribunda por la mordida de cobras al suponer que su amado Marco Antonio había muerto; John F. Kennedy desangrándose por el impacto de una o varias balas en el centro de Dallas, Texas. En el caso de México, los crímenes de Álvaro Obregón y Venustiano Carranza han quedado como iconos de barbarie.

La conspiración sigue siendo un instrumento de dominación en sí misma, pues es un recordatorio que la política debe ser vista como producto de la voluntad o desvarío de los hombres que pertenecen a la “esfera del Poder” y que si les va bien o mal es sinónimo de bonanza o desventura para todos. Es por esto que al imprimir como consigna soberana la preservación de la vida de los detentadores del Poder, los sujetos sociales subordinados coexistirán a expensas de los liderazgos impuestos y no de sus realizaciones o capacidades para obtener estadios de bienestar. Después de sortear el año de 1994 donde se suscitaron hechos violentos en México (el ejército enfrentándose con el EZLN en Chiapas y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu), la sociedad ha permanecido con el pensamiento de que México es el sitio perfecto para que se desarrollen complots.

En el imaginario social persisten las dudas sobre los grandes rubros nacionales como: sucesión presidencial, transición democrática, elecciones y economía. La fijación de conspiraciones no se queda en la generalidad, sino que llega al perímetro íntimo y cotidiano de la población, que se visualiza en cataclismos, debacle del medio ambiente, así como la idea de que siempre hay algo oculto en el terreno comunicativo de masas, pandemias, etc.

En la actualidad una de las notas más llamativas que recorre el territorio nacional es la amenaza contra la integridad física del presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, que investido en el halo de “Ejecutivo anti-narco” está siendo blanco prioritario del crimen organizado. En ésta va explícita la pretensión de informar sobre la conspiración descubierta por los organismos de inteligencia y seguridad nacional, pero también el reforzamiento del significado simbólico de la banda presidencial: la finalidad es convertir en héroe al actual mandatario federal que quiere pasar a la Historia como guerrero anti-mafia, aunque los demás temas de trascendencia parezcan ser inexistentes o no perjudicar a millones y millones de mexicanos. La meta de la clase política, que actúa en función de las necesidades e intereses del Estado, es que se eleve el culto a la figura presidencial y la ansiedad ciudadana para cuidarla a como dé lugar.

Es así que la inquietud por salvaguardar la integridad del presidente de la República es convertida en un asunto de alerta máxima, lo cual tiene como objetivo hacer que se olviden los estragos de la crisis económica globalizada, el fracaso del sistema político, la desconfianza e incertidumbre de la mayoría de las clases sociales (incluyendo a empresarios pequeños, medianos y grandes). Cuando se ventiló el complot contra Calderón Hinojosa, planificado por Dimas Díaz Ramos, presunto operador del cártel del Pacífico, flotó la percepción de que si esto le puede pasar al presidente, qué nos puede pasar a los ciudadanos de a pie que no tienen seguridad del Estado Mayor. La reacción no se quedó en el ámbito del terror, sino que se convirtió en detonante para salir en defensa de la Patria, la tranquilidad y protección del presidente, es decir, del tlatoani remasterizado por los neo-aztecas.

Tal situación intenta producir un efecto de apoyo irrestricto a la estrategia del mandatario federal de introducir al país en una imparable lucha contra las mafias regionales, olvidándose de la pobreza extrema, abandono de programas sociales (salud, vivienda, educación, etc.) y culturales. El aparato gubernamental nos está remarcando “entrelíneas” que se cuenta con un equipo sofisticado y eficiente de inteligencia y seguridad nacional que desactivó la conspiración; que el presidente está dañando al narcotráfico y por eso éste responderá con mayor violencia y, por ende, debemos estar preparados a enfrentar de todo, y que vivamos sólo de las expectativas generadas por la administración central y que lo demás ruede.

Si es cierto o mentira el dato que pone al presidente Calderón Hinojosa en la mira telescópica de la mafia, la verdad es que la noticia contiene la dubitación de que es posible impactar de lleno al Poder Ejecutivo, pues las instituciones del Estado están penetradas por los zares del crimen organizado (tanto nacionales como mundiales), ya que México no es puente o traspatio, sino cuartel general de producción, distribución y manejo financiero de todo tipo de actividades ilícitas. El problema no radica en que el mandatario federal sea invalidado o muerto, sino en las consecuencias que esto acarreará:

1.- Si hay amenaza o estado de emergencia en el Ejecutivo los organismos militares y policiacos tendrán niveles de control inimaginables en el rubro social (véase el incremento de retenes, detenciones, cateos, toma de reclusorios y aduanas, entre otros rubros).

2.- Las libertades individuales y de expresión estarán sujetas a restricciones nunca antes vistas por la población.

3.- La incredulidad y desazón se apoderarán del imaginario tangible e intangible de todos los sectores sociales, es decir, caer en la colombianización vista en las décadas de los años ochenta y noventa.

4.- Habrá fuga de capitales y disminución drástica de inversiones directas en las áreas productivas, turismo y servicios terciarios.

5.- La comprobación de que la mafia está verdaderamente apoderada del país, encubierta por hologramas de legalidad o con el contubernio directo (sin recato alguno) de autoridades administrativas, judiciales, operativas y legislativas. Esto afecta la cultura del trabajo, la educación de niños y jóvenes, así como el devenir económico, político y social de México.

Como quiera que sea no debemos fomentar la idea de ponernos como escudos humanos para resguardar al presidente de la República, su familia y de paso al PAN, pero tampoco olvidar que cualquier amenaza debe tomarse en consideración y no botarse en el baúl de las anécdotas. Tenemos que estar atentos de lo que sucede a nuestro alrededor y estar preparados para surgir como una sociedad civil consciente, responsable, que dé pelea a las perversiones de las instituciones (constitucionales y metaconstitucionales) y los hombres detrás de ellas, que defienden a toda costa el status quo de dominación y explotación con base en la hegemonía del miedo, inactividad y la zozobra. B.H.G.

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