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lunes, 22 de junio de 2009

ENTRE LO DEMOCRATIZANTE Y LO FASCISTOIDE: MÉXICO MMIX


ENTRE LO DEMOCRATIZANTE Y LO FASCISTOIDE
México MMIX
Por Baltasar Hernández Gómez


A mediados de la década de los setenta del siglo pasado, el sistema político mexicano instauró un subsistema electoral para englobar las aspiraciones de poder de los sectores sociales que habían estado entre bambalinas con relación a la maquinaria del aparato gubernamental. Al abrirse el esquema de participación en todos los vectores, el sistema adquirió legitimación por medio del juego de consenso-disenso. La apertura democratizante no fue una simple concesión del Estado, sino la síntesis de la presión de amplios grupos que operaban en las sombras desde los años cuarentas y que se desarrollaron aún más con los acontecimientos de las luchas sociales de ferrocarrileros, médicos y el movimiento estudiantil del 68.

Aunque el control electoral permaneció en manos del gobierno, a través de la Secretaría de Gobernación, poco a poco se fue dando cabida a las voces que no habían tenido tribuna pública, sin embargo quedaron inscritas en la égida de dominación. Los regímenes priístas tenían la supremacía y los demás partidos orbitaban a su alrededor, tomando para sí algunas menudencias en el poder Legislativo. Bajo esta concepción quedó conformada la cultura política de los mexicanos: la ciudadanía quedó supeditada a la partidocracia. La sociedad adoptó el paradigma democrático representativo vertical, asumiendo la consigna de activar su participación en los tiempos predispuestos por el Estado y la clase dominante. Los ciudadanos empezaron a forjar la idea que ser democrático era acudir puntualmente a depositar su boleta tachada en las urnas, para dar consentimiento a los candidatos previamente “elegidos” por los partidos y los grupos de interés, para que “todo cambiara y no cambiara nada”(1).

La base ideológica ha puesto énfasis en equiparar el acto de votar como la mayor virtud nacionalista, es decir, quien no vota es antipatriota, quien no vota tiene que soportar el mal desempeño de los gobernantes. En sentido contrario, el que sufraga es héroe democrático y constructor de futuros de desarrollo y paz. Así pues, los mexicanos de todas las edades hemos crecido con la creencia de que votar es nuestro destino para reconstruir al país cada 3 ó 6 años, pero sobre todo para corregir los avatares heredados por los elementos nocivos que nunca estuvieron a la altura del mandato popular. De tal manera que los sujetos que no traen en su pulgar la tinta endeleble son vistos como non gratas, que no cumplieron con su más alto cometido ciudadano.

En los años recientes el deterioro estructural del subsistema electoral ha puesto al descubierto las razones íntimas del poder, develándose como plataforma de posicionamiento que busca la perpetuidad de la legalidad y legitimad para la hegemonía política, comandada por los intereses de la clase dominante, incrustada en todos y cada uno de los espacios del Estado. Es así como se observan instrumentos electorales herméticos para uso exclusivo del IFE, Trife y partidos políticos; acciones de compra, alteración y robo de votos; la selección anticipada y con arreglo a fines de las fórmulas de candidatos; proyectos y promesas fuera de la realidad; actuaciones de presidentes de la República, legisladores, gobernadores y presidentes municipales escandalosamente deficientes; súbitos enriquecimientos; autoritarismo en la toma de decisiones y programas sociales-económicos; han sumido aún más a la nación en un endémico subdesarrollo. Estos son sólo algunos factores que despertaron sospecha y una nueva manera de ver las cosas en la política, llegando al nivel de decepción y hartazgo.

Por eso no debe causar extrañeza la postura del “voto en blanco o con la leyenda Así No”, pues es resultante de años y años de abandono de la voluntad popular por parte de los detentadores visibles y ocultos del poder político en México(2). Mientras esta campaña se mantenga como societal podría tener resultados interesantes, ya que las autoridades electorales tendrán que readecuar sus formas de conteo: no va a ser lo mismo otorgar cifras de votos depositados, abstencionismo y boletas invalidadas, sino que ahora deberá informar públicamente, en algún apartado especial, el número de sufragios que están en desacuerdo con el proceso. Desde hace muchos años he insistido que el subsistema electoral tocaría fondo, porque no se puede hablar de democracia desde una óptica procedimental, dejando a un lado la creación de una verdadera cultura democrática, que impulse la participación responsable y comprometida en todos los ámbitos de la vida social (hogar, trabajo, escuela, amigos, partidos y la relación gobernados-gobernantes.

El panorama actual no sólo llena de incertidumbre el devenir social y económico de la ciudadanía, sino también la esencia de lo político. A continuación anoto tres escenarios:

Tácticas fascistoides.

Desde la llegada del PAN al poder en el año 2000 se ha hecho recurrente el ataque frontal a opositores por medio de la operatividad de giras gubernamentales y proselitistas y el imperio mediático, destacándose una verborrea violenta contra todo lo que no es orden y progreso. Con la llegada del ex-secretario de la Función Pública, de origen michoacano como el presidente de la República, Germán Martínez Cázares, a la dirigencia de este partido, hay un empleo de tácticas fascistoides, o sea, de traqueteo feroz en contra de lo que no es bien visto por la lógica de derecha, lo que va en detrimento de la racionalidad política: se ufana en sacar “los trapitos al sol” del priísmo y perredismo, ocultando las concertacesiones realizadas por prominentes panistas, tales como Medina Plascencia, Fernández de Ceballos, Creel Miranda, Castillo Peraza(+), Fox Quesada, Sahagún Jiménez y gente muy cercana a los mandatarios, aprovechando los espacios noticiosos para la descalificación.

El colmo se dio el pasado 8 de junio del año en curso cuando en un debate en el World Trade Center un grupo de jóvenes panistas irrumpió a punta de catorrazos, argumentando que su candidato a la delegación de Benito Juárez en el D.F., Mario Palacios, no había sido invitado al evento (como anotación al margen señalo que su contrincante Bernardo Bátiz, candidato del PRD, según sondeos le lleva 25 puntos porcentuales de ventaja). Unas horas después, dicho candidato panista introdujo en su página web una declaración en el sentido de que los jóvenes no agredieron, sino que habían sido recibidos a golpes por los presentes.

La historia -tan olvidada por muchos- nos ofrece lecciones de vida, pues quien la conoce sabe bien que es necesario actuar en perspectiva para no repetir los errores. Sólo basta retrotraer las situaciones perpetradas por los “camisas pardas” (SA), en la década de los años 30´s del siglo XX en la Alemania nazi, a efecto de que no resurjan. Esta corporación hitleriana se dedicó a meter en orden a la disidencia, destrozando reuniones, marchas de protesta, quemando libros científicos y asesinando a opositores intelectuales, así como judíos y personas consideradas de raza “inferior”. Ojalá que la juventud panista no esté siendo preparada por asociaciones religiosas ultraconservadoras o privadas para edificar grupos de choque que hagan prevalecer el adoctrinamiento ad hominen y la violencia.

Militarización.

La guerra entre el Estado y la mafia llena los titulares de los medios masivos de comunicación, creando una verdadera psicosis generalizada de inseguridad, aislamiento y apatía. El Ejército mexicano y las fuerzas policiacas federales están interviniendo no solamente en el aspecto de seguridad pública, sino que ahora sus alcances llegan hasta lo que era considerado como asuntos eminentemente civiles. La sociedad al ver que las autoridades de procuración de justicia y del poder Judicial no han podido detener a la mafia, de acuerdo a las argumentaciones transmitidas por la clase dominante de que no hay otra cosa qué hacer, más que llamar a los militares a la escena social; se ve envuelta en una serie de batallas que producen muertes y deterioro en la confianza, creándose sospechosismo de todos contra todos.

Si bien es cierto que el Ejército es el único organismo que puede enfrentar este grave problema de la mafia (por ser el aparato represivo con el uso exclusivo y legal de la violencia), su incursión en el ámbito social ampliado puede provocar fuertes reacomodos en lo que concierne a las libertades políticas y sociales, lo cual se traduce en reducción drástica de las garantías democráticas. Aunque nos estamos acostumbrando a ver a las fuerzas marciales en las elecciones, resguardando instituciones, bancos, edificios de Pemex, puertos, aeropuertos, ahora su espectro de intervención se disemina en escuelas, centros de reunión, poblaciones rurales, colonias y calles; no es conveniente copar las realizaciones civiles de miembros de las fuerzas armadas.

Más allá de su indiscutible formación castrense que lo pone a la vanguardia de defensa, no hay que olvidar que los miembros del Ejército son adiestrados para sentirse separados de la sociedad, de lo que ellos mismo llaman “civilones”, lo que produce una separación ideológica y una forma diferente de apreciar el mundo real. Caer en la militarización de la vida civil puede atraer nuevos y más serios problemas de descontrol político.

Simulación.

Si los partidos políticos continúan con la simulación, gasto de recursos con fines personales y de grupo, la curva de desprestigio e inactividad ciudadana crecerá a niveles insospechados, lo cual se traducirá no sólo en la elevación exponencial del abstencionismo, sino en el desconocimiento del subsistema electoral y los gobernantes. Cientos de millones de pesos gastados en publicidad (periódicos, revistas, panfletos, espectaculares, folletos, ruedas de prensa, visitas programadas, radio, televisión e internet), candidatos irreconocibles por la sociedad, propuestas sacadas de cuentos de ficción, prepotencia de los equipos partidistas, despilfarro de recursos humanos, técnicos y materiales; son sólo algunos ingredientes que se suman al repudio ciudadano por comprobar que el juego electoral institucionalizado no sirve de nada, más que para la promoción de los personajes que quieren hacerse pasar como los heraldos de la democracia neoliberal.
A “río revuelto, ganancia de pescadores” parecen pensar en sus adentros.

Un gran número de candidatos se han puesto en renta en todos los institutos políticos, pasando del tricolor al amarillo y luego al blanquiazul u otro partido de menor cobertura; se desgarran vestiduras para parecer próceres del bien común y luego, cuando pierden, se refugian en sus búnkeres empresariales o en la ignominia, pero con una cantidad considerable de dinero, producto del “guardadito” que hicieron de los recursos en campañas. En campaña, mujeres y hombres se dan baños de pueblo y se sacan la fotografía con multitudes acarreadas, para luego en la oscuridad frotarse las manos y el cuerpo con gel sanitizador, evitando el contagio por cualquier tipo de virus que pudiera traer el niño, joven, adulto o anciano que los abrazó. De estas imágenes está repleto el escenario político y ya es visible por muchos ciudadanos.

Lo mejor será edificar en lo horizontal una democracia que permee la cotidianeidad en nuestro hogar, trabajo, escuela, centros de reunión y convivencia. Debemos elevar el nivel de discusión de los temas realmente importantes del país, estado y municipio, para encontrar alternativas de solución. Si opta por quedarse en lo procedimental que es votar el día y hora señalada por las autoridades o marca la boleta en blanco o con el nombre de la persona “x” de su preferencia, pues hágalo, el riesgo estriba en percatarse que esto es otra forma, bastante heterodoxa por cierto, de contribuir a la legitimidad del poder político instaurado. Como sea que fuere: actúe, no se quede paralizado. B.H.G.
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(1) Il Gattopardo es una novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, publicada a mediados de los años 50´s, donde narra episodios de la política cortesana de Sicilia, Italia. La trascendencia de dicho texto proviene de una frase asumida por el personaje del príncipe, que dice literalmente:” Algo debe cambiar para que todo siga igual”.

(2) Hay que hacer matices al respecto, toda vez que no es lo mismo que la sociedad civil promueva esta participación consciente de votar por ninguno, que la impulsada por políticos, tal y como lo está realizando Dulce María Sauri Riancho (ex-gobernadora, ex-senadora, ex-diputada y ex-presidenta del PRI), que insiste en dicha medida por oportunismo, ya que sus razonamientos ocultan el sentimiento encontrado de haber sido repelida por los intereses que hoy controlan a su partido, negándole ocasión para ocupar nuevamente un puesto de poder, partidista o de elección popular.

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1 comentarios:

A las 22 de junio de 2009, 7:40 , Blogger Serpen Phlox ha dicho...

¿Porqué voy a anular mi voto?

Sencillo........... por las mentiras.

Tengo una hija con síndrome de Down que asiste a una asociación civil para la toma de sus terapias. Actualmente pasa por una situación muy difícil por que el apoyo mensual del Gobierno Estatal de Yucatán, desde hace SEIS MESES está detenido,"porque no han llegado los recursos" según dicen ellos. No hace falta ser adivino para saber que en realidad ese apoyo ahora mismo está circulando en alguna campaña. Por este motivo, no voy a votar por ningún candidato del PRI acá en Yucatán.
El año pasado, las profesionistas de esta asociación civil, diseñaron un proyecto para recibir apoyos de SEDESOL y obtuvieron el segundo lugar a nivel nacional, este año, elaboraron un nuevo proyecto que también fue aprobado. Sólo que 48 HORAS antes de que les entregaran el cheque con los recursos, por teléfono les avisan que "siempre no y disculpe usted". ¿Es esto moralmente y éticamente aceptable?. Por esta razón no voy a votar por el PAN en Yucatán

Los demás partidos, ¿pues que se puede esperar?. Nada

Así que no me vengan con la "jalada" de que anular el voto es un acto atidemocrático. No señor ANULAR EL VOTO ES SIMPLEMENTE UN ACTO DE LIBRE ALBEDRÍO, la quinta esencia de la democracia.

 

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