ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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martes, 25 de enero de 2011

EL SABOTAJE: panacea para esconder los errores del poder.


SABOTAJE:
El remedio más utilizado para ocultar ineficacias en la modernidad.

Por Baltasar Hernández Gómez


Culpar a otros de las desgracias que acontecen es una de las técnicas más utilizadas por directivos, líderes y corporaciones sociales, políticas y económicas, con el propósito de negar impericias y esconder falta de capacidades. Cuando el hijo acusa a otro hermano o a la señora que ayuda en las tareas domésticas de que los deterioros en la casa son producto de su acción vandálica, el padre o madre se ve obligado a aplicar correctivos, teniendo la certeza de que con ello se exterminarán de tajo los males que aquejan la estabilidad hogareña. Otro caso es cuando un estudiante provoca disturbios en el salón de clase y señala a otro de producir dicho desaguisado, el profesor(a) se ve forzado a expulsar y/o reportar a dicho alumno. Por donde se vea ambos ejemplos son bajezas disfrazadas de mentiras piadosas.

En un ámbito más amplificado, cuando los militares informan que la muerte de civiles en una comunidad de Asia o América tuvo como origen la conspiración y el sabotaje en equipos logísticos, en realidad están desviando la condena pública hacia la abstracción denominada “fuerzas malignas”, que no quieren la paz en las zonas de conflicto donde interviene la industria de guerra norteamericana, lo cual oculta los auténticos errores en el posicionamiento y direccionalidad de misiles, aviones, radares y batallones de asalto. Las fallas son exhibidas como daños colaterales, aún cuando se trata a todas luces del asesinato de centenas de niños, adolescentes y adultos que se encontraban comiendo en sus casas. Lo mismo ocurre con los gobiernos federales en México que, al descubrirse fallidos en el combate a la pobreza y la inseguridad, vuelcan la culpa a “enemigos externos e internos” que van desde partidos políticos de oposición, movimientos subversivos hasta criminales que con su dinero han corrompido la ética de las policías.

Ante el cúmulo de discapacidades lo que actualmente predomina es la recurrencia a la expresión sabotaje, toda vez que el autoritarismo y discrecionalidad en la toma de decisiones para poner en marcha programas sociales, económicos, seguridad nacional, concesión de bienes y servicios, en forma efectiva, aprovecha este tipo de conducta (real o inventada) como panacea que todo justifica. Si los narcotraficantes no son aprehendidos se debe al boicot de mandos medios militares o policiacos que fueron penetrados por el poder del dinero. Si las centrales de energía eléctrica en las entidades del centro de la República mexicana [Distrito Federal, Tlaxcala, Hidalgo, estado de México entre otras] no funcionan es por el sabotaje de los trabajadores despedidos del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que se niegan a reconocer que la compañía Luz y Fuerza del Centro fue extinguida por la secretaría del Trabajo. ¡Ajá! decía mi abuela Rosalina al escuchar las explicaciones que le daban sus nietos menores cuando arrancaron la cola de su gato predilecto.

Si los programas del partido gobernante no funcionan es porque existe sabotaje de los partidos opositores, particularmente PRI y PRD, que se han dedicado a boicotear contra el bien común del régimen panista. Si hay inestabilidad e ingobernabilidad en zonas urbanas y rurales es porque seguramente persisten grupos clandestinos encauzados a sabotear la presencia de las dependencias gubernamentales. Luego entonces el sabotaje representa para muchos gobernantes, burócratas, legisladores y empresarios el remedio para curar los males que aquejan a sus negocios y al país, pues ante la desinformación e ignorancia en la que se ve subsumida la mayoría de la población, los actos presumiblemente realizados para interferir en el correcto funcionamiento de empresas públicas y privadas, se vuelven el supremo factor del fracaso inducido.

Este tipo de sabotaje viene recubierto con la espectacularidad adicionada por los medios masivos de comunicación, para hacer creer que hay individuos malévolos acechando en la penumbra del anonimato, intentando poner al filo del despeñadero a la élite política y económica del país y del mundo, a efecto de que no cumplan con sus elevados fines éticos y morales de procurar -sin ninguna clase de distingos- el bienestar común de los sectores desprotegidos. Otra vez diría mi abuelita ¡Ajá!

Hace treinta horas en el espacio local, pero no por eso carente de validez universal, el presidente interino de Acapulco, Guerrero, México, José Luis Ávila Sánchez, afirmó que el organismo público descentralizado CAPAMA (Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco) no ha podido llevar el líquido vital a colonias y fraccionamientos, debido a sabotajes a sus instalaciones. Lo que no dice la boca del administrador transfigurado en gobernante sustituto (debido a que su patrón y guía de toda la vida, Manuel Añorve Baños, abandonó la presidencia municipal para aventurarse a la lucha proselitista para conquistar la gubernatura del estado) es que coincidentemente se vincula a perredistas con esta acción extremista, toda vez que recibió una infinidad de denuncias ciudadanas que acusan de este hecho a la perversidad de militantes del PRD, partido que en este instante supera en preferencias electorales al PRI, a 5 días de que se realicen los comicios para renovar el poder Ejecutivo de la entidad.

¡Ah qué saboteadores resultaron los guerrerenses afiliados al PRD! Ante tal imputación acuden a la mente imágenes de hombres y mujeres que con machete, martillos, cinceles, mazos, destornilladores y hasta resorteras, hacen tremendos agujeros en los ductos de agua o deterioran unidades de bombeo, para que los acapulqueños de zonas pobres, clase media y alta no tengan agua para bañarse, beber o lavar. ¡Sabotaje, sabotaje, sabotaje! gritaba el lobo feroz cuando quería que los granjeros fueran al cuadrante norte de su propiedad cuando éste se encontraba devorando gallinas en la coordenada opuesta. Ya ni la creatividad asoma en el escenario político, pues ante la impericia política los gobernantes hacen uso indiscriminado de este vocablo, con la finalidad de inculpar a otros de sus inmundicias.

Aunque el sabotaje ha sido explotado en el discurso de las clases privilegiadas por los Estados nacionales, éste también forma parte de las líneas comunicacionales de la iniciativa privada, pues el sabotaje aparece cuando un industrial, comerciante o financiero no encuentra respuesta a sus peticiones de aperturar o ampliar un negocio. Ante las trabas jurídicas o sociopolíticas inmediatamente se alzan voces con la argumentación de que hay sabotaje de la competencia o parcialidad en las instituciones gubernamentales, a efecto de que no se otorgue una justa distribución de productos o servicios (en este sentido hay que recordar algunos razonamientos expuestos por prestadores de servicios cuando tratan de explicar la falta de cobertura de internet, telefonía celular, artículos de consumo imperecedero, comestibles, etc.).

Sin embargo, el sabotaje no corre por vías puramente explícitas, sino también es empleado, de manera subrepticia, para la desinformación colectiva, ya que no es lo mismo adjetivar una noticia, reportaje, documental o publicidad, que presentar una nota de manera objetiva. Cuando se dice que un candidato culminó su trabajo proselitista acompañado de muchos simpatizantes, no es lo mismo que propagar -en horario triple A- que otro candidato abarrotó el zócalo de las ciudades más importantes de la región, contando con la participación de miles y miles de ciudadanos de todas las edades y clases sociales que, al unísono, lo vitoreaban como futuro ganador de la contienda.

Por eso cuando oigamos hablar de sabotaje, primero hay que cuestionarnos ¿Qué sabotaje? ¿En contra de quién es el sabotaje?, pues todo depende del color del cuarzo con que se transmiten los mensajes. Es primordial que dejemos de incentivar la reproducción del sabotaje como táctica infame para arrojar culpas a otros, a los de enfrente, a los competidores o contrincantes, de los errores e incumplimientos que sucedan. Debemos abandonar la creencia ciega a las supuestas verdades absolutas que esparcen los detentadores del poder político y económico e ir adquiriendo escepticismo crítico, pero fundado en la realidad, para ser libres en pensamiento y acción. B.H.G. Ω

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