ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 5 de octubre de 2009

LA DEMOCRACIA EN MÉXICO: UNA PERVERSIÓN DE INTERESES


EL MENTIROSO JUEGO DEMOCRÁTICO EN MÉXICO
Por Baltasar Hernández Gómez


La conquista del Poder político.

La cultura democrática existente está enfundada en la obtención de legalidad por medio del voto ciudadano y no en la legitimación de proyectos políticos que resuelvan, con la participación societal, los conflictos y necesidades que persisten en la realidad. En México la democracia no es una forma de vida para desarrollar todas las potencialidades humanas, sino una red de procesos verticales que impone una visión de sometimiento a ideales reconvenidos por el sistema partidocrático que acapara para sí las vías de acceso a la política. Las elecciones se vuelven el pináculo de la dinámica a la que deben someterse las mujeres y hombres mayores de edad, para supuestamente diseñar un mejor país. La democracia mexicana es entonces un simple y llano proceso de democratización, es decir, concesiones y prerrogativas que van abriendo los organismos de la sociedad política, verbigracia Estado, apretando aquí, ajustando allá, con el objetivo de conservar la hegemonía de la élite gobernante.

En el juego de hacer creer que la democracia mexicana es perfectible y que es el modo de vida más idóneo para convivir doméstica y globalmente sin injusticias, la sociedad civil es presionada a interiorizar que si se suma al proselitismo electoral, razonamientos de partidos, candidatos, medios de comunicación y a la idea acomodaticia de que es mejor tener amigos o aliados para conseguir puestos o favores, y con ello se cree estar construyendo una Nación más próspera. Nada más alejado de la verdad, porque este paradigma inmoviliza cualquier acción propositiva que incluya programas y acciones que intervengan positivamente en la calidad de vida ciudadana. Sólo queda acoplarse -lo mejor posible- a las instituciones Estatales encargadas de organizar, operar y sancionar las elecciones cada 3 ó 6 años, de acuerdo al calendario de renovación de los Poderes Legislativo y Ejecutivo.

Durante un periodo aproximado de 100 días, los partidos políticos, que son los propietarios de los canales de inserción y participación política, apoyados por los aparatos gubernamentales, buscan con desmesura el convencimiento de las masas votantes para que entreguen su sufragio a cualquier instituto que presenta un proyecto utópico de bienestar. El abanico de partidos es grande, pero más grande es el ansia de perpetuar los controles sociopolíticos, a través de una participación acotada de millones de mexicanos que sólo cumplen con la obligatoriedad de sentirse ciudadanos ejemplares, para luego ser empujados a refugiarse en la comodidad de sus hogares, trabajos y círculos sociales. Y no es que la sociedad sea la culpable de que todo siga igual, sino que así ha sido educada para adecuarse a los parámetros de aceptar la selección de candidatos y sentir que no hay más por hacer. Lo cierto es que hay un apoderamiento de la representación de que las urnas son el clímax, el máximo alcance que pueden lograr los mortales mediatizados, pero no más.

Aunque persiste el dogma de que no hay nada más allá de la democracia vertical, que está opuesta a la de democracia participativa en el nivel horizontal (la cual se debiera dar como natural y única en todas y cada una de las realizaciones que se realizan en el hogar, escuela, trabajo y relaciones interpersonales), las cifras electorales expresan que la sociedad cree cada vez menos en este modelo pasivo. Y cómo no: legisladores y gobernantes ineficaces y corruptos; partidos que negocian con los opositores para lograr prebendas, dinero y empleos para amigos, compadres y familiares; enriquecimientos ilícitos e inexplicables; olvido de promesas; menos servicios públicos con calidad y oportunidad; más cargas hacendarias; mayor violencia por omisión, contubernio y negligencia; creciente e imparable pobreza económica; son sólo algunos indicadores tangibles de que lo que se vive en el renglón de “lo político” es un engaño por los cuatro costados. La abstención es un fenómeno casi imparable, pero aún así el IFE, las dependencias federales, estatales y municipales, partidos políticos y la clase empresarial se desviven por seguir preservando al sistema que los ha favorecido con riquezas, prestigio, impunidad e impudicia.

No obstante las cantidades exorbitantes que se erogan en publicidad, gastos de campaña, presupuestos para la manutención de los partidos, funcionarios del IFE y Trife, Poder Legislativo y despachos gubernamentales, que representan una afrenta a la clase media y a los más de 57 millones de pobres y extremo pobres de México; los ciudadanos enajenados por la culturización política sólo reciben colores, contornos y patrañas de la farándula social, política, así como del mundo del espectáculo, optando por el camino más próximo: el enfado, abstencionismo, crítica y resignación.

El acomodo.

Ya apropiados de la curul u oficina de algún nivel de gobierno, los políticos y funcionarios padecen de amnesia, pues se olvidan de proyectos y promesas verbales, que muchas ocasiones son hasta firmadas ante fedatarios públicos, pero sobre todo del compromiso de construir honesta y decididamente un país de “todos” y para “todos”. Primero adoptan un mensaje de protección: hay que analizar las demandas hasta las profundidades más recónditas antes de actuar; hay que cuidar lo que se tiene y evitar movilizaciones de protestas; hay que admitir los ajustes de austeridad, la inflación, los despidos, el abandono de las causas más sentidas de la población, porque la Patria no está en condiciones de cumplir con sus hijas e hijos.

Posteriormente los investidos en ropajes republicanos, dignos émulos del Senado romano en tiempos imperiales, empiezan a presionar para que sus dietas, viáticos, pasajes, nómina personal y gastos diversos se incrementen, para asegurar en el tiempo de su mandato, un porvenir que les permita soportar las críticas, el ostracismo o hasta las acusaciones que pudieran haber en su contra posteriormente. Los votantes –de acuerdo a esta lógica de Poder- ya cumplieron con el cometido de ir a las urnas y ahora tendrán que soportar lo que venga, porque seguramente habrá otros atrás de ellos que renueven la quimera de “borrón y cuenta nueva”, para seguir aspirando a un México justo y rebosante de bonanza.

La indiferencia y el olvido dan cabida a uno de los pecados más perversos de los políticos, que es la desfachatez de “no ver, no oír y no hablar”, permitiendo que se repita la cruda realidad que subsume a las mayorías nacionales en la miseria social, económica, política y moral. Este comportamiento no es otra cosa más que cinismo superlativo que encrespa y llena de desventura a la sociedad, la cual impedida a revocar mandatos, se limita a criticar en corto. La desazón generalizada es el escudo protector de los desventurados que persiguen la consecución de sus intereses personales y grupales, pues hoy en día lo que no es masivo, llamativo y no aparece en los medios de comunicación sencillamente no existe. Nacidos, amamantados y preservados en un sistema autoritario, de partido único y hasta hace 9 años en un tripartidismo concertacesionador, los ciudadanos no alcanzan a visualizar que el Poder y la democracia real nunca están en juego, porque simplemente se trata de una recreación de estructuras simuladoras de lucha sociopolítica, enmarcada en los dimes y diretes que se difunden en la arena electoral con “gladiadores” ataviados con atuendos y máscaras multicolores.

Antes del acomodo, cuando los políticos sólo son aspirantes o precandidatos ofrecen su palabra de honor y se desgarran vestiduras ante la ciudadanía, pero cuando llegan a diputados, senadores, regidores, presidentes municipales, gobernadores, secretarios de Estado y presidentes de la República no miran y mucho menos sienten la realidad: la pobreza es un espejismo inducido por los enemigos políticos, el campo no enfrenta problemas y la inseguridad es una ilusión. México se convierte en su propio Alicia en el país de las maravillas, donde nada es para tanto. Los funcionarios y políticos que defienden su encargo lo hacen por ambición de Poder y para lograrlo están dispuestos a llevar al cabo cualquier cosa: engañar, reír, llorar, enaltecer acciones y proteger lo indefendible. Muchos políticos hacen proselitismo apropiándose de una imagen prefabricada, pero cuando llegan a la meta ya no actúan en función de la sociedad (que es el elemento trascendental para la democracia: demos=pueblo y chratos= autoridad), sino en relación a los intereses de su grupo propulsor, partido y los mass media.

La relación entre políticos, gobernantes, partidos, grupos de interés y medios de comunicación se traduce en transacción continua a costa de las mayorías. En esto ha caído el sistema democrático, que sólo busca convenir tratos favorables para los “elegidos”. Por esto es que los políticos ofrecen votantes como carne de cañón y un cúmulo de capitales financieros y de tráfico de influencias a los clanes que integran la “familia partidocrática”, aprobaciones al gobierno en turno, canonjías a los mecenas privados y a los medios de comunicación. Los que llegan a los puestos de Poder se acomodan repartiendo contrataciones de publicidad, dádivas y remesas a la industria comunicacional, reporteros, paliativos a comunidades muy pequeñas, privilegios legales y extralegales a empresarios, compañeros legisladores y funcionarios del Estado y de su partido.

La sátira mexicana.

La puesta en escena de la sátira política comenzó al finalizar la Revolución mexicana cuando la Constitución de 1917 estableció un régimen democrático y un sistema político con clara división de Poderes, sin embargo en la práctica el modelo estuvo siempre sujeto de los alfileres de la voluntad del presidente en turno. Esto trajo como derivación un Poder metaconstitucional del Ejecutivo, ya que por decenios no hubo un Legislativo independiente y el Judicial estuvo subordinado al portador de la banda tricolor.

El equilibrio político no dependió del respeto a la Leyes que caracterizan a una verdadera división de Poderes republicano, sino de aspectos políticos, sociales y culturales. El presidencialismo mexicano creó, reprodujo y vigiló un paradigma autoritario para que la sociedad entendiera y actuara en política. La cultura paternalista en donde el Presidente todo lo podía, todo sabía y todo imponía, fue por más de 71 años el elemento más destacado del sistema político mexicano. El “estilo personal de gobernar”, como lo acuñó Daniel Cosío Villegas, fue el factor decisivo para establecer las proporciones para hacer o dejar hacer en términos políticos y económicos. Independientemente de la eficacia de algunos actos, como por ejemplo: la expropiación petrolera en 1938 asumida en el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río; la nacionalización bancaria en 1982 bajo el edicto de Lópezportillo o la implantación del neoliberalismo por la administración de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) y culminada por Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), la figura de Tlatoani estuvo colocada por encima de las exigencias sociales o de todo lo que no proviniera del Ejecutivo en turno y su séquito de funcionarios, familiares, amistades e incondicionales del partido hegemónico. En el caso específico del aval legal: el voto (que es la razón más importante para la instauración y defensa del Poder político), la organización de las elecciones estuvo prácticamente controlaba por el presidente a través del secretario de Gobernación, quien presidía la Comisión Federal Electoral, creada en 1946, y posteriormente el Consejo General del Instituto Federal Electoral creado en 1990, hasta 1996, fecha de su completa “ciudadanización”.

A pesar de las incontables promesas de los gobiernos en turno, partidos políticos, candidatos institucionales u opositores y de organizaciones civiles que se conformaron al calor del denominado proceso de transición en el año 2000, lo cierto es que la alternancia, si bien desplazó al partido hegemónico, no transformó a la clase política ni rompió con el viejo régimen, tal y como lo señala el doctor Lorenzo Meyer. En este sentido, la victoria del PAN puede ser interpretada como el flash en que la sociedad mexicana del siglo XX, recreada por la vía de la verticalidad, maduró al punto de hacer innecesario y disfuncional el instrumento político inicial de Poder –el partido de Estado (PRI)- y demandó que el Poder empezara a ser acotado y controlado de manera más institucional. Pese a este avance, conforme se desarrollaron los acontecimientos del sexenio de Vicente Fox Quesada, quedó en claro que la alternancia, por sí misma, no resolvió el problema de la democracia, pues nunca estuvo sobre la mesa los conceptos y prácticas de pluralismo, tolerancia, justicia y bienestar.

En cualquier país del mundo por mucho menos se caen gobiernos, pero en México van y vienen administraciones y legislaturas y no pasa nada. En 1988 se “cayó” el sistema de cómputo que estaba contabilizando las votaciones, las cuales fueron supervisadas por la secretaría de Gobernación, dando el triunfo de la presidencia de la República a Carlos Salinas de Gortari. En 1994 hubo una serie de fenómenos políticos (la aparición de una guerrilla del EZLN en la selva de Chiapas y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio Murrieta y José Francisco Ruiz Massieu) y tampoco hubo asomo siquiera de un sacudimiento de las estructuras formales o metaconstitucionales. Sólo por citar algunos de los múltiples casos de infamia más recientes detallaré que el IFE confirmó que el expresidente Vicente Fox Quesada contaminó la elección y que los partidos polí¬ticos, las autoridades electorales y administrativas fueron incapaces de comprobar el treinta por ciento de los gastos por difusión en los medios de comunicación electrónicos, donde se erogó el ochenta por ciento de los recursos generales de las campañas políticas. Lo antes dicho se aprecia mejor cuantitativamente: hubo 281 mil spots que no pudieron sustentar el PAN y la partidocracia. Finalmente todo quedo en escándalo mediático y después la desmemoria.

Los altos y bajos perfiles que tienen los detentadores del Poder resultan amparo para el cinismo y la impunidad. Por ejemplo, las propiedades y fundaciones de la familia Fox Sahagún, así como su “rancho” en San Cristóbal, Guanajuato, acondicionado bajo la protección y recursos públicos, son verdaderos escenarios de la desvergüenza de presentarse en revistas y talk shows como gente del jet set, mientras que las “preocupaciones” por los millones de mexicanos pobres quedaron olvidadas. La desfachatez se reproduce en todas direcciones, toda vez que los políticos dianosáuricos, los de nuevo cuño y servidores públicos del momento se regodean de los beneficios materiales que otorga el Poder, dejando en el vacío cualquier demanda o acusación en contra de funcionarios o legisladores actuales o los que antecedieron.

Los gobiernos municipal, estatal o federal, diputados, senadores y miembros de la las cortes judiciales representan en sí mismos los recintos predilectos del cinismo rapaz, donde la procacidad y la corrupción sobrevuelan como buitres que nos advierten que estamos en un sistema político que lo menos que le importa es la gente. La sociedad secuestrada en la ideología dominante actúa reactivamente, limitándose a desarrollar sus actividades cotidianas, cargada de un desapego a la res (la cosa) pública, ya sea por conformismo o porque no le queda de otra. Y como esta situación ha sido soportada por muchos sexenios, los poseedores del Poder sienten que la inmovilidad será eterna y cada vez más exhiben sus miserias en discursos televisados, debates en las cámaras legislativas y en los cientos de actos de inauguración de obras.

En el segundo mandato panista (2006-2012), que presumiblemente fue etiquetado como “consolidación del cambio democrático”, partidos, políticos y empresarios favorecidos por el modelo político autoritario, no guardan proporciones de recato: hacen alarde de reuniones entre bambalinas, de alianzas entre opositores que en teoría son imposibles, y del manejo de enormes partidas presupuestales para perpetuar beneficios personales y grupales, traducidos en automóviles, inmuebles, joyas, viajes, cuentas bancarias, indemnizaciones inexplicables, viáticos, recursos humanos para uso personal, etc.

¿Cómo es posible que los ciudadanos crean y confíen todavía en la democracia? Simplemente por la imposición permanente de la supraestructura ideológica que oculta que partidos, plataformas programáticas y candidatos no provienen de un consenso de las bases militantes y/o societales, sino de los grupúsculos elitistas que van definiendo cómo, cuándo y dónde materializar sus intereses de clase. ¿Cómo hacer que la sociedad sienta suyo el país, cuando las listas plurinominales esconden las intenciones de envolver los cargos legislativos, para echar a andar iniciativas que favorezcan a empresarios, gobernadores y al mismo presidente, que ayudaron a obtener el triunfo de la contienda electoral? Sólo diré que entre los llegados a San Lázaro está Porfirio Muñoz Ledo, uno de los hijos de Manuel J. Clouthier y otros que quedaron a la vera del camino como Lucía Moret, quien es “prófuga” de la interpol por el ataque del ejército colombiano a una base comando de las FARC.

Y a pesar de que los escándalos del sistema político rallan en lo inaudito, que harían suponer un levantamiento de las clases sociales oprimidas, no pasa nada. Muchos intelectuales orgánicos, periodistas y miembros de los partidos grandes someten dichas incongruencias al círculo de la sátira mexicana, que de todo se ríe aunque a los ciudadanos se los esté llevando la pomposa calavera inmortalizada por José Guadalupe Posada. Así surgen intermitentemente focos rojos de la podredumbre del juego político complaciente, como los recientes casos de Rafael Acosta “Juanito” que aceptó públicamente ser el parapeto electoral de Clara Brugada, obteniendo el triunfo de la delegación de Iztapalapa en el Distrito Federal, para luego presionar con la amenaza de sostenerse en el cargo hasta que se cumplieran sus requerimientos de dinero y puestos administrativos. El acabose fue cuando rindió protesta en la Asamblea del D.F. y despotricó contra el PRD y Partido del Trabajo al que llamó “traidor”.

Así también se atestiguó de un teatro en la Cámara de Diputados cuando Gerardo Fernández Noroña (PRD) llamó asesino al Secretario de Seguridad Federal, Genaro García Luna y recalcó que el actual gobierno de Felipe Calderón es ilegítimo e ineficaz. Inmediatamente Javier Corral (PAN) defendió al funcionario de la SSPF, al PAN y administración de Calderón Hinojosa, argumentando que el narcotráfico y las suciedades todavía imperantes tenían su origen en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Un día después el propio exmandatario federal se extrañó de las declaraciones del legislador panista, apuntando que éste se le había acercado para plantearle proyectos, pidiéndole apoyo para sus causas políticas. Entre buitres te veas.

En el ámbito de la administración el secretario de Hacienda, Agustín Carstens lo mismo aseguró que la crisis financiera de EUA en 2008 iba a significar un catarrito para la economía mexicana, que meses después corregirse y afirmar que la crisis global era una pulmonía. Así dicen unas cosas por otras y nada pasa: todo al anecdotario mexicanoide y ninguna demanda de juicio por aseveraciones irresponsables. Asimismo, el presidente Calderón Hinojosa quiere imponer el impuesto del 2% al consumo generalizado, para lo cual ya está realizando lobbyng para que los legisladores panistas y priístas aprueben la iniciativa. ¿Nunca ha pasado por su mente una insurrección generalizada? Pues parece que no, porque aún con la impunidad de las concertacesiones y pugnas entre los clanes políticos, la sociedad vive en la expectativa de conservar la “línea de flotación” para medio comer, medio educarse, es decir, medio vivir…………….

Un vistazo a Guerrero

Si volteamos a ver al estado de Guerrero, Zeferino Torreblanca Galindo lo mismo negocia iniciativas con el PRD y PRI, que les pega a sus correligionarios o impone candidaturas. El mandatario guerrerense declara y calla a discreción, diciendo lo estrictamente necesario para no comprometerse a fungir como un estadista: no hay investigaciones ni resoluciones objetivas sobre los asesinatos de periodistas y legisladores. Cuando hubo la amenaza del primer brote de influenza AH1N1 sin -tapujos o remordimientos- dijo que no alcanzaba el presupuesto para gel sanitizador ni cubrebocas. Para llegar a feliz término de su sexenio negoció con las bancadas de todos los partidotes y partiditos que las próximas votaciones locales se lleven al cabo en enero de 2011 y no en 2010, como establece la jurisprudencia en otras entidades federativas del país. Y el descaro a todo lo que da: anda por todo el estado, México, el sur de EUA y Centroamérica en un helicóptero nuevo, cuyo costo supera los 5 millones de dólares, que fue adquirido como ambulancia aérea para las zonas marginadas de Guerrero. Lo único cierto es que hay un gobernador de angora, que quiere recibir el lujo y la lisonja. Qué más podemos pedir a un tecnócrata, ambivalente e insensible, que observa al estado como feudo prestado al priismo que lo llevó a Casa Guerrero y que considera que al miserable pueblo no le importa otra mancha más de impunidad en el ocelote sureño. El presumible remanso que le espera será ocupar una curul a mediano plazo, negociando con el PAN, PRI y hasta en el mismo partido que tanto le ha soportado: PRD. Así también le queda el posible consuelo de un puesto en la administración central, o bien, disfrutar de lo ganado en 9 años de Poder. Qué decepción para cientos de miles de compatriotas que votaron por él en 2005. Para ellos y para todos mis condolencias. No más. B.H.G.

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2 comentarios:

A las 29 de enero de 2010, 10:30 , Blogger Unknown ha dicho...

Baltasar,
Quisiera pedirte de favor si pudiese utilizar tu articulo en un trabajo final referente al outsourcing, en la maestria de estrategias fiscales para la clase de desarrollo de habilidades del pensamiento para la investigación la cual curso en el instituto de contadores publicos de nuevo leon en el apartado de conclusiones

 
A las 30 de enero de 2010, 7:56 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Absolutamente Sí Juan. Para eso están mis artículos y ensayos.

Cualquier cosa estoy a tus órdenes en mis correos.

Atte.

Baltasar.

 

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