ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 4 de octubre de 2010

INCONGRUENCIAS DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DEL ESTADO MEXICANO EN SITUACIONES NORMALES Y CASOS DE DESASTRE


LA INCONGRUENCIA DE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DEL ESTADO MEXICANO
EN SITUACIONES NORMALES Y CASOS DE DESASTRE
Por Baltasar Hernández Gómez


Aún cuando es persistente el esquema comunicacional de los agoreros del sistema político de enfilar sus baterías contra analistas nacionales y extranjeros que establecen que el Estado mexicano es un Estado fallido, la realidad está develando con mayor ímpetu las incongruencias del estilo de actuar de los Poderes de la Unión que, con decretos, fallos judiciales, legislaciones coyunturales y programas de corte inmediatista quieren apagar los fuegos que se desatan en la pradera nacional. La interpretación sobre lo que ocurre en el país por parte de la clase dominante está reducida a afirmar que todo lo malo es atípico, es decir, la violencia, miseria económica, depresión moral masiva, fenómenos meteorológicos, desempleo, carencias de servicios y obras públicas, no son situaciones provocadas por las contradicciones del modo capitalista y la corrupción e ineficacia de las instituciones de gobierno; sino desviaciones colaterales que tienen que resolverse en los tiempos que toca llevar la estafeta del mandato procedente de las urnas, que por el modelo político existente se refieren a espacios de 3 y 6 años: diputaciones, senadurías, presidencias municipales, gubernaturas y presidencia de la República, así como otros de más larga duración como los ministerios de la Suprema Corte de Justicia.

Si anteriormente los tres niveles de gobierno, brazos ejecutores del Estado, basaban su permanencia en la práctica de acciones populistas, con la llegada del salinismo, zedillismo y posteriormente las administraciones panistas, el carácter de masa-populista fue dejado por otro de tipo altruista, que se ha impuesto como responsabilidad obligatoria de la sociedad para ayudarse a sí misma. Desde 1992 la nación fue encauzada -de manera forzada por el Tratado de Libre Comercio y otras medidas adoptadas en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari- en la dinámica neoliberal del capitalismo globalizado, que estipula que sólo los más fuertes sobrevivirán y los débiles permanecerán como mano de obra [operativa e intelectual] barata y enajenada. La competitividad surgió como el factor primordial del devenir histórico de los mexicanos, en donde quienes “quieren”, “pueden” o se “preparan” tendrán la posibilidad de seguir escalando peldaños en la pirámide de movilidad. Quienes no lo hagan serán vistos como destinatarios de obras y servicios misericordiosos, para mantenerlos en la depauperización como sujetos útiles para la continuidad del proceso de acumulación de riqueza, la cual beneficia a los propietarios de los medios de producción.

En las décadas de los ochenta y noventa se suscitaron desastres, tales como el terremoto de la ciudad de México, explosión de ductos subterráneos en la ciudad de Guadalajara y huracanes como Gilberto y Pauline, así como la imposición del programa Solidaridad, inaugurándose con ellos una forma novedosa de tratamiento gubernamental: no iba a ser el Estado quien proporcionaría satisfactores sociales, sino la voluntad colectiva, que con sus contribuciones en especie, dinero y trabajo, resolvería la negatividad del ambiente prevaleciente. El paradigma televisivo de concursos y rifas se instituyó en las políticas de Estado, pues al reducirse presupuestos públicos, lo que faltara tendría que emanar de los bolsillos de las familias de clase media y baja. De esta forma proliferaron fundaciones, organizaciones impulsadas por esposas de funcionarios, Teletones e infinidad de cuentas bancarias para almacenar donaciones de todo tipo, sin embargo, el recuento de los daños, la miseria y olvido continúan hasta nuestros días.

Ante la violencia generalizada, el gobierno adjudica millonarios recursos al Ejército y la Marina, procuradurías y policías, dejando muy reducidos los rubros de educación, salud, proyectos productivos e infraestructura pública. Se observa la misma corrupción corporativa y asesinatos, pero eso sí, militares y policías deambulan con mejores vestimentas, equipos y armas para aparecer como propaganda viviente en noticias y desfiles. La sociedad queda en impasse y se le insiste que debe estar preparada para saber qué hacer en casos de tiroteos en escuelas, hogares y lugares de afluencia. Ante los fenómenos climáticos ocurridos en 2010, el presidente Calderón, su esposa, gobernadores de las entidades afectadas, Cruz Roja, grupos civiles, artistas y comunicadores se unificaron para convocar la atención, morbo e interés de millones de mexicanos, a fin de que cooperen con despensas y dinero para supuestamente apoyar a los damnificados. No obstante el despilfarro en anuncios para desviar la reflexión y la ocupación activa y convertirla en expiación, los desastres naturales y sociales son vistos por mucha población como focos mercadológicos para reivindicar presencia institucional, pero no más.

A la sociedad se le dio el rol de observador y donante, mientras que los organismos concentradores aparecen como los héroes del tercer milenio, que ayudan al grueso de la población lesionada en lo físico y espiritual. Es así como la consciencia nacional atiborra bodegas de víveres y acumula dinero en cuentas bancarias, de las que se sabe muy poco en cuanto origen y destino final. El Estado a través del gobierno y las clases pudientes se arremolinan para aparecer en los medios de comunicación anunciando apoyos y estancias, incitando a que “todos” donen un poco de lo poco que les queda. Del Estado de Bienestar (que muchos catalogan como inequitativo y autoritario) se pasó a un Estado Altruista, o sea, de paternalismo puro, que concentra y distribuye a su arbitrio los recursos nacionales en las asignaturas que la clase dominante considera trascendentales para obtener intereses grupales, haciéndolos pasar como valores patrióticos.

En la actualidad aparecen en todos los cuadrantes del espectro social una infinidad de alertas para que la sociedad contribuya, las cuales no son más que solicitudes de limosna perpetua hacia los más pobres [aunque los pobres en México ven a los “otros” como más pobres que ellos mismos, de acuerdo a una encuesta psicológica realizada el presente año por la Universidad Iberoamericana]. Pululan programas televisivos que estimulan a gastar en llamadas de teléfonos móviles para apoyar iniciativas civiles que mucho se parecen a las labores que realizan instituciones religiosas; noticias catastróficas que remiten a la piedad; spots donde el presidente y colaboradores invitan a compadecerse, porque el gobierno, afirman, “no puede ni podrá con todo el paquete”.

¿Cómo es posible que se caiga en el tobogán de la sin razón, ya que al invitar a la compra de víveres se está fortaleciendo la ganancia de cientos de empresas privadas que producen agua, leche en polvo, pañales, aceites comestibles, café, medicinas, ropa, enseres domésticos, comida enlatada, etc.? ¿Por qué dichas compañías no ceden una parte de utilidades proporcionando mercancías a sus fieles consumidores que están en desgracia? Claro que esto no lo hemos visto y dudo mucho que lo veamos en todo su esplendor, ya que los dueños de consorcios no dan paso sin bota, pues para ellos es más factible invitar a la donación, redondeos y aplicar porcentajes ínfimos para causas como el cáncer infantil, vivir enclaustrados en bunkers y autos blindados, desenvolverse en el jet set con opulencia, o bien, habitar en lugares seguros en alguna ciudad segura o isla en el extranjero, pues no entra en su concepción la devolución de una porción de su riqueza a la sociedad que los ha hecho inmensamente ricos. Esto acontece en México y países no desarrollados, pues en los del “primer mundo” muchos empresarios ya interiorizaron que si quieren preservar el status quo deben reintegrar constantemente un porcentaje de lo que recaban por ventas.

Por otro lado, ¿Cuánto depositan de sus exorbitantes salarios los funcionarios públicos de los tres niveles de gobierno: diputados, senadores, presidente de la República, secretarios de gabinete, gobernadores, ministros del poder Judicial, presidentes municipales, regidores, políticos en campaña, así como dueños de medios electrónicos e impresos, locutores vedettes e intelectuales orgánicos? A lo sumo migajas provenientes de sus prerrogativas o bonos especiales, con el propósito de crear la imagen de personas sensibles, pero hasta ahí. De qué sirve que Cruz Roja, instituciones de beneficencia con nombres rimbombantes, presidentas honorarias del DIF, gobernadores, alcaldes y periodistas se apersonen si no hay soluciones contundentes más que dádivas atenuantes y discursos caritativos para “aliviar” penurias, las cuales son dramas de vida o muerte para miles y miles de familias.

¿Hay que pertenecer a la élite de las fuerzas armadas o ser integrantes de las familias de funcionarios gubernamentales para gozar sin privaciones? ¿Hay que apellidarse Wallace o Martí o tener puestos públicos para vivir custodiados por elementos policiacos y así no sufrir ataques de grupos delincuenciales? ¿Hay que ser candidatos a puestos de elección o comunicadores para estar resguardados en autos blindados y acompañados por personal de seguridad para no sufrir por la inseguridad existente? ¿Hay que inundarnos hasta el cuello y ver que se derrumban nuestras casas para recibir pequeñas dosis de atención social y económica? ¿Es necesario que mueran infantes, jóvenes y adultos para que haya revisión de legislaciones, se apliquen correctamente los recursos públicos y haya castigo a los responsables?

Por ahora la Patria (que debiera decirse el Patria o la Matria, debido a lo masculino de Pater y femenino de Mater) sólo responde con frases motivacionales, juegos pirotécnicos y monumentos no terminados en celebraciones bicentenarias, abrazos misericordiosos, promesas de apoyo y uno que otro reportaje que invitan a lo sentimentaloide. Ya llegará el día de la rendición de cuentas y obviamente lo veremos y sentiremos cuando participemos con convicción -en cada una de nuestras acciones en casa, trabajo, escuela, familia y comunidad- exigiendo lo que es nuestro, lo que nos corresponde por derecho…………………….lo que nos hemos ganado. B.H.G. Ω

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