ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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lunes, 23 de agosto de 2010

UN ANÁLISIS PUNTUAL DE LAS ELECCIONES 2010 EN MÉXICO


ANÁLISIS PUNTUAL DE LAS ELECCIONES 2010 EN MÉXICO
Por Baltasar Hernández Gómez
19 de agosto de 2010.


Los resultados de las elecciones intermedias del pasado 4 de julio (día en que los estadounidenses conmemoran su independencia nacional) han servido para que los partidos se aboquen a la construcción de escenarios, para prever los posibles movimientos en 2012, de acuerdo a sus ganancias y pérdidas. Hasta ahora la vertiente analítica más socorrida es la cuantitativa, pues se han arrojado juegos pirotécnicos de alegría, pero también muchos lamentos por la cauda de indecisiones y arreglos que cegaron la racionalidad política, en el afán de imponer o dejar hacer a los grupos políticos dominantes. En la disputa electoral 2010, catorce entidades federativas tuvieron procesos para la renovación de 1,502 cargos de elección pública [12 gubernaturas; 1,009 ayuntamientos; 294 diputados de mayoría relativa y 187 por el principio de representación proporcional], lo que la convierte en el observatorio más puntual del mandato calderonista, que ya está tomando la recta final de su estadía, y el termómetro sociopolítico que monitorea la temperatura ciudadana con miras a la contienda federal de 2012.

El PRI está posado en la cúspide política por haber obtenido el mayor número de cargos de elección pública y no se cansa de transmitir argumentos cargados de un exacerbado triunfalismo, de ese que hace más de veinte años no se veía enarbolar a la élite posrevolucionaria que gobernó oficialmente desde 1929 hasta el año 2000. Para este partido pareciera que el poder le vuelve con más enjundia, difundiendo su regreso con estridencia a los cuatro puntos cardinales. Indiscutiblemente que los priistas tienen el derecho a emitir mucho ruido con sus vuvuzelas, pues en nueve estados consiguieron la gubernatura (Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas). En términos geopolíticos el priismo es mayoría en once de los catorce congresos disputados y triunfó en ciento noventa y siete de doscientos noventa y cuatro distritos electorales. En la esfera municipal obtuvo diez de las trece capitales contendidas (Aguascalientes, Chetumal, Chihuahua, Ciudad Victoria, Culiacán, Durango, Jalapa, Mexicali, Tlaxcala y Zacatecas). Cuantitativamente esto es un arrase, que pronostica -según algunos analistas orgánicos del sistema- una crónica anticipada de conquista en el 2012.

Bajando un poco el volumen a los éxitos priistas, ciertas cifras electorales deberían estar poniendo en estado de alerta intermedia las plataformas organizacionales de todos los partidos políticos, sobre todo en el terreno de la movilización política, aseguramiento de simpatías, labores logísticas y de recaudación de recursos. Los estrategas políticos saben bien que faltan escasos veinticuatro meses para la readecuación de tácticas que garanticen triunfos contundentes, a efecto de no situar en el banquillo de las dubitaciones a los candidatos ganadores, como pasó con algunos candidatos triunfadores, que si bien obtuvieron gubernaturas, perdieron fuerza en la composición de los congresos y presidencias municipales (el ejemplo más gráfico es Veracruz). El PRI obtuvo la gran mayoría de los puestos competidos, pero las coaliciones obtuvieron dividendos trascendentales en la cartografía nacional, que se materializan en elementos concretos para estimular acciones de coordinación y alianza, con la finalidad de captar la intencionalidad y posicionamiento del voto en 2012.

El contexto mexicano requiere de un análisis que traspase la estadística formal o la “kábala conspirativa”, con el propósito de encontrar mejores vías para transitar a un estadio político con certidumbre y legitimidad. Desde mi óptica, las alianzas electorales entre partidos que dicen ser de izquierda, centro y derecha representan un Leviatán que más temprano que tarde revelará la podredumbre ideológica, de principios y responsabilidades de los organismos políticos que, en aras de ganar por ganar, se alían con “enemigos históricos”, muchos de los cuales causaron crisis y golpeteo a sus estructuras. Dicha situación --en incontables ocasiones- se tradujo en desapariciones, campañas negras y muertes de militantes.

Pese a los acontecimientos funestos que han quedado grabados en el pasado inmediato, está imperando el juego de la realpolitik, es decir, del ejercicio pragmático de la política, como en el caso de los tres estados ganados (Puebla, Oaxaca y Sinaloa) por las coaliciones de partidos de centro, izquierda, derecha y otros de corte indefinido, que hacen suya la argumentación de vencer –a como dé lugar- al “enemigo mayor”, verbigracia el PRI. Si para ello tienen que establecer coyunturas unificadoras y de negociación con polos opuestos, pues mejor (dirían algunos agoreros de operadores políticos como Manuel Camacho Solís). Hace dos sexenios ¿Quién hubiera imaginado que saldrían de la mano en la pasarela política los partidos amarillos, azules, naranjas y rojos?

Resulta evidente que los resultados conseguidos por el PRI en Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Tlaxcala, Veracruz son triunfos en sí mismos, sin embargo, las cifras oficiales demuestran que las coaliciones están rondando el borde del empate y hasta de lo que podríamos llamar posibles vuelcos a favor en el futuro próximo. Si a esto le sumamos el peso específico de las entidades “opositoras” [sean para el PRD o PAN], tales como: Distrito Federal, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Nuevo León, entre otras, el panorama para el partido tricolor no puede ser percibido como paradisiaco, pues podría enfrentar un “rebote negativo” si es que prosigue con la selección de candidatos no identificados con las bases, de dudosa honorabilidad o impuestos por las élites. Lo más trágico sería que aunado a lo anterior, el priismo se regodeara en sus laureles y no ejercitara una acción aglutinadora sección por sección, como estila en su distribución territorial antes de cada proceso electoral, desde hace más de setenta años. La experiencia adquirida en los estados de los jitomates, del mole negro y de las semitas, obviamente tiene que repercutir en el eje de las decisiones políticas antes del 2012.

En las tres entidades federativas ganadas por las alianzas (Puebla, Oaxaca y Sinaloa) hay indicios de que los anteriores gobernantes cometieron abusos en su estilo personal e institucional de hacer política y administrar recursos públicos. Dichos estados fueron siempre identificados como bastiones del PRI, pero a la hora de las votaciones, esto resultó ser un mito fantástico, lo cual fue aprovechado por la coalición comandada por el PRD y PAN. Algunos observadores han considerado una lista de ganadores y vencidos, que cambian el mapeo electoral y las perspectivas hacia 2012, dándole un voto mayoritario al PRI, quien desde hace casi dos meses fue despojado del supuesto blindaje de invencibilidad, toda vez que fue derrotado en zonas que se consideraban bunkers nunca antes gobernados por partidos de “oposición”. Aún cuando el PRD perdió Zacatecas y el PAN Aguascalientes y Tlaxcala, las adversidades priistas son cualitativamente más representativas, ya que el priismo continuará presidiendo a las mismas entidades federativas que tenía, sin embargo, disminuyó el número efectivo de gobernados en nueve millones.

Es innegable que una de las lecciones más aparatosas que trajo esta jornada electoral fueron las fallas de las empresas encuestadoras, que desde hacía tiempo habían sido puestas como las recolectoras de la vox populli, pero que hoy únicamente quedaron en el “salón de la fama” de las imprecisiones y sesgos. Los errores de las encuestadoras contratadas por instituciones oficiales y particulares desbarataron el mito genial de que las entrevistas in situ o a distancia son fotografías confiables del pensar, sentir y actuar de los ciudadanos mexicanos. Coincido con la opinión de Lorenzo Meyer cuando afirma que estas elecciones dejan la experiencia de un ritual sin contenido, es decir, de un procedimiento que cumple con los calendarios establecidos, para seguir en la “fiesta de la democracia a la mexicana”, pero no más.

Pareciera que las propuestas, principios, plataformas políticas, proyectos y sobre todo la participación ciudadana se desdibujaron por completo. Las elecciones confirmaron que la democracia vertical que se practica en el país es el nuevo Coliseo donde se disputan dominios, recursos económicos y cargos públicos. Una cosa es categórica: las elecciones 2010 reflejaron la baja popularidad y control del presidente de la República, su equipo de colaboradores y partido. Las cifras de las votaciones exhiben además una sociedad marketingeizada, harta de gobiernos corruptos, ineficaces, sordos al clamor popular y con una cauda antidemocrática y autoritaria, como se ha visto en el ejercicio gubernamental y en las designaciones cupulares de candidatos. La crisis política, económica y moral que se ha recrudecido desde finales de 2008, prohijó, entre otros cientos de cosas, un creciente abstencionismo como en el caso extremo del estado de Chihuahua que alcanzó el 65%.

La jornada electoral del domingo 4 de julio es una advertencia de lo que podría ocurrir en 2012, pues más allá que el PRI perdió tres gubernaturas, pocos se fijan que el tricolor ganó solo las nueve restantes. La oposición no pudo ir por separado y mejor juntaron intereses, alejaron diferencias que parecían insalvables, para firmar convenios cortoplacistas para ganar elecciones. Estoy convencido que en estas elecciones no hubo sorpresas, pues ni el PRI se consolidó como alternativa en México ni las urnas golpearon al presidente Felipe Calderón, como lo estimaron medios de comunicación y supuestos consultores especializados. Tampoco hubo un aumento superlativo del espectro priista ni se frenó el resurgimiento de éste en algunas entidades que eran de dominancia panista y perredista.

Pasó lo que tenía que pasar en el tinglado de la partidocracia mexicana: las elecciones son y serán experimentos políticos para seguir estando en el poder. Si para eso tienen que aliarse con el diablo, así lo harán. Los votos son instrumentos, porque lo importante es que los organismos políticos se pongan o no de acuerdo para lanzar a sus candidatos. Si en el estante electoral hay uno o varios candidatos, de esos productos habrá que escoger. No más.

En el corto o mediano plazo no se avizoran proyectos que concreten no solamente un proceso de alternancia, sino uno de transformación democrática de raíz. Si alguna vez las ”tepocatas y víboras prietas” de Vicente Fox hicieron creer a la masa en la frescura política de un partido opositor al régimen revolucionario, hoy en día la apatía, desesperanza, hastío, inmovilidad por temor a las fuerzas del Estado y de las mafias son el cuadro clínico de la catalepsia que permea la voluntad nacional.
Es evidente que el poderío del marketing político se ha impuesto como generador de frases prefabricadas, rostros estilizados, colores, trazos y sonidos para seducir subliminalmente la psique popular.

En las alturas partidistas se seguirán dando confabulaciones, intervenciones extranjeras disfrazadas de colaboracionismo, pactos entre candidatos, empresarios y funcionarios públicos, para manosear ad infinitum el “mexican way of life”; con la finalidad de que siga siendo modus operandi de los que viven de la política. A dos años del ritual relevo presidencial la abstención es una opción no tan sólo pasiva, sino activa del electorado cautivo en las listas del IFE; la mediatización y el marketing los panes que consume cotidianamente la masa social; las concertacesiones las llaves para la manutención del control económico y político, y las alianzas el nuevo método para que los partidos divididos y poco organizados se enfrenten al tótem priista que dejaron crecer.

El PRI retomará el dominio de zonas territoriales nacionales y si la curva de penetración mercadológica y de acción dirigida en todo el territorio mexicano continúa como hasta el momento, seguramente alcanzará reunir los suficientes sufragios para erigirse como el detentador del poder Ejecutivo federal 2012-2018. Sin embargo, hasta este dizque axioma puede “caerse del plato a la boca”, porque primero faltan muchos factores internos y externos, como por ejemplo la unidad en torno a un candidato único y fortalecido, decisiones consensuadas en los estados y un verdadero programa social y económico que proporcione un bienestar a las clases más depauperadas. Tendrán que ponerse de acuerdo Salinas de Gortari y su grupo con Beatriz Paredes y otros líderes nacionales; desterrar prácticas populistas que gastan el erario público; bajar los niveles de corrupción; manejar correctamente los recursos públicos y trasladarlos a obras y servicios tangibles, entre otras medidas trascendentales para el país y sus habitantes.

El PRD, PAN y la “chiquillería” partidista le va a apostar a la firma de convenios, a efecto de tener mayores posibilidades de ganar la presidencia de la República y asegurar un reposicionamiento en el poder Legislativo ¿Con quién? ¿Cómo, cuándo y con qué? Si no lo logran con López Obrador, Lujambio, Ebrard es muy difícil que lo alcancen con otro de menor impacto visual. AMLO seguramente fundará un partido político y dejará a las alianzas amarillas-azules-rojas-blancas y naranjas moldear forzadamente un candidato muy parecido al gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto del PRI y será quien tenga alta votación si es que arma una estructura inteligente de campaña. El PRI puede lanzarse en solitario o junto a su patiño, el PVEM, pero los otros partidos no, pues requieren de la conjunción para competir con cierta igualdad de posibilidades.

Como sea que fuere, en el ámbito internacional la globalización es la directriz que impone el ritmo económico, sociopolítico y cultural de la mayoría de los países en el orbe y por tanto cualquier partido y político que triunfe en las elecciones tendrá que transitar por los requerimientos y tiempos de los grupos dominantes del neoliberalismo. ¿Ganar, perdiendo o perdiendo para ganar? Habrá que esperar los proyectos de país para visualizar lo que pueda pasar en el próximo sexenio.

El caso Guerrero, México.-

El efecto Malova (el triunfo de Mario López Valdez en la gubernatura del estado de Sinaloa) abre sólidos augurios para suponer que la designación de Manuel Añorve Baños a la candidatura al gobierno de Guerrero no es la llave mágica para “recuperar” el territorio guerrerense. Se ha creído que con el éxito electoral de 2009 en Acapulco, Añorve Baños (hoy presidente de Acapulco con licencia indefinida) el PRI tienen posibilidades aseguradas para alcanzar “carro completo” en las elecciones de 2011. Sin embargo, la presumible candidatura de Ángel Aguirre Rivero mueve los hilos de la trama sureña, pues en las últimas encuestas y en el imaginario político regional la figura del exgobernador interino y actual senador de la República viene a condimentar el proselitismo que se vive este año en Guerrero.

Si la apuesta es no dejar al PRI llegar a la gubernatura, ni el PRD, PT, PAN u otro partido pueden darse el lujo de ir por la libre con candidatos sin trayectoria ni peso político importante. Estos partidos tendrán que elegir por medio de una alianza firme y con compromisos a un candidato que impida el retorno tricolor, evitando la cargada que lo reposicione en la entidad. B.H.G.

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