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lunes, 18 de mayo de 2009

DOS VISIONES PARA LA TOMA DE DECISIONES POLÍTICAS


DOS VISIONES PARA LA TOMA DE DECISIONES POLÍTICAS
Entre la utopía política y el efecto mariposa
Por Baltasar Hernández Gómez


UTOPÍA POLÍTICA:
Lo que nos define como humanos es la contradictoria mezcla de lo que no sabemos que fuimos, lo que somos y lo que aspiramos ser. En este ir y venir de pensamientos y acciones, el Hombre construye, derrumba y reinventa su espacio histórico, determinando su modo de vida presente y planteando necesariamente las perspectivas a futuro. Si la aseveración marxista de que la historia de la humanidad es una eterna lucha de clases(1) es cierto entonces que las sociedades han sido constituidas con base en una dinámica de contraposiciones entre uno y varios proyectos políticos y económicos, donde triunfa la clase social con mayores recursos materiales, ideológicos, financieros y humanos. Luego entonces la vida en sociedad es una larga lucha por ser como uno, por ser como los demás o por ser como nos indican hacerlo.

Por lo anterior, el concepto utopía significa “lo que todavía no alcanzamos ser”, que se va materializando conforme los individuos se agrupan para imponer y/o defender sus intereses, a través de normas de convivencia social y productiva, así como por el uso institucionalizado de la violencia y una supraestructura ideológica para mantener la cohesión y asimilación de los ciudadanos a un proyecto específico.

Se ha pensado que la utopía nace en sociedades con grandes carencias materiales, que aspiran a visualizarse en un futuro prometedor en cuanto a la satisfacción plena de sus necesidades. Sin embargo, la utopía aparece también en sociedades con magnos desarrollos tecnológicos, económicos y bélicos, como un horizonte que trasciende el hoy, o sea, el plano concreto, para anhelar los más sublimes valores humanistas, que no se pueden encontrar en el plano societal cotidiano.

En una era de avances científicos vertiginosos surge interiormente la convicción de que “es posible hacer otro mundo”, para poner las cosas en su real dimensión: la tecnología al servicio del Hombre (ecología, desarrollo sustentable, estabilidad política sin guerras, igualdad y justicia, vida digna, así como erradicación de amenazas físico-químicas-atómicas y biotecnológicas).

No obstante los alcances de la utopía, para reordenar el equilibrio de fuerzas, que ponga en cuarentena permanente los intereses “anti-humanos”, es necesario que ésta se convierta en una utopía política, es decir, el abandono de las grandilocuentes metas, para aterrizarlas en a la realidad, que indudablemente se puede encontrar en la esfera política, que entre otras definiciones que empleo, es el arte para realizar acciones concretas, a fin de lograr beneficios colectivos con arreglo a fines, en un espacio histórico determinado.

Luego entonces, la utopía que se enfrasca en fortalecer ideas inmaculadas, futuros idílicos y esquemas comparativos entre “lo que es” y “lo que debe ser”, solamente conduce a caminos irrealizables. Es algo parecido a “estar enamorado del amor”, pues los individuos existen sí sólo sí se enganchan a una espiral infinita de relaciones, tratando de encontrar el amor, pero como este sentimiento es intangible, las metas son inalcanzables en tanto que a punto de conseguirlas se desplazan metros más lejanos. Así, los sujetos enamorados del amor pueden vivir uno y un millón de encuentros y nunca encontrarlo. Este modelo de “hacer suya la utopía” rechaza la realidad misma sin moderar límites o los mecanismos para poner en práctica la utopía.

Por el otro lado, hay personas que hacen suya la utopía, asumiendo el mundo como tal y asumiéndose en él, adaptando e inventando nuevas formas para la construcción del horizonte al que se quiere llegar. Esta clase de “utópicos” sabe que la vida no nació por generación espontánea, sino que es un proceso inacabable que continúa un curso de evolución, a partir de lo ya existente.

Ambas vertientes tienen algo en común: la utopía es el estímulo impulsor para ver al mundo de manera distinta a lo establecido y proponer alternativas de cambio que puedan materializarse y no caer en disipación. Por tal motivo, es imprescindible reconocer el sentido dialéctico entre realidad y utopía, las cuales deben ser tratadas como elementos indisolubles del espíritu humano. Utopía-realidad aparentemente son distintas, pero a la vez únicas: se atraen, se niegan, se pelean o conviven, pero al final se necesitan.

Nunca lo que se vive es utopía, pero al mismo tiempo pensar así es acicate para abstraer lo que se anhela más allá de lo existente. Nada es eliminado en esta visión entremezclada de utopía-realidad, pues la brecha entre lo que somos y lo que deseamos ser, es la misma que tiende puentes para avizorar y luchar por crear mejores estadios de vida.

Es por esto que la utopía política permite aclarar los planos ideales y diferenciarlos de los reales, dando un faro de luz para hacer uso de la racionalidad humana, los valores éticos más elevados, pero también de los avances científicos-tecnológicos, redes organizativas que sí sirven en lo social, político, económico y cultural. Sólo con una posición así se pueden hacer realidad los sueños de ser mejores en pensamiento y acción. La utopía proactiva inspira revoluciones que hacen suponer a los involucrados y los que se van adhiriendo, que están a punto de llegar a la tierra prometida, a punto de nacer del útero de una madre tierra/sociedad que producirá mujeres y hombres nuevos, como lo plantearon Ernesto (Che) Guevara de la Serna o Herbert Marcuse(2).

La utopía se origina en la interioridad y cuando empieza a emerger desemboca en acciones políticas que crean nuevas relaciones sociales, económicas y políticas. Creo que esta es una de las grandes aportaciones de la utopía política: contagia felicidad para cambiar el presente enajenante e infeliz por un mundo mejor. Ésta no debe ser la reelaboración mental de la isla ideada por Tomás Moro o la fantasía que sirve para soñar en el “deber ser”. Este concepto vive latente en los hogares, escuelas, intelectuales, trabajadores, partidos políticos, profesionistas; metamorfoseándose en una hidra de mil cabezas, que busca romper el estado de cosas preestablecido. Es por así decirlo: la esperanza de estar en el ahora y poder estar siempre mejor en el largo plazo.

Cuando la política alimentada por la utopía alcanza hegemonía, no debe seguir el sendero de exhibir ideales o como hacen algunos, mediatizar sus acciones de gobierno, cual si fueran continuaciones de campañas proselitistas. En el momento de tener poder, la utopía está comprometida a solucionar los problemas y dudas, para no caer en la vorágine de dogmatizar los principios que detonaron los cambios. Aquí radica la suerte de la utopía para ser realizable: no ideologizarla, no confundirla con promesas coyunturales, no frustrar las transformaciones que se puedan dar en el plano de lo concreto y mucho menos obstaculizar nuevas utopías.

Estoy convencido que la utopía política debe proseguir en lo tangible, para llevar a las mayorías a la felicidad, pero no una constitucional, que por decreto imponga conceptos de igualdad, justicia, derechos y obligaciones, sino una que llene de espíritu fraterno y solidario a los ciudadanos para edificar relaciones de vida dignas y perdurables.

Hace 41 años, los jóvenes de México y otros países del mundo (Francia, Estados Unidos, República Checa, entre otros) experimentaron la utopía idealista de cambiar el entorno académico y el sentido del mundo. Abordaron las calles para luchar por los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad y hacerlas palpables en su tiempo y las futuras generaciones. Los movimientos estudiantiles de 1968 dejaron ver alternativas idealizadas de lo que debía ser -de una vez por todas- el nuevo orden mundial, sostenido por el amor, la paz y el desarrollo armónico en todos los rubros sociales.

En México esto se convirtió en marchas, concentraciones y la exigencia de cambiar al régimen. Cuando el ideal utópico se enfrentó contra los aparatos represivos del Estado mexicano, lo que empezó como un sueño, se materializó en la conquista de las escuelas, las calles, los medios de comunicación y las consciencias de miles y miles de ciudadanos.

Al momento de que los jóvenes, profesores, intelectuales, trabajadores y padres de familia constataron que la utopía estaba tomando forma, hubo una suerte de espanto y el movimiento fue cooptado desde sus raíces (sea por cargos universitarios, públicos o mediante la violencia institucionalizada). Muchos de los combatientes del 68 esperaban que la utopía permaneciera en el limbo por los siglos de los siglos, porque en ello radicaba el romanticismo de sentirse alguien y pertenecer a algo. La realidad demostró que esta utopía debió traducirse en reformas y transformaciones en el sistema político, así como en el renglón educativo medio superior y superior, para luego incrustarse en el tejido social más profundo.

Dichas expresiones sintetizaron los alcances más profundos de la utopía, concentrada algunas ocasiones en los jóvenes y otras en los adultos, pero que acabó por convertirse en una abstracción social amplificada. Es por esto que la trascendencia de la utopía radica en que se vuelva el alma invisible de los movimientos de cambio, pero al mismo tiempo su interpretación es ambigua, toda vez que para algunos atrasa la realización de proyectos que otorguen dirección a acciones destinadas a conseguir beneficios sociales. Sin embargo, la solución no es renunciar a la utopía, sino tomarla como inspiración para hacer proyectos viables de transformación, que alcancen efectivos logros de libertad y de justicia social.

EFECTO MARIPOSA:
El efecto mariposa proviene de un adagio chino que dice “el aleteo de una mariposa puede sentirse en otra parte del mundo”. Éste es retomado por el científico Edward Norton Lorenz(3) para hacer entendible la Teoría del Caos, que sirvió para hacer referencia a la noción de imprevisibilidad, sensibilidad y cambio en los procesos, dependiendo de sus condiciones iniciales. Básicamente la idea es que, dadas unas condiciones iniciales en un determinado sistema, la más mínima variación en ellas puede provocar que éste evolucione en formas completamente diferentes. Lo que es igual a que una pequeña perturbación inicial o en el transcurso de su desarrollo, puede generar efectos no previsibles.

En las ciencias sociales se examinan las manifestaciones materiales e inmateriales de los individuos y las sociedades, a través de paradigmas de la ciencia política, economía, historia, entre otras ramas científicas, para brindar un aporte fundamental en cuanto a la sistematización, análisis, teorización y aplicación de los fenómenos que ocurren en el mundo. Si bien es cierto que no se tienen elementos fácticos como en el campo de las ciencias exactas (matemáticas, física, química, etc.), esto no invalida la rigurosidad y el tino de las disciplinas sociales.

Obviamente que las ciencias sociales trabajan en un péndulo, pues muchos sucesos sociales son impredecibles, debido a la dinámica de las sociedades (lo cultural, idiosincrático, educativo-formativo, económico y político). En esta fase globalizada también intervienen las “leyes” de la oferta y la demanda, en medio de un hiperindividualismo y competitividad feroz, que hacen que sociedad y mercado sean generadoras de una serie de factores impredecibles, pero que pueden ser estudiados para otorgar determinaciones.

Matemáticamente 3 x 2 + 1 = 7; químicamente H2O = agua, pero en ciencias sociales la mezcla de orden, igualdad y progreso no necesariamente desemboca en democracia. El efecto mariposa está presente tanto en las disciplinas científicas básicas como en las sociales: pueden suceder muchas cosas inesperadas, que no necesariamente fueron pensadas al inicio del experimento, estudio o en la dinámica societal.

El efecto mariposa en la política es muy común (más de lo que muchos creen), pues en ocasiones un alza de cincuenta centavos de peso, para favorecer a los productores o industriales de la leche y el maíz, puede desatar una serie de movilizaciones sociales en una nación, que hagan peligrar el status quo de gobiernos o grupos en el poder.

El anuncio de una epidemia puede acabar con la confianza y apoyo a un partido gobernante, produciendo además caos generalizado. La dimisión de un servidor público puede desembocar en el descuido de políticas públicas hacia sectores de la población, deteniendo beneficios en el corto y mediano plazo. Así es el tamaño de lo aleatorio en la política.

De ninguna manera podemos pensar que el efecto mariposa es sinónimo de caos o indefensión ante lo que no se conoce o no se puede prevenir. Todo lo contrario, se debe aprovechar este sentido para pensar y re-pensar estrategias tendientes a maximizar fortalezas y controles para el tratamiento de un fenómeno “x”, minimizando errores en la toma de decisiones. Hay que saber y admitir que en cualquier escenario político hay elementos no controlados o controlados hasta cierto rango, que seguramente habrá que afrontar o eliminar.

Debe haber aceptación de que existen situaciones que no pueden darse por seguras, pero que sí se pueden aceptar o evitar. En todo caso, los hacedores-estrategas deben estar siempre preparados a enfrentar acciones/reacciones no previstas o en desigualdad de circunstancias, sin que esto produzca pánico o inmovilismo. En política la acción trae consigo la reacción, pero no literalmente como establece la tercera ley de Newton, sino como una interacción de vectores insospechados, de los cuales es necesario salir lo mejor posible.

En la escena política el “aleteo de mariposa”, o sea, el desplazamiento continuo de variables puede desencadenar una y mil reacciones, pero se debe estar cierto en poderlas enfrentar con previsión. Así pues un movimiento de inflación, alza de precios, desastre natural, alarma de salud pública, clima, comunicación masiva, etc., pueden hacer variar la estabilidad o permutar el caos por equilibrio. Por eso es necesario que se asuman estrategias conscientes, analíticas, pero sobre todo creativas, para tener capacidad de respuesta efectiva ante imponderables. Hay que apropiarse del pensamiento enfrentar-entender-modificar o por lo menos de afrontar-convivir.

Lo que estoy diciendo es que en esta vertiente para la toma de decisiones nada es absolutamente previsible, ya que la cuota probabilística sí existe. Es posible que las previsiones sucedan como se plantean, pero hay que estar preparados para asumir lo que no sea así y rectificar para la obtención de resultados favorables. Debe grabarse en la mente de los cientistas que no siempre se obtienen “éxitos” o acontecimientos previsibles, mucho menos totales.

Quien así lo afirme está mintiendo para venderse como panacea redentora de los males que aquejan a una institución, organismo o individuo. Aceptando la premisa del efecto mariposa, la incertidumbre es motor de creatividad para estar siempre preparados y alertas para la solución de los problemas que se presenten. B.H.G.
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Entre otra bibliografía consultada por el autor:

Tomás Moro. Utopía, Alianza Editorial, España, 1991.
René Thom. Teoría de la catástrofe, Editorial Gedisa, España, 1993.

Luis Villoro. El concepto de ideología y otros ensayos, “Del concepto de ideología”, pp. 15-40, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.

Raúl Ricoeur. Ideología y utopía, Editorial Gedisa, España, 1989.

Göran Therborn. La ideología del poder y el poder de la ideología, Editorial Siglo XXI, México, 1987.

Néstor García Canclini. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, Editorial Gedisa, México, 1995.

Notas:
(1) El pensamiento marxista establece que en la historia de la humanidad siempre ha habido una confrontación entre las clases que poseen y las que no poseen los medios de producción. Las perspectivas de ambas clases son antagónicas e incompatibles, lo cual conduce al enfrentamiento para situarse en una posición de poder. Desde esta óptica se cree que las contradicciones del capitalismo producirán tal deterioro en las condiciones de vida de los desposeídos, que inevitablemente acontecerá la revolución contra los explotadores.

(2) Para Ernesto (Che) Guevara los movimientos revolucionarios no son únicamente transformaciones estructurales, sino un radical cambio del género humano -desde adentro-, que debe forjar una nueva consciencia, valores, principios, pensamientos y acciones que hagan de las sociedades el crisol de la libertad, responsabilidad, compromiso, para alcanzar la felicidad comunitaria.

Herbert Marcuse en su libro El hombre unidimensional resulta un tanto pesimista por los grados detectados de enajenación de los individuos sociales, pero a pesar de ello, propuso un alejamiento de los controles estatistas en educación, mass media y otros parámetros conductuales, para finalmente llegar al punto de transformación profunda con base en la utopía.

(3) Edward Norton Lorenz se abocó a estudiar las alteraciones climáticas y el incremento del CO2 en la atmósfera. En 1963 utilizó un sistema de ecuaciones matemáticas para modelar los cambios atmosféricos y con base en sus observaciones asentó que al determinar las condiciones iniciales se podría conocer la predicción del clima en el futuro. Sin embargo, en sus conclusiones admitió ser éste un sistema caótico, y no poder conocer nunca con exactitud los parámetros que fijan las condiciones iniciales.

La teoría del caos que acuñó no es una teoría en sí, sino que puede entenderse como un gran campo de investigación, para abarcar diferentes líneas de pensamiento. Caos está entendido no como ausencia de orden, sino como cierto tipo de orden con características impredecibles, pero descriptibles en forma concreta. La idea es relativamente sencilla: en determinados sistemas naturales, pequeños cambios en las condiciones iniciales conducen a enormes discrepancias en los resultados.

Este principio suele llamarse efecto mariposa debido a que, en meteorología, la naturaleza no lineal de la atmósfera hace dictaminar que es posible que el aleteo de una mariposa en un lugar y momento, pueda ser causa de un fenómeno mayor en la otra parte del planeta.

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