ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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martes, 29 de junio de 2010

LAS MAFIAS QUE NOS GOBIERNAN


LAS MAFIAS QUE NOS GOBIERNAN
Por Baltasar Hernández Gómez


“Cuando los hombres renuncian voluntariamente a su libertad
por conservar su seguridad, pronto pierden incluso esa degradada seguridad”
Marco Tulio Cicerón.


Primeramente debo precisar que el concepto de “voluntariedad” que enunció el ilustre jurisconsulto romano Cicerón debe interpretarse en la modernidad como sinónimo de inducción política y la “libertad” como la concesión del modo de vida democrática vigente que otorga a los ciudadanos la capacidad de ser y hacer sólo sí se está dentro del marco legal, para pensar y actuar en la más completa uniformidad.

La denominación mafia es para la mayoría de las personas la reunión articulada de hombres y mujeres que organizan la delincuencia y por tanto el [mal] está condensado en actividades para producir, comercializar y controlar drogas, asesinatos, mercado negro de mercancías, prostitución, trata de blancas, secuestro y extorsión. Sin embargo, esta visión no es del todo exacta, ya que también los detentadores del poder político y económico legalizado conforman otro tipo de mafia, tan baja y ruin como la ilegal.

En México la mafia, integrada por diferentes cárteles (integrados orgánicamente o no) creció a niveles inimaginables, pues pasó de ser puente de traspaso de droga a Estados Unidos en las décadas de los años setenta y ochenta a convertirse en estructuras independientes de bienes y servicios ilícitos fuera de los canales autorizados por el Estado. Desde los últimos años de la década de los noventa y en el primer decenio del siglo XXI la mafia es una fuerza que pelea al tú por tú con las instituciones legitimadas por la sociedad y es por esto que ahora intervienen en todas y cada una de las esferas de la vida nacional e internacional.

La otra fuerza, el Estado y su clase dominante, ha determinado constitucionalmente que es el único detentador de las leyes, la cultura, ideología y la organización política-económica. Es por esto que ambas corporaciones se disputan el control total de los mercados, no solamente de tipo económico, sino también del ambiente sociopolítico, lo cual ha estimulado una “guerra” donde millones de ciudadanos están en medio del terror, podredumbre, engaño, corrupción, enriquecimientos inexplicables y muertes violentas.

No obstante los desastres que origina la lucha entre “los buenos y los malos”, muchos analistas estipulan que el propio Estado es el creador de la(s) mafia(s) para mantener desequilibrios controlables, para que al final haya una pax que beneficie los intereses de las cúpulas políticas y financieras. Más allá de esta definición, es indiscutible que la cosa nostra y los gobiernos, que son el aparato administrador-ejecutor del Estado, persiguen lo mismo: la dominación masiva de conciencias y conductas humanas.

Los mafiosos de ambos bandos tienen un organigrama más o menos parecido, pues si la mafia “ilegal-mala” está compuesta por un cónclave de familias, capo di tutti capi, capo, sotto capo, caporegime, capodecime, soldato, picciotto, giovane d´honore, consigliere y cosa nuova; en la mafia “legal-legitimada-buena” existe una reunión de notables compuesta por empresarios/industriales/banqueros, presidente de la República, gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados, magistrados, jueces, generales, regidores, burócratas, policías, tropa, asesores, auditores, contadores e intelectuales afiliados, entre otros personajes que muy bien podrían estar en el zoológico fantástico descrito por el escritor Jorge Luis Borges.

Por eso cuando se revelan crímenes políticos no sólo hace su aparición la muerte de ciudadanos, funcionarios o candidatos a cargo de elección popular, sino además queda al descubierto las pugnas en los centros del poder. En la actualidad todo está convertido en [asunto narco], es decir, las ejecuciones, incendios, secuestros y daños de diversa índole son etiquetados como frutos del crimen organizado, lo cual libera de responsabilidad a las instituciones gubernamentales, que por muchos años han trabajado sin el menor asomo de honestidad, compromiso y patriotismo. Al final de cuentas los asesinatos son indicadores del grado de putrefacción de las élites situadas en la dermis pública y en los recovecos más profundos del sistema, que deberían alertar sobre el trágico futuro si se continúa en este aquelarre de corrupción e ineficacia engendrada por quienes se adjudican la patente de próceres de la democracia.

Si hace 15 años había la creencia de que los convenios concertados entre el gobierno (en sus tres órdenes) y ciertos grupos del crimen organizado permitían una paz territorial, ahora la(s) mafia(s) no requiere(n) de negociaciones para seguir operando, pues está en la posición de imponer su voluntad, aún cuando un gobernante o político no esté de acuerdo o viva pensando que su negación impedirá el avance del llamado “narco”. La mafia “mala” se vale de la anarquía mientras la mafia “buena” está apoyada en la democracia que no le está dando en estos momentos una salida decorosa para seguir manteniéndose vigente en la conciencia colectiva. La primera impuso una organización que lo mismo corrompe las leyes que amordaza o copta a los que tienen el imperativo de hacerlas cumplir. La segunda apostó a la repetición de procesos democráticos procedimentales, basados en la mentira, para que la partidocracia esté siempre por encima de la sociedad civil.

La estadística de asesinatos parece ir in crescendo y se ha perdido la capacidad de asombro ante la barbarie, que un día anuncia una decapitación y al otro un cercenamiento, para luego exhibir la desintegración de cuerpos con ácido. Como el carnaval político tiene que eternizarse, pues se elevan plegarias por los políticos asesinados en Tamaulipas, Guerrero y Nuevo León, entre otras muchas entidades federativas, para luego nombrar a nuevos líderes, candidatos o gobernantes. La realidad se ha convertido en una orgía de muerte, política demagógica e inhumana, así como finanzas mal aplicadas, donde lo menos importante es el cuidado de la soberanía y el bienestar social, porque la prioridad está focalizada en que los partidos permanezcan en la cima de la pirámide del poder, pues son los únicos protagonistas que tienen el derecho de usufructuar los puestos administrativos, legislativos, judiciales y de seguridad nacional.

Para los ojos no entrenados todo sucede a la velocidad de una película de acción, que transmite una serie de flashes visuales y auditivos que nublan la capacidad de análisis, ya que de lo que se trata es mantener la creencia que los nuevos políticos y gobernantes -algún día- harán justicia y construirán una nación próspera. Ante el cúmulo de crímenes, es mejor pensar en resignación y olvido para no encontrar a los verdaderos culpables; ante la pobreza, más fútbol y programas de entretenimiento; ante la muerte de candidatos, la aceptación de relevos y que la fiesta electoral prosiga; ante el fracaso contra el crimen organizado, el morbo de ver asesinados con métodos nunca antes imaginados (mientras éstos no sean amistades o familiares).

Así de mal está México y la mayoría de los países subdesarrollados, toda vez que se invierten colosales recursos humanos, materiales, técnicos y financieros en guerras interminables que no sólo diezma al erario público, sino sobre todo la confianza y la moral social. Mientras esto ocurre en Latinoamérica, Asia y África, los países altamente desarrollados ni siquiera muestran preocupación por detener a los cabecillas de corporativos criminales, muchos de los cuales traen puesto el disfraz de benefactores de la humanidad, quienes aderezan sus vestimentas con medallas que relucen con la brillantez del altruismo para erradicar la miseria en todos los rincones del orbe.

Muchos gobiernos recurren a las “guerras” contra enemigos pre-fabricados o imaginarios para ocultar descontentos internos, impericias o malos manejos y así unificar voluntades civiles. Otros gobiernos usan las “guerras” para proporcionar distractores o prosperidades falsas. Sin embargo, cualesquiera que sean los motivos para sostener conflagraciones patrióticas, lo cierto es que todo desemboca en la proscripción de libertades individuales, tiranías educativas e ideológicas, opresiones políticas y descomposición ética-moral.

Posdata:

La mafia ilegal ha enseñado su enorme despliegue para ganar, afianzar, recomponer o sustituir geopolíticamente su capacidad de mando y por eso suceden estrategias y movimientos logísticos que convierten a la corrupción y la muerte en el pan nuestro de todos los días. Cae un capo y resurgen otros como si se tratara del monstruo acuático Hidra al cual Hércules le cortaba una cabeza y volvían a renacerle dos más. En la mafia legal dichos monstruos mitológicos pululan en los centros del poder político y económico: por cada funcionario de primer nivel existen hermanos, hermanas, sobrinos, esposas, compadres, cómplices y amigos ocupando puestos claves en los 3 Poderes de la Unión y he aquí el meollo en reproducir el modelo democrático, que basa su poderío en el sufragio.

El mundial de fútbol 2010 demostró lo endeble del seleccionado mexicano, pero también que en cargos gubernamentales importantes hay familiares directos, como por ejemplo el caso del ex-director del Fonatur, hermano del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, que se vio envuelto en una trifulca de cantina en Sudáfrica y por la imagen proyectada fue despedido fulminantemente. Si hubiera una revisión de quiénes poseen asientos camarales en el Poder Legislativo, de las plazas administrativas ocupadas y de los encargos de alto relieve de muchas personas en las instituciones civiles, militares o policiacas, habría un espanto mayúsculo al conocer los nombres de políticos y empresarios de viejo y nuevo cuño que son amparados por los líderes partidistas y miembros prominentes de los gobiernos federal, estatal y municipal.

Como colofón diré que el IEETAM en lugar de posponer la realización de los comicios electorales en Tamaulipas, inmediatamente dispuso que el proceso del domingo 4 de julio debe proseguir a toda costa, pese a la muerte de uno de los candidatos a la gubernatura. Muchos dirán que la fiesta de la democracia es imparable y que las instituciones no tienen que amedrentarse jamás. ¿Será? B.H.G.

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