ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

miércoles, 23 de mayo de 2012

LA MUTACIÓN DEL ADN POLÍTICO EN MÉXICO

¿SE PUEDE CAMBIAR EL ADN? La politiquería mexicana dice que sí Por Baltasar Hernández Gómez. El pragmatismo político quisiera perturbar las leyes de la naturaleza y hacer que sus convenciones protocolarias se volvieran cánones científicos. En su estúpida apuesta irracional e inhumana llevan la penitencia. La táctica de transmutación política está siendo impuesta por la politiquería mexicana como algo “natural”, promoviendo una visión materialista, que malinterpreta la teoría darwiniana de la evolución de las especies, para colocar el interés personal por encima del concepto bienestar común concebido en la Polis griega. El cambio de bandera, principios ideológicos y trayectoria por parte de la clase política no es otra cosa más que el intento fallido por atraer la ingeniería genética a sus fines siniestros. En la actualidad la ciencia está en posibilidades de clonar o hacer variaciones en las combinaciones de los cuatro elementos que integran al ADN de los seres vivos, pero esto no significa que el zon politikon adquiera la capacidad de tener para sí los experimentos comprobados, y por ende, sea capaz de modificar las relaciones cromosómicas de su especie. Hoy en día, el paso de un partido a otro y las modificaciones en imagen y discursos es conducta recurrente para afianzar la partidocracia y sus personeros, propagando la idea que los cambios -por incongruentes e infames que sean- son legítimos, toda vez que sirven como medios para mantener el denominado “equilibrio de poderes”. Lo que no sale a la luz pública es que la meta es seguir reproduciendo el modelo hegemónico de dominación. Hay que recordar que un orangután no puede combinar cargas hereditarias con un burro. Un perro no puede conceder genes, vía cópula, a una rata. Lo mismo sucede para el género humano, ya que en las presentes circunstancias es imposible que el Hombre (hombre y mujer) se perpetúe con especies diferentes. Si Nicodemo Sánchez Toledo aspirara a cambiar apellidos por pugnas con sus progenitores, podría hacer uso de los derechos que otorga la ley para tal efecto, sin embargo, el legado genético, la cultura sorbida (una manera templada de decir mamada) en el seno familiar y las experiencias vivenciales no desaparecerán por decreto judicial o intereses cortoplacistas. Nicodemo seguirá siendo Sánchez Toledo, toda vez que los nuevos apelativos fueron impuestos por el arbitrio jurídico. Aunque Nicodemo posteriormente apareciera presumiendo apellidos como Smith Corcuera, su raíz de sangre permanecería en cada gesto, palabra, pensamiento y actos que llevara a efecto. Sin decirlo en voz alta muchos políticos profesionales (porque hacen de la actividad política su modus vivendi) siguen la ruta de mutación del ADN en pensamiento y gestión. Cuando sus organismos propulsores los dotaron de rangos de poder su heráldica pública lucía en marquesina repleta de leds, utilizando el argumento clave de la institucionalidad. Durante decenios se ejercitó la filosofía estoica si había desgracia por no haber sido palomeado por la mano del poder Ejecutivo, tanto en lo federal como estatal. Ahora, cuando los vientos cambian, negando continuidad en posición y canonjías, los apellidos son inmediatamente ocultados en el laboratorio de la traición. Ante la turbulencia del desamparo optan por la permuta del ADN político, adoptando características morfológicas que permitan el funcional acoplamiento a los nuevos entornos de subsistencia. En palabras comunes y corrientes a esto se le denomina deslealtad. Punto. Dicho performance ha sido constituido en deporte nacional por los políticos del sistema. La imaginaria mutación genética es alegoría de desfiguración superficial, que se aprecia, nada y más y nada menos en colores, texturas y expresiones. Ningún priista, perredista o panista (por no citar a todos los miembros de sectas partidistas minoritarias y satelitales) puede, en un momento determinado, quitarse el ropón y decir a los cuatro vientos que todo fue ilusión o mentira. Nadie que fue institucional al sistema se transforma de la noche a la mañana en rebelde. Ningún revolucionario muda de un día para otro sus ideas y proyectos para convertirse en reaccionario. Los que han transitado por esta órbita son simple y llanamente seres nefastos y peligrosos. Aunque traten de aparentar desacuerdos profundos en lo relativo a principios ideológicos o nominaciones a cargos de elección popular, con el propósito de justificar transmutaciones, los ojos cada vez más abiertos y atentos de la sociedad civil dan cuenta que el hipotético cambio del ADN político es un acto atroz de oportunismo. Las generaciones acostumbradas a soportar los estragos del “tlatoanismo mexicano”, o sea, del emperador político investido como presidente de la República, tienen ahora abiertas sus mentes y corazones para asumirse como entes sociales activos y promotores de una visión histórica critica, para que no haya amnesia del pasado no muy lejano que impuso un modo de vida antidemocrático, humillante y miserable. El ejercicio utilitario de mutar piel y lenguaje además de ser inmoral es el acto más infame que termina por quitar cualquier vestigio de decencia. Los políticos trapecistas, los que hacen malabares en sindicatos, comités centrales, asientos legislativos y burocráticos eluden la autocrítica, escondiendo sus oscuras pretensiones en preceptos de sobrevivencia y porque, dicen, “así es la vida política”. Lo cierto es que su proceder no es más que un intercambio de su integridad mercenaria por monedas de oro, curules, propiedades o privilegios mundanos. Los pragmáticos, al menor riesgo de quedar fuera de la nómina, se pintan tricolores, amarillos, anaranjados, verdes, rojos o más azules que un cielo de primavera. Muchos priistas, panistas y perredistas, al igual que panalistas o convergencistas (no aplico otro término porque no sé cómo llamar a los afiliados al partido que estrenó nomenclatura en 2011, Movimiento Ciudadano) han recorrido -ida y vuelta en diferentes ocasiones- el espectro cromático del sistema político. ¡Nombres, nombres, nombres! Es la exigencia que se escucha en el ring mexicano. Hay muchos y muy diversos, pero para identificarlos citaré sólo a algunos: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Manuel Camacho Solís, Elba Esther Gordillo Morales, Demetrio Sodi de la Tijera, Rosario Robles Berlanga, Ruth Zavaleta, Gabino Cué, Arturo Núñez, Jorge Castañeda, Miguel Ángel Yunes, Manuel Espino, entre otros cientos de políticos que se desenvuelven a nivel nacional y regional como peces que pueden pasar del agua salada a la dulce sin morir en el intento. En el estado de Guerrero también sobran saltimbanquis y aludiré dos casos emblemáticos: 1) Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, que pasó de junior empresario a ciudadano activo en un grupo de empresarios inconformes e indecisos, para luego volverse “demócrata”, panista, luego independiente, perredista, progresista de izquierda, para regresar al panismo más reaccionario, y 2) Armando Ríos Piter que del priismo pasó al panismo para luego estacionarse en el perredismo que le dio diputación federal y la posibilidad de obtener una senaduría en 2012. Afortunadamente la tecnología otorga la oportunidad de estar en contacto con el mundo. Las protestas, ideas, proyectos, anhelos, fobias y filias no solamente se comparten en marchas, reuniones, lectura de libros, artículos o pláticas, sino que ahora son abordadas activamente en redes sociales, foros académicos, organismos no gubernamentales, correos electrónicos, asociaciones civiles, iniciativas populares, juntas vecinales, etc. La posmodernidad tan criticada se ha vuelto una catapulta dinámica que amalgama al cuerpo societal para que tome definiciones concretas, pero sobre todo a vislumbre rumbos. Ni las altas dosis propagandísticas que defienden perspectivas de partidos, sindicatos oficialistas, medios de comunicación, intelectuales y comunicadores orgánicos del sistema, planes de estudio, programas asistencialistas, populismo inducido o el impacto permanente que defiende plataformas enajenantes; pueden ocultar las contradicciones que generan tomas de decisión, que luego, paradójicamente, brindan la ocasión para renacer como ave fénix. La realidad muestra tal cual la podredumbre política encubierta en celofán con etiqueta de cultura política y pactos civilizados, que supuestamente enaltecen la democracia a la mexicana. Las sonrisas, lemas de campaña, promesas, spots audiovisuales, espectaculares, trípticos, mítines, reuniones prefabricadas, volantes, bardas, lonas, entrevistas, artículos periodísticos o seguidores virtuales prepagados en redes sociales no garantizan la aceptación y mucho menos sumisión masiva a los ejes de dominancia del Estado. La mentira, mentira es y ante las crisis económicas endémicas, convertidas en crisis ampliadas en lo social, político y moral, la verdad que se siente en el hogar y en cualquier centro de convivencia (laboral, cultural, escolar, etc.) es la que será tomada en cuenta para resolver, de una vez por todas, la disyuntiva de continuar viviendo de rodillas, o bien, de pie y con dignidad. Ahí están las movilizaciones, comentarios y exigencias de los jóvenes universitarios del mes de mayo 2012. ¿Qué sigue? Ya lo veremos, pues seremos testigos de un ejercicio democrático protagonizado por la juventud, esa que heredará seguramente un México mejor. B.H.G.

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miércoles, 16 de mayo de 2012

MIMETISMO POLÍTICO EN MÉXICO: LA DESVERGUENZA Camaleones dentro del sistema político mexicano Por Baltasar Hernández Gómez.
El mimetismo es un instrumento de supervivencia que poseen ciertos animales, mediante el cual una parte o la totalidad de su cuerpo toma atributos de otro ser vivo o inanimado. Por ejemplo, hay especies de insectos, mariposas, peces, reptiles o moluscos cefalópodos que “pintan su cuerpo” con diferentes colores y marcas, a fin de ahuyentar o atraer a discreción a otros animales. Los depredadores emplean automimetismo para atrapar presas, aparentando ser menos peligrosos y luego atacar con mayor efectividad. Esta capacidad de ocultarse o verse diferente no es exclusiva del reino animal no pensante, pues el homo sapiens sapiens (el Hombre que sabe que sabe) también la utiliza para manipular sus relaciones de contacto con los demás. En el ambiente político que se vive en México y en otras partes de América Latina, mujeres y hombres de las élites* superan con sus acciones a cualquier pulpo o camaleón, pues han desarrollado al máximo la destreza de mutar a conveniencia piel, pensamiento y conductas para no caer en el remolino del olvido. Gobernantes y políticos manejan a diestra y siniestra la táctica del mimetismo para continuar en la cúspide del poder, es decir, para permanecer en el círculo de dominación que se traduce en un ir y venir de puestos administrativos o de elección popular que dan certeza a futuro. Cómo olvidar que en el sistema político hay casos patéticos de oportunismo que luego son tratados abiertamente como “revoluciones modernas”, a partir de supuestos análisis que privilegian a favor el abandono de principios ideológicos y trayectorias sociales cuando los vientos no son favorables. Un botón muestra fue la escisión priista en 1988, que reunió a disidentes del partido de Estado que no cabían en el proyecto neoliberal del grupo salinista con intelectuales, catedráticos y personas que encabezaron movimientos reivindicadores, situación que a la postre provocó una nueva organización política: PRD. Los funcionarios, diputados y gobernadores, luego convertidos en rebeldes, ahora son cabeza de tribus bélicas para “sacar raja” en los recovecos del sistema político. Cómo olvidar a personajes camaleónicos como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Porfirio Muñoz Ledo que fueron convertidos en próceres posmodernos, para luego erigirse en operadores de ciertas acciones emprendidas por las administraciones panistas. Cómo olvidar los giros trapecistas de Demetrio Sodi de la Tijera que ha pasado de partido en partido, desde el PRI hasta el PAN, pasando por el partido del sol azteca. Cómo obviar los movimientos indecentes y amorales de Miguel Ángel Yunes y Manuel Camacho Solís que hoy por hoy están al frente de la bandera democratizadora, palomeando candidaturas y armando coaliciones, cuando hace apenas tres quinquenios colaboraban con gobiernos netamente autoritarios. Pero en México, país mágico por su cultura y tradición, también es surrealista, debido a la conformación de un modo de vida basado en incongruencias permisibles. Cada tres o seis años, muchos miembros de la denominada “clase política” buscan acomodo en la jungla electoral, para obtener canonjías y puestos, pero al no verse beneficiados optan por disfrazar intenciones personales mostrándose con nuevos contornos discursivos y visuales. Otros que durante decenios vociferaron democratización o muerte se convierten en quijotes del statu quo, tratando de defender lo indefendible. Un caso reciente lo protagoniza Rosario Robles Berlanga, exjefa de gobierno perredista del D.F., quien se presentaba con ropajes de mujer progresista, para luego caer en la ignominia por sus relaciones de amor y corrupción con el empresario argentino Carlos Ahumada. Hoy, la vestimenta de izquierda consciente es cambiada por la de promotora de Enrique Peña Nieto. Antes que nada y después de todo, primero es el “hueso”, parece ser la justificación más socorrida de los saltimbanquis. Cuando los partidos se materializan en la figura de sus candidatos, el mimetismo cobra mayor fuerza, ya que la construcción de sus mensajes políticos se basa en la desmemoria y el ocultamiento de debilidades, ineficacias y carencias. La imagen mostrada pretende llenar el espectro de percepción ciudadana, tachando “lo malo” del ayer y recobrando la línea de la esperanza inalcanzable, que es resucitada en cada proceso electoral. Las cifras excesivas de gastos públicos son exhibidas como estadísticas de tiempos remotos, que se tienen que refundir en la cueva e la amnesia colectiva; las impericias y errores administrativos arrumbados en las oficinas que abandonaron para pasar a otros menesteres; los incumplimientos en obras y programas sociales desdibujados por los enormes silencios de medios de comunicación contratados para resaltar logros, previo pago multimillonario por concepto de publicidad. Por esta estas y mil razones más de índole económica y seguridad social el cuerpo societal considera que la actividad política es una bazofia, porque percibe desfachatez, cinismo y desparpajo en los miembros de la cúpula que controla partidos, congresos e instituciones gubernamentales. Aún cuando existe saturación de spots audiovisuales, folletos, pancartas, espectaculares y consumibles como gorras, playeras, llaveros, globos y bolsas para el mandado, la ciudadanía sólo siente falsedad. El abstencionismo es entonces uno de los resultados de las operaciones infames que realiza la clase política e instituciones del Estado mexicano. El descrédito de la política debe ser visto como termómetro que mide los grados de rompimiento en las estructuras funcionales del sistema y no solamente como parte de la “cultura política a la mexicana”. ¿Votar por el menos malo? ¿Votar en blanco? ¿Despreciar todo y convertirse en guerrillero o ermitaño? Cualquier decisión que se tome en lo particular o de manera comunitaria debe estar centrada en la recuperación de la Nación, traducida ésta en lo esencial de la vida: la casa, calle, cuadra, colonia, ciudad, estado, trabajo y centros de convivencia social. Lo trascendental será confrontar ofertas, ideas, proyectos sustentables, pero sobre todo realizables sin tener que recurrir a endeudamientos o mentiras. En ciertos sectores de la clase dominante hay desprecio y subvaloración hacia la sociedad. No obstante las aseveraciones de que los mexicanos continuamos siendo “débiles mentales o analfabetas”, que no pueden traspasar las vallas impuestas por el poder, hay que tener en cuenta que la sociedad puede –más en circunstancias de crisis- rebasar cercos informativos, marcos normativos, controles represivos e ideológicos y monopolios empresariales. Basta ya de antifaces, engaños, guiones e imágenes perversas que desvirtúan la realidad. La cúpula del poder debe tener presente que la inducción al conformismo y la desmovilización por miedo o necesidad no es eterna e infalible. Muchas voces machacan que somos un pueblo inculto y pasivo, pero lo cierto es que de ninguna forma somos idiotas. Las contradicciones del modus vivendi y los subsistemas de dominación están en etapa crítica y esto abre posibilidades de crecimiento y transformación a través de la de participación horizontal. Las manecillas siguen moviéndose, unos pugnan para retrasarlas y otros, poco a poco, empujamos en contrasentido para que llegue la hora exacta. B.H.G. *Para una comprensión de la teoría de las élites recomiendo acudir a la lectura de Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto y Robert Michels, a fin de conocer con mayor especificidad la visión que cita la existencia de grupos selectivos que, por su posición política-económica, planean, organizan y operan la direccionalidad de los Estados modernos, a través de políticas públicas y decisiones estructurales al interior de gobiernos, congresos y tribunales judiciales.

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jueves, 3 de mayo de 2012

LA POLÍTICA MEXICANA: UNA OBRA DE TEATRO INFAME

LA POLÍTICA MEXICANA CONVERTIDA EN TEATRO DENIGRANTE. La tragedia y comedia en la actividad política 2012. Por Baltasar Hernández Gómez. No es sencillo comparar el arte escénico con la actividad política que es ciencia, técnica y arte, pero intentaré equiparar el análisis de lo que está sucediendo en la política mexicana, a través del modelo intratextual que se utiliza para las obras de teatro, con el propósito de desentrañar las incoherencias y falsedades que envuelven al sistema mexicano. Esto no es fácil, sobre todo si se tiene en cuenta que la política ha sido convertida en una sucesión de procedimientos deshonestos y arreglos para que siga imperando el establishment. Empiezo: En primer lugar abordo la estructura dramática que da soporte a las obra, en virtud de que es la parte que sintetiza los acontecimientos y elementos constitutivos de la historia, permitiendo identificar las tramas a relatar. Aunado a lo anterior, en el ámbito político la trama es el mensaje proveniente de los hacedores (creadores de la estrategia) que sólo deja ver la dermis, es decir, un segmento seleccionado de antemano para ocultar muchas situaciones que pueden salirse de control. “Los directores de la obra” tratan de fijar que la meta es convencer al electorado a que vote por su opción para construir un municipio, un estado y un país más desarrollado a través de sus productos. Sin embargo, en la práctica la trama de los intereses grupales y personales exhibe inconsistencias y descubre a los ojos societales (en diferentes grados de impacto, debido a la posición sociocultural y económica) que los mensajes están destinados a la manipulación de las percepciones sociales. Si bien es cierto que en el teatro también existe el tono para explicar lo trágico, cómico o melodramático de la puesta en escena, en la política mexicana el tono es ofrecido por medio del producto identificado como partido(s) /candidato(s), de tal forma que en 90 días de proselitismo –plazo establecido por la legislación electoral vigente en México- se trata de inyectar elementos simbólicos y persuasivos que, de alguna u otra manera, van a repercutir en la psique social sin mediar ningún tipo de análisis, pues la propaganda en cualquiera de sus facetas tiene una elevada carga de emotividades que son direccionadas hacia el subconsciente, para luego trasladarse a la toma de decisiones. El espacio -que es el lugar donde se efectúa la acción teatral- es eminentemente alegórico, a fin de que los auditorios abstraigan la trama y a partir de ahí adopten/reafirmen para sí estereotipos sociales. En el plano político, el espacio es territorio evocador de necesidades y expectativas, las cuales se encuentran en la propia dinámica social, o bien, son insertadas por el marketing electoral para despertar en los receptores sentimientos de unidad, satisfacción, enojo, adhesión, aislamiento, tranquilidad, etc. Así pues, los conflictos conforman la parte esencial de la estructura dramática, pues hacen avanzar la acción. En teatro existen varios arquetipos de conflictos, y habrá uno o más que ocupen la atención central de los espectadores, en virtud de que retrotrae el choque de la acción con el público, el cual se materializa en lo que hacen o dejan de hacer los personajes. En política, los conflictos están referidos a las supuestas diferencias de concepción y puesta en marcha de políticas públicas; en los errores de los contrarios; en lo que se hizo o se deshizo, pero sobre todo en lo que se deriva de la llamada encuestología. El conflicto político aparece siempre apegado a cuestiones de militancia, filias y fobias que son manejadas por los estrategas y operadores de las campañas, para que las personas (adherentes, opositores o indecisos) concilien su realidad bajo premisas de dudosa comprobación, ya que el videns supera la capacidad de comparación racional. Los conflictos teatrales se convierten en encuentros y desencuentros fácilmente detectables, mientras que los políticos son códigos semióticos que se muestran como señales imperativas para dictaminar Sí o No a la imagen, lema o propuesta inmediatista de los productos políticos. Tal parece que entre partidos no existieran diferencias de fondo, sino sólo estilos diferentes para concebir la realidad y variar la dirección de políticas públicas para resolver disfuncionalidades. Los partidos y sus candidatos buscan la confusión de la trama, envolviendo al imaginario colectivo en un encadenamiento de dubitaciones, las cuales son fortificadas por perfiles superfluos y el manejo subliminal de las masas. Ahora bien, los personajes de la obra son el eslabón final, pues representan la expresión concreta que, con sus acciones y diálogos, llenan espacios, dan vida a los conflictos y presentan la trama y el tono. Hay muchas maneras de clasificar a los personajes: emblemáticos o realistas, complejos o simples, o bien, principales o secundarios. En el caso de la política los personajes son los candidatos, el partido, los slogans y sus presentaciones mediáticas o directas, de acuerdo a la calendarización de la trama. En México los personajes siempre quieren readecuarse en prototipos prefabricados, como son: populistas, mesiánicos, valentones, intelectuales, conocedores, pragmáticos, entre otros. Luego entonces, los personajes se enfundan en envoltorios de fácil reconocimiento y fijación, a efecto de que sean recordados por los auditorios receptores, quienes los incorporan a través de la sistematización de sus voces, pensamientos, ademanes y manejo proxémico. Personajes políticos que muchas veces debieran utilizar las máscaras y las túnicas del ágora griega y los foros romanos, para que no salga a flote la “perversidad” de sus pretensiones. En la obra “México 2012” los personajes están montados en una maquinaria que los moviliza por los cuatro puntos cardinales, posicionándolos en los ojos, oídos y terminales táctiles del público receptor: los copetes, los cuerpos anoréxicos, las miradas conciliadoras, la caricatura de profesor, las palabras amorosas, los dichos que quieren producir risas, el regreso de promesas; son el pan nuestro de todos los días. Miles y miles de spots propagandísticos, cientos de miles de volantes, espectaculares, bardas y trípticos, que tienen como destino final los tiraderos de residuos sólidos. Si acaso con el correr de los años, alguna frase, imagen y oferta se quedarán grabadas, pasando a formar parte de la sátira nacional, porque la mayoría son promesas que se incumplen, ofertas para arrancar la compra social a través de sufragios en un tiempo y espacio específico y nada más. Hasta ahora, desafortunadamente, no hay visos de que los auditorios exijan el cumplimiento de promesas tanto a los vencedores como derrotados a medias (ya que muchos son reciclados en puestos de elección federal o estatal, o bien en cargos gubernamentales), porque de cualquier manera todos los partidos contarán con parcelas de poder, para modificar el marco normativo de la República y el uso de los recursos humanos, técnicos, materiales y financieros para alcanzar sus fines. La obra teatral del PRI está basada en la recuperación de un pasado que pregonan como glorioso frente a la debacle provocada por las administraciones panistas desde el año 2000. Los colores nacionales, la figura por encima de las ideas, el México que se desgaja y que es necesario rescatar son los guiones principales para que las nuevas generaciones se emocionen por la puesta en escena. La apuesta de los hacedores priistas está en el olvido y en el marketing. El éxito redundará en sacar del baúl de los recuerdos la añoranza institucional aunque para ello la desmemoria haga su aparición para no recordar los miles de errores y actos de autoritarismo y corrupción de gobernantes y políticos, que ahora se remasterizan en la campaña de Peña Nieto. En lo concerniente al PRD, las tribus de arribistas se han apoderado de las estructuras. Cambiaron el guión de izquierda y cambio por una secuencia de concertacesiones y amarres reformistas. La política del partido del sol azteca fue transformada en el apego al poder, aunque en ello se perdiera la legitimidad de sus cuadros y la penetración en la sociedad. El actor de hace 6 años hoy cambia sus diálogos: de beligerante directo a político amoroso, para sumar adeptos a la causa. Habrá espectadores que se sumen al proyecto de López Obrador y otros que duden de la efectividad de la nueva estrategia y opten por abstenerse o votar por los otros productos políticos. En ciertas partes de la obra teatral se generan espasmos, pues los que se decían progresistas (como el caso de Rosario Robles Berlanga, exjefa de gobierno del DF) hoy trabajan abiertamente por Peña Nieto. El teatro de la vida cobrará facturas, porque evidentemente muchos perredistas no se vieron beneficiados e irán contracorriente por interés y acomodo para restar votos al candidato de la coalición de las denominadas “izquierdas”. La obra del PAN que protagoniza Josefina Vázquez Mota no tiene ni siquiera entradas suficientes para llenar un foro regional, pues el guión que utiliza no tiene sólidos referentes para apuntalar la puesta en escena. La actriz-política, enfundada en trajes sastre de diseñadores reconocidos y maquillaje a granel está impedida a rescatar los valores y resultados de dos administraciones panistas que pusieron en la lona sus capitales políticos. No puede hablar de cambio de rumbo ni aplaudir lo hecho, pues todo representa debilidad. El elenco la está dejando sola con su soledad, con estadios semivacíos y campañas que no cuajan en las simpatías sociales. Josefina, la que parece estrella de cine en los posters y otra mujer en los actos, sale a cuadro pronunciando monólogos sin acompañamientos. La campaña blanquiazul es, como el gobierno calderonista, una campaña fallida por todos lados. Del PANAL (Partido Nueva Alianza) qué decir, toda vez que es una organización clientelar apoyada por el sindicalismo reunido en torno al SNTE que dirige Elba Esther Gordillo Morales. Gabriel Quadri de la Torre, quien recibió la candidatura en una cena entre amigos, no cuadra. Es un personaje montado en un escenario que pretende ser dramático-realista, pero que se mueve en la comedia. Una verdadera caricatura. Decía mi padre……………la hecatombe. La figura desparpajada, pero sobre todo el discurso que exterioriza nos deja ver una política denigrante e infame. ¿Así o más? BHG ₪

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