ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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martes, 12 de julio de 2011

CÓMO SE MIDE LA POLÍTICA Y LOS POLÍTICOS.


DE LA MANERA QUE MIDAS SERÁS MEDIDO.
La medición comparativa en política.
Por Baltasar Hernández Gómez.


La comparación es una de las características sui géneris del Homo Sapiens moderno: medir y ser medido es parte de su modo de vida. Cuando la mujer o el hombre compara el yo con los otros, lo que está haciendo es medir capacidades, afinidades, fobias, diferencias, conocimientos y sentimientos. Desde que somos expulsados del útero materno comenzamos una odisea comparativa que va a delinear la morfología, esencias, objetivos y alcances del sujeto social frente a los supuestamente iguales, pero desigualmente diferentes.

Los cuestionamientos básicos de la filosofía ¿Quiénes somos? ¿De dónde provenimos? ¿Qué somos? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿De qué estamos compuestos? ¿Cuándo dejaremos de existir? ¿Somos mejores o peores que los otros seres vivos (terrestres o extraterrestres)? son medidas para tasar las experiencias vitales y han servido como sustento ideológico para moldear nuestra cosmovisión. Desde niños los aparatos represivos e ideológicos del Estado (de acuerdo a la interpretación weberiana) va forjando entes que deben compararse con los demás, a fin de que se acepten valores de bondad-maldad, capacidad-incapacidad o belleza-fealdad, para confrontar el pasado, presente y futuro. Quien posee más, quien vive más, quien disfruta más y quien demuestra más que otros es considerado propietario de la piedra angular, o sea, del éxito, lo cual servirá para la determinación de perfiles conductistas y de pensamiento a seguir por la generalidad.

Quien tiene más cualidades que los otros le es asignado el rol de liderazgo. Éste se metamorfosea en depositario del poder y adquiere la titularidad de paradigma para “los de abajo”. En el renglón de la política la comparación se transfigura en dogma, pues el éxito o la eficacia será la medida suprema a la que tienen que ajustarse gobernantes y gobernados, administradores, partidos políticos, sindicatos, líderes de opinión y masas. Sin embargo, en la segunda década del siglo XXI la medida comparativa de lo político enfrenta varios problemas: 1) Quiénes son exitosos; 2) Por qué medios se llega al poder, y 3) A costa de qué se desea estar, permanecer y defender la supremacía en la pirámide social.

Los de izquierda miden su posicionamiento por los equívocos de los conservadores. Los de derecha comparan su actuación frente a la verborrea y arrastre de los de centro e izquierda. Los de centro se comparan por medio del movimiento de la balanza, para no caer en ninguno de los bandos opositores. Así entonces, lo “estético” del marketing mide la abundancia o carencia física y discursiva de los productos políticos, trastocando el fondo de las cosas: la esencia apreciada solamente a través de lo superfluo.

Lo reiterativo de la imagen, trazo, color, voz, música y el síndrome de Cenicienta son elementos que se van a destacar en la espectacularidad de los mensajes comunicativos, con el propósito de quitar racionalidad a los gobernados. Si bien es cierto que la comparación no es por sí misma buena ni mala, ésta sirve para que los sujetos sociales consideren como suyas las percepciones validadas por lo centros de dominación. De repente todo se convierte en un péndulo que va de lo “correcto” a lo “incorrecto”. En las actuales circunstancias, la comparación en el terreno político se circunscribe a la frivolidad de los empaques. Las medidas se convierten en niveles de aceptación e impacto en la psique social, dividida ésta en estratos socioeconómicos y culturales. Todo es vitrina, donde los productos sociales se exhiben, manosean, compran o tiran.

No hay una comparación profunda de las ideas, propuestas, estatutos, plataforma política, valores y principios de los organismos públicos que desean poder para supuestamente transformar la realidad, sino únicamente la medición de la trivialidad. ¿Quiénes conocen los estatutos, razón de ser, experiencia y logros de candidatos y partidos? ¿Quiénes guardan siquiera una porción de memoria histórica de los cientos y cientos de candidatos reciclados que unas veces son tricolores y otras verdes, azules, naranjas, rojos o amarillos? Lo que se ve, pero sobre todo lo que se discute en los denominados foros democráticos es referente a lo ornamental, a la vestimenta, entonación, prestancia, manejo de imagen en medios de comunicación, capitales distribuidos para lobbysmo y apoyos, así como relaciones en las instituciones privadas y públicas.

La comparación se vuelve un concurso, o mejor dicho, reality show para vanagloriar o criticar cómo es la apariencia o conducción de los candidatos(as) a puestos de elección popular. Que la esposa de Calderón Hinojosa, Margarita Zavala, no sabe vestirse ni peinarse; que la coordinadora de diputados del PAN, Josefina Vázquez Mota, es anoréxica y tiene facciones grotescas; que el todavía gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, tiene estampa de galán de televisión en su perfil derecho; que Manlio Fabio Beltrones es un dealer=cerrador de convenios eficaz, pero tiene la apariencia de Capulina con acento poco varonil; que los precandidatos panistas a la presidencia de la República en 2012 quieren aparecer como representantes de la metrosexualidad urbana, pero son percibidos como “golpeadores”, “majaderos” e ineficientes; debiera ser el condimento que se pone en las conversaciones cotidianas de los ciudadanos de a pie, pero no parte sustancial de la cultura cívica que es preciso producir y reproducir por la propia ciudadanía. Desde las alturas la comparación de formas se potencia, a efecto de que los titiriteros del sistema político mexicano sigan preservando el poder por el poder mismo.

En el tinglado de la realpolitik ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra y mostrar la mano? Dudo que alguno diga ¡Yo!, pues en el escenario nacional los actores tienen colas largas qué pisar y bocas cerradas con suturas difíciles de destrabar, debido a las redes de complicidades que han ido esculpiendo monolitos de impunidad y corrupción. Si los de un bando señalan las fallas de los contrarios, inmediatamente las respuestas surgen como ráfagas interminables contra los emisores originales y así ad infinitum, es decir, una y otra y otra vez. La gran mayoría de los ciudadanos caen en la dinámica de la comparación dérmica de las cosas: el universo de mujeres y hombres persisten en sus intentos de criticar los contornos, que para ellos significan fondos. Y cómo no, si la modernidad ha producido entes sociales educados a través de los medios de comunicación que transmiten noticias de la farándula, chismes, serie violentas, programas supuestamente educativos con información poco utilizable y significativa para el mundo de la vida.

La comparación en política se ciñe a los parámetros de los signos visibles: la interminable observación de las personas por medio de las características en su comportamiento (cómo se comporta, ríe, abraza, huele, viste, come, guiñe el ojo, apapacha a desvalidos, uso del verbo para hipnotizar y ocupa los recursos en beneficio propio para ensalzar figura). Más allá de esto, nada. Porque si de comparaciones y formas de medir a los otros se tratara, deberíamos plantear preguntas más profundas, que toquen verdaderamente el meollo de los problemas que aquejan a las sociedades y, en específico, a México. Por ejemplo: ¿Por qué en lugar de gastar cientos de millones de pesos en las elecciones para la renovación del poder Ejecutivo en el estado de México, los gobiernos locales, estatales y federales, partidos y candidatos no invirtieron estos recursos en construir mejores estructuras para que no se inundaran Valle de Chalco, Netzahualcóyotl y Ecatepec?

En lugar de que el presidente Calderón Hinojosa pida perdón, en cadena nacional, frente al movimiento ciudadano encabezado por el escrito Javier Sicilia, en el alcázar del castillo de los niños héroes ¿Por qué no se modifica la estrategia de lucha contra el crimen organizado y deja de haber la masacre social impuesta desde 2006?; ¿Por qué se invierten miles de millones de pesos en el IFE y las instituciones electorales de los estados cuando el modelo de democracia procedimental está claramente rebasado por el abstencionismo, que en el último ejercicio del estado de México llegó al 57%?

Hay de comparaciones a comparaciones, pues en el plano personal, medirse con los otros implica saber y saberse, pero al mismo tiempo representa un factor de superación individual y colectiva. Claro está que la comparación debe situarse fuera de la esfera competitiva de los concursos televisivos, sondeos de opinión comercial o cualquier otro dispositivo que emita valorizaciones contrarias a la convivencia. Sin embargo, cuando la competencia se convierte en tabla para medir “lo bueno de lo malo” en el renglón sociopolítico se cae en el ojo del huracán donde la trivialidad reemplaza al razonamiento y al sensus humano. Cuando esto ocurre parece repetirse la simulación colonial de cambiarnos baratijas por oro.

De tal manera que en esta selva de incoherencias los simuladores atacan sin cesar a sus oponentes, olvidándose de trayectorias nefastas. ¿Cómo es posible que la alumna más aventajada del ex-cacique sindicalista, Carlos Jongitud Barrios, la profesora Elba Esther Gordillo Morales, devele que en la presumida democracia mexicana los pactos son monedas de cambio entre los detentadores del poder formal y los organismos gremiales, partidistas y hasta de corte civiles? ¿Qué autoridad moral tiene para juzgar y demeritar a los otros igual que ella, cuando es la primera que mantiene la dirigencia y el control autoritario del mayor sindicato no sólo de México, sino de América Latina? Sin embargo, en bocas cerradas no anidan moscas, ni víboras. La presidencia de la República, legisladores, líderes partidistas no asumen la defensa democrática, sino la de sus propias trayectorias, desmarcándose de la maestra que se dice mexicana al ciento por ciento, pero que tiene mucho tiempo viviendo y gozando del american way of life, en San Diego, California.

El ex-candidato del PAN al gobierno del estado de México, Luis Felipe Bravo Mena primero deseó -a toda costa- la alianza con el PRD y aceptaba a Alejandro Encinas. Como esta coalición no se logró, el panista se mostró como el peor enemigo La comparación no se hizo contra el “adversario común”, sino con el candidato de izquierda y éste fue uno de los factores que redondearon su bajísima votación. La comparación de Bravo Mena se hizo equivocadamente, desviando la atención y restando votos a una postura diferente de quien era realmente el contrincante a vencer. Los resultados han demostrado que sigue habiendo hegemonía del grupo Atlacomulco y, por ende, del PRI.

En otro tipo de comparaciones insubstanciales muchas revistas políticas cada vez más se parecen a las de espectáculos, pues anteponen los roles morfológicos, como por ejemplo lo correspondiente a las “primeras damas blanquiazules”: la anterior (2000-2006) enfundada en vestidos y joyería de lujo, encopetada, risueña y publirrelacionista fue y sigue siendo vista como una “digna esposa” del Ejecutivo. La actual (2006-2012) vestida con rebozos de colores, mal peinada con tenazas de cerámica china, desgarbada y sin ningún atributo que capte atención o interés es percibida como estereotipo fallido, o sea, lo que no debe ser el cónyuge de quien habita en los Pinos.

Reza el refrán “con la vara que midas, serás medido” y esto aplica en la política, sin embargo, la comparación debe ser entre iguales y no confundiendo lo insignificante con lo verdaderamente importante, pues hacerlo en la forma frívola que está validada por los centros de entretenimiento y enajenación en los últimos años, dañaría el proceso de debate y construcción con razonamiento, pasando a las disputas interminables de la locura. El país debe compararse con otras naciones que tengan un mejor sistema económico, social y político, porque no se vale medirse con países en peores condiciones materiales. El sistema de vida mexicano tiene que medirse con otros modos de existencia, como los europeos y norteamericanos (EUA y Canadá) para obtener ideas, proyectos y acciones que redunden en beneficio social. Los políticos, legisladores, partidos, sindicatos y hasta ONG´s deben compararse con otros que han logrado situar lo humano por encima as medidas neoliberales más atroces que tratan de imponer los organismos financieros mundiales. Pero como la política no está basada en buenas intenciones, ésta debe edificarse con la participación horizontal de la sociedad civil, que se contrapone a la polis elitista que fija su dominancia en las alturas legales y represivas de los pocos sobre los muchos.

Si continuamos comparándonos con lo peor caeremos en un ciclo de justificación y conformismo, lo cual representa un ejercicio digno de tontos. B.H.G. Ω

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