ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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domingo, 28 de noviembre de 2010

SOMOS FANTASMAS EN UN DESIERTO LLAMADO MÉXICO


SOMOS COMO FANTASMAS EN UN DESIERTO LLAMADO MÉXICO
Baltasar Hernández Gómez


No se puede olvidar ni un segundo que la quintaesencia del ser humano reside en su extraordinaria facultad de observar, vivir, conceptualizar, abstraer, comprender y transformar el medio que lo rodea. La modernidad es una etapa histórica, mediante la cual las clases hegemónicas enajenan a los sujetos sociales hasta convertirlos en entes híbridos sin capacidad de pensamiento y acción autónoma. El Estado mexicano persigue -hoy más que nunca- el encajonamiento de la ciudadanía en el laberinto de la sinrazón, a efecto de que se cumplan los preceptos y metas del modo de vida capitalista: vivir para la reproducción social y económica del sistema mercantilista, que privilegia la explotación del Hombre por el Hombre y la transmutación de las mercancías en valores tangibles e intangibles supremos que se tienen que conseguir a como dé lugar…….caiga quien caiga.

Los mexicanos hemos sido orillados a comportarnos como fantasmas, zombis que sólo existen para trabajar, consumir y reproducir el estado de cosas que beneficia a las élites. México es, sin lugar a dudas, un territorio desértico donde los coyotes del desierto deambulan para devorar todo lo que signifique ganancia material e inmaterial. En este sentido pongo a consideración 3 vertientes que pueden dar luz al panorama que se vive en el aquí y ahora:

Ciudades vaciadas.-
Los fenómenos de pobreza y narcotráfico han provocado una migración de personas que tratan de buscar fuentes de trabajo y seguridad, produciendo con ello el abandono de ciudades. Lo que antes fueron centros de convivencia se han convertido en zonas inhóspitas, algo muy parecido a las visiones de Pedro Páramo [obra del literato mexicano Juan Rulfo], que dejan ver casas y calles abandonadas que representan la postal más elocuente del México del siglo XXI. Mientras las autoridades federales se ufanan en hacer creer que la crisis económica y de inseguridad está desapareciendo, para dar paso a la recuperación y bonanza, miles de mexicanos andan en diáspora dentro del territorio nacional y más allá de la frontera norte. Los estados de Coahuila, Chihuahua, Tamaulipas, Michoacán y Baja California, por citar sólo algunos ejemplos, son tierra infértil para la permanencia y el desarrollo social.

Sin percatarnos todavía de la magnitud de dicha problemática, nos asombran las noticias transmitidas por algunos medios de comunicación, que exhiben en tecnicolor ciudades cuasi vacías donde aparecen hogares abandonados, carros incendiados, maleza creciendo por doquier y personas en estado vegetativo que apenas alcanzan a visualizar propaganda gubernamental sobre logros inexistentes. A lo largo y ancho del país hay un número indeterminado de poblaciones rurales y urbanas donde el terror se apoderó de la psique social originando avenidas y negocios desolados. ¿Hasta cuándo andaremos como muertos en vida, contemplando asesinatos, amenazas, desapariciones y robos? Siendo realista, que no pesimista, todavía falta mucho tiempo.

Representatividad secuestrada.-
Aprovechándose del fuero y facultades metaconstitucionales, la gran mayoría de legisladores aprobaron el presupuesto de egresos 2011 enviado por el Ejecutivo federal. El dinero para ser gastado por los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal) es, en pocas palabras, groseramente colosal: 3 billones 438 mil 895 millones 500 mil pesos. Detrás de esta cantidad fenomenal de recursos se esconden las concertacesiones, pactos, arreglos, intereses y compromisos de las bancadas políticas, que tienen en la mira las elecciones presidenciales de 2012. Millones de mexicanos fuimos -y seguimos siendo- espectadores de la danza de los dineros que presumiblemente servirán para el equilibrio financiero interno y externo de la Nación, pero que en definitiva sólo tendrán fines de rescate de deuda, pago de nómina en los tres poderes de la federación, programas paliativos en salud, educación y fomento al trabajo.

La sociedad surge como testigo mudo y sin capacidad de intervención para exigir un manejo adecuado, justo, pero sobre todo transparente del presupuesto nacional. Ciega también de los acuerdos tras bambalinas no hay garantías de que los montos aprobados por el poder Legislativo valdrán para “sacar al buey de la barranca”. Otra vez el pueblo fue convertido en una entidad amorfa sin voz ni participación en las decisiones trascendentales de México. ¿Por qué el Estado de México fue uno de los más beneficiados? ¿Por qué si se repite que la austeridad es el emblema republicano de los gobiernos, las partidas presupuestales para pagar gobernantes, diputados, senadores, ministros, funcionarios del IFE y CNDH son monumentales? Lo cierto es que en México hay un costoso gobierno, una costosa justicia y una costosísima democracia.

El Consejo del IFE, la Suprema Corte de Justicia y burócratas valen oro aún cuando sus desempeños están plagados de ineficacias, corrupciones e irresponsabilidades. Los fantasmas de los ciudadanos ni siquiera pudieron entrar al recinto legislativo para decir ¡Basta! y mucho menos incidir en la conformación de un presupuesto que abarque, por lo menos, soluciones mínimas a las múltiples y variadas necesidades de la generalidad.

Después de horas de sesiones, los aposentos de Palacio Nacional, Los Pinos, Cámara de Diputados, Senadores, oficinas de Hacienda y Economía estarán a medio llenar, pues sus inquilinos van a estar festejando no sólo el centenario de la Revolución y la proximidad de la temporada navideña, sino el reparto del botín. Los fantasmas sociales seguiremos vagando y contemplando camionetas de lujo, trajes de seda, joyas, canonjías, lujos, viajes y concesiones de quienes se dicen representantes de la voluntad social. Las víctimas de la sequía nacional observaremos los oasis particulares de cínicos que se otorgan alabanzas y felicitaciones por haber autorizado el gasto del dinero de todos, que ahora es de muy pocos.

La abstinencia electoral.-
Las elecciones son desiertos donde los sufragios escasean como la misma agua, toda vez que el abstencionismo en México está situado en el rango comprendido entre el 50 y el 60%. En otras palabras, casi el 60% del padrón ciudadano inscrito elige los productos colocados en aparador de cristal por los partidos, dejando en la ignominia y desamparo, o sea, fuera de todo tipo de decisión, a decenas de millones de jóvenes y niños sin edad de votar, indígenas, ancianos, personas con capacidades físicas o mentales distintas, adultos analfabetas, personas desencantadas por el sistema electoral y trabajadores presionados por sus patrones. Así de impúdico es el modelo democrático a la mexicana, ni más ni menos.

En otras palabras, México vive y coexiste con una podredumbre democrática, la cual quiere ser imputada a la ciudadanía, cuando en realidad ésta es producida por el diseño procedimental, inequitativo y parcializado del Estado y sus instancias organizadoras y fiscalizadoras. En este paraje árido lo que menos importa es encontrar un pozo colmado de vital líquido o una sombra para guarecerse del sol inclemente, que debiera ser alegoría de equilibrio, desarrollo armónico y niveles dignos de vida, pues la meta de las instituciones de poder está enfocada en la promoción de la más completa soledad en valores y participación, con la finalidad de legitimar –legalizando- al subsistema político, que solamente busca representatividad sin rozar siquiera el sentir social. El pánico a la metralla proveniente del narco, fuerzas armadas o policiales es el plus que revitaliza el verticalismo político y la pasividad.

Entre más fantasmas vagabundeen, los cargos de elección popular y puestos administrativos serán distribuidos sin resistencias por los clanes partidistas. El propósito central de estos seres no es incrementar la acción societal, sino sumir a la masa en un sueño terrorífico de apatía, pues un puño de votos alcanzados resulta suficiente para erigir gobernantes y legisladores, repartiéndose el erario público a diestra y siniestra sin menoscabo de honorabilidad. Partidocracia y mediocracia se combinan para crear ciudadanos zombis, receptores inactivos de mensajes y programas que favorecen únicamente a los detentadores del poder. B.H.G. Ω

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