ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

martes, 29 de junio de 2010

LAS MAFIAS QUE NOS GOBIERNAN


LAS MAFIAS QUE NOS GOBIERNAN
Por Baltasar Hernández Gómez


“Cuando los hombres renuncian voluntariamente a su libertad
por conservar su seguridad, pronto pierden incluso esa degradada seguridad”
Marco Tulio Cicerón.


Primeramente debo precisar que el concepto de “voluntariedad” que enunció el ilustre jurisconsulto romano Cicerón debe interpretarse en la modernidad como sinónimo de inducción política y la “libertad” como la concesión del modo de vida democrática vigente que otorga a los ciudadanos la capacidad de ser y hacer sólo sí se está dentro del marco legal, para pensar y actuar en la más completa uniformidad.

La denominación mafia es para la mayoría de las personas la reunión articulada de hombres y mujeres que organizan la delincuencia y por tanto el [mal] está condensado en actividades para producir, comercializar y controlar drogas, asesinatos, mercado negro de mercancías, prostitución, trata de blancas, secuestro y extorsión. Sin embargo, esta visión no es del todo exacta, ya que también los detentadores del poder político y económico legalizado conforman otro tipo de mafia, tan baja y ruin como la ilegal.

En México la mafia, integrada por diferentes cárteles (integrados orgánicamente o no) creció a niveles inimaginables, pues pasó de ser puente de traspaso de droga a Estados Unidos en las décadas de los años setenta y ochenta a convertirse en estructuras independientes de bienes y servicios ilícitos fuera de los canales autorizados por el Estado. Desde los últimos años de la década de los noventa y en el primer decenio del siglo XXI la mafia es una fuerza que pelea al tú por tú con las instituciones legitimadas por la sociedad y es por esto que ahora intervienen en todas y cada una de las esferas de la vida nacional e internacional.

La otra fuerza, el Estado y su clase dominante, ha determinado constitucionalmente que es el único detentador de las leyes, la cultura, ideología y la organización política-económica. Es por esto que ambas corporaciones se disputan el control total de los mercados, no solamente de tipo económico, sino también del ambiente sociopolítico, lo cual ha estimulado una “guerra” donde millones de ciudadanos están en medio del terror, podredumbre, engaño, corrupción, enriquecimientos inexplicables y muertes violentas.

No obstante los desastres que origina la lucha entre “los buenos y los malos”, muchos analistas estipulan que el propio Estado es el creador de la(s) mafia(s) para mantener desequilibrios controlables, para que al final haya una pax que beneficie los intereses de las cúpulas políticas y financieras. Más allá de esta definición, es indiscutible que la cosa nostra y los gobiernos, que son el aparato administrador-ejecutor del Estado, persiguen lo mismo: la dominación masiva de conciencias y conductas humanas.

Los mafiosos de ambos bandos tienen un organigrama más o menos parecido, pues si la mafia “ilegal-mala” está compuesta por un cónclave de familias, capo di tutti capi, capo, sotto capo, caporegime, capodecime, soldato, picciotto, giovane d´honore, consigliere y cosa nuova; en la mafia “legal-legitimada-buena” existe una reunión de notables compuesta por empresarios/industriales/banqueros, presidente de la República, gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, magistrados, jueces, generales, regidores, burócratas, policías, tropa, asesores, auditores, contadores e intelectuales afiliados, entre otros personajes que muy bien podrían estar en el zoológico fantástico descrito por el escritor Jorge Luis Borges.

Por eso cuando se revelan crímenes políticos no sólo hace su aparición la muerte de ciudadanos, funcionarios o candidatos a cargo de elección popular, sino además queda al descubierto las pugnas en los centros del poder. En la actualidad todo está convertido en [asunto narco], es decir, las ejecuciones, incendios, secuestros y daños de diversa índole son etiquetados como frutos del crimen organizado, lo cual libera de responsabilidad a las instituciones gubernamentales, que por muchos años han trabajado sin el menor asomo de honestidad, compromiso y patriotismo. Al final de cuentas los asesinatos son indicadores del grado de putrefacción de las élites situadas en la dermis pública y en los recovecos más profundos del sistema, que deberían alertar sobre el trágico futuro si se continúa en este aquelarre de corrupción e ineficacia engendrada por quienes se adjudican la patente de próceres de la democracia.

Si hace 15 años había la creencia de que los convenios concertados entre el gobierno (en sus tres órdenes) y ciertos grupos del crimen organizado permitían una paz territorial, ahora la(s) mafia(s) no requiere(n) de negociaciones para seguir operando, pues está en la posición de imponer su voluntad, aún cuando un gobernante o político no esté de acuerdo o viva pensando que su negación impedirá el avance del llamado “narco”. La mafia “mala” se vale de la anarquía mientras la mafia “buena” está apoyada en la democracia que no le está dando en estos momentos una salida decorosa para seguir manteniéndose vigente en la conciencia colectiva. La primera impuso una organización que lo mismo corrompe las leyes que amordaza o copta a los que tienen el imperativo de hacerlas cumplir. La segunda apostó a la repetición de procesos democráticos procedimentales, basados en la mentira, para que la partidocracia esté siempre por encima de la sociedad civil.

La estadística de asesinatos parece ir in crescendo y se ha perdido la capacidad de asombro ante la barbarie, que un día anuncia una decapitación y al otro un cercenamiento, para luego exhibir la desintegración de cuerpos con ácido. Como el carnaval político tiene que eternizarse, pues se elevan plegarias por los políticos asesinados en Tamaulipas, Guerrero y Nuevo León, entre otras muchas entidades federativas, para luego nombrar a nuevos líderes, candidatos o gobernantes. La realidad se ha convertido en una orgía de muerte, política demagógica e inhumana, así como finanzas mal aplicadas, donde lo menos importante es el cuidado de la soberanía y el bienestar social, porque la prioridad está focalizada en que los partidos permanezcan en la cima de la pirámide del poder, pues son los únicos protagonistas que tienen el derecho de usufructuar los puestos administrativos, legislativos, judiciales y de seguridad nacional.

Para los ojos no entrenados todo sucede a la velocidad de una película de acción, que transmite una serie de flashes visuales y auditivos que nublan la capacidad de análisis, ya que de lo que se trata es mantener la creencia que los nuevos políticos y gobernantes -algún día- harán justicia y construirán una nación próspera. Ante el cúmulo de crímenes, es mejor pensar en resignación y olvido para no encontrar a los verdaderos culpables; ante la pobreza, más fútbol y programas de entretenimiento; ante la muerte de candidatos, la aceptación de relevos y que la fiesta electoral prosiga; ante el fracaso contra el crimen organizado, el morbo de ver asesinados con métodos nunca antes imaginados (mientras éstos no sean amistades o familiares).

Así de mal está México y la mayoría de los países subdesarrollados, toda vez que se invierten colosales recursos humanos, materiales, técnicos y financieros en guerras interminables que no sólo diezma al erario público, sino sobre todo la confianza y la moral social. Mientras esto ocurre en Latinoamérica, Asia y África, los países altamente desarrollados ni siquiera muestran preocupación por detener a los cabecillas de corporativos criminales, muchos de los cuales traen puesto el disfraz de benefactores de la humanidad, quienes aderezan sus vestimentas con medallas que relucen con la brillantez del altruismo para erradicar la miseria en todos los rincones del orbe.

Muchos gobiernos recurren a las “guerras” contra enemigos pre-fabricados o imaginarios para ocultar descontentos internos, impericias o malos manejos y así unificar voluntades civiles. Otros gobiernos usan las “guerras” para proporcionar distractores o prosperidades falsas. Sin embargo, cualesquiera que sean los motivos para sostener conflagraciones patrióticas, lo cierto es que todo desemboca en la proscripción de libertades individuales, tiranías educativas e ideológicas, opresiones políticas y descomposición ética-moral.

Posdata:

La mafia ilegal ha enseñado su enorme despliegue para ganar, afianzar, recomponer o sustituir geopolíticamente su capacidad de mando y por eso suceden estrategias y movimientos logísticos que convierten a la corrupción y la muerte en el pan nuestro de todos los días. Cae un capo y resurgen otros como si se tratara del monstruo acuático Hidra al cual Hércules le cortaba una cabeza y volvían a renacerle dos más. En la mafia legal dichos monstruos mitológicos pululan en los centros del poder político y económico: por cada funcionario de primer nivel existen hermanos, hermanas, sobrinos, esposas, compadres, cómplices y amigos ocupando puestos claves en los 3 Poderes de la Unión y he aquí el meollo en reproducir el modelo democrático, que basa su poderío en el sufragio.

El mundial de fútbol 2010 demostró lo endeble del seleccionado mexicano, pero también que en cargos gubernamentales importantes hay familiares directos, como por ejemplo el caso del ex-director del Fonatur, hermano del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, que se vio envuelto en una trifulca de cantina en Sudáfrica y por la imagen proyectada fue despedido fulminantemente. Si hubiera una revisión de quiénes poseen asientos camarales en el Poder Legislativo, de las plazas administrativas ocupadas y de los encargos de alto relieve de muchas personas en las instituciones civiles, militares o policiacas, habría un espanto mayúsculo al conocer los nombres de políticos y empresarios de viejo y nuevo cuño que son amparados por los líderes partidistas y miembros prominentes de los gobiernos federal, estatal y municipal.

Como colofón diré que el IEETAM en lugar de posponer la realización de los comicios electorales en Tamaulipas, inmediatamente dispuso que el proceso del domingo 4 de julio debe proseguir a toda costa, pese a la muerte de uno de los candidatos a la gubernatura. Muchos dirán que la fiesta de la democracia es imparable y que las instituciones no tienen que amedrentarse jamás. ¿Será? B.H.G.

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lunes, 28 de junio de 2010

VIVIENDO SIN HACERSE EL HARAQUIRI


3 FRAGMENTOS DE MI LIBRO SAMURÁI MODERNO.
(Publicado en España por Editorial Corona Borealis, 2009
y en México por Editorial Pretextos, 2008.)
Por Baltasar Hernández Gómez.


HAY DOS TIPOS DE FRACASOS: POR NO ESCUCHAR A NADIE Y POR ESCUCHAR A TODOS

Las decisiones para actuar deben tomarse escuchando el consejo de personas experimentadas y con la objetividad y recursos que dispone. Muchos fracasos son por creer estar aptos al ciento por ciento y no aceptar opiniones, pero también es cierto que hay otras derrotas que se dan por creer todo lo que dicen.

Equilibre posturas a través de las lecciones que recibe de personas sabias, considerando siempre tomar una decisión en equilibrio. Ni tan tan, ni muy muy.

No crea en todo lo que dicen, pero tampoco deseche lecciones. Cuídese de las personas que siempre alaban lo que hace y de aquellas que a todo le encuentran imposibles. Desarrolle mesura en sus actos, porque todo llega cuando debe llegar: ni un minuto más, ni un minuto menos.

LA EXPERIENCIA ES LO QUE SE OBTIENE JUSTO DESPUÉS QUE UNO LA NECESITA

La experiencia se obtiene a posteriori y es precisamente esto lo que hace que nadie sufra en cabeza ajena. Justo después de que pasó una crisis es que se consigue apreciar un panorama amplio de la trama. Cuando pasó la tempestad mucha gente exclama ¡Cómo no lo pensé antes!

Capitalice las experiencias para el mejoramiento en la toma de decisiones. No las tire ni las olvide, que muchas veces se tienen que utilizar para solucionar conflictos futuros. No piense que los años dan experiencia ni que “todo viejo sabe más que el diablo”. No siempre los hombres o mujeres de edad más avanzada son los que saben más.

Una mujer u hombre de conocimiento es el que asume para sí lo vivido. Asimile que no sólo las victorias dan juicio, sino también las derrotas. “No hay que llegar primero, pero sí hay que saber llegar”.

LOS VIEJOS PARADIGMAS SON CÓMODOS…TAMBIÉN LOS ATAUDES

Estar acostumbrados a la comodidad de los modelos de vida ya probados otorga confort, pero también pone límite al desarrollo personal. Estar cómodo no es negativo si se quiere estar en una posición resignada.

Cómodos son los ataúdes que conservan los cuerpos bajo tierra y las monotonías disfrazadas de rutinas, pero no olvide que acaban por debilitar y nulificar. Al explorar nuevas rutas para crecer mental, espiritual y materialmente se atrae la aprehensión, la duda y el temor, pero es mejor esto que permanecer inmóvil y sin desarrollo.

Establezca ritos no rutinas, es decir, controle los pasos que dará para resolver una situación, pero aplique variaciones que no lo hagan caer en el terreno de visibilidad. Si para ganar una batalla necesita cambiar modelos de actuación, lo tendrá que hacer, pues es un imperativo sin importar que no le guste.

Ser versátil le brindará siempre la ocasión de ser impredecible, logrando acumular potencial para aminorar golpes o críticas innecesarias. B.H.G.

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lunes, 21 de junio de 2010

ES MEJOR SER TEMIDO QUE AMADO: Maquiavelo en el siglo XXI


ES MEJOR SER TEMIDO QUE AMADO.
Maquiavelo en el siglo XXI.
Por Baltasar Hernández Gómez.


Aunque las nuevas generaciones quieran arrumbar a Nicolás Maquiavelo en la valija de lo arcaico, sus enseñanzas aún tienen mucha validez para las clases hegemónicas, ya que la política como técnica de poder requiere de la aplicación de estrategias para alcanzar eficacia en su gestión. Determinar si es mejor ser temido, que amado reviste gran importancia, en virtud de que muchas personas introducidas en el ambiente de lo político no siempre cuentan con los puntos de equilibrio para realizar sus actos con efectividad: unas veces liberales, otras con carácter impositivo y las muchas con una imagen mercadológica que anuncia un producto lleno de bondades, aciertos y promesas, no alcanzan a construir una esfera consolidada, conservando a forciori vertientes ortodoxas o simplemente valorativas, que les van restando permanencia.

La consigna “Es mejor ser temido que amado” representa uno de los vértices más representativos del pensamiento maquiaveliano, pues se basa en la eficacia de la política en acción, a fin de guardar sitios de ponderación entre el amor (conseguido por la afectividad que produce el binomio sensaciones/hechos) y el temor (actos de autoridad desplegados en espacios y tiempos diferenciados). El temor no aparece visible en un primer momento, pero es indiscutible que se puede palpar en las realizaciones políticas, sociales y administrativas de los gobernantes y sus múltiples influencias en el corpus social. El temor se aloja en el inconsciente colectivo e individualizado que es incluido posteriormente en las conductas, lo cual produce un desenvolvimiento controlado debido al carácter obligatorio y consensuado hacia los cánones impuestos por la dominación política.

En contrapartida, el amor tiene un carácter interno, es decir, se origina en la relatividad de los sentimientos individuales, los cuales se insertan en las relaciones culturales, económicas y cotidianas que tienen que ver con las apreciaciones colectivizadas. El amor es un concepto espinoso de clasificar, pues abarca una y n visiones con las que se puede valorar la realidad. Ser amado tiene una implicación subjetiva, que se limita a constantes vaivenes entre lo que se piensa, se quiere y se obtiene finalmente. Por tanto, es inconstante y difícil de acotar en los parámetros de control organizacional.

Quien ofrece o acepta el amor lo hace en una temporalidad delimitada, toda vez que dicha emoción está inmersa en las evaluaciones existentes de necesidad, satisfacción, soledad, interés o conveniencia que poseen los sujetos sociales. Quien se siente amado convoca a la pasión y no a la razón, lo que se traduce en arquetipos axiológicos que distan mucho de ser verdades a toda prueba, o bien, pronosticables. Como ejemplos refiero lo concerniente a la belleza física, el cumplimiento de satisfactores, apoyos incondicionales, status, etc. Por otra parte, quien siente temor no se paraliza del todo ni tampoco origina odio hacia el hacedor de una instrucción, sino que queda supeditado al proceso de autoridad que desarrollan los detentadores del poder.

Quien teme está reconociendo la rolificación de los modelos de coexistencia y Nicolás Maquiavelo admitió que es preferible “Ser temido” porque esto se trueca en sujeción y aceptación interiorizada, así como adecuación externa. “Ser amado”, por el contrario, es volátil, ya que obedece a la percepción de las habilidades y atenciones del político, gobernante o patrón, pero nada más. Si el gobernante queda encadenado a “Ser amado” obtiene subordinación a la subjetividad, ya que esta apreciación no es controlada ad infinitum ni mucho menos otorga un rango de confiabilidad imperecedera. Si el político toma la ruta de “Ser temido” puede conseguir mayor certidumbre en la consecución de sus tareas de poder, pues impacta en los sitios de respeto a la legalidad, a la fuerza y labor culturológica de su estadía, que le da total influencia para la modificación de formas y contenidos sociales.

A simple vista el amor se presenta como el elemento más sublime de la humanidad, pero esto es relativo, toda vez que amar a alguien o algo es instalarse en arenas movedizas. El amor puede desaparecer en el momento en que el “amante” deja de poseer o sentir bienes y servicios materiales o espirituales de la otra persona. Por el otro lado, el temor hace que los sujetos sociales tengan aprensión al castigo o a la pérdida, situación que los hace permanecer siempre a la expectativa de los pasos siguientes que lleve a efecto el hacedor de las órdenes.

En la filosofía popular hay un credo que establece “hay que sumar amigos y no enemigos”, sin embargo, este juicio no aplica en los casos de la realpolitik, toda vez que no hay tasación de lo bueno, malo o feo y mucho menos de la capacidad para preservar la funcionalidad del poder basado en correlaciones sociales y personales, que resultan etéreas y modificables al menor asomo de interpretaciones erróneas o cambios bruscos en el contexto.

Cuando una persona o institución política está en la cúspide es irrelevante que opere poniendo como su principal mecanismo de dominación la proliferación del amor. Nicolás Maquiavelo no señaló que un gobernante obtendría, mantendría y aumentaría su poder por medio de querencias, sino a través de la vigencia de sus actos, poniendo en uso su imagen, marco legal y uso selectivo de la fuerza psicológica, cultural y física. Esto no significa que el gobernante deba despreciar tácticas que busquen la acumulación de afinidades, sino que debe actuar teniendo en consideración el control permanente del todo social y sus partes.

Maquiavelo enseñó que tiene que construirse -al unísono- un método estructural y flexible que se adecue a las circunstancias prevalecientes en la dominación política, ya que los subordinados optan por desenvolverse en el juego de pasiones y aspectos valorativos (sentirse importantes, amados, satisfechos, bien tratados, etc.). por lo mismo resulta intrascendente que los gobernantes se sometan al imperio de la pasión, o sea, de sentirse amados por las mayorías, en cualquier sitio o temporalidad, pues es más relevante que actúe con programas y acciones que resalten el control por medio del status quo, así como el proceso de quita de aquellos grupos que presionan, cambian de opinión, se rebelan o abstienen.

El amor es una sensación factible de cambios, por lo tanto se puede quedar a expensas de la ingobernabilidad o desgaste de poder. La reprimenda verbal y corporal, que cuenta con el respaldo de las normas legales contra quienes no acatan disposiciones, ofrece la suficiente confiabilidad para erradicar cualquier tipo de valoración sobre las condiciones de perdón u olvido, que a la larga pueden convertirse en una cadena de escenarios inestables.

Los detentadores de poder deben tener presente cuáles son los instrumentos más efectivos para la dominación: cuando sea necesario abrir los espectros de bondad, tendrán que ser visibles y emotivos, pero cuando haya situaciones especiales deberán ser capaces de asestar impactos contundentes que traigan respeto y sujeción a lo determinado. Desde este cuadrante de poder, Maquiavelo asumió que hay personas que asumen estar bien con lo ya dado y sólo basta perpetuar el establishment, para tenerlos organizados. Otras personas tienen que ser sometidas a la reforma de sus paradigmas cognitivos y de conducta para legitimar y luego reproducir el ambiente imperante. Y otras que no entienden por ninguna de las vías antes descritas, a las que se hace imprescindible aplicar medidas de fuerza (Althusser los denomina aparatos represivos del Estado), la homogeneización de la cultura de masas y el bombardeo propagandístico de acciones que benefician a la clase dominante, pero que se hacen sentir como intereses generales.

Medidas dolorosas ¿Para quién? Amor al político o gobernante ¿Por cuánto tiempo? Maquiavelo subrayó que es mejor ser temido que amado en su justo medio y no alardear cuando se trate de imponer un programa, sino realizarlo aplicando las acciones necesarias y sin conmiseraciones, a efecto de no retrasar o impedir su cumplimiento. La historia de la humanidad nos da prueba de ello, ya que los estadistas -en diferentes tiempos- han aplicado esta consigna maquiaveliana y no se sostuvieron por ser depositarios del amor de sus pueblos, sino por el engrandecimiento de su capacidad para generar obediencia, tanto en aliados como enemigos. B.H.G.

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lunes, 7 de junio de 2010

LA PARTE OCULTA DE LA HISTORIA EN MÉXICO: la pugna política como factor de orden.


GUERRA, TERROR Y DESINFORMACIÓN EN MÉXICO
Por Baltasar Hernández Gómez


La historia de México ha sido una saga de guerras intestinas tejida con interminables choques entre facciones disputándose el poder político. Los mexicanos hemos desarrollado una visión de conflicto, que unas veces nos hacen apreciar como aceptables las representaciones simbólicas que se inscriben en el maniqueísmo liberal y democrático y otras muchas en lo autoritario, pragmático, conservador y católico. La independencia, reforma, revolución y etapa contemporánea fueron permeadas por la lucha cupular para imponer proyectos de nación alejados de las mayorías: los conceptos patria, Estado, constitucionalidad y presidencialismo fueron concretados por los grupos hegemónicos para defender sus intereses económicos y políticos sin considerar ningún beneficio para las clases sociales mayoritarias.

Las pugnas entre castas; entre liberales y conservadores; entre constitucionalistas y agraristas; entre revolucionarios y fuerzas oficialistas; entre presidencialistas y demócratas; entre socialistas y reformadores y entre técnicos mercadológicos y populistas han sido el drama que envolvió las vivencias de millones de compatriotas. Los mexicanos han transitado por caminos de una sola vía, a fin de tomar partido por uno u otro bando, pagando las consecuencias del Armagedón surgido de las élites en espacios y tiempos determinados.

En el primer decenio del siglo XXI la guerra perdura como convocatoria gubernamental, una especie de [intifada] ultranacionalista y de corte sexenal, que adopta una aureola de terror y desinformación sin precedente. En esta vertiente, los buenos son las corporaciones legales y represivas del Estado, así como los mexicanos que se desviven para apoyar las ocurrencias del actual régimen. Los malos son los disidentes, activistas y críticos, o bien, todos aquellos que pertenecen a los grupos delincuenciales, sea esta condición real o ficticia.

La “guerra” del presidente Felipe Calderón está enmarcada en el terror producida por la propaganda institucional y comercial, neopopulismo, balas, bombas, granadas, ejecuciones y amenazas, así como la desinformación a nivel público y privado. México está convertido en un punto geográfico copado por el narco: las muertes, robos, secuestros y hasta silencios son producidos por el combate contra el Leviatán de la mafia interna y extranjera. La crisis, pesadumbre, falta de recursos financieros y servicios son también originados por la impericia y el des-deseo gubernamental, que enmascarada con el combate contra el hampa no dejan lugar para la calidad de vida digna de la ciudadanía. Es conveniente recalcar que el Estado no es víctima, sino promotor directo del crecimiento del caos social, debido a su ineficacia y falta de control, lo cual ha originado que naciera el “fenómeno macabro” que lleva por nombre partidocracia, que tiene para sí la conducción de la vida política del país.

Un asalto….es el crimen organizado. Una desaparición o secuestro…..el hampa. Carencia de bienes y servicios públicos….culpa de las anteriores administraciones y criminales. Una balacera contra civiles…la mafia. La Nación es un enorme laboratorio dirigido por la impunidad en donde los medios de comunicación y gobernantes son ministerios públicos y jueces a bote pronto. La sociedad ha sido transmutada en espectadora pasiva, que aprecia en tercera fila las oscilaciones de políticos corruptos, demagogos e ineficientes, zares del crimen organizado y los desaseos de empresarios. El halo de la violencia cubre de excremento todo lo que pasa en México y debajo de la putrefacción están atrincherados los intereses más perversos del círculo de poder político y económico.

Los “buenos” son los miembros del gobierno en turno, empresarios, artistas e intelectuales/comunicadores orgánicos. Los “malos o indeseables” son los millones de mexicanos que no son personajes conocidos, pero que osan levantar sus voces y manos cuando les asesinan a familiares, vecinos, amigos o de plano se mueren física y moralmente por la tremenda crisis económica. Si nos apellidáramos Wallace, Vargas, Martí, Fernández o Lora los reflectores del Estado y los mass media estarían buscando acciones para resolver las desventuras. Como nos apellidamos González, Hernández, Pérez, García o Rodríguez ni siquiera nos alumbra una veladora para ser merecedores de una porción mínima de la atención pública.

Todo es Calderón Hinojosa y su grupo; Salinas de Gortari y sus huestes parapetadas en el Congreso de la Unión, PRI, gobiernos estatales y municipales y empresas de alto relieve; sangre, sudor y lágrimas; balas que penetran; narices y brazos consumiendo estupefacientes; levantones de personas y ocultamiento de información. De la riqueza nacional para todos…nada. De Fernández de Cevallos… una cortina de humo, ilegalidad y mutismo en el gobierno, así como en los medios electrónicos e impresos. La historia contemporánea será apreciada como la remasterización del “Mío Cid” Calderón; “Terminator” García Luna; “Jack el Destripador” Gómez Mont; “Freddy Krugger” Lozano; “Iron Man” Guzmán Loera, así como el imperio de las milicias y policías cubiertas con pasamontañas y los consorcios de comunicación que bailan al ritmo que tocan políticos, empresarios y, por supuesto, de los multimencionados narcos.

En 2012 -si no es que antes- la frase sexenal que será colocada en una placa metálica con letras de oro para la posteridad en la columna de la Independencia, dirá lo siguiente: “La República Mexicana yace en el terror, porque los hombres y mujeres que la comandan adoptaron la actitud de no oír, no hablar, no pensar y mucho menos actuar”. B.H.G.

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