ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

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domingo, 25 de enero de 2009

VIVIR, PENSAR, LEER Y ESCRIBIR


VIVO, PIENSO, LEO Y LUEGO ESCRIBO
Por Baltasar Hernández Gómez ©


El acto de generar pensamientos es la máxima virtud de la humanidad y ésta hace que nos diferenciemos cualitativamente de cualquier ser vivo sobre el planeta. En la actualidad muchas personas abandonan o dejan a un lado el ejercicio de pensar, sometiéndose al ordenamiento del videns, que no es otra cosa que seguir el contorno superficial de los hechos en el mundo de la vida. Lo audiovisual se convierte en supremacía sin que medie un ápice de análisis y mucho menos de crítica a lo establecido.

El ejercicio de pensar obliga a estar atento y con una visión global de todo lo que ocurre en lo micro y lo macro. Pensar no es observar y tener una idea a bote pronto, sino trasciende a lo infinito, debido a que es necesario analizar, comparar y dar juicio de valor a los sucesos que van y vienen en la incesante espiral del desarrollo vivencial. Pensar nos evita quedar estacionados en la inmediatez, para dar paso al panorama completo de la realidad con niveles profundos de abstracción sobre las representaciones del mundo. Desatender esta capacidad sui generis de la raza humana nos condenaría irremediablemente al automatismo.

Pensar reivindica la razón de ser y estar del Hombre, permitiéndonos vivir atentos y comprometidos con lo tangible material e intangible ideológico y del sentimiento. Sin embargo, si pensamos y no leemos para después registrar lo que ocurre estaríamos apostando a subsistir en el día a día. Pensar y escribir se vuelve binomio para saltar el umbral de la intrascendencia y dar un salto a la persistencia…. a lo infinito.

Desde hace tiempo una gran cantidad de personas se comunican a través de mensajes casi onomatopéyicos, sean estos escritos o hablados. La juventud parlotea con contracciones (sonidos monosilábicos) que parecen gruñidos animalescos. El contacto interpersonal se ha convertido también en una vorágine de códigos restringidos impuestos por el manejo de la nueva tecnología (signos de puntuación y reducciones del lenguaje para expresar toda suerte de ideas o emociones, tales como TQM y anotaciones del tipo , , entre otros cientos de elementos incluidos en el teclado de las computadoras).

Las señales gesticulares prediseñadas en la escuela o antros, el sonido gutural y las manos contorsionadas sustituyen frases, cartas, recados o conversaciones, que son mecanismos para decir a profundidad lo que se piensa. No es que sea puritano o invalide la flexibilidad o cambios en el proceso comunicativo, sino que esto irremediablemente se está convirtiendo en un libertinaje de símbolos, cambiantes, sin significancia y poco precisos, para preservar un lenguaje humano coherente.

Pareciera que estamos siendo testigos de una conspiración donde poco a poco está desapareciendo el contrato social de convivencia, para dar paso al acuerdo salido de no sé dónde, que obstaculiza la fluidez del pensamiento, reflexión, comunicación, lectura, debate y escritura.

Para muchos integrantes de la Generación USB resulta un acto cavernícola intercambiar congruentemente el enorme tesoro cultural del lenguaje. Muchos aceptan que las vías de entrelace más idóneas son el gemido, el chasqueo, la mueca y el colorido de sus reducidos códigos comunicacionales. Está imperando el silencio y las cosas a medias, lo cual produce y reproduce pautas conductuales de la sinrazón. Hay una vocecita que quiere hacerse pasar como válida:”lo que no cansa es bueno”.

No obstante este horizonte poco prometedor estoy convencido que es posible hacer pensar, es decir, que las personas reconozcan y se interioricen en valorar la vida y generar nuevas actitudes de respeto por los valores universales. Si desde la casa, escuela y el ámbito social nos proponemos a dejar de controlar los modos de pensamiento y escritura, estaremos permitiendo que los niños y jóvenes piensen por cuenta propia (sin obviar la enseñanza de la impecabilidad para la investigación y redacción).

Si logramos que los hijos, alumnos, vecinos, amigos y familiares tengan la oportunidad de disfrutar el acto supremo de pensar por sí mismos, estaremos develándoles un universo que había estado oculto. Hay que aprender a enseñar a pensar, a comprender, conceptualizar y abstraer el mundo. La lectura es el medio privilegiado e indispensable para el desarrollo de más y mejores “operaciones del intelecto y del corazón”. En otras palabras: el cultivo de la razón y la pasión humana en su máxima expresión.

Hoy en día los estudiantes demuestran ser indisciplinados, acríticos y poco conscientes de su entorno, apoyando su actuación en “su corta edad y experiencia”, lo que se traduce en una posición adversa hacia todo lo que para ellos representa aprender a aprender. Las herramientas más importantes en el proceso del aprendizaje, son la observación, estudio, análisis y síntesis, las cuales se potencializan estimulando habilidades de lecto-escritura, porque es a través de la vivencia, lectura y escritura como se ejercita el pensamiento lógico, creativo y plural.

Un buen lector es el que sabe leer con determinación y agrega su saber y experimentación. La lectura es un proceso entre el mensaje (en este caso reducido a su formato texto) y el interlocutor, que aporta saberes en la medida que ha realizado una abstracción-interpretación. Esto hace que se asuma lo que se lee, no como simple información, sino como conocimiento. De tal manera que se asimila lo mejor de la vida, abriendo la mente a lo local, nacional y universal.

No es suficiente leer, se requiere de aprehender el conocimiento, interpretar y producir nuevos juicios. Esto no es factible de lograr sin la escritura como medio de divulgación acerca de lo que el sujeto social ha incorporado a su vida.

Nacemos y aprendemos a hablar como lo hacen nuestros padres, vecinos y profesores. Vamos al kínder, luego a la primaria, posteriormente a la secundaria, preparatoria y universidad viendo al facilitador académico y libros como objetos extraterrenales. Ingresamos a la esfera productiva y formamos familia y queremos continuar en esa línea intacta de no hacer nada.

Al género humano le gusta vivir de la tradición oral y por eso pensamos que no hay nada detrás de la cortina de lo ya dado. No nos enseñan a leer y escribir como fase siguiente y por eso brota el disgusto para explorar nuevas fronteras. Esta premisa es una de las muchas causas del atraso cultural, idiosincrático, científico y tecnológico de las sociedades, específicamente las “tercermundistas”.

Pero antes de aprender a escribir es preciso aprender a leer. Si no existe fomento al hábito de lectura no es posible que haya más universos para la comunicación. El habla es una destreza importante para vivir, pero no es suficiente. Es necesario el desarrollo de la lectura y por ello tiene que buscarse el acercamiento orgánico con los libros. La lectura permite ingresar al ser humano al saber social.

Basta recordar que la civilización tal y como la adoptamos no sólo se expresa en usos y costumbres, sino se almacena en libros. Ignorarlos es desconocer lo bueno, bello y útil que ha sido, es y será la humanidad.

Cuando alguien escribe está convirtiendo en accesible todo aquello que sabe o acaba de descubrir. Al vivir, pensar, leer y exponer por escrito está poniendo a disposición de otros su ser, el conocimiento y experiencias que le han transmitido otros. B.H.G.

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