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jueves, 20 de enero de 2011

LEALTAD Y TRAICIÓN EN LA POLÍTICA: un esbozo de lo que pasa en México


ANTES LE DECÍA “JEFAZO”: Lealtad y traición en la política.
Por Baltasar Hernández Gómez


En el debate de los candidatos a la gubernatura del estado de Guerrero, México se habló de las propuestas, o mejor dicho, de las promesas para constituir gobiernos que remedien los ancestrales rezagos sociales y económicos de la sociedad sureña, la cual se debate entre la miseria, la violencia y el olvido. Tanto Ángel Aguirre Rivero (coalición PRD, Convergencia y PT), Manuel Añorve Baños (PRI, PVEM y Nueva Alianza) y Marcos Efrén Parra Gómez (PAN) emplearon los protocolos de la oratoria para “cautivar” a la opinión pública que, a las 09:45 horas del martes 18 de enero pasado, pudo o quiso encender su radio o televisión para presenciar el encuentro de los tres aspirantes al poder Ejecutivo estatal. Sin embargo, más allá de los programas de desarrollo esbozados para el bien de los guerrerenses, deseo destacar que en el discurso del primero hubo un término que expone a la perfección los códigos de comportamiento de los políticos mexicanos y de muchos otros países latinoamericanos: Aguirre Rivero afirmó que le extrañaban las críticas de Añorve Baños, pues hacía escasamente algunos meses que lo llamaba “jefazo”.

Aunque parezca intrascendente la palabra por sí misma, reviste relevancia para la comprensión de los ritos que realizan las personas que viven de la política en un sistema caracterizado por la antidemocracia en la toma de decisiones de Estado, pues el apelativo “jefazo” connota la figura suprema, el neo-tlatoani* mexicano que todo lo puede y que todo lo hace con excelsitud. A bocajarro el candidato de la coalición Guerrero nos une (Ángel Aguirre) puso en evidencia que su primo, protegido y antiguo colaborador (Manuel Añorve) cambió de parecer ante la oportunidad de encabezar los intereses del viejo partido único (PRI) remasterizado en instituto opositor al régimen panista en el ámbito federal y supuestamente de corte perredista en el estatal. El recordatorio “era tu “jefazo” pareció retumbar en el salón alquilado al Grand Hotel del puerto de Acapulco. Manuel Añorve tragó saliva y su rostro se transfiguró en una masa con tonalidad rojiza. Entrelíneas y sin ambigüedades el aspirante perredista externó ¿Cómo puedes decir ahora que no serví como político, líder, servidor público, gobernador interino y legislador cuando era una constante tu servilismo y zalamería con la que insistías a propios y extraños de la eficacia de mis actos?

La lealtad a conveniencia y la traición no son situaciones novedosas en los entretelones de la política, pero el recordatorio de Aguirre Rivero evidencia que, en los laberintos del poder, el amigo, compadre, pariente o colaborador se puede transformar -en circunstancias extremas- en enemigo. A lo largo de la historia el juego de las perversidades trastoca la lealtad en traición y convierte a los renegados en héroes. Así pasó con Porfirio Díaz Mori cuando enarbolando a Juárez eliminó al juarismo. Así ocurrió con los asesinatos, exilios y controversias de Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. En épocas más recientes, Luis Echeverría hizo a un lado a Gustavo Díaz Ordaz. José López Portillo negó el legado echeverrista y éste fue condenado como corrupto por su sucesor Miguel de la Madrid. El presidente emergente, Ernesto Zedillo no sólo quiso borrar a Carlos Salinas, sino que llegó a acusarlo de ser el hacedor de la crisis de 1995 y luego encarceló a su “hermano incómodo”, Raúl Salinas. Y si esto no fuera suficiente, los gobiernos autodenominados del cambio, es decir, los panistas que desde el año 2000 están en la cúspide del poder formal en México no sólo no cambiaron los cultos del viejo régimen priista, sino que los modernizaron: Vicente Fox, primer presidente de la República de filiación distinta al PRI ha querido ser borrado de la acción gubernamental de Felipe Calderón Hinojosa.

“Jefazo, a sus órdenes” es la forma más acabada del servilismo político que ha servido como mecanismo de ascenso para líderes, gobernantes, legisladores y militares, la cual no se queda en la esfera de lo político, sino que también se esparce en la dinámica social ampliada, pues es conocido que profesores, trabajadores públicos y de empresas privadas, sacerdotes y hasta los miembros de menor jerarquía en el seno familiar utilizan el “sí Jefazo” para alcanzar los favores y quereres del poderoso en turno.

El señalamiento de Ángel Aguirre Rivero desvela las liturgias que se efectúan para escalar los peldaños de la pirámide política y que también surgen en los métodos desarrollados por el narcotráfico. Por esto mismo, mucho de lo que pasa en el mundo de la mafia fue copiado del sistema político y viceversa, en virtud de que las detenciones de capos y esbirros delatan que el “jefazo” perdura hasta que el poder se desvanece. Las luchas intestinas entre cárteles y operadores demuestran que los señores del narco (retomando el título del más reciente libro de la escritora y periodista Anabel Hernández**) unas veces hacen pactos de sangre y juran lealtad hasta la muerte y otras, al acogerse a inmunidades o ser detenidos por delación, son maestros de la ingratitud y el engaño.

Las confesiones del delincuente “J.J.”, José Jorge Balderas Garza (detenido recientemente por las fuerzas federales), remarcan que nunca trabajó con Edgar Valdez Villarreal “Barbie” y que su aprehensión fue producto de un soplón, hecho que se parece mucho al proceder desleal de Manuel Añorve, quien durante muchos años gozó de las mieles del poder administrativo y político que le proporcionó su mentor y pariente Ángel Aguirre, pero que apenas hace unos meses creyó superar al magister, dejando de representar su papel de pupilo disciplinado para convertirse en opositor, fustigador y predicador de rectitudes falsas.

Fuera del escenario los espectadores no son los mismos de ayer. Han abandonado la pasividad que permitía hacer y deshacer a gobernantes, legisladores y miembros de las milicias. Hoy en día la ciudadanía no observa impasiblemente el ir y venir de las tropelías de los personajes que unas veces son regidores, luego diputados para saltar a una curul en el senado y acabar siendo líder o consejero en institución del Estado o consejo de su partido de origen. Los “trapitos al sol” que están descubriéndose ya no son tendidos en los cordones de la impunidad, pues el voto -como mecanismo real de decisión en la verdadera democracia horizontal que se da fuera de los controles procedimentales del Estado-, pero sobre todo la participación y movilización social en los círculos doméstico, comunitario, laboral, escolar y político abrieron los ojos de millones de ciudadanos que no están dispuestos a seguir soportando la infamia de ser testigos mudos y mancos de la ruina del país.

Estoy convencido que ha llegado el tiempo real de las definiciones para no oír más “sí jefazo” o ver como la columna vertebral de muchos cortesanos se sigue doblando en posición de noventa grados para poner de manifiesto sumisión absoluta a los designios de los poderosos en turno. Ni las balas, portafolios de dinero, intimidaciones o demagogias pueden detener el empuje de una sociedad que clama y lucha por salir de la miseria económica y moral a la que ha sido sometida por más de un siglo. Podrán amedrentar, asesinar o comprar a miles, pero no podrán contener el flujo imparable de millones jóvenes y adultos para hacer de México, América y el mundo sitios para vivir con calidad y calidez. Podré ser señalado de idealista, pero mientras la utopía perdure habrá la esperanza de futuros promisorios. ¿O qué………..todo acaba en el instrumentalismo y la posmodernidad globalizante? B.H.G. Ω.

Anotaciones.

* Los aztecas designaban a su máximo gobernante con este término que en náhuatl significa “el gran orador”, es decir, quien tiene la facultad, poder y cultura para hablar.

** Editorial Grijalbo, México, 2010.

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