ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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miércoles, 12 de enero de 2011

EL FUNESTO RECICLAJE EN EL EJERCICIO POLÍTICO


EL NEFASTO RECICLAJE EN LA POLÍTICA
Por Baltasar Hernández Gómez


Hacer referencia al concepto reciclaje implica abordar la vida misma sobre la faz de la Tierra, toda vez que su impacto no solamente tiene que ver con asuntos académicos o discusiones ético-morales, sino reviste la trascendencia para la conservación del medio ambiente, lo cual es una cuestión de prioridad para los seres humanos. El reciclaje es un proceso industrial basado en la re-utilización de materia prima de productos usufructuados por los consumidores. Hoy en día es un imperativo el reciclaje de envoltorios de plástico pet, cartón, papel y metal, con el propósito de que las fábricas no generen índices elevados de contaminación y depredación de recursos naturales no renovables. Hasta aquí todo va bien, sin embargo, dicho término también fue asimilado por el pragmatismo político para esconder los grados superlativos de impunidad en el ejercicio del poder, en virtud de que los sistemas democráticos en el mundo fueron convertidos en espacios selectivos con corte autoritario, los cuales son continuamente reformados para mantener el statu quo de las clases dominantes.

El modo de vida impuesto por los Estados nacionales impone el control de las élites reproduciendo la explotación, enajenación y reproducción de desigualdades sociales y económicas, para que los pocos estén por encima de los muchos, que día con día sienten la pauperización de sus niveles de existencia. Normas legales, productivas, electorales, culturales e ideológicas son los componentes que permean a los regímenes que no se cansan de pregonar las supuestas bondades del capitalismo globalizador enmarcado en la miseria humana existente en todos los continentes. El reciclaje lo mismo opera en Estados Unidos de Norteamérica, Rusia, Italia, que en México, Haití, Guatemala y Etiopía, ya que la denominada clase política mundial fundamenta su eficacia en la imposición de sus intereses en los poderes constitucionales y meta-constitucionales desplegados en sus países de origen, haciendo una clonación del poder, que se traduce en constante movimiento de personajes clave en partidos políticos, instituciones gubernamentales, legislativas y judiciales.

En el bloque de naciones del llamado primer mundo, así como en los periféricos, el reciclaje político se vuelve un mecanismo efectivo para perpetuar los objetivos y alcances del Estado y sus grupos hegemónicos, pues traer y retrotraer personas y programas exitosos para sus conveniencias garantizan la sujeción de las sociedades. El bipartidismo norteamericano, la alternancia en México, la sucesión de intereses en Argentina y Brasil, continuidad de los regímenes comunistas y militares en diferentes latitudes del orbe, seguimiento estricto de las exigencias del FMI y Banco Mundial en materia crediticia y de desarrollo son prueba fehaciente de que el reciclaje, disfrazado de estilo de vida integral válido en todo terreno, funciona muy bien para la élite.

Lo que está debajo del reciclaje político es un cúmulo de experiencias impunes para someter a las masas a una dinámica de intervención donde lo menos importante es que se alcancen estadios dignos de vida para los sectores más desprotegidos, toda vez que la meta es eternizar las desigualdades socioeconómicas, haciendo pasar las diferencias y pobreza como algo natural e imposible de erradicar, pues aseguran que “así es la condición sine qua non de las sociedades posmodernas”. Millones de personas en el mundo ven pasar -una y otra vez- a funcionarios, legisladores, magistrados, militares, policías y asesores de todo tipo por diferentes corporaciones, porque aparentemente reúnen cualidades excepcionales para seguir en sitios clave, a fin de impulsar la idea de que el horizonte de bienestar será alcanzado a largo plazo, cuando en realidad se aleja años luz para su realización.

¿Cómo se explica que congresistas, senadores, servidores públicos, consultores y miembros de las fuerzas armadas son movidos permanentemente de un cargo a otro en los Estados Unidos? ¿Cómo se entiende que los partidos políticos en México reciclan cada tres o seis años a gobernadores, legisladores y miembros de pasadas administraciones en los tres órdenes de gobierno (federal, estatal y municipal) hacia nuevos cargos? ¿Cómo aumentar la participación electoral o social de la ciudadanía cuando en las campañas proselitistas se repiten hasta el cansancio slogans, promesas y gente que rodea a los candidatos? Ante la infamia, la suspicacia entra por la puerta grande de la percepción social que, viendo las incongruencias políticas, no alcanza a armar al ciento por ciento el rompecabezas del perverso juego de la realpolitik. Lo que subsiste es la persistencia de “más pan con lo mismo”, o sea, una especie de repetición de la frase del Gatopardo del escritor italiano Giuseppe de Lampedusa “que todo cambie para que todo siga igual”.

El caso México.

El presidencialismo ha sido y sigue siendo la marca más funesta del sistema político, que revestido de reformas electorales, sigue siendo -como lo dijo el premio nobel de literatura 2010, Mario Vargas Llosa- una dictadura imperfecta. El Estado mexicano es una gran fábrica de reciclamiento político: un ingeniero puede ser especialista en inteligencia y seguridad pública; un abogado experto en comunicaciones; un pedagogo experimentado en asuntos energéticos; un administrador conocedor de las relaciones políticas y una primera dama diestra publirrelacionista y futura gobernante en el mapa geopolítico más conveniente para su esposo y partido. Así de crudas y surrealistas están las cosas, pues la denominada transición política sólo quedó en una copia mal hecha de la alternancia americana.

Tanto se criticó al PRI de reciclar a políticos que ahora el partido en el poder (PAN) emplea dicho modelo en el diseño de políticas públicas y la recomposición del gabinete. El caso emblemático más reciente es el que protagonizó Felipe Calderón cuando dio a conocer los cambios en secretarías, moviendo piezas de su “ajedrez”, presumiblemente para eficientar la labor gubernamental en los 22 meses que le quedan como primer mandatario nacional. Quitó a Juan Molinar Horcasitas de la titularidad de SCT, para poner a Dionisio Pérez Jácome. Cambió a su antigua profesora Georgina Kessel de la Secretaría de Energía, para elevar a puesto “cardenalicio” a José Antonio Meade e incorporó a Roberto Gil Zuarth como secretario particular de la presidencia, sustituyendo al panista de toda la vida, Luis Felipe Bravo Mena. Los enroques son una especie de catarsis curativa ante los constantes señalamientos hacia el responsable directo (Molinar Horcasitas) de la muerte de 48 infantes en la guardería ABC, subrogada por el IMSS en Hermosillo, Sonora, así como de múltiples actos de corrupción en la asignación de concesiones del espectro radio-televisivo mexicano, así como de la previsión ante las elecciones de 2012.

La impunidad es el común denominador de los gobiernos priistas, pero también de las administraciones panistas, que supuestamente vinieron para procurar el bien general, justicia y desarrollo de las “mexicanas y mexicanos”. Mientras las modificaciones de forma se dan para hacer creer que se reforzará la gobernabilidad, la mayoría de funcionarios federales continúan firmes en sus plazas, principalmente en los rubros de seguridad pública, economía y asuntos sociales (educación, salud, desarrollo social, etc.). El reciclaje, luego entonces, significa la careta rosácea de la discrecionalidad prevaleciente en las esferas del poder. Ni más ni menos.

El reciclaje no es patente exclusiva del presidente en turno, gobernadores o presidentes municipales, porque también es utilizado por los liderazgos políticos en sus respectivos cotos de poder: los partidos políticos se valen de él, para mover a un diputado a una senaduría y viceversa; para cobijar a un funcionario defenestrado a una embajada o dirección de paraestatal; poner a un candidato cuestionado por sus acciones de antaño como figura remasterizada que vocifera haber encontrado la buena nueva de bondad y tiempos mejores. Así están las cosas en este juego perverso de reciclamiento que moldea los contornos de mujeres y hombres que viven de la política, a través de la plasticidad del marketing político. Hasta Diego Fernández de Cevallos pretende borrar la imagen de abogado y político iracundo, corrupto y despótico, para aparecer como un senecto mesiánico de barba blanca que desea enmendarse ante la opinión pública, enarbolando causas sociales justas, encubriendo las argucias que lo hicieron millonario (uso y abuso de información privilegiada y fueros constitucionales).

El reciclaje esconde la infamia de dejar tal cual el estado de cosas que ha funcionado por más de 81 años, convocando a los mismos de siempre, eso sí con diferentes fisonomías, complexiones y colores partidistas, pero haciendo prevalecer la injusticia en las personas de carne y hueso que ven morir a sus seres queridos en las entidades federativas por causas imputables a la miseria económica y la fuerza del crimen organizado. No se debe olvidar que la ingobernabilidad no sólo ha sumido a un mayor número de mexicanos en la pobreza extrema, sino también ha computado en los últimos 3 años la horrenda cifra de 31 mil muertos por motivos del narcotráfico y la complicidad gubernamental. En un cuadrante mediático se presentan los cambios “para el bien de la República”, y en los otros, flashes de asesinatos, desempleo, inseguridad galopante y la parafernalia de decenas de campañas electorales que intentan hacer olvidar las desgracias materiales por medio de un recuento de ofertas mentirosas.

El estado de Guerrero.

Punto 1.
Desde mediados de 2010 el PRI optó por el reciclaje de un filibustero de la política, me refiero a Manuel Añorve Baños, aprovechando su “triunfo electoral” en el municipio de Acapulco, con la finalidad de recuperar la gubernatura del estado. Pero no sólo es Añorve Baños quien salta a la vitrina pública, sino también las cabezas del cacicazgo regional, líderes y burócratas saltimbanquis que ven al ejercicio político como una agencia de colocaciones. La campaña priista está diseñada para estar a la par de dicha estrategia, ya que slogans, logotipos, promesas, trazos y colores son copias de proselitismos añejos y de otros que se pusieron recientemente en funcionamiento a nivel nacional, como es el caso específico del estado de Yucatán (donde incluso se emplea la imagen estilizada del corazón rojo junto a los nombres de los candidatos a puestos de elección popular).

Reciclaje de personas, ideas, propuestas, pero sobre todo de aspiraciones para volver al gobierno con el mismo estilo autoritario y corrupto de un partido que por siete décadas impuso el atraso social, económico y cultural. Los priistas parecen olvidar que, la voluntad ciudadana, los hizo abandonar Los Pinos hace casi once años y por esto los tricolores le apuestan al más puro pragmatismo, profesando que la desmemoria de los mexicanos es más fuerte que la realidad imperante. Sin embargo, el reciclamiento de personalidades, incumplimientos y corrupción en los 18 meses que presidió Manuel Añorve el Ayuntamiento de Acapulco, saturación de propaganda política, desaseo de los recursos financieros en campaña, sobreendeudamiento de la hacienda pública en el municipio y las acciones incumplidas durante 2009 y 2010 hicieron que el “olvido social” se transforme en oposición abierta a la táctica de “más de lo mismo”. Los resultados electorales del domingo 30 de enero próximo reflejarán el No al priismo más retrógrada.

Punto 2.
“El gobernador inactivo”, como llamó Alejandro Poiré, secretario técnico del Consejo Técnico de Seguridad, a Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, aplicó a sus anchas la técnica del reciclaje, pues sus amigos, compadres, familiares y aliados del PRI y anteriores administraciones federales y estatales tuvieron un peso preponderante en las líneas directrices del gobierno de Guerrero, principalmente en los puestos de mayor nivel y en la intrincada red de adquisiciones, contratos y concesiones de obra. Además del reciclaje de políticas ficción, de escuetas actualizaciones en materia de tramitología y finanzas, el sello del gobernador que no actúa fue la corrupción, claro, una que es ahora tecnificada y basada en arreglos fuera de papel, como es el caso de la construcción del edificio que albergará a las instituciones del estado en Acapulco, que tendrá un costo total de dos mil millones de pesos, incluyendo la adquisición del terreno ubicado en la esquina de avenida Costera Miguel Alemán y Vía Rápida, arquitectos, ingenieros, material de construcción y compra de enseres de oficina y más.

El reciclaje de prácticas corruptas estuvo encubierto en la desinformación, el desprecio a la sociedad y la discrecionalidad. Zeferino Torreblanca reprodujo el diezmo de empresarios y constructores, proyectó hasta niveles insospechados de riqueza a su círculo íntimo de allegados (se ha dicho que las familias Bajos Valverde, Peña Soberanis, Pasta Muñúzuri, Figueroa Alcocer, Juárez Cisneros y asociados, entre otras tienen cuentas abultadas de recursos en el país y el extranjero) contando la protección de diestros profesionales en contaduría y auditoría que han sabido “blanquear” contratos de compra-venta de bienes inmuebles, constructoras, proveedoras de mobiliario, consumibles y contratación de personal inexistente. Nada de esto fue sometido al concurso o siquiera al dominio de la sociedad. Torreblanca Galindo recicló las mejores habilidades de los llamados “delincuentes de cuello blanco”, de los priistas más autoritarios en los tiempos de partido único, del discurso de Carlos Salinas de Gortari cuando estableció que a los opositores y críticos “ni los oía y ni los veía”. El próximo ex-gobernador de la entidad de jaguares en las marañas y pájaros en el río debe tener presente que en la actualidad hay intentos por enjuiciar a ex-mandatarios estatales, como está ocurriendo en Zacatecas y Oaxaca.

P.D.
Es notorio que los neanderthales de la política guerrerense sienten un inmenso temor a la tinta y a la voz disidente. Aunque hayan “inutilizado” algunas de mis cuentas de correo electrónico y de recibir intimidaciones verbales, persisto en el intento de exponer públicamente mis ideas y convicciones. Los tricolores y añorvistas no saben gobernar para la gente, pero sí saben operar triquiñuelas, actos de provocación, sabotajes y golpeteo físico. Allá ellos.

Estoy convencido que no es con hombres de negro como se va a detener el empuje de la participación ciudadana. Digamos no a la violencia y sigamos adelante. B.H.G. Ω

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