ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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martes, 19 de octubre de 2010

ACAPULCO: pasado y presente.......partir de la localidad para adentrarnos en la universalidad.


ACAPULCO: PASADO Y PRESENTE.
Por Baltasar Hernández Gómez


A pesar de que la crisis socioeconómica parece estar enraizándose en la intimidad moral y espiritual de los mexicanos es necesario reforzar -en la parte humana de la sociedad posmoderna- el sentido de pertenencia por la patria chica. Es por esto que Inicio de lo particular del terruño, para después tener certidumbre para abordar la nacionalidad y la universalidad. Para sentir a alguien o algo como nuestro es imprescindible creer en ello y por esta razón los que nacimos, crecimos, los que radicamos y los que ya se fueron de Acapulco debemos tener presentes las razones y pasiones por las que sentimos apego a la porción de tierra pródiga que nos vio nacer.

Muchas administraciones emanadas del PRI, del PRD y luego otra vez del PRI, se encargaron de minar los recursos naturales, sociales, el urbanismo y la sensibilidad de este suelo enmarcado en sol, playa, arena, vegetación e infraestructura turística, pero también el modo sui géneris de ser y estar, entre tropical y cosmopolita, de sus habitantes. A pesar de todo algo positivo en el interior de los acapulqueños de bien aún se mantiene a flote. Hablaré de entrada del sensus que predomina en las personas que han vivido en Acapulco y que las hace sentir añoranza por lo que se fue y tener expectativas para vivir con visión de futuro. Esa nostalgia invita a que el color dorado regrese para no irse jamás.

Por estos sentimientos creamos y recreamos nuestra existencia y entonces…….Somos la brisa marina que nos inundó los pulmones al venir al mundo en las manos de una partera confiable, en un cuarto de la CROM, Sagrado Corazón de Jesús, San Felipe de Jesús, Centro Médico, IMSS o ISSSTE. Somos el rayo de sol de oriente que penetró en los ojos cada amanecer de verano. Somos el ocaso de Pie de la Cuesta que anunciaba el final de un día más. Somos fragmentos de cada familia que construyó bajareques y casas en las inmediaciones de la playa. Somos el sabor al aporreadillo mezclado con morisqueta blanca, que comíamos al volver de la escuela. Somos el saludo costeño que se da sin cortapisas a los que nos encontramos en la calle.

Somos el baile cadencioso incitado por un bongo imaginario tocado por manos negras y mestizas. Somos la enseñanza de la abuela que nos repetía que al ser jóvenes teníamos la mitad de la belleza ganada. Somos el aplauso y el regaño de los padres que nos insistían en que debíamos prepararnos para cuidar el futuro. Somos la fragancia a coco, icaco, mango, almendra, tamarindo y guayaba de las huertas y lugares que permanecían despoblados a lo largo y ancho de lo que ahora son avenidas asfaltadas.

Somos el primer amor que se metió en las pupilas cuando paseaban trajes de baño reducidos y cuerpos bronceados por el brillo del sol o la luna. Somos la parte silvestre que fue arrebatada por construcciones que bloquearon la vista a la bahía de Santa Lucía. Somos la voz del nevero que anunciaba helados bañados con mermelada de fresa, haciendo creer que era delicioso excremento de gaviota. Somos la visita al panteón de San Francisco o las Cruces los días de muerto, para llevar los platillos que le gustaban a los seres queridos que se fueron de este plano material.

Somos la risa del niño mulato, de la viejita con rasgos orientales y la blancura de criollos que mostraban los dientes al decir ¡Arajo la gente! (expresión coloquial para expresar que las personas de la costa tienen una diversidad de pensamiento). Somos el sonido del mar que penetró en los oídos a través de un caracol. Somos el clavado de la Quebrada y los chapuzones de niños pidiendo monedas en la orilla del Malecón. Somos el pez vela colgado en un malacate improvisado para la fotografía del recuerdo. Somos el ceviche de pez sierra con jugo de jitomates, cebollas, chiles verdes, jugo de naranja, limones, chícharos, zanahorias y cilantro.

Somos los partidos de fútbol en la playa que dejaban las piernas rozadas por la arena. Somos el chapuzón en playa Hornos y Manzanillo un domingo al mediodía. Somos el agua de coco combinada con el medicamento “estomaquil” para purgar empachos digestivos. Somos los cerros inhabitados que guarecían de ciclones. Somos la imagen del burro de la Roqueta tomando una cerveza fría de la mano de una rubia americana. Somos las ámpulas provocadas por cruzar la avenida Costera a las doce del día, para demostrar fortalezas y alegrías. Somos el ondear de la bandera en las inmediaciones del parque Papagayo.

Somos las idas al cine Río, Bahía, Tropical, Variedades y Hornos en las matinés de los domingos. Somos el río del Camarón que traía en su corriente peces que podían capturarse con una camiseta. Somos baile y “ligue” de visitantes en las discotecas Le Dome, UBQ, Armando´s Le Club, Bocaccio, Oui y Jackie´O. Somos el raspado de nanche comprado en la esquina de la avenida Cuauhtémoc y Humboldt. Somos el coctel de frutas y las quesadillas de papa que vendían mujeres requemadas por el sol. Somos el antojo del chicharrón que traían cargando frondosas morenas de La Sabana. Somos el paso del río de Aguas Blancas por unas tablas unidas con hules, antes de que lo tapara la “Vía Rápida”.

Somos el globo rojo pintado con la carita de gato bigotón que nos regalaron al salir de la catedral. Somos el muñeco de plástico duro que nos obsequiaron después de cargar la compra del mercado. Somos el chilate, las enchiladas rojas y el tamal “nejo” que comíamos en los festejos familiares. Somos la mirada fija en las tejas rojas de la casa de la abuela. Somos la palmera cargada de cocos maduros doblándose ante el embate de un vendaval. Somos lo que somos por los flashes del ayer que perduran en cada célula regenerada de nuestro cuerpo, acompañados de olor, sabor, sensaciones y color.

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Y efectivamente somos esto y más, sin embargo, lo que es deseable que seamos es complicidad muda ante la inmundicia material y espiritual que se ha apoderado de buena parte de Acapulco y los acapulqueños…………………. Por tanto, no seamos testigos de la corrupción que enriquece a políticos y gobernantes, dejando arcas vacías y deudas impagables, mientras que sus residencias rebozan de lujo. No seamos más las colonias sin agua ni alumbrado donde asaltan y matan sin protección pública. No seamos seguidores de políticos que ahora quieren llegar a una regiduría, luego a diputación, para finalmente enfilarse a la presidencia municipal o gubernatura.

No seamos un pueblo bravío sólo en estrofas de canciones populares, mientras en la realidad seguimos siendo ciudadanos resignados que permitimos que los cínicos, desalmados y canallas abusen del poder. No seamos observantes de la contaminación que flota en las aguas del mar. No seamos una sociedad temerosa, mientras los gobiernos esconden su ineficacia y falta de voluntad para resolver los problemas de seguridad.

No seamos una juventud que se alcoholiza en la Quebrada y el perímetro del parque Papagayo. No seamos una ciudad de desesperanza, recluida ante hechos violentos y servicios públicos deficientes o inexistentes. No seamos un puerto donde al turista y visitante se le niega calidad y calidez. No seamos un pueblo rodeado de elecciones cada tres y seis años donde los sinvergüenzas se muestran como salvadores y renovadores de la democracia y el bienestar.

No seamos depositarios de reparaciones de calles, luminarias, cauces de ríos que se dejan a medias o que no tienen sentido alguno de ser, más que enriquecer a constructores y a quienes los contratan a nombre de todos. No seamos la jungla de camiones urbanos y taxis que atropellan niños, adultos y ancianos cuando se atreven a cruzar una avenida. No seamos víctimas del desdén y la voracidad de funcionarios que cobran por su trabajo en oficinas municipales. No seamos partícipes de los agentes de tránsito y policía que atracan con el permiso de sus superiores. No seamos otra vez las bajezas, olvidos, omisiones e irresponsabilidades que maximizaron los desastres provocados por el huracán Pauline. No seamos encubridores de más presidentes desaforados por malos manejos o de aquellos que piden licencias para buscar nuevos encargos a nivel estatal o federal, que abulten sus carteras y currículum vitae.

No seamos una ciudad repleta de lugares donde existe trato de blancas, bares, cantinas, centros de prostitución y negocios de máquinas electrónicas que violan la intimidad de niños, jóvenes y adultos. No seamos el puerto donde edificios, casas y negocios se asientan en zonas prohibidas que deterioran el medio ambiente.

¡Rescatemos Acapulco! porque al rescatarlo nos rescatamos a nosotros mismos, salvando al estado, al país y al mundo entero. Los recuerdos nos ayudan a reafirmar identidad y pertenencia, pero además deben servirnos para encontrar nuevas perspectivas que nos hagan cambiar para ser mejores en el ámbito material, cultural y espiritual. B.H.G. Ω

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