ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 28 de septiembre de 2009

GOLPES BAJOS EN LA POLÍTICA MEXICANA


GOLPES BAJOS EN LA POLÍTICA MEXICANA
Escaramuzas en los gabinetes de gobierno: a nivel nacional y el estado de Guerrero.
Por Baltasar Hernández Gómez


En lo general

Cuando las ansias de Poder se apoderan de las mujeres y hombres que creen tener virtudes suficientes para vivir de y por la política no hay razón, antídoto psicológico o medicamento para contrarrestar el enorme impulso de “venderse” a la opinión pública como personas que poseen las habilidades necesarias para alcanzar el bien colectivo. En la lucha por obtener la nominación partidista y lo que se experimenta en la jornada electoral, los políticos empiezan a asumir que podrán ejercer la voluntad popular como un apostolado donde no existen imposibles, sino sólo retos a vencer, porque todo lo pueden. Con el influjo del marketing van adoptando un perfil de redentores de causas nacionales o regionales; de trabajadores incansables que guerrean por las mayorías organizadas y “los sin voz”; de promotores y operadores de acciones para la erradicación de los males sociales y económicos que aquejan al país.

Si la maquinaria partidista, propaganda proselitista y las decenas de hilos ocultos que mueven el serendipity político los favorecen, sufren una primera metamorfosis: la larva que presumiblemente se convertirá en mariposa libertadora, pasa a ser un animal ávido de aullido protagónico, capaz de desenvolverse en la estepa de los acomodos, concertacesiones y pugnas cortesanas, para ir asegurando una estadía más o menos perdurable en la esfera del Poder. Siendo candidatos se ufanan en demostrar que son los verdaderos salvadores de la Nación (una y otra vez remasterizan la utopía de que todo ha estado mal, pero con ellos mejorará la situación), sin embargo, cuando reciben el ungimiento como legisladores y/o gobernantes poco a poco se apodera de ellos la imposibilidad del cambio, tal y como vinieron recalcando durante la aventura de pedir el voto ciudadano.

En este momento el discurso y la actuación comienzan a permutarse en gatopardismo, es decir, la dinámica de “cambiar, para que todo siga igual”, dejando de manifiesto que la realidad está regida por valores, principios y procedimientos del paradigma llamado democracia. Este régimen que para Alexis de Tocqueville es “una tiranía de las mayorías”, pero comandada por una minoría. Dicha manera de preservar la dominación política se alcanza con la constitución de vías legales, verticales, selectivas y no participativas, la cual está incrustada en la mayoría de los Estados modernos. Dicho formato de actuación política hace que predominen contubernios, amarres, intereses y atrocidades de la clase dominante, que no toma en cuenta a las clases populares.

Aunque quiera negarse, la democracia occidentalizada y en específico la mexicana es un conjunto normativo para la preservación del establishment de dominación política y económica de las élitesºº sobre las masas desposeídas, que sólo tienen para sí el sufragio personal, que legaliza y da aval a los proyectos “de arriba” cuando así lo solicita el Estado -casi de manera obligatoria por la supraestructura ideológica, que hace sentir que el voto es un compromiso cargado de un sentimiento patriótico de vida o muerte- a través de los organismos encargados de organizar, vigilar y sancionar los procesos electorales. Los políticos y gobernantes ya instalados en los Poderes Legislativo o Ejecutivo despliegan la argumentación de que sus tareas tienen una envergadura titánica, pues quieren hacer creer que en el medio ambiente hay monstruos que siempre van a impedir cualquier tipo de transformaciones.
Desde su llegada a un puesto de Poder todo se vuelve un desafío (dificultades para obtener y cuidar recursos; incapacidad para consensuar pactos; impedimento para controlar disputas sociales; recurrencia a las luchas intestinas con homólogos, al más puro estilo de las intrigas monárquicas del siglo XVII y XVIII, etc.).
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NOTA:
ºº
Roderic Ai Camp establece que la composición de las élites responde a una lógica de hegemonía en las estructuras partidistas, administración pública, instituciones formativas y de índole normativas. Responden a intereses bien definidos por sus afinidades educativas ideológicas y su visión separada de la sociedad.
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El caso mexicano

Como botón muestra diré que los mensajes emitidos por legisladores y gobernantes en México, (preocupados por atesorar aspiraciones políticas y de salvaguarda económico-patrimonial) tratan de poner en el intangible social un panorama lleno de vaivenes globalizadores, pugnas generadas al seno de los intereses partidistas y de enemigos que impiden la marcha del desarrollo, tal y como ellos mismos lo prometieron. A partir de este razonamiento repleto de negatividad (no son ellos culpables de las condiciones imperantes, sino “los otros” que desean establecer metas individualistas o de grupo) hay una retahíla de quejas: el trabajo es excesivo y no hay tiempo para cumplir con todo lo prometido; no puede hacerse nada sin el concurso decidido de la sociedad civil; hay un sinfín de zancadillas partidistas, sindicatos, líderes, legisladores de oposición y los miembros del gabinete; golpes bajos para quitar puestos públicos; manejo tendencioso de la opinión pública; los de abajo jalan para no avanzar, y las fuerzas oscuras frenan el avance sustentable.

Esta lógica es digna de ser tomada en cuenta por guionistas de telenovelas o películas épicas, toda vez que, para esta perspectiva catastrofista, no existe mucho qué hacer para estimular un estado de cosas distinto al establecido. Luego entonces, ocurre una segunda metamorfosis: la energía inicial del zon politikon pasa a tornarse en dependencia a los azares del destino económico, avatares políticos y peleas palaciegas (alianzas, distanciamientos o rompimientos entre gobernantes, funcionarios, partidos, etc.). La historia del sistema político mexicano nos señala que desde la Revolución de 1910-1917 los proyectos de Nación se concretaron en disputas bélicas, cambios de bando y asesinatos entre generales, teniendo como escenario a los cientos de miles de seguidores. Cuando en 1929 fue inaugurada la “institucionalización” del Poder político, que quedó concentrada en el PNR (luego PRM y ahora PRI) y los aparatos gubernamentales del Estado, la pelea se centró en estar bien con el jefe, con las fuerzas militares, así como tratar de acumular apoyos para perdurar en el primer plano nacional o regional.

El exacerbado presidencialismo, que paradójicamente puso en funcionamiento el siempre bien ponderado “Tata” Lázaro Cárdenas del Río, hizo que la labor política de líderes, legisladores y gobernantes estuviera centrada en recibir el beneplácito del Ejecutivo federal: la eficiencia y eficacia administrativa, el contacto honesto con la sociedad y la realización de las aspiraciones democráticas y económicas nunca fueron el eje central de la función pública, en virtud que había que parecer bueno y congraciarse con el “todopoderoso” para seguir viviendo dentro del presupuesto. Con Carlos Salinas de Gortari el culto al portador de la banda presidencial fungió como la llave maestra para la conservación del Poder, aunque la estancia y permanencia se vio aderezada por prácticas tales como la pasarela de secretarios, reacomodos en los puestos del PRI, discursos de doble sentido y reyertas entre los “presidenciables” y sus equipos de trabajo. Esta manera de hacer política ha sido tan efectiva que cualquier corte de la Francia absolutista hubiera estado asombrada por tanta disputa, zalamería y golpes bajos sin llegar al desbocamiento social.

En la actualidad, las declaraciones emitidas por el presidente Felipe Calderón Hinojosa, en su tour para desglosar su tercer informe de gobierno, admiten cansancio, readecuaciones sustantivas en el plan primigenio de gobierno, reconocimiento de equívocos en su gabinete, incertidumbre para encontrar salidas ante los embates de la crisis mundial y la aceptación -sin decirlo- de que el narco sigue prevaleciendo, no obstante los cientos de operativos militares y policiacos. El “continuador del cambio” y “mandatario del empleo” argumenta factores externos, errores de los hombres que lo acompañan y una falta de compromiso profundo de la sociedad, tratando de justificar ineficacias administrativas y de operación política. Si bien es cierto que las pugnas en las dependencias federales tienen su origen en la urgencia de alejarse de los reflectores de los mass media, o sea, no llamar la atención por errores detectables por la opinión pública.

El crecimiento del PRI, los estragos de la crisis, carencia de planes sociales y económicos y los objetivos neopanistas están revitalizando la táctica de golpeteo por debajo de la mesa. Es evidente la lucha soterrada por el control de la seguridad pública en la Sedena, PGR y SSP; la búsqueda del control financiero por parte de SHCP, secretaría de Economía y Banxico, así como la intención de copar con blanquiazules todas y cada una de las dependencias federales, estatales y delegaciones.

El estado de Guerrero

Guerrero ocupa un sitio en la marquesina nacional, ya que el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo no ha tenido la habilidad de procurar programas que lo diferencien de sus antecesores priístas, que tanto se ufanó en criticar, asegurando que él concretaría un estilo nuevo de hacer política. En medio de una percepción que lo coloca como beneficiario de una “transición aterciopelada” en 2005, donde presumiblemente su predecesor René Juárez Cisneros maniobró para que le quedara la gubernatura (independientemente del voto de la sociedad civil que creyó en su gestión mercadológica durante su presidencia en Acapulco, hubo una activación del voto corporativo de priístas inconformes, la no operación en sitios claves del estado y la dividida y pobre elección de candidatos del PRI). La impericia para relacionarse con los grupos políticos, el despotismo al hablar con los medios de comunicación que no les son favorables, la nula proyección de acciones sensibles, además de escoger como colaboradores a amigos de la juventud, familiares y personajes de grupos que lo apuntalaron en su campaña; han conformado un panorama desolador para la gran mayoría de guerrerenses.

Hay una estrategia para que todos vivan sometidos al monarca sin cetro, al hombre que basa su política en los preceptos de contaduría y administración, que habla parcamente y que rehúye a la sociedad. Sus subalternos son guiñoles que no hacen ni dicen nada sin su consentimiento. Al interior de las dependencias hay un nudo de altercados, puñaladas traperas, manejo de partidas federales y estatales, y un ir y venir de cambios en los niveles medio y superior, para acomodar a gente leal, que pueda posibilitar un feliz término sexenal. La renuncia del médico Luis Barrera Ríos a la secretaría de Salud comprueba que el gobierno sureño está integrado por tecnicistas que se sienten políticos, que no sólo provienen del Grupo ACA, sino también de las diversas corrientes políticas y grupos de Poder en la región, que andan peleándose cargos, prerrogativas y contratos, pero sobre todo los favores del mandatario en turno que, a los ojos de muchos sectores sociales, aparece como yuppie soberbio, que no acepta críticas ni errores, pero sí por el contrario sostiene obstinadamente su modo de ser como dogma para ser cumplido hasta sus últimas consecuencias “pésele a quien le pese”.

La élite zeferinista se ha apropiado de los espacios de mayor Poder en el estado, logrando así conformar feudos bajo el mando de las familias Torreblanca, Bajos Valverde, Pasta, Muñúzuri, Zuzuarregui, entre otras, que administran cuotas laborales, presupuestos, favores personales y contratos/concesiones. Con la salida de Barrera Ríos se descubre que “el gobierno del cambio” (al igual que los de Fox Quesada y Calderón Hinojosa) está inmerso en una lucha cortesana para reacomodar a los amigos incondicionales que cumplieron con tareas de corto plazo, tales como Fernando Donoso Pérez, Rubén Padilla Fierro y Gloria María Sierra López, por citar sólo algunos.

Y es que el “relevo” en Salud estatal no se da porque haya habido incontables decesos por dengue o gripa porcina o por alguna incompetencia imperdonable. El cambio forzado, disfrazado de renuncia voluntaria, tiene que ver con la redistribución de millonarias sumas de dinero en salarios, compra de material clínico, medicinas, publicidad, contrataciones, compra y mantenimiento de equipo, unidades de transporte y brigadas, por parte de operadores del primer círculo de Torreblanca Galindo, que ven en la segunda dependencia más importante de la entidad en términos presupuestales (sólo atrás de la SEG) un coto de Poder en la recta final del sexenio.

El personal incrustado en las oficinas que controlan los recursos materiales, financieros, técnicos y humanos de dicha dependencia responde a la táctica de aseguramiento de los clanes zeferinistas, la cual produce una carambola de tres bandas a favor de Rubén Padilla Fierro, quien al no obtener ningún encargo digno a su sobreestimación como profesionista y político empírico adherido al proyecto echado a andar hace 15 años por el actual gobernador, después de haber ocupado una regiduría en Acapulco (2002-2005), ahora ansía retirarse a la vida privada siendo un adulto mayor con currículum que estipule la etiqueta de haber ocupado una secretaría de estado y con una cuenta monetaria más abultada.

La renuncia de Barrera Ríos pone al descubierto que no es únicamente el sonsonete discursivo de un mandatario insensible que tiene al estado en vilo, sino los rumores provocados, la inseguridad que raya en el terror, la discontinuidad de los programas sociales, la poca ocupación para resolver los asuntos importantes en las siete regiones y las luchas internas por allegarse más espacios de poder político y económico. La evaluación de las mujeres y hombres del gabinete zeferinista no está fundada en la medición de resultados, sino en la intransigencia del Ejecutivo por sostener -a como dé lugar- a quienes considera leales.

Lo que se ve no se juzga: en seguridad pública más sueldo y “capacitación” a policías, pero no más tranquilidad social; en educación nada de calidad, pero sí amasiato con el SNTE; en finanzas casi nada para disminuir la deuda heredada de la administración anterior, pero sí la compra millonaria de un enorme predio, ubicado en la avenida Costera Miguel Alemán de Acapulco, para construir oficinas; en modernización administrativa gestiones más rápidas en algunos trámites (que de por sí es una constante en los gobiernos que se suman a la ola de modernidad), pero acompañados del acoso recurrente de inspectores y lentitud en autorizaciones………………… Y todavía faltan 19 meses más de gobierno Z. B.H.G.

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