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martes, 12 de mayo de 2009

LA REINVENCIÓN DEL PODER EN MÉXICO: EL MITO DE DIONISIO


LA REINVENCIÓN DEL PODER EN MÉXICO: EL MITO DE DIONISIO
El “renacer” continuo de la política democrática
Por Baltasar Hernández Gómez

¿Por qué hacer un comparativo sobre la capacidad de reinvención política en México y el mito de Dionisio? Porque los mitos son manifestaciones culturales repletas de símbolos. Estas representaciones simbólicas son interpretaciones que interrelacionan paradigmas de pensamiento con los sucesos del mundo real. Los mitos son expresiones perdurables que sintetizan un ambiente social, tanto en el plano de lo concreto como de las significaciones (políticas, económicas, educativas, religiosas, etc.), que van más allá de los cambios históricos.

El mito
La primera versión de la gestación y nacimiento de Dionisio narra que Zeus, el jerarca del panteón helénico, enamora y fecunda a Sémele (hija del rey Cadmio). Sin embargo, la diosa Hera, esposa de Zeus, se percató de la infidelidad cuando la princesa estaba en su sexto mes de embarazo. Disfrazada de anciana se presentó con Sémele para informarle que el padre de su futuro bebé era en realidad Zeus y la convenció que le exigiera mostrarse en todo su esplendor.

En una aparición corpórea Zeus enfrentó el dilema de presentarse como dios de la luz y el rayo o perder el amor de Sémele, quien le estaba pidiendo descubrir su verdadera naturaleza. Zeus se negó a presentarse como dios, diciéndole que mejor solicitara otro deseo, pero ante la insistencia, finalmente accedió. Así pues, Zeus se convirtió en energía pura, una especie de fusión nuclear que carbonizó inmediatamente a la embarazada. En ese instante Zeus rescató el ADN del feto convertido en cenizas y lo plantó en lo más profundo de una herida que se abrió en el muslo, ayudado por Hermes. Tres meses después Dionisio nació.

La segunda versión cuenta que Zeus se involucró con Perséfone, diosa del inframundo griego, procreando a Dionisio. Al enterarse de este suceso Hera mandó a los Titanes a matar al recién nacido. Los obedientes dioses del Hades descuartizaron al niño, pero en ese momento apareció Zeus lanzando rayos y centellas, y los asesinos (posiblemente “patronos” de los actuales matanceros de rastros oficiales y clandestinos) huyeron cuando estaban a punto de comerse la totalidad de los miembros de Dionisio. El rey de los dioses del Olimpo recuperó el único órgano que quedaba de su hijo: el corazón, de manos de su madre Rea. Zeus procedió a trasplantarlo en el vientre de Sémele, a fin de que renaciera. De esta leyenda se concluye que Dionisio fuese llamado “el nacido dos veces” (1).

En ambas versiones se identifica lo siguiente: la interacción de lo divino con lo humano; las pasiones de dioses y humanos son idénticas, y que el concepto renacimiento es símbolo de lo infinito. Hera convirtió a Dionisio en desequilibrado mental, pero fue rescatado por su abuela Rea, quien lo curó y enseñó los ritos religiosos más ancestrales del universo y a cultivar la vid, para luego procesarla y producir vino.

Los elementos simbólicos de este mito, ocultos por la hermosa literatura de la historia son: Dionisio es dios inmortal, pero al mismo tiempo ser humano que renace; el vino esconde el rito de experiencias y conocimientos a través de estados alterados; Dionisio es un ser que invita al olvido de lo malo por medio de acciones de placer y lujuria, y es un dios que en contacto con los hombres llama al festejo de la vida y la muerte, en una celebración que hace olvidar pasiones, o bien, permutarlas según sea el caso (2).

El comparativo con la política en México
Para el año 2000 Zeus mexicano era la síntesis de los agentes más sensibles del sistema político para evitar cambios incontrolables. Hera fue la sumatoria de los grupos políticos más reaccionarios a cualquier intento por modificar la estructura de dominación. Sémele era la sociedad cautivada, pero reticente a las querencias del jerarca de los dioses. Rea, la intromisión “salvadora” de los partidos políticos e instituciones de poder en México, que le urgía la conservación del producto, para mantener estable a Zeus. Los Titanes representaban las fuerzas más oscuras de los aparatos ideológicos y represivos del Estado. Hermes, el doctor que tenía como función reformar los errores del sistema político.

Finalmente, Dionisio y el vino significaban la utopía del Estado y la sociedad para construir una estructura de desarrollo más justa, que pudiera brindar los satisfactores necesarios a la población. En la fiesta electoral, organizada por el los aparatos del Estado, el vino desinhibió a millones de ciudadanos para que exigieran el cambio (3).

Ante un panorama de desgaste, demandas y movimientos sociales, los sectores menos conservadores del establishment político (Zeus) volvieron sus ojos a la sociedad (Sémele) para que, de manera direccionada, constituyeran una realidad más democratizante, que impidiera cualquier tipo de disfuncionalidad crítica o insalvable. Sin embargo, los grupos más retrógradas (Hera) se empeñaron en afianzar su supremacía, apoyados solamente por la punta de la pirámide política y económica, en el entendido que la fuerza es el más eficaz instrumento para detener las insubordinaciones sociales.

En este escenario la partidocracia y los programas de las instituciones gubernamentales (Rea) fungieron como contenedores de las intenciones sociales por cambiar la esencia del sistema político, recreando las bondades de la paz, el orden y el desarrollo a largo plazo. Con ello, pudieron mantener la hegemonía de Zeus, formateando el crecimiento y carácter del producto procedente de un consenso para que el estado de cosas políticas no cambiara tanto como para perder dominación.

Las instituciones constitucionales y metaconstitucionales que tienen el uso exclusivo de la violencia (Titanes) estarían a las órdenes del grupo que requiriera su presencia o saliera triunfador, sin tomar en consideración que el producto reformado (Dionisio), mitad Estatal y mitad societal tiene el mismo rango que ellos y que de él proviene su base operativa y principios.

El sanador-renovador (Hermes) de las leyes y procedimientos democráticos que no funcionan adecuadamente en el ámbito político, social y económico supo que debía prestar sus servicios inmediatamente a Zeus, para evitar -a toda costa- que Hera consumara la destrucción de Dionisio, ya que en esto no sólo estaba en juego la existencia del recién nacido, sino la permanencia saludable del dios jerarca del Olimpo mexicano.

En lugar que la utopía social (tangiblemente visible en el vino creado por Dionisio) ofreciera la valentía para cambiar todos y cada uno de los efectos perjudiciales del sistema político y fuera repartido por organizaciones radicales que calentaran el ambiente hasta un punto de quiebra, se dispuso distribuirlo dosificadamente por medio de los procedimientos democráticos del I.F.E. y los aparatos ideológicos (comunicacionales, educativos-formativos, religiosos, infusión de temor al caos o el retorno a exactamente lo mismo).

En el 2000 Zeus y la sociedad de los mortales ya estaban cansados de serle fiel a Hera, que tenía gran poder de convocatoria con los otros dioses para cometer maldades, decidiendo explorar en las mismas entrañas de Sémele, para encontrar un enlace orgánico que les permitiera sentirse renovados. Los grupos más progresistas del Estado mexicano debieron reducir el avance de los más reaccionarios, que aducían que apretando más los controles establecidos no iban a suscitarse catástrofes; por medio de la renovación de estrategias y sus respectivas tácticas, para distensar el legado de verticalismo, que para ese entonces tenía 71 años de mostrarse como única opción política (4).
Esta renovación tomó cuerpo en la exigencia controlada de cambio, que fue introducida en el imaginario colectivo como transición (de un régimen opresor a uno abierto, es decir, un Dionisio resucitado de las cenizas de su cuerpo quemado por los rayos de Zeus). La imagen corporal del niño apareció en lo contrario a lo que se estaba acostumbrado: Fox-PAN-Marketing-Medios de Comunicación-Democracia-Cambio-No P.R.I.

Desde la gestación anunciada de Vicente Fox Quesada (a estas alturas ya dionisiciado) y el cambio, el partido gobernante se alió con Rea para que fuera el bisturí del legrado, y a punto de que todo cayera en el vacío y desequilibrio, apareció Hermes para recordar a todos los actores de este mito a la mexicana, que era mejor ayudar a trasplantarlo como nuevo producto en el muslo de Zeus o el vientre de Sémele, que sucumbir ante lo impredecible que resultaban las elecciones de julio del año 2000.

Aunque Hera y los Titanes estuvieron a un milímetro de que se abortara definitivamente a Dionisio, debido a la campaña negra contra Fox Quesada y el golpeteo a los grupos más abiertos a cambios manejables; Zeus, Sémele, Rea, Hermes y el vino lograron conjuntarse de tal forma que remasterizaron al feto: lo trajeron al mundo de la vida y lo prepararon para que hubiera fiesta en el país por más y más sexenios.

Dionisio sigue andando desde hace 9 años en el Olimpo y la tierra de los mortales, cambiando de vestimenta y fisonomía: empezó en la figura de Vicente Fox y su política mediática de campaña proselitista permanente y ahora toma cuerpo como el fortalecimiento a la investidura presidencial con Felipe Calderón, con un gobierno que ofrece un rostro de efectividad ante algunos problemas nacionales y con un PAN proactivamente agresivo contra la oposición tricolor y negro-amarelo. La fiesta de Dionisio sigue proporcionando vino (ahora adulterado en los alambiques del Estado) y sensualidad disfrazada de cambio y transición, que no terminan de aparecer por ningún lado. B.H.G.
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(1) Para muchos autores el mito de Dionisio se asemeja con la religión fundada después de la muerte de Jesús Cristo, ya que la piedra angular del cristianismo es la vida y resurrección del Mesías judío, que vivió para enseñar la “buena nueva” y murió para la salvación del mundo. En los primeros años de la cristiandad, sobre todo en territorios griegos, turcos y romanos, en centros de oración y tumbas había mosaicos con el rostro de Dionisio, acompañado de frases religiosas.

(2) Dionisio tuvo un doble carácter: dios y humano. Esta dualidad le proporcionó la posibilidad de entablar relaciones con las divinidades y con los hombres, sin embargo, con unos y con otros no acabó de conciliar su presencia. La ubicuidad, el rechazo a medias, su postura mitad masculina y mitad femenina, le dieron la idea de que la liberación sólo podría provenir del placer. El vino es un símbolo de realidad alterada, que brinda catarsis para no sucumbir ante los acontecimientos cotidianos.

(3) El vino cobró forma en los miles y miles de spots transmitidos por los mass media, que enaltecían los sentidos de millones de ciudadanos, que “borrachos” por el marketing político, pensaron que la única vía de escape era votar por el “cambio” propuesto por Vicente Fox y así negarle el acceso al poder nuevamente al PRI.

(4) De acuerdo a los resultados comiciales del año 2000 proporcionados por el Instituto Federal electoral (I.F.E.), Vicente Fox Quesada obtuvo la presidencia de la República con 15.9 millones de votos (42.5% del total de sufragios nacionales). El candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa, 13.5 millones y el candidato del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, 6.2 millones.

Lamentablemente en los resultados que dieron la ocasión para que hubiera un Ejecutivo federal no priísta, el abstencionismo surgió con una magnitud que alcanzó el 36% del electorado registrado en el padrón del I.F.E. De los casi 59 millones de mexicanos con derecho a votar (casi el 50% de la población nacional) sólo sufragaron 37.6 millones.

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