ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 22 de marzo de 2010

VIVIR COMO ETERNOS CANDIDATOS: Los políticos y gobernantes en México.


VIVIR EN CAMPAÑA: los gobernantes, eternos candidatos.
15 de marzo de 2010.
Por Baltasar Hernández Gómez.


El voto de la ciudadanía importa para el conteo formal de la democracia procedimental, porque en el “mundo de la vida real” los candidatos encumbrados en los poderes Legislativo y Ejecutivo, obteniendo el número suficiente de sufragios, se olvidan de plataformas programáticas e ideológicas, así como de sus promesas de campaña. Entronizados en sus curules camarales y sillones administrativos se enfocan en readecuar presupuestos, programas exitosos del pasado inmediato y se atienen a poner en marcha acciones que los mantengan en las preferencias sociales, en una espiral de sucesivas contiendas políticas.

La partidocracia ha impuesto una dinámica vertical por medio de la cual regidores, diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores y presidentes de la nación deben lo que son a las élites de sus institutos políticos propulsores. La sociedad es vista en abstracto, es decir, como una masa receptora de mensajes políticos, consumidora de marketing electoral y gubernamental, que sólo es utilizable para generar votos en los tiempos y espacios que se requieren para renovar el halo democrático. Por tanto, los triunfadores de las contiendas electorales no tienen ligas orgánicas con los ciudadanos y por eso hacen acto de presencia la irresponsabilidad, desatención y cinismo, para seguir operando como si estuvieran en eterna campaña proselitista.

Hoy en día los políticos se presentan como productos que deben ser comprados por un auditorio regional y nacional que, envuelto en la persuasión subliminal de refrescar las esperanzas republicanas hacia el sistema político, tiene que avalar los resultados cada vez más pírricos de las elecciones organizadas por un IFE cada vez más penetrado por los intereses partidistas y del Estado. Las contiendas son un embudo por donde tienen que pasar los objetivos y alcances de partidos, grupos de presión, líderes y candidatos, que deben estructurarse en forma recurrente cada tres y seis años, o sea, vivir en una permanente lucha política donde la población mayor de dieciocho años está envuelta en dimes y diretes, acusaciones, amagos de equidad, pactos que atentan contra la dignidad mexicana y ofertas que debieron haberse concretado hace ya muchísimos años. Por eso resulta evidente que en la lógica del Poder no bastan doscientos años de independencia o cien años de revolución para haber alcanzado autonomía, desarrollo armónico y paz social.

Tanto los que pugnan por conservar el control partidista de las elecciones como los que empujan para “ciudadanizarlas” están concentrados en la conservación del Poder político. Los gobernadores, envueltos en la filosofía de LO VENDIBLE de los medios masivos de comunicación, luchan por llenar todo espacio disponible en horas de elevado rating en televisión, radio y las mejores páginas de diarios y revistas. Lo que importa no son los hechos tangibles en sus demarcaciones sociopolíticas, sino la percepción de las cosas. Por esto construyen imagen, imagen y más imagen a través de spots y mensajes coloreados de bondad, sacrificio, entrega y obras de relumbrón, a fin de que se conozca -por ellos mismos y con la intersección de los canales comunicativos de gran audiencia- su figura física y supuestas realizaciones de bienestar común.

Los políticos adoptan posturas mesiánicas y si es posible se hacen acompañar de rostros y cuerpos conocidos en el show business, para impactar a la masa. Lo que se está observando a nivel nacional es una cauda de recursos monetarios para implantar el marketing político como el todo: pintan paredes, edificios, lugares de uso común y oficinas con los colores representativos a su planilla, partido o fórmula; adaptan discursos revolucionarios, religiosos y de superación personal; se visten impecablemente; ensalzan virtudes y minimizan pasados turbulentos, y aún más, se alían con enemigos políticos y dan la espalda a sus asociados. Todo es válido desde esta óptica utilitarista de la política, que incluso introducen a esposas, hijos y parientes para dar la impresión de ser promotores de familias felices y valores universales.

A nivel macro.-
El presidente de la República viste con atuendos que traen los colores del PAN, asume pensamientos cristianos, se pone la careta de humildad al reconocer errores y pedir perdón por fallas involuntarias de él y sus colaboradores; se pasea en las entidades donde habrá elecciones; se toma la foto con personajes estereotipados de sectores vulnerables; se apersona en los sitios donde hubo siniestros naturales y provocados por el olvido gubernamental; se blinda para seguir hablando de la “guerra santa” contra el crimen organizado, y se hace acompañar de personalidades de la farándula, de la intelectualidad y del deporte; dignatarios extranjeros, así como de su cónyuge. Ha hecho hasta lo inimaginable para recoger el mayor número de simpatías, que por cierto está en su etapa más crítica desde el año 2006, de acuerdo a la última encuesta publicada por Berumen y asociados.

El titular del Poder Ejecutivo vive en campaña con su partido y entonces se da a la tarea de mover a dirigencias panistas, negocia en lo subterráneo directa e indirectamente por medio de sus secretarios de Estado, pues no sólo el de Gobernación sale a la palestra, sino que ahora los encargados de Trabajo, Educación, Fuerzas Armadas y Salud, por citar a los más visibles, hablan de política. Los spots y giras son elevadas al rango de “pan nuestro de cada día”, con el propósito de que los mexicanos no caigan en la amnesia temporal por no identificar quién es el comandante en jefe de los destinos del país.

Aún cuando el mandatario mexicano sabe que su campaña terminó en 2006 continúa desenvolviéndose como si ésta no hubiera concluido, asegurando el control del PAN, elaborando alianzas coyunturales con sus adversarios ideológicos, golpeando a los críticos, negociando sus iniciativas de ley, reformas gubernamentales (que no de Estado), candidaturas y hasta el posicionamiento de futuras plazas de gobierno y legislativas para familiares y amigos. Vicente Fox hizo lo mismo, pero con la diferencia que el proselitismo se enfocó en él y su esposa sin dejar amarres como lo han hecho los demás presidentes. En este sentido cabe reflexionar la siguiente pregunta: ¿Estamos tan miopes o ciegos para no poder divisar que en los gobiernos panistas, Congreso de la Unión, gubernaturas, presidencias municipales y hasta embajadas hay testaferros de Carlos Salinas de Gortari, que controlan la columna vertebral de la política a nivel nacional? Mientras se nos abren las pupilas, las apariciones del ex-presidente Salinas, Fox Quesada y otros emisarios de menor envergadura seguirán dándose en foros y entrevistas “banqueteras”, lo cual será disimulado como actos sociales y/o académicos.

En las entidades.-
La mayoría de los Ejecutivos estatales han estado actuando en sus zonas de influencia con la autorización de los jerarcas partidistas, pero también existen otros que transitan por “la libre”, es decir, guardan cierta distancia de sus institutos políticos para instaurar hegemonía regional. La efigie del cacique no murió en el año 2000, sino que tomó para sí perfiles más suaves, que no por eso menos verticales y monopólicos. Los gobernadores son antes que nada impulsores de grupos dentro de sus partidos y también fuera de ellos: encajan sucesores, apoyan con dinero, visitan sus plazas con el desparpajo de ser tótems en el corto y largo plazo.

Desde hace año y medio aparecen en los medios de comunicación como redentores de causas nobles, defensores de principios libertarios, gestores y hacedores de obras y servicios de aparador, pero no más. Quieren asegurar permanencia en sus confines de dominio, allanando el camino para su grupo, con la pretensión de obtener legislaturas locales, nacionales y colocar alfiles en todas las posiciones de Poder que sean posibles.

El adagio “Ya llegué al máximo puesto político al que se puede aspirar” no aplica para los políticos posmodernos, ya que -como diría el extinto presentador de artistas en Televisa, Raúl Velasco- “aún hay más”. Como esta táctica ha funcionado por tener el control de los recursos generales en sus entidades y con ello poseer fueros y puestos claves, pues la siguen operando, porque “sí funciona y funciona bien”. El saltimbanquismo se apoderó de la denominada clase política mexicana, que ahora salta de una presidencia municipal a la gubernatura de diputado local a diputado federal; de diputado federal a senador; de gobernador a secretario de Estado, embajador o senador; de regidor a presidente municipal; de presidente de la República a director de fundación altruista a nivel internacional o asesor general en alguna de las empresas trasnacionales que favoreció durante su mandato.

Todo resulta válido para no quedar fuera del sistema y en las entidades federativas los gobernadores tratan de asegurar estancias sin auditorías, teniendo en mente procesos secuenciales de reelección, movimientos ascendentes en la pirámide del poder, así como movimientos en el ajedrez político que coloquen a sus adeptos en lugares que les garanticen preponderancia. La crisis actual y la llamada “endémica”, la falta de recursos por la austeridad republicana y el corto tiempo que tienen como gobernantes es la tela para confeccionar cortinas de humo para que la sociedad no se subleve, critique o se vaya por el abstencionismo o confrontación directa.

En los municipios.-
En la misma condición se encuentran los presidentes municipales: ganando las elecciones constitucionales se vuelven perpetuos candidatos, pues lo que menos interesa es otorgar obras y servicios a la población, sino la reivindicación para alcanzar más y mejores puestos. Las campañas no terminan con la recepción de la constancia de mayoría otorgada por las autoridades electorales, pues continúan desarrollándose como aspirantes de causas más elevadas, al igual que sus subalternos. En la actualidad la política está convertida en estación de paso, donde se instauran trampolines móviles para lanzar clavadistas a cuanto cargo público se pueda.

Mientras esto pasa en la cotidianeidad siguen las mismas deficiencias en calles, alumbrado, policías, obras de para la fotografía, nula promoción de la cultura y el deporte, contaminación, cero inversión en infraestructura urbana y rural, falta de agua potable y alcantarillado, recolección de desechos, trámites que incentivan actos de corrupción y camarillas que se apoderan del organigrama municipal. Los presidentes llegan a sus “palacios municipales” teniendo en la mira mayores distinciones y por eso no asisten a audiencias abiertas; no firman convenios ni acuerdos de desarrollo; no proyectan a sus comunidades en los renglones económicos, turísticos o de servicios y sí por el contrario dejan a la vera del camino las necesidades de su sociedad.

Los presidentes municipales están abocados a la promoción de su absolutismo localista, a salir en con personajes que avalen sus gestiones, a coptar a los medios masivos de comunicación para que no haya discordancias que empañen sus cometidos. Todo es representación simbólica amañada: trazo, color, voz y sondeos pagados con el erario público. ¿Abstenerse, adecuarse, integrarse, separarse en actitud ermitaña, ser contestatario en los medios, trabajar en lo subterráneo de la casa, escuela o trabajo, o simplemente convertirse en revolucionario? ¿Cuál es la opción que debemos asumir? Cada quien que decida…..B.H.G.

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