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miércoles, 28 de enero de 2009

IDEOLOGÍA: ESQUELETO DEL PENSAR Y ACTUAR SOCIAL


IDEOLOGÍA DOMINANTE, IDEOLOGÍA DEL CAMBIO
Por Baltasar Hernández Gómez


No podemos hablar de IDEOLOGÍA como concepción única para expresar la estructuración de un sistema intrincado de signos, que son formulados en codificaciones y decodificaciones de la realidad. Hay que referirnos a IDEOLOGÍAS para tratar de comprender los diseños, promoción y aplicación de modos para representar u observar la cosmovisión de los sujetos sociales.

Es hasta el siglo XVIII cuando la IDEOLOGÍA cobra importancia como categoría en las ciencias sociales y es con Carlos Marx cuando se da un sentido más concreto al aseverar que ésta es un sistema de ideas y representaciones que se presenta en la interioridad del hombre y se refleja en la materialidad de sus pensamientos y actos.

Aquí es necesario aclarar que no se trata de observar a la IDEOLOGÍA en el terreno de falsas visualizaciones o consciencias, sino elevarla al plano de estructuras organizadas para percibir y concebir el mundo de la vida (Jürgen Habermas).

La contribución de Louis Althusser dio precisión a la ciencia política, ya que estableció que la ideología fue reacondicionada por los Estados Nacionales y reformulada en un modelo integral-institucional traducidas en los instrumentos ideológicos para inculcar en los sujetos sociales determinadas visiones y estilos de vida en un espacio y tiempo real. Los aparatos ideológicos del Estado son organismos especializados que diseñan, moldean y direccionan el pensar y actuar de los hombres.

Así tenemos a la familia, escuela, constituciones políticas, iglesias, medios de comunicación, centros de trabajo y fuentes culturales, que producen la manera de ser y estar en sociedad, integrándose sin “disfuncionalidades” a los procesos de producción social, político y económico y reproduciéndolos en todos y cada una de sus realizaciones pensamentales y materiales.

Las IDEOLOGÍAS tienen el papel de construir, mantener y acrecentar sujetos sociales concretos (interior y exteriormente) que existan para entender, aceptar y reproducir modos sociales y económicos sin que haya “rompimientos” que deriven en descomposición o duda de la validez de su ambiente.

Los Estados nacionales para preservar el establishment social no sólo ocupa eficientemente la fuerza jurídica o la violencia institucionalizada, sino se vale de la IDEOLOGÍA, pero no una que sea exclusiva de la clase social a la que pertenece, sino a una que es articulada en forma tal que, si bien está ligada a su entorno socioeconómico, puede rebasar su perímetro para comprender sus fundamentos y transformar lo que es falso o erróneo, que le causa pobreza (económica, espiritual, de valores, etc.).

Vista desde la perspectiva gramscista, la IDEOLOGÍA es el campo de batalla de dos o más sistemas de vida, es decir, la lucha entre concepciones que tratan de imponerse hasta el punto de la desaparición del otro. La IDEOLOGÍA incorpora continuamente elementos representativos y valores de la meta a la que tiene que llegar la clase dominante. Ésta se constituye en un sitio de dominación o mejor dicho en un espacio para obtener, desarrollar, mantener y aumentar el poder político.

De acuerdo a Göran Therborn existen varios tipos de dominación ideológica en las sociedades occidentales, éstas son:

ADAPTABILIDAD:

Es la conformación de los sujetos sociales a los parámetros de vida de la clase dominante. Esta serie de elementos ideológicos hacen que los dominadores sean obedecidos, toda vez que las clases subsumidas en el poder piensan, creen y actúan sabiendo que es lo único existente y por tanto no hay por qué rebelarse.

Esto produce una situación de sujeción, que adapta a los sujetos sociales sin posibilidad de cambio radical. Si acaso esto permite cierta oposición regulada, que es aceptada como parte de la remodelación de la estructura en el poder para evitar desbordamientos.

INEVITABILIDAD:

Es una especie de creación y recreación de marginalidad en sectores sociales, que por ignorancia evitan integrarse por completo al estado de cosas predominantes, pero sin llegar al punto de quiebra o alejamiento radical. La contracultura y otras expresiones contestatarias son al final de cuentas factores que se oponen a un régimen, pero que no significan problemas mayúsculas para mantener el proceso de dominación ni la estancia segura en los confines del poder.

REPRESENTATIVIDAD:

Se construyen ideas y estilos de vida que “reflejan” valores supremos a imitar y cuidar por parte de la clase dominada. En este aspecto se hace pasar a los dominantes como la clase a seguir porque representa lo bueno y el horizonte último a llegar. En este sentido son concebidos como depositarios de cualidades superiores que sólo ellos pueden poseer. La riqueza, lujo, poses, títulos académicos, ascendencia y “glamour” de ciertas actividades atípicas se dan como referentes para clonar.

TEMOR:

Se trata de provocar miedo al máximo para elegir un sistema de vida. De tal forma que la única vía para elegir es la obediencia para vivir, que la desobediencia para morir. El temor es efecto no solamente de la violencia institucionalizada de los aparatos represivos del Estado (retomo a Althusser), sino de la que reproduce la ideología para aceptar las cosas tal y como son sin ninguna capacidad de revuelta.

RESIGNACIÓN:

La ideología designa formas concretas de obediencia, las cuales conciben la imposibilidad práctica a corto o mediano plazo para alcanzar una alternativa mejor. La inmediatez neoliberal hace suponer que no es necesario esforzarse tanto para salir del círculo impuesto, ya que esto trae más perjuicios que beneficios.

Se inculca todos los segundos de todo el tiempo que es mejor permanecer en el consenso forzado al ambiente prevaleciente y legitimar los poderes instaurados, que perder la vida por revolucionar la predominancia del Estado y el capitalismo.

Llegamos al sitio del poder de la ideología, que emerge de los centros de decisión política y económica para direccionar la dominación social, siendo esto un proceso de aplicación, pero al mismo tiempo de ajuste y reajuste, a fin de adaptarse al medio.

Este “apretar tornillos a la estructura” es un acondicionamiento al tipo más eficiente de acumulación de capital y de poder político (la supremacía del orden económico con respecto a las otras esferas sociales). Luego entonces el poder de la ideología se convierte irremediablemente en la ideología del poder.

La historia contemporánea nos ha mostrado que la fuerza de los ajustes estructurales es enorme, pasando de cambios paulatinos en los primeros setenta años del siglo XX a modificaciones veloces en los últimos 30 años: globalización y neoliberalismo que produjo política mediática, sindicalismo cero lucha, leyes de mercado ajustables ad hoc para la clase dominante, proliferación de ideas y creencias de tipo naturista y esotéricas, valores éticos y morales remasterizados, etc.

En las décadas más recientes se ha impulsado la constante de que donde no hay mercado, no existe democracia. Si hay democracia luego entonces hay libertades y posibilidades de crecer. Simultáneamente la esfera de la política ha sido supeditada a la economía, siendo los intereses de los grupos dominantes la meta por alcanzar a como dé lugar.

La globalización impacta de lleno en el quehacer político, social y filosófico de todos los hombres, atribuyendo un pensamiento unilateral, que es válido y único para todos. La ideología del poder dominante se traduce en caracteres universales. En las democracias actuales los ciudadanos se sienten confinados a una doctrina omnipresente que prohíbe, paraliza y extermina todo tipo de opinión y acción divergente al status quo.

¿Hay escapatoria de esta dinámica destructiva para conseguir un hombre humanizado y digno de vivir con plenitud? A esto contestaré que afortunadamente hay procesos de salirse de la ruta ideológica impuesta y movilizarla. En este espacio juegan importante papel los intelectuales y escritores, pero sobre todo los hombres de acción práctica.

Para que haya las condiciones de cambio se tiene que ubicar el encuentro de parámetros pasados, para desterrar como válido y siempre presente el estado de cosas que la clase dominante pone en la cima de las realizaciones humanas. Esto ha sido empleado en experiencias pasadas para reactivar nuevas ideas, esto aplica tanto a revolucionarios, revisionistas o reaccionarios.

Sólo hay que enfocarnos en el estudio de las revoluciones de los siglos XIX y XX para comprobar la validez de los cambios ideológicos y sus subsecuentes regímenes políticos. Lamentablemente los logros han sido reacomodados por la clase dominante capitalista para sus fines, pero la efectividad es lo que tenemos que retomar.

Por otro lado, la movilización ideológica que trae cambios estructurales en el modo de vida material, puede transitar por un camino de “miedo anticipado”, o sea, anteponer la bondad de una sociedad más justa frente al sufrimiento presente. Es más o menos decir: de no cambiar estaremos condenados a ser autómatas y miserables. De cierta forma los grupos defensores de la ecología han tenido injerencias en políticas ambientales a nivel mundial, utilizando dicha estrategia. Otro caso que merece analizarse a fondo es Venezuela.

Cuando hablamos de movilización ideológica me refiero a la capacidad no sólo de readecuar, sino transformar, ya que la ideología de las sociedades nunca es estática, sino que varía constantemente sus prácticas de asignación, conforme a las condiciones de vida imperantes. El trastocamiento ideológico no es cambio en el discurso y sus referentes significativos, sino que trasciende al cambio mismo del discurso y sus connotaciones.

Esto lo observamos en las nuevas generaciones, ya que han sido sometidas a un nuevo tipo de valorizaciones en medio de una vertiginosa fuerza de transmutaciones económicas, políticas y tecnológicas, que no se parecen en nada a las pautas temporales de generaciones anteriores.

CONCLUSIÓN

Las expresiones ideológicas para la movilización de alternativas frente a los centros de decisión dominante no sólo afectan el carácter de los promotores y participantes del cambio, sino también a la clase dominante, que debe readecuar sus controles para mantener la hegemonía. No queda en una toma de posición más combativa y eficiente por parte de los grupos del cambio ideológico, sino que va más allá, incluso modificando sustancialmente el discurso y prácticas del poder.

Las ideologías no tan sólo consolidan el control del poder social y político, también pueden ser motor de su desviación y destrucción.B.H.G.

BIBLIOGRAFÍA

Mouffe, C. “Hegemonía, política e ideología”, en Labastida 8 comp. Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, Editorial Siglo XXI, 1986, México.

Rossi-Landi, F. Ideología, Editorial Labor, 1980, Barcelona, España.

Thernborn, Göran. Ideología del poder y el poder de la ideología, Editorial Siglo. XXI, 1987, Madrid, España.

Follari, R. La justificación ideológica del ajuste, Edición en Tauroslibro.com, 2008. Internet.

Ramonet, I, “El pensamiento único”, Revista Gallopinto Nº 29, mayo 1996, wwww.pensardiferente.com. Internet.

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