DEMOCRACIA Y POSMODERNIDAD
SER DEMOCRÁTICO EN LA MAR NEOLIBERAL
Por Baltasar Hernández Gómez.
Con el empuje del conservadurismo de Estados Unidos e Inglaterra, sobre todo, a partir de la década de la década de los años ochenta el neoliberalismo se convierte en el recubrimiento ideológico, social y político de la globalización capitalista. La democracia como única forma de organización política de la sociedad adquirió relevancia en tanto se volvió un horizonte político inalcanzable y sometido a la normatividad legal de los procedimientos verticales del Poder.
Sin embargo, dicha trascendencia no empató con una profundización conceptual sobre el proyecto nacional de cada país y mucho menos a nivel mundial. La terminología utilizada fue tomada de la competencia económica y de los cánones administrativos que sólo anteponen la eficiencia y la eficacia en los resultados. El concepto democracia no tuvo una carga social crítica y de participación ciudadana para moldear el ambiente social y tampoco en las formas para definir los rumbos económicos y políticos de las naciones. A la democracia se le perdió la brújula donde el “pueblo” era el soberano y se convirtió en un conjunto de técnicas para elegir a los elegidos en cada estructura de dominación.
El neoliberalismo fue presentado como la forma más acabada de la modernización democrática, entendida la libertad de los sujetos sociales como el espacio para desenvolverse en el .ámbito del trabajo y la competencia. Así pues, ha preponderado la visión mediante la cual la democracia es una vía de legitimización del status quo del Poder en el marco regulatorio de las prácticas del mercado globalizado.
Se hizo evidente que no se iba a buscar el camino de actuación ciudadana, sino un simple debate de perfectibilidad democrática, para hacer que el mayor número de personas voten en una armonía imperturbable que no genere disfuncionalidades al “todo” social y económico.
La capacidad de lucha fue trastocada por una nueva consciencia que busca el bienestar coyuntural, la enajenación, pero sobre todo el sometimiento a los parámetros electorales, durante el tiempo destinado por las clases dominantes para impulsar nuevos regímenes de gobierno. Es innegable asegurar que la lógica neoliberal concibe a la sociedad como un espacio donde debe haber neutralidad en las relaciones horizontales y verticales que se dan a nivel social, económico y político, donde lo más importante es sujetarse a la deliberación y negociación antes que caer en una espiral de decisiones que vengan de la base.
El poder de la crítica a lo establecido se ha convertido en sinónimo del pasado “revolucionario”, en palabra inconsecuente con el progreso de la humanidad. En el centro de lo real-concreto está la preservación del interés para ajustar continuamente la balanza del Poder y de la ganancia capitalista en su máxima expresión. El hecho de la política es recubierta por el fantasioso escenario de los medios de comunicación, aderezados con los mensajes de partidos políticos y los aparatos gubernamentales.
Lo que se observa es una depauperización de la calidad de vida de millones de personas en un mar de desigualdades e injusticias. Mientras más desarrollo tecnológico existe escasez, ignorancia, represión, pero sobre todo olvido. La concentración de la riqueza está posicionada en un reducidísimo grupo de capitalistas y la política acumulada en partidocracias, fuerza de los medios de comunicación y grupos élite. La política ha sido reducida, por un lado, a una descripción de los hechos públicos y por el otro ha sido desnudada de cualquier mediación humana participativa y reducida a una mediación perversa de la clase dominante, que busca la legitimación a toda costa con el menor riesgo de enfrentarse a una revuelta.
La mitificación ideológica de la democracia es recubierta ahora por el determinismo tecnológico, ambos tributarios de los grandes monopolios que se han apropiado de los medios de comunicación y la web, a través de todo el proceso de liberalización y privatización de los medios de comunicación que, producen y reproducen incesantemente una escala distorsionada de valores que modifican (o tratan de hacerlo permanentemente) la conciencia social y política de toda la humanidad, trátese de individuos en América, Asia o África, por ejemplo.
Luego entonces la actual democracia es reivindicada como el único sistema de vida posible, pese a las evidencias irrefutables de su perversión. La democracia neoliberal ha logrado enajenar la conciencia de la necesidad del cambio y la transformación sociopolítica, pese a la dramática y creciente situación de degradación de miles de millones de personas. Por tanto es vital evidenciar las mentiras de la democracia neoliberal y proponer una aproximación de pensamiento, pero sobre todo de acción para reconstruir la dimensión ética y los alcances de la democracia como proyecto político de las mayorías con una orientación transformadora.
En otras palabras, debemos entender y vivir con una democracia sustantiva, que ofrezca la participación ciudadana en la “cosa pública”, erigiendo un despliegue ético a través de prácticas sociales conscientes dirigidas a la defensa radical de todo aquello que permita el florecimiento de la vida humana. concebir y actuar en consecuencia, por medio de un conjunto de realizaciones "horizontales", es decir, de participación abierta y comprometida con las causas que nos hace comunes es la mejor manera de romper con los paradigmas verticales, que se derraman de arriba hacia abajo, tratando de imponer a toda costa cómo debemos ver, conceptualizar y vivir. La utopía consiste no en perseguir fantasmas o sueños, sino en edificar nuevos horizontes que vayan cimentando acciones locales, para luego adentrarnos al mundo global. B.H.G.
Etiquetas: Democracia, democracia y globalización, Estado, legitimación democrática, Neoliberalismo, sociedad y democracia
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