ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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jueves, 22 de octubre de 2009

LA MEJOR FORMA DE DOMINACIÓN POLÍTICA: MOLDEAR LA OPINIÓN PÚBLICA


LA MEJOR FORMA DE DOMINACIÓN POLÍTICA: MOLDEAR LA OPINIÓN PÚBLICA
México 2009
Por Baltasar Hernández Gómez


Dejando a un lado la pared mediática que intenta desprender los valores humanos, culturales, analíticos y democráticos de la sociedad, la desaparición de la compañía Luz y Fuerza del Centro (LyF) es tan sólo una más de las “perlas” que tiene el collar de dominación política del Estado mexicano. El decreto que da caput a dicha paraestatal pone al descubierto los métodos y tácticas que son utilizados para preservar el Poder a través de la fuerza legal-represiva. Atrás del despido de más de cuarenta mil trabajadores (agremiados en su mayoría al Sindicato Mexicano de Electricistas [SME]) no está la preocupación de eficientar la productividad en la generación, distribución y control de la energía eléctrica o ahorrar recursos por las prestaciones sindicalistas, porque el objetivo de la clase dominante -en lo político y económico- es la desaparición del sindicalismo estorboso, a efecto de volver a poner en marcha las exigencias globalizadoras para desincorporar las empresas públicas que todavía están a cargo de los gobiernos de países periféricos.

En este sentido las formas y el contenido de la hegemonía política no han permanecido estáticas, pues ya no se requieren de movilizaciones gorilescas para desalojar instalaciones, dividir organismos y quitar del medio a hombres y mujeres non gratos para los planes Estatales. Hoy, solamente basta construir una plataforma comunicacional que trastorne la percepción pública, a fin de modificar pensamientos, creencias, actitudes y prácticas sociales con arreglo a fines. Si el consenso no deriva de razonamientos, luego entonces se impone la máxima "los buenos somos nosotros y los malos todos los otros que atenten contra las costumbres neoliberales de la modernidad”. Los medios masivos de comunicación son los instrumentos para el apuntalamiento de nuevas realidades e imaginarios colectivos y sirven para dar validez a las hogueras que se prenden -en circunstancias especiales- para quemar a los enemigos de la Patria.

Millones de personas que tienen como marco referencial la televisión, radio y alguno que otro periódico de fácil digestión mental captarán los mensajes políticos y económicos, teniendo como mediación las consignas de la clase dominante. La opinión pública es convertida en paradigma universal para la imposición de medidas que, de otra forma, sería imposible alcanzar. Después de meses y meses de discusión en petit comité el gobierno calderonista decidió maniobrar para dar fin a LyF y su sindicato, para así sentar las bases de una futura reestructuración, venta o concesión a particulares. De golpe y porrazo dicha empresa y sus trabajadores son ineficientes, bandoleros y sanguijuelas del presupuesto nacional. Mi planteamiento no es defender, ni por lo más ni por lo menos al SME ni a sus líderes, sino poner los puntos sobre las íes en las directrices cada vez más conservadoras de los gobiernos mexicanos, que tienen como prioridad la conservación de la ganancia y el control social. Lo que menos importa son los mexicanos que se encuentran viviendo en condiciones de pobreza y pobreza extrema.

Los trabajadores de la extinta paraestatal y todos los demás que todavía no han sido tocados por la égida neoliberal representan los objetivos de misiles políticos que aspiran a tener un modelo económico sustentado sobre empleados temporales y sin organizaciones que los resguarden. No hay discusión abierta, análisis o crítica para decidir el rumbo nacional y mucho menos sobre la infame ineficacia de los directivos impuestos por las administraciones federales a lo largo de 35 años de funcionamiento de LyF. El enemigo común construido por el Estado debe ser exterminado de manera legaloide, teniendo como soporte la ideología de que la clase obrera organizada ya no cabe en el juego del mercado globalizado, que de manera permanente contrata a jóvenes y adultos menores de 40 años sin ningún tipo de seguridad o prestaciones.

No hubo necesidad de macanas, toletes, rifles, pistolas o tanques disuasorios, porque la contundencia de la tv, internet, radio y medios impresos bastó para enarbolar el discurso antiséptico del presidente y sus secretarios de Gobernación, Trabajo, Energía, Economía y Hacienda. Hemos visto que cuando se trata de operar el poder, los aparatos del Estado ponen toda la carne en el asador en diferentes vías, canales, horarios y con prejuicios que tienen la intencionalidad de hacerse verdades: el resultado fue el presumible rechazo público a los sindicalistas.

Ahora son los electricistas, pero mañana pueden ser los trabajadores de los restantes organismos paramunicipales, paraestatales, descentralizados, instituciones educativas, etc., porque ante la lógica del capitalismo y sus gobiernos (sean estos de derecha, centro o izquierda) no hay nada más importante que la acumulación de plusvalía en consorcios monopólicos, previamente sanitizados para evitar gérmenes desestabilizadores ¿Qué valía tiene entonces el mensaje del presidente Calderón cuando asegura haber hecho lo correcto con LyF y no tener cargos de consciencia? Allá los gobernantes y sus elucubraciones moralistas, porque México requiere de verdaderas decisiones de Estado que -en vez de provocar la desaparición de empresas -que bien pudieran readecuarse para ser operativa y financieramente viables- o incrementar impuestos a la población y empresarios, debieran fomentar el empleo, opciones productivas en PyMES y hacer obra e infraestructura.

El cierre de LyF fue una decisión eminentemente de Estado, puesta en marcha por el Ejecutivo en turno, para dar cumplimiento a los mandatos de la clase dominante doméstica y foránea y así seguir teniendo acceso a foros, préstamos internacionales, apoyos técnicos y materiales. Este cierre-liquidación muestra la reivindicación del capitalismo para proteger el status quo político, que defiende un sistema democratizante, pero no democrático, para que las cosas se manejen en el ámbito de la enajenación y subordinación. Desde mediados de la década de los años ochenta el Estado ha estado entrando y saliendo por el túnel de la vendimia de empresas paraestatales y bancos y hoy sólo quedan algunas entidades, que están preparándose para su subasta (previo proceso de modificación constitucional, subcontratos, etc).

El gobierno de la República apoyado por los medios masivos de comunicación, por los elementos culturales e ideológicos impartidos en el seno de escuelas, familia e iglesias está -ahora más que nunca- haciendo la reconversión de la estructura social y económica. ¡Qué más da tener cuarenta mil nuevos desempleados que engrosen el descomunal ejército de millones de subempleados y desempleados! En la visión del Estado todo puede suceder sin menoscabo del establishment, sin embargo, las condiciones históricas ahora son distintas: hace apenas unos días el rector de la UNAM, José Ramón Narro Robles advirtió sobre una crisis social de gran envergadura si se continúa con esta espiral de acontecimientos. Observación que debe ser pensada y tomada muy en cuenta, para que el destino no nos alcance de manera imprevista, trayendo consigo una involución.

El tamaño del miedo existente es enorme, tan es así que Felipe Calderón no va a asistir a la asamblea del Sitatyr (evento que por años fue aparador de la unidad entre el presidente y la clase trabajadora corporativizada), para no enfrentarse a un posible desprecio. Después de observar la movilización del SME, sindicatos y sociedad civil el pasado jueves 15 de octubre, el gobierno aceptó sentarse a dialogar con el sindicato, lo cual es sinónimo de abrirse y reconsiderar otras alternativas de solución al posible conflicto político-laboral no solamente en la zona centro, sino a lo largo y ancho del país. Sin embargo, ¡Golpe dado ni Dios lo quita! reza el refrán y esto se cumple, pues es evidente que no habrá reapertura de LyF, pero sí la consigna de que la política del Estado mexicano va contra lo que sea inoperante y gravoso. Para los despedidos y los que ya tienen sus barbas remojando sólo quedan paliativos como el ofrecimiento de “franquicias familiares” y alguno que otro reacomodo en la planta laboral todavía existente.

Algunas personas piensan que es un avance que los aparatos represivos no hubieran hecho aparición violenta en la toma de LyF o durante la marcha de apoyo al SME, pero lo trascendental del asunto es que las instituciones estatales lograron articular una estrategia político-comunicacional bastante eficiente en corto tiempo, logrando que amplios sectores de la sociedad crean y sientan suyas la retahíla de razonamientos inhumanos y engañosos del gobierno calderonista, la cual ubica a los trabajadores en condición de haraganes y vampiros del dinero público. Este evento adelanta la lógica de privatizar bienes y servicios, a través del pensamiento de que el gobierno está contaminado de burócratas inservibles y las empresas están repletas de obreros que sólo desean su beneficio en detrimento del país. La opinión pública, es la herramienta política que redirecciona los asuntos de la élite y los hace pasar como “asunto de todos”. Detrás de los sondeos, de los comentarios parcializados de comunicadores, analistas e intelectuales orgánicos existe la táctica de alcanzar intereses grupales por encima de las necesidades de millones de mexicanos que aprecian su realidad a través de los medios de comunicación cooptados por la simbiosis poder-economía.

Es una verdad a toda prueba que el imperio del videns es más poderoso que los militares y policías que sometieron al movimiento del 68. Luego entonces la denominada opinión pública se ha erigido como el arma que disuade turbulencias no solamente en el lugar de la revuelta, sino desde todos y cada uno de los hogares, oficinas, automóviles y sitios comunes donde hay millones de ciudadanos que se ponen en contacto con algún medio de comunicación impreso, auditivo o televisivo. La voz del presidente y funcionarios, los juicios de periodistas, los spots y la encuestología se han convertido en vacunas que desinfectan la realidad social y pone punto final a los reales o potenciales conflictos para los detentadores del poder.

La dominación ideológica de los mass media hace que parezcan naturales y hasta soportables las inmensas prestaciones, sueldos y prerrogativas de servidores públicos, diputados, senadores, jueces o magistrados. Parece no importar que se gasten millonarias sumas de dinero en los tres Poderes de la Unión, porque buena parte de este patrimonio va destinado a pagar publicidad, favores, tráfico de influencias y cochupos a las empresas de comunicación. Cuando se trata de salarios mínimos, revisión de contratos colectivos, obras de interés social y programas de apoyo entonces sí hay una variación en las percepciones y todo se convierte en gastos innecesarios, más aún en tiempos de crisis económica y moral como la que enfrenta México.

Las políticas sociales y las conquistas laborales son percibidas como nefastas transferencias de recursos que deben ser eliminadas por el bien del país. De acuerdo al cristal con el que se mira al mundo y de las inclinaciones de los medios es como las personas sienten su ambiente social. La insistencia de los medios de comunicación puede más que la realidad concreta: los medios y el gobierno cuentan con la tecnología y recursos humanos, materiales y financieros para mantener a la población en estado de alienación e indefensión, percibiendo su mundo de manera parcial y fragmentada.

Mientras el Estado y los medios convoquen a marchas por la paz vestidos de blanco y con velas en la mano; inserten marketing institucional para alabar obras y servicios y repitan sin cesar que la crisis será pasajera, todo está bien para el esquema político. Cuando se trate de marchas populares, protestas contra iniciativas, leyes o trámites humillantes para amplios sectores sociales, los aparatos ideológicos lanzarán sus baterías antiaéreas para dejar bien precisado que se trata de cuestiones subversivas y antinacionalistas.

La opinión pública lo mismo ha servido para afirmar que Barack Obama era un consumidor de marihuana durante sus años mozos (durante la guerra mediática por la candidatura del partido Demócrata) y después como presidente recibir el premio Nobel de la paz. Lo mismo elevó a Felipe Calderón como el presidente del empleo y preservador del cambio, para después ponerlo como el Ejecutivo exterminador de los últimos reductos paraestatales. Así también fue utilizada para denostar a la cantante Gloria Trevi, durante su encierro en cárceles de Brasil y Chihuahua, para después volverla a encumbrar al estrellato en programas del consorcio Televisa. Se ha empleado para poner en pedestal de oro al expresidente Carlos Salinas de Gortari durante su sexenio, para que años después sea quemado en leña de pirul o exhibirlo en el jet set cada vez que pisa territorio mexicano. Lo mismo funciona para “Juanito” cuando fue considerado un títere de López Obrador, que cuando se desdijo de su pacto con Clara Brugada y estaba negándose a pedir licencia a la titularidad de la delegación Iztapalapa en el DF. Hace una década y media se apreciaba el clímax o caída de ídolos de papel en el mundo del espectáculo, pero ahora esta dinámica se apoderó del ámbito político y social.

La respuesta más concreta por parte de la sociedad civil es estar informada, procurar debates, análisis y la adopción de acciones plurales, democráticas e incluyentes para discutir el presente y futuro del país y el mundo. No hay que quedarse en la dermis del anuncio oficial o comercial, noticia, comentario, acto oficialista o proveniente de las clases poderosas, sino profundizar e identificar las intenciones ocultas de los mensajes públicos. Hay que resistir al videns y convertirnos en ciudadanos propositivos, pero aún más……..transformadores del entorno de vida. B.H.G.

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