ANÁLISIS POLÍTICO Y SOCIAL, MANEJO DE CRISIS, MARKETING, COMUNICACIÓN Y ALTA DIRECCIÓN

Este es un espacio para conceptualizar, analizar, efectuar crítica y proponer estudios sobre política aplicada, marketing, comunicación, educación, métodos aplicados, alta dirección y proyectos sustentables. Contacto:baltasarhernandezgomez1@hotmail.com, baltasarhg@gmail.com

jueves, 22 de octubre de 2009

LA MEJOR FORMA DE DOMINACIÓN POLÍTICA: MOLDEAR LA OPINIÓN PÚBLICA


LA MEJOR FORMA DE DOMINACIÓN POLÍTICA: MOLDEAR LA OPINIÓN PÚBLICA
México 2009
Por Baltasar Hernández Gómez


Dejando a un lado la pared mediática que intenta desprender los valores humanos, culturales, analíticos y democráticos de la sociedad, la desaparición de la compañía Luz y Fuerza del Centro (LyF) es tan sólo una más de las “perlas” que tiene el collar de dominación política del Estado mexicano. El decreto que da caput a dicha paraestatal pone al descubierto los métodos y tácticas que son utilizados para preservar el Poder a través de la fuerza legal-represiva. Atrás del despido de más de cuarenta mil trabajadores (agremiados en su mayoría al Sindicato Mexicano de Electricistas [SME]) no está la preocupación de eficientar la productividad en la generación, distribución y control de la energía eléctrica o ahorrar recursos por las prestaciones sindicalistas, porque el objetivo de la clase dominante -en lo político y económico- es la desaparición del sindicalismo estorboso, a efecto de volver a poner en marcha las exigencias globalizadoras para desincorporar las empresas públicas que todavía están a cargo de los gobiernos de países periféricos.

En este sentido las formas y el contenido de la hegemonía política no han permanecido estáticas, pues ya no se requieren de movilizaciones gorilescas para desalojar instalaciones, dividir organismos y quitar del medio a hombres y mujeres non gratos para los planes Estatales. Hoy, solamente basta construir una plataforma comunicacional que trastorne la percepción pública, a fin de modificar pensamientos, creencias, actitudes y prácticas sociales con arreglo a fines. Si el consenso no deriva de razonamientos, luego entonces se impone la máxima "los buenos somos nosotros y los malos todos los otros que atenten contra las costumbres neoliberales de la modernidad”. Los medios masivos de comunicación son los instrumentos para el apuntalamiento de nuevas realidades e imaginarios colectivos y sirven para dar validez a las hogueras que se prenden -en circunstancias especiales- para quemar a los enemigos de la Patria.

Millones de personas que tienen como marco referencial la televisión, radio y alguno que otro periódico de fácil digestión mental captarán los mensajes políticos y económicos, teniendo como mediación las consignas de la clase dominante. La opinión pública es convertida en paradigma universal para la imposición de medidas que, de otra forma, sería imposible alcanzar. Después de meses y meses de discusión en petit comité el gobierno calderonista decidió maniobrar para dar fin a LyF y su sindicato, para así sentar las bases de una futura reestructuración, venta o concesión a particulares. De golpe y porrazo dicha empresa y sus trabajadores son ineficientes, bandoleros y sanguijuelas del presupuesto nacional. Mi planteamiento no es defender, ni por lo más ni por lo menos al SME ni a sus líderes, sino poner los puntos sobre las íes en las directrices cada vez más conservadoras de los gobiernos mexicanos, que tienen como prioridad la conservación de la ganancia y el control social. Lo que menos importa son los mexicanos que se encuentran viviendo en condiciones de pobreza y pobreza extrema.

Los trabajadores de la extinta paraestatal y todos los demás que todavía no han sido tocados por la égida neoliberal representan los objetivos de misiles políticos que aspiran a tener un modelo económico sustentado sobre empleados temporales y sin organizaciones que los resguarden. No hay discusión abierta, análisis o crítica para decidir el rumbo nacional y mucho menos sobre la infame ineficacia de los directivos impuestos por las administraciones federales a lo largo de 35 años de funcionamiento de LyF. El enemigo común construido por el Estado debe ser exterminado de manera legaloide, teniendo como soporte la ideología de que la clase obrera organizada ya no cabe en el juego del mercado globalizado, que de manera permanente contrata a jóvenes y adultos menores de 40 años sin ningún tipo de seguridad o prestaciones.

No hubo necesidad de macanas, toletes, rifles, pistolas o tanques disuasorios, porque la contundencia de la tv, internet, radio y medios impresos bastó para enarbolar el discurso antiséptico del presidente y sus secretarios de Gobernación, Trabajo, Energía, Economía y Hacienda. Hemos visto que cuando se trata de operar el poder, los aparatos del Estado ponen toda la carne en el asador en diferentes vías, canales, horarios y con prejuicios que tienen la intencionalidad de hacerse verdades: el resultado fue el presumible rechazo público a los sindicalistas.

Ahora son los electricistas, pero mañana pueden ser los trabajadores de los restantes organismos paramunicipales, paraestatales, descentralizados, instituciones educativas, etc., porque ante la lógica del capitalismo y sus gobiernos (sean estos de derecha, centro o izquierda) no hay nada más importante que la acumulación de plusvalía en consorcios monopólicos, previamente sanitizados para evitar gérmenes desestabilizadores ¿Qué valía tiene entonces el mensaje del presidente Calderón cuando asegura haber hecho lo correcto con LyF y no tener cargos de consciencia? Allá los gobernantes y sus elucubraciones moralistas, porque México requiere de verdaderas decisiones de Estado que -en vez de provocar la desaparición de empresas -que bien pudieran readecuarse para ser operativa y financieramente viables- o incrementar impuestos a la población y empresarios, debieran fomentar el empleo, opciones productivas en PyMES y hacer obra e infraestructura.

El cierre de LyF fue una decisión eminentemente de Estado, puesta en marcha por el Ejecutivo en turno, para dar cumplimiento a los mandatos de la clase dominante doméstica y foránea y así seguir teniendo acceso a foros, préstamos internacionales, apoyos técnicos y materiales. Este cierre-liquidación muestra la reivindicación del capitalismo para proteger el status quo político, que defiende un sistema democratizante, pero no democrático, para que las cosas se manejen en el ámbito de la enajenación y subordinación. Desde mediados de la década de los años ochenta el Estado ha estado entrando y saliendo por el túnel de la vendimia de empresas paraestatales y bancos y hoy sólo quedan algunas entidades, que están preparándose para su subasta (previo proceso de modificación constitucional, subcontratos, etc).

El gobierno de la República apoyado por los medios masivos de comunicación, por los elementos culturales e ideológicos impartidos en el seno de escuelas, familia e iglesias está -ahora más que nunca- haciendo la reconversión de la estructura social y económica. ¡Qué más da tener cuarenta mil nuevos desempleados que engrosen el descomunal ejército de millones de subempleados y desempleados! En la visión del Estado todo puede suceder sin menoscabo del establishment, sin embargo, las condiciones históricas ahora son distintas: hace apenas unos días el rector de la UNAM, José Ramón Narro Robles advirtió sobre una crisis social de gran envergadura si se continúa con esta espiral de acontecimientos. Observación que debe ser pensada y tomada muy en cuenta, para que el destino no nos alcance de manera imprevista, trayendo consigo una involución.

El tamaño del miedo existente es enorme, tan es así que Felipe Calderón no va a asistir a la asamblea del Sitatyr (evento que por años fue aparador de la unidad entre el presidente y la clase trabajadora corporativizada), para no enfrentarse a un posible desprecio. Después de observar la movilización del SME, sindicatos y sociedad civil el pasado jueves 15 de octubre, el gobierno aceptó sentarse a dialogar con el sindicato, lo cual es sinónimo de abrirse y reconsiderar otras alternativas de solución al posible conflicto político-laboral no solamente en la zona centro, sino a lo largo y ancho del país. Sin embargo, ¡Golpe dado ni Dios lo quita! reza el refrán y esto se cumple, pues es evidente que no habrá reapertura de LyF, pero sí la consigna de que la política del Estado mexicano va contra lo que sea inoperante y gravoso. Para los despedidos y los que ya tienen sus barbas remojando sólo quedan paliativos como el ofrecimiento de “franquicias familiares” y alguno que otro reacomodo en la planta laboral todavía existente.

Algunas personas piensan que es un avance que los aparatos represivos no hubieran hecho aparición violenta en la toma de LyF o durante la marcha de apoyo al SME, pero lo trascendental del asunto es que las instituciones estatales lograron articular una estrategia político-comunicacional bastante eficiente en corto tiempo, logrando que amplios sectores de la sociedad crean y sientan suyas la retahíla de razonamientos inhumanos y engañosos del gobierno calderonista, la cual ubica a los trabajadores en condición de haraganes y vampiros del dinero público. Este evento adelanta la lógica de privatizar bienes y servicios, a través del pensamiento de que el gobierno está contaminado de burócratas inservibles y las empresas están repletas de obreros que sólo desean su beneficio en detrimento del país. La opinión pública, es la herramienta política que redirecciona los asuntos de la élite y los hace pasar como “asunto de todos”. Detrás de los sondeos, de los comentarios parcializados de comunicadores, analistas e intelectuales orgánicos existe la táctica de alcanzar intereses grupales por encima de las necesidades de millones de mexicanos que aprecian su realidad a través de los medios de comunicación cooptados por la simbiosis poder-economía.

Es una verdad a toda prueba que el imperio del videns es más poderoso que los militares y policías que sometieron al movimiento del 68. Luego entonces la denominada opinión pública se ha erigido como el arma que disuade turbulencias no solamente en el lugar de la revuelta, sino desde todos y cada uno de los hogares, oficinas, automóviles y sitios comunes donde hay millones de ciudadanos que se ponen en contacto con algún medio de comunicación impreso, auditivo o televisivo. La voz del presidente y funcionarios, los juicios de periodistas, los spots y la encuestología se han convertido en vacunas que desinfectan la realidad social y pone punto final a los reales o potenciales conflictos para los detentadores del poder.

La dominación ideológica de los mass media hace que parezcan naturales y hasta soportables las inmensas prestaciones, sueldos y prerrogativas de servidores públicos, diputados, senadores, jueces o magistrados. Parece no importar que se gasten millonarias sumas de dinero en los tres Poderes de la Unión, porque buena parte de este patrimonio va destinado a pagar publicidad, favores, tráfico de influencias y cochupos a las empresas de comunicación. Cuando se trata de salarios mínimos, revisión de contratos colectivos, obras de interés social y programas de apoyo entonces sí hay una variación en las percepciones y todo se convierte en gastos innecesarios, más aún en tiempos de crisis económica y moral como la que enfrenta México.

Las políticas sociales y las conquistas laborales son percibidas como nefastas transferencias de recursos que deben ser eliminadas por el bien del país. De acuerdo al cristal con el que se mira al mundo y de las inclinaciones de los medios es como las personas sienten su ambiente social. La insistencia de los medios de comunicación puede más que la realidad concreta: los medios y el gobierno cuentan con la tecnología y recursos humanos, materiales y financieros para mantener a la población en estado de alienación e indefensión, percibiendo su mundo de manera parcial y fragmentada.

Mientras el Estado y los medios convoquen a marchas por la paz vestidos de blanco y con velas en la mano; inserten marketing institucional para alabar obras y servicios y repitan sin cesar que la crisis será pasajera, todo está bien para el esquema político. Cuando se trate de marchas populares, protestas contra iniciativas, leyes o trámites humillantes para amplios sectores sociales, los aparatos ideológicos lanzarán sus baterías antiaéreas para dejar bien precisado que se trata de cuestiones subversivas y antinacionalistas.

La opinión pública lo mismo ha servido para afirmar que Barack Obama era un consumidor de marihuana durante sus años mozos (durante la guerra mediática por la candidatura del partido Demócrata) y después como presidente recibir el premio Nobel de la paz. Lo mismo elevó a Felipe Calderón como el presidente del empleo y preservador del cambio, para después ponerlo como el Ejecutivo exterminador de los últimos reductos paraestatales. Así también fue utilizada para denostar a la cantante Gloria Trevi, durante su encierro en cárceles de Brasil y Chihuahua, para después volverla a encumbrar al estrellato en programas del consorcio Televisa. Se ha empleado para poner en pedestal de oro al expresidente Carlos Salinas de Gortari durante su sexenio, para que años después sea quemado en leña de pirul o exhibirlo en el jet set cada vez que pisa territorio mexicano. Lo mismo funciona para “Juanito” cuando fue considerado un títere de López Obrador, que cuando se desdijo de su pacto con Clara Brugada y estaba negándose a pedir licencia a la titularidad de la delegación Iztapalapa en el DF. Hace una década y media se apreciaba el clímax o caída de ídolos de papel en el mundo del espectáculo, pero ahora esta dinámica se apoderó del ámbito político y social.

La respuesta más concreta por parte de la sociedad civil es estar informada, procurar debates, análisis y la adopción de acciones plurales, democráticas e incluyentes para discutir el presente y futuro del país y el mundo. No hay que quedarse en la dermis del anuncio oficial o comercial, noticia, comentario, acto oficialista o proveniente de las clases poderosas, sino profundizar e identificar las intenciones ocultas de los mensajes públicos. Hay que resistir al videns y convertirnos en ciudadanos propositivos, pero aún más……..transformadores del entorno de vida. B.H.G.

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jueves, 15 de octubre de 2009

LOS DOS FRENTES DE GUERRA EN MÉXICO


DOS FRENTES DE GUERRA EN MÉXICO: NARCOTRÁFICO Y RECAUDACIÓN
Baltasar Hernández Gómez


Mambrú se fue a la guerra.

Desde hace 3 años la “Madre de todas las batallas en México” ha sido el combate al crimen organizado y hasta ahora los saldos son rojos, pues la mafia no solamente controla estupefacientes, sino que despliega su poder en todas las actividades donde haya o pueda haber ganancia económica, social y política. La estrategia de Felipe Calderón ha originado más de 14 mil bajas oficiales y otro número indeterminado de muertes/ejecuciones a lo largo y ancho del territorio nacional. El Ejército, Marina, Procuraduría General de la República y Secretaría de Seguridad Pública Federal son las dependencias que tienen carta abierta, extrayendo cifras monumentales de presupuesto público y, aún así, no se ve ningún fin inmediato que pudiera dar certeza de triunfos o menos consolidados del Estado mexicano.

Cuando Calderón Hinojosa tomó protesta como presidente de la República remarcó que sus decisiones iban a estar apoyadas por los institutos castrenses, organismos policiacos y las argucias legales que, como en el caso del decreto de desaparición de la compañía Luz y Fuerza del Centro, representan un factótum extra para el de por sí metaconstitucional poder concentrado en Los Pinos. Carente de un programa de Estado, el actual poseedor de las cinco estrellas imaginarias (como comandante formal supremo de las fuerzas armadas) emitió el mensaje de luchar contra “los malos” para captar la atención de las masas depauperadas por la crisis, vendiendo la idea de que lo más significativo es la erradicación de los cárteles. Sin embargo, el trasfondo fue la construcción de una imagen política fuerte, para alejar el fantasma de ilegitimidad que ronda su figura, sobre todo después de una contienda electoral que supuso fraude y un hartazgo social por las ineficacias de su predecesor, Vicente Fox.

Sin resultados halagüeños que permitan dar certidumbre de estar acabando con la mafia; gastando miles de millones de pesos en sueldos al personal, equipos, armas, vehículos y propaganda; siendo testigos de la desesperación social por los estragos de la violencia; confirmando que la crisis deteriora los niveles de vida de la clase media, pobres y extremo pobres, y que no existe un escenario que permita avizorar programas sustentables para generar empleo, oportunidades productivas, beneficios sociales, obras y servicios; la “guerra de Felipe” se exhibe como una táctica comunicacional, con el objetivo de desviar el ojo social y apuntalar la efigie del Ejecutivo y su partido frente a la inoperancia económica y sociopolítica.

A la mitad del sexenio, no obstante el fracaso de su cruzada antinarco, Calderón Hinojosa abrió un nuevo frente de batalla: la recaudación de impuestos, que por medio del 2% al consumo generalizado trata de justificar que con ello habrá más recursos para los pobres del país. Siguiendo el refranero foxista, el actual presidente está queriendo decir que dicha tasación se “devolverá copeteada de dinero para los más necesitados”. Esta argumentación pretende ocultar que en sus primeros tres años de gestión no ha habido planes ni acciones económicas para establecer bases de recuperación social en el corto o mediano plazo. Por el contrario, todo se ha ido en la ejecución de operativos militares y policiacos, emisión de mensajes esperanzadores para salir de la crisis global y golpeteo contra todos los organismos que no comprueban su eficacia (la filosofía neoliberal pone en la cima de realizaciones la categoría costo-beneficio).

Muchas balas, pocos logros.

La guerra contra la mafia desde su origen no tiene puerta de salida, pues la producción, transportación, distribución y limpieza de ganancias está prácticamente intacta. Todo se ha ido en detener lugartenientes, toneladas de psicotrópicos, mercancía pirata y de procedencia ilícita, pero nada más. Los dos frentes de batalla (antinarco y recaudación de impuestos) no cierran agravios ni resuelven los problemas endémicos que vive el país desde hace décadas, y que se han recrudecido desde hace 9 años. El gobierno de Felipe se desenvuelve en medio de vítores propagandísticos que ensalzan movilizaciones y retenes del aparato represivo del Estados y la “buena voluntad” para reestructurar el gasto corriente y algunas secretarías. Muchas flatulencias y ni siquiera una porción de producto fecal que pudiera dar la localización de quien está obrando.

Hasta el momento no hay resultados que puedan sentirse en los bolsillos, en el bienestar de las casas, en los trabajos y mucho menos en la realidad social ampliada. Todo se ha convertido en spots, desplegados, decretos y firmas de convenios nacionales e internacionales, que sólo fomentan la faramalla. Sobre estabilidad, desarrollo y certidumbre, todavía nada. Así pues, el panorama nacional luce sombrío: por un lado, la sociedad se siente atacada en su integridad física y moral por la ola imparable de asesinatos, robos e imágenes dantescas de decapitados, baleados, mutilados, asaltados y secuestrados; por el otro costado, hay una depreciación sensible de la calidad de vida al ser víctima de la galopante carestía y desempleo.

Las bajas producidas por la guerra calderonista son muchas y muy variadas, ya que los grupos sociales más vulnerables a los efectos de la crisis están prácticamente en estado de inanición y la clase media -en todas sus estratificaciones- vive en alerta máxima, viendo cómo se devalúan sus niveles de prosperidad. Mientras tanto, los rostros de gobernantes, legisladores, jueces que deben sus puestos a la ruleta del poder político y administrativo, muestran sonrisas amparadas por explicaciones economicistas donde la oferta y la demanda, los principios de la evolución competitiva de las especies son la moneda de cambio corriente para justificar medidas antidemocráticas y de austeridad infrahumana que sólo buscan proteger el control del Estado frente a la masa desposeída.

Los personeros de la clase dominante unas veces ajustan la toma de decisiones a decretos, privilegiando un “interés nacional” inexistente y otras más al uso selectivo de la fuerza (represiva, legal e ideológica) de las instituciones gubernamentales, milicias y medios masivos de comunicación; con la finalidad de defender sus intereses políticos, económicos y de formación cultural. La opinión pública está siendo encasillada en el seguimiento morboso de asesinatos y noticias intrascendentes, pero el rumbo real de la Nación sigue un sendero distinto, dirigido por una élite que busca la apropiación de miles de millones de pesos provenientes de los ahorros de Afores, alzas en impuestos, reducción de partidas presupuestales para programas sociales, desatención de servicios básicos, educativos y de salud, así como la supresión de empleos y la negación de un sistema digno de vida democrático.

Soldaditos de plomo.

La “guerra calderonista” tiene mariscales de campo entrenados en el doble lenguaje y el cinismo para decir mucha palabrería sin significado ni verdad, utilizando códigos semánticos incomprensibles e inverosímiles. El secretario de Hacienda y Crédito Público (Agustín Carstens) actúa de manera idéntica al titular de Gobernación federal, pues son doctores especialistas en propaganda ambigua y amoral: lo mismo dicen que no pasa nada, que todo está fundado en la ley, que el país está a punto del colapso o que no hay dinero para absolutamente nada. Hace unos meses sólo había un simple resfriado por la crisis y en estos momentos el país padece de pulmonía. Todo parecía funcionar de maravilla en las dependencias de gobierno y ahora se descubren ineficiencias en la generación de petróleo y electricidad. Lo mismo afirman que hay pandemias, para después darnos palmaditas en los hombros y un poco de gel antibacterial para continuar deambulando por las calles cada vez más solitarias de México (muy parecidas a las calles del pueblo de Comala, retratadas magistralmente por el escritor Juan Rulfo en su obra Pedro Páramo).

La gordura física de los secretarios de Hacienda y Gobernación no se compara con el exceso de volumen de sus desatinos que han hecho perder la brújula del control económico y político del país y pone entre la espada y la pared a millones de trabajadores, profesionistas y trabajadores organizados e independientes, así como también empresarios de todos los tamaños, que seguramente tendrán que pagar mayores impuestos al fisco, en el caso de aprobarse el paquete financiero propuesto por Lipe (como lo ha llamado el cómico Jesús Carranza “El Costeño” al afirmar que ya se perdió la “Fe” de su primer nombre). Los demás funcionarios de primer nivel, entre ellos los de Trabajo, Salud y Educación, expresan argumentos tecnicistas para minimizar sus acciones contra trabajadores de paraestatales, la persistencia de la pandemia viral AH1N1 y el atraso educativo.

En México todo se ha vuelto una danza de frases sin sentido, acompañadas de extractos bíblicos y una buena dosis de desparpajo irresponsable. Parafraseando al cantante José José cito una línea de canción famosa: “…que yo he sido en tu cadena de amor tan sólo un eslabón y en tu escalera un peldaño al que no te importa pisar y hacerle daño”. Así es como el gobierno neoliberal del PAN usó a la sociedad mexicana para llegar al Poder por medio de los votos, para después abandonarlo a la competencia feroz de la globalización.

Una mirada a la bola de cristal.

El presidente Calderón Hinojosa como ejecutor de los designios del Estado mexicano intensificará su labor militar-policiaca para distraer al mayor número de público y dar más “atole con el dedo”. Asimismo, provocará alzas en la tasación impositiva, inspecciones comerciales para la captación de recursos por efecto de multas, endeudamiento externo, concesiones al Poder Legislativo y Judicial, apertura a los requerimientos derivados por el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica, maridaje profundo con militares, marinos y policías, así como un permanente golpeteo a sindicatos y organizaciones urbanas y rurales combativas.

Del mismo modo seguirá defendiendo a los organismos “charros o blancos” como el SNTE, Petroleros y afiliados a la CTM, entre otros, así como a cúpulas empresariales y transando tras bambalinas con los diferentes cárteles para que, la supuesta guerra de movimientos contra actividades ilícitas, no se desborde en ingobernabilidad.

Y caigo por último en mi estado, Guerrero, donde el gobernador y su séquito apostarán al endeudamiento para pagar nómina, prestaciones y aguinaldos, a la simulación de investigar sin llegar a resultados contundentes, a dizque hacer obra, pero sólo de relumbrón cortoplacista y atacar verbal y físicamente a todo aquello que se mueva fuera de su círculo absolutista, muy parecido al que tuvo el rey francés Luis XIV.

Seremos testigos de una fiesta de la incongruencia donde un funcionario (Consejo de Seguridad del estado) maniobra para ganarle un juicio a su exesposa; de investigaciones de asesinatos que se fundan en inferencias y dichos (PGJEG); de titulares de dependencias que utilizan su tiempo, recursos y poder para pasearse y fotografiarse con compañeras de trabajo en paños menores y desnudos (AGE y Salud); de trasladarse en helicópteros que deberían prestar servicios de urgencia y traslados en las zonas más marginadas de las siete regiones de la entidad (Oficina del Gobernador); de ver cómo se inundan las calles de la mayoría de poblaciones con permisos y placas del servicio público (Comunicación Social y Transportes) y observar que los mejores contratos en las direcciones de desarrollo urbano, economía, obras públicas, adquisición de materiales, muebles y consumibles, así como mantenimiento de equipo se los llevan los elegidos de la élite del hombre oriundo de Jalisco (Zeferino Torreblanca) que se siente mesías sanjeronimeño por el sólo hecho de haber sido vástago de comerciante abarrotero y arrendador, dejar el vicio del alcohol, acomodarse en asociaciones civiles y haber concertado con el PRD, PAN, políticos y gobernantes del otrora partido único, para llegar primero al Palacio Municipal de Acapulco y posteriormente a Casa Guerrero. B.H.G.

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lunes, 5 de octubre de 2009

LA DEMOCRACIA EN MÉXICO: UNA PERVERSIÓN DE INTERESES


EL MENTIROSO JUEGO DEMOCRÁTICO EN MÉXICO
Por Baltasar Hernández Gómez


La conquista del Poder político.

La cultura democrática existente está enfundada en la obtención de legalidad por medio del voto ciudadano y no en la legitimación de proyectos políticos que resuelvan, con la participación societal, los conflictos y necesidades que persisten en la realidad. En México la democracia no es una forma de vida para desarrollar todas las potencialidades humanas, sino una red de procesos verticales que impone una visión de sometimiento a ideales reconvenidos por el sistema partidocrático que acapara para sí las vías de acceso a la política. Las elecciones se vuelven el pináculo de la dinámica a la que deben someterse las mujeres y hombres mayores de edad, para supuestamente diseñar un mejor país. La democracia mexicana es entonces un simple y llano proceso de democratización, es decir, concesiones y prerrogativas que van abriendo los organismos de la sociedad política, verbigracia Estado, apretando aquí, ajustando allá, con el objetivo de conservar la hegemonía de la élite gobernante.

En el juego de hacer creer que la democracia mexicana es perfectible y que es el modo de vida más idóneo para convivir doméstica y globalmente sin injusticias, la sociedad civil es presionada a interiorizar que si se suma al proselitismo electoral, razonamientos de partidos, candidatos, medios de comunicación y a la idea acomodaticia de que es mejor tener amigos o aliados para conseguir puestos o favores, y con ello se cree estar construyendo una Nación más próspera. Nada más alejado de la verdad, porque este paradigma inmoviliza cualquier acción propositiva que incluya programas y acciones que intervengan positivamente en la calidad de vida ciudadana. Sólo queda acoplarse -lo mejor posible- a las instituciones Estatales encargadas de organizar, operar y sancionar las elecciones cada 3 ó 6 años, de acuerdo al calendario de renovación de los Poderes Legislativo y Ejecutivo.

Durante un periodo aproximado de 100 días, los partidos políticos, que son los propietarios de los canales de inserción y participación política, apoyados por los aparatos gubernamentales, buscan con desmesura el convencimiento de las masas votantes para que entreguen su sufragio a cualquier instituto que presenta un proyecto utópico de bienestar. El abanico de partidos es grande, pero más grande es el ansia de perpetuar los controles sociopolíticos, a través de una participación acotada de millones de mexicanos que sólo cumplen con la obligatoriedad de sentirse ciudadanos ejemplares, para luego ser empujados a refugiarse en la comodidad de sus hogares, trabajos y círculos sociales. Y no es que la sociedad sea la culpable de que todo siga igual, sino que así ha sido educada para adecuarse a los parámetros de aceptar la selección de candidatos y sentir que no hay más por hacer. Lo cierto es que hay un apoderamiento de la representación de que las urnas son el clímax, el máximo alcance que pueden lograr los mortales mediatizados, pero no más.

Aunque persiste el dogma de que no hay nada más allá de la democracia vertical, que está opuesta a la de democracia participativa en el nivel horizontal (la cual se debiera dar como natural y única en todas y cada una de las realizaciones que se realizan en el hogar, escuela, trabajo y relaciones interpersonales), las cifras electorales expresan que la sociedad cree cada vez menos en este modelo pasivo. Y cómo no: legisladores y gobernantes ineficaces y corruptos; partidos que negocian con los opositores para lograr prebendas, dinero y empleos para amigos, compadres y familiares; enriquecimientos ilícitos e inexplicables; olvido de promesas; menos servicios públicos con calidad y oportunidad; más cargas hacendarias; mayor violencia por omisión, contubernio y negligencia; creciente e imparable pobreza económica; son sólo algunos indicadores tangibles de que lo que se vive en el renglón de “lo político” es un engaño por los cuatro costados. La abstención es un fenómeno casi imparable, pero aún así el IFE, las dependencias federales, estatales y municipales, partidos políticos y la clase empresarial se desviven por seguir preservando al sistema que los ha favorecido con riquezas, prestigio, impunidad e impudicia.

No obstante las cantidades exorbitantes que se erogan en publicidad, gastos de campaña, presupuestos para la manutención de los partidos, funcionarios del IFE y Trife, Poder Legislativo y despachos gubernamentales, que representan una afrenta a la clase media y a los más de 57 millones de pobres y extremo pobres de México; los ciudadanos enajenados por la culturización política sólo reciben colores, contornos y patrañas de la farándula social, política, así como del mundo del espectáculo, optando por el camino más próximo: el enfado, abstencionismo, crítica y resignación.

El acomodo.

Ya apropiados de la curul u oficina de algún nivel de gobierno, los políticos y funcionarios padecen de amnesia, pues se olvidan de proyectos y promesas verbales, que muchas ocasiones son hasta firmadas ante fedatarios públicos, pero sobre todo del compromiso de construir honesta y decididamente un país de “todos” y para “todos”. Primero adoptan un mensaje de protección: hay que analizar las demandas hasta las profundidades más recónditas antes de actuar; hay que cuidar lo que se tiene y evitar movilizaciones de protestas; hay que admitir los ajustes de austeridad, la inflación, los despidos, el abandono de las causas más sentidas de la población, porque la Patria no está en condiciones de cumplir con sus hijas e hijos.

Posteriormente los investidos en ropajes republicanos, dignos émulos del Senado romano en tiempos imperiales, empiezan a presionar para que sus dietas, viáticos, pasajes, nómina personal y gastos diversos se incrementen, para asegurar en el tiempo de su mandato, un porvenir que les permita soportar las críticas, el ostracismo o hasta las acusaciones que pudieran haber en su contra posteriormente. Los votantes –de acuerdo a esta lógica de Poder- ya cumplieron con el cometido de ir a las urnas y ahora tendrán que soportar lo que venga, porque seguramente habrá otros atrás de ellos que renueven la quimera de “borrón y cuenta nueva”, para seguir aspirando a un México justo y rebosante de bonanza.

La indiferencia y el olvido dan cabida a uno de los pecados más perversos de los políticos, que es la desfachatez de “no ver, no oír y no hablar”, permitiendo que se repita la cruda realidad que subsume a las mayorías nacionales en la miseria social, económica, política y moral. Este comportamiento no es otra cosa más que cinismo superlativo que encrespa y llena de desventura a la sociedad, la cual impedida a revocar mandatos, se limita a criticar en corto. La desazón generalizada es el escudo protector de los desventurados que persiguen la consecución de sus intereses personales y grupales, pues hoy en día lo que no es masivo, llamativo y no aparece en los medios de comunicación sencillamente no existe. Nacidos, amamantados y preservados en un sistema autoritario, de partido único y hasta hace 9 años en un tripartidismo concertacesionador, los ciudadanos no alcanzan a visualizar que el Poder y la democracia real nunca están en juego, porque simplemente se trata de una recreación de estructuras simuladoras de lucha sociopolítica, enmarcada en los dimes y diretes que se difunden en la arena electoral con “gladiadores” ataviados con atuendos y máscaras multicolores.

Antes del acomodo, cuando los políticos sólo son aspirantes o precandidatos ofrecen su palabra de honor y se desgarran vestiduras ante la ciudadanía, pero cuando llegan a diputados, senadores, regidores, presidentes municipales, gobernadores, secretarios de Estado y presidentes de la República no miran y mucho menos sienten la realidad: la pobreza es un espejismo inducido por los enemigos políticos, el campo no enfrenta problemas y la inseguridad es una ilusión. México se convierte en su propio Alicia en el país de las maravillas, donde nada es para tanto. Los funcionarios y políticos que defienden su encargo lo hacen por ambición de Poder y para lograrlo están dispuestos a llevar al cabo cualquier cosa: engañar, reír, llorar, enaltecer acciones y proteger lo indefendible. Muchos políticos hacen proselitismo apropiándose de una imagen prefabricada, pero cuando llegan a la meta ya no actúan en función de la sociedad (que es el elemento trascendental para la democracia: demos=pueblo y chratos= autoridad), sino en relación a los intereses de su grupo propulsor, partido y los mass media.

La relación entre políticos, gobernantes, partidos, grupos de interés y medios de comunicación se traduce en transacción continua a costa de las mayorías. En esto ha caído el sistema democrático, que sólo busca convenir tratos favorables para los “elegidos”. Por esto es que los políticos ofrecen votantes como carne de cañón y un cúmulo de capitales financieros y de tráfico de influencias a los clanes que integran la “familia partidocrática”, aprobaciones al gobierno en turno, canonjías a los mecenas privados y a los medios de comunicación. Los que llegan a los puestos de Poder se acomodan repartiendo contrataciones de publicidad, dádivas y remesas a la industria comunicacional, reporteros, paliativos a comunidades muy pequeñas, privilegios legales y extralegales a empresarios, compañeros legisladores y funcionarios del Estado y de su partido.

La sátira mexicana.

La puesta en escena de la sátira política comenzó al finalizar la Revolución mexicana cuando la Constitución de 1917 estableció un régimen democrático y un sistema político con clara división de Poderes, sin embargo en la práctica el modelo estuvo siempre sujeto de los alfileres de la voluntad del presidente en turno. Esto trajo como derivación un Poder metaconstitucional del Ejecutivo, ya que por decenios no hubo un Legislativo independiente y el Judicial estuvo subordinado al portador de la banda tricolor.

El equilibrio político no dependió del respeto a la Leyes que caracterizan a una verdadera división de Poderes republicano, sino de aspectos políticos, sociales y culturales. El presidencialismo mexicano creó, reprodujo y vigiló un paradigma autoritario para que la sociedad entendiera y actuara en política. La cultura paternalista en donde el Presidente todo lo podía, todo sabía y todo imponía, fue por más de 71 años el elemento más destacado del sistema político mexicano. El “estilo personal de gobernar”, como lo acuñó Daniel Cosío Villegas, fue el factor decisivo para establecer las proporciones para hacer o dejar hacer en términos políticos y económicos. Independientemente de la eficacia de algunos actos, como por ejemplo: la expropiación petrolera en 1938 asumida en el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río; la nacionalización bancaria en 1982 bajo el edicto de Lópezportillo o la implantación del neoliberalismo por la administración de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) y culminada por Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), la figura de Tlatoani estuvo colocada por encima de las exigencias sociales o de todo lo que no proviniera del Ejecutivo en turno y su séquito de funcionarios, familiares, amistades e incondicionales del partido hegemónico. En el caso específico del aval legal: el voto (que es la razón más importante para la instauración y defensa del Poder político), la organización de las elecciones estuvo prácticamente controlaba por el presidente a través del secretario de Gobernación, quien presidía la Comisión Federal Electoral, creada en 1946, y posteriormente el Consejo General del Instituto Federal Electoral creado en 1990, hasta 1996, fecha de su completa “ciudadanización”.

A pesar de las incontables promesas de los gobiernos en turno, partidos políticos, candidatos institucionales u opositores y de organizaciones civiles que se conformaron al calor del denominado proceso de transición en el año 2000, lo cierto es que la alternancia, si bien desplazó al partido hegemónico, no transformó a la clase política ni rompió con el viejo régimen, tal y como lo señala el doctor Lorenzo Meyer. En este sentido, la victoria del PAN puede ser interpretada como el flash en que la sociedad mexicana del siglo XX, recreada por la vía de la verticalidad, maduró al punto de hacer innecesario y disfuncional el instrumento político inicial de Poder –el partido de Estado (PRI)- y demandó que el Poder empezara a ser acotado y controlado de manera más institucional. Pese a este avance, conforme se desarrollaron los acontecimientos del sexenio de Vicente Fox Quesada, quedó en claro que la alternancia, por sí misma, no resolvió el problema de la democracia, pues nunca estuvo sobre la mesa los conceptos y prácticas de pluralismo, tolerancia, justicia y bienestar.

En cualquier país del mundo por mucho menos se caen gobiernos, pero en México van y vienen administraciones y legislaturas y no pasa nada. En 1988 se “cayó” el sistema de cómputo que estaba contabilizando las votaciones, las cuales fueron supervisadas por la secretaría de Gobernación, dando el triunfo de la presidencia de la República a Carlos Salinas de Gortari. En 1994 hubo una serie de fenómenos políticos (la aparición de una guerrilla del EZLN en la selva de Chiapas y los asesinatos de Luis Donaldo Colosio Murrieta y José Francisco Ruiz Massieu) y tampoco hubo asomo siquiera de un sacudimiento de las estructuras formales o metaconstitucionales. Sólo por citar algunos de los múltiples casos de infamia más recientes detallaré que el IFE confirmó que el expresidente Vicente Fox Quesada contaminó la elección y que los partidos polí¬ticos, las autoridades electorales y administrativas fueron incapaces de comprobar el treinta por ciento de los gastos por difusión en los medios de comunicación electrónicos, donde se erogó el ochenta por ciento de los recursos generales de las campañas políticas. Lo antes dicho se aprecia mejor cuantitativamente: hubo 281 mil spots que no pudieron sustentar el PAN y la partidocracia. Finalmente todo quedo en escándalo mediático y después la desmemoria.

Los altos y bajos perfiles que tienen los detentadores del Poder resultan amparo para el cinismo y la impunidad. Por ejemplo, las propiedades y fundaciones de la familia Fox Sahagún, así como su “rancho” en San Cristóbal, Guanajuato, acondicionado bajo la protección y recursos públicos, son verdaderos escenarios de la desvergüenza de presentarse en revistas y talk shows como gente del jet set, mientras que las “preocupaciones” por los millones de mexicanos pobres quedaron olvidadas. La desfachatez se reproduce en todas direcciones, toda vez que los políticos dianosáuricos, los de nuevo cuño y servidores públicos del momento se regodean de los beneficios materiales que otorga el Poder, dejando en el vacío cualquier demanda o acusación en contra de funcionarios o legisladores actuales o los que antecedieron.

Los gobiernos municipal, estatal o federal, diputados, senadores y miembros de la las cortes judiciales representan en sí mismos los recintos predilectos del cinismo rapaz, donde la procacidad y la corrupción sobrevuelan como buitres que nos advierten que estamos en un sistema político que lo menos que le importa es la gente. La sociedad secuestrada en la ideología dominante actúa reactivamente, limitándose a desarrollar sus actividades cotidianas, cargada de un desapego a la res (la cosa) pública, ya sea por conformismo o porque no le queda de otra. Y como esta situación ha sido soportada por muchos sexenios, los poseedores del Poder sienten que la inmovilidad será eterna y cada vez más exhiben sus miserias en discursos televisados, debates en las cámaras legislativas y en los cientos de actos de inauguración de obras.

En el segundo mandato panista (2006-2012), que presumiblemente fue etiquetado como “consolidación del cambio democrático”, partidos, políticos y empresarios favorecidos por el modelo político autoritario, no guardan proporciones de recato: hacen alarde de reuniones entre bambalinas, de alianzas entre opositores que en teoría son imposibles, y del manejo de enormes partidas presupuestales para perpetuar beneficios personales y grupales, traducidos en automóviles, inmuebles, joyas, viajes, cuentas bancarias, indemnizaciones inexplicables, viáticos, recursos humanos para uso personal, etc.

¿Cómo es posible que los ciudadanos crean y confíen todavía en la democracia? Simplemente por la imposición permanente de la supraestructura ideológica que oculta que partidos, plataformas programáticas y candidatos no provienen de un consenso de las bases militantes y/o societales, sino de los grupúsculos elitistas que van definiendo cómo, cuándo y dónde materializar sus intereses de clase. ¿Cómo hacer que la sociedad sienta suyo el país, cuando las listas plurinominales esconden las intenciones de envolver los cargos legislativos, para echar a andar iniciativas que favorezcan a empresarios, gobernadores y al mismo presidente, que ayudaron a obtener el triunfo de la contienda electoral? Sólo diré que entre los llegados a San Lázaro está Porfirio Muñoz Ledo, uno de los hijos de Manuel J. Clouthier y otros que quedaron a la vera del camino como Lucía Moret, quien es “prófuga” de la interpol por el ataque del ejército colombiano a una base comando de las FARC.

Y a pesar de que los escándalos del sistema político rallan en lo inaudito, que harían suponer un levantamiento de las clases sociales oprimidas, no pasa nada. Muchos intelectuales orgánicos, periodistas y miembros de los partidos grandes someten dichas incongruencias al círculo de la sátira mexicana, que de todo se ríe aunque a los ciudadanos se los esté llevando la pomposa calavera inmortalizada por José Guadalupe Posada. Así surgen intermitentemente focos rojos de la podredumbre del juego político complaciente, como los recientes casos de Rafael Acosta “Juanito” que aceptó públicamente ser el parapeto electoral de Clara Brugada, obteniendo el triunfo de la delegación de Iztapalapa en el Distrito Federal, para luego presionar con la amenaza de sostenerse en el cargo hasta que se cumplieran sus requerimientos de dinero y puestos administrativos. El acabose fue cuando rindió protesta en la Asamblea del D.F. y despotricó contra el PRD y Partido del Trabajo al que llamó “traidor”.

Así también se atestiguó de un teatro en la Cámara de Diputados cuando Gerardo Fernández Noroña (PRD) llamó asesino al Secretario de Seguridad Federal, Genaro García Luna y recalcó que el actual gobierno de Felipe Calderón es ilegítimo e ineficaz. Inmediatamente Javier Corral (PAN) defendió al funcionario de la SSPF, al PAN y administración de Calderón Hinojosa, argumentando que el narcotráfico y las suciedades todavía imperantes tenían su origen en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Un día después el propio exmandatario federal se extrañó de las declaraciones del legislador panista, apuntando que éste se le había acercado para plantearle proyectos, pidiéndole apoyo para sus causas políticas. Entre buitres te veas.

En el ámbito de la administración el secretario de Hacienda, Agustín Carstens lo mismo aseguró que la crisis financiera de EUA en 2008 iba a significar un catarrito para la economía mexicana, que meses después corregirse y afirmar que la crisis global era una pulmonía. Así dicen unas cosas por otras y nada pasa: todo al anecdotario mexicanoide y ninguna demanda de juicio por aseveraciones irresponsables. Asimismo, el presidente Calderón Hinojosa quiere imponer el impuesto del 2% al consumo generalizado, para lo cual ya está realizando lobbyng para que los legisladores panistas y priístas aprueben la iniciativa. ¿Nunca ha pasado por su mente una insurrección generalizada? Pues parece que no, porque aún con la impunidad de las concertacesiones y pugnas entre los clanes políticos, la sociedad vive en la expectativa de conservar la “línea de flotación” para medio comer, medio educarse, es decir, medio vivir…………….

Un vistazo a Guerrero

Si volteamos a ver al estado de Guerrero, Zeferino Torreblanca Galindo lo mismo negocia iniciativas con el PRD y PRI, que les pega a sus correligionarios o impone candidaturas. El mandatario guerrerense declara y calla a discreción, diciendo lo estrictamente necesario para no comprometerse a fungir como un estadista: no hay investigaciones ni resoluciones objetivas sobre los asesinatos de periodistas y legisladores. Cuando hubo la amenaza del primer brote de influenza AH1N1 sin -tapujos o remordimientos- dijo que no alcanzaba el presupuesto para gel sanitizador ni cubrebocas. Para llegar a feliz término de su sexenio negoció con las bancadas de todos los partidotes y partiditos que las próximas votaciones locales se lleven al cabo en enero de 2011 y no en 2010, como establece la jurisprudencia en otras entidades federativas del país. Y el descaro a todo lo que da: anda por todo el estado, México, el sur de EUA y Centroamérica en un helicóptero nuevo, cuyo costo supera los 5 millones de dólares, que fue adquirido como ambulancia aérea para las zonas marginadas de Guerrero. Lo único cierto es que hay un gobernador de angora, que quiere recibir el lujo y la lisonja. Qué más podemos pedir a un tecnócrata, ambivalente e insensible, que observa al estado como feudo prestado al priismo que lo llevó a Casa Guerrero y que considera que al miserable pueblo no le importa otra mancha más de impunidad en el ocelote sureño. El presumible remanso que le espera será ocupar una curul a mediano plazo, negociando con el PAN, PRI y hasta en el mismo partido que tanto le ha soportado: PRD. Así también le queda el posible consuelo de un puesto en la administración central, o bien, disfrutar de lo ganado en 9 años de Poder. Qué decepción para cientos de miles de compatriotas que votaron por él en 2005. Para ellos y para todos mis condolencias. No más. B.H.G.

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